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Mi prima y una deuda de por vida (II)
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Tiempo de lectura: 6 minutos

En el instante que leí aquel mensaje una parte de mi no entendía que sucedía, ¿por qué Belén tenía otro número de teléfono? ¿Por qué escribía de aquella forma tan sospechosa? Y más importante que nada ¿qué era lo que estaba sucediendo en ese momento? Cientos de escenarios y posibles bromas de su parte aparecieron en mi mente mientras decidía cómo reaccionar a aquel mensaje por lo que pagué por aquel desayuno en la estación y tomé mis pertenencias antes de aventurarme a las frías calles de la Capital.

Una vez estaba en la calle, dirigiéndome hacia la habitación de Airbnb que había reservado con el ensordecedor sonido de los coches pasar y el GPS guiándome, mis ojos no paraban de observar aquel tan misterioso mensaje. El reloj del móvil marcaba las 8:15 de la mañana por lo que, sin pensarlo dos veces, decidí marcar a aquel misterioso número de celular que no tenía registrado y que jamás en toda mi vida había visto.

— ¿Hola? ¿Sebastián? — Pudo escucharse del otro lado de la línea; efectivamente era Belén, con aquella voz chillona tan característica de ella, una voz que podía confundirse con la de una chica un par de años más pequeña que ella pero que en esa ocasión se encontraba diferente.

— Si, soy yo. ¿Qué sucede? ¿Estás bien? He recibido tu mensaje. — Le respondí, intentando ocultar la preocupación en mi voz, pero de todas formas no fue posible. Era Belén, mi mejor amigo, la primera mujer que quise en mi vida y que hacía tanto no veía.

— Estoy bien, solo es que necesito tu ayuda… Vi tus historias, estás en la ciudad. ¿Puedes venir a mi departamento? — Hizo una breve pausa antes de terminar la llamada de una forma que le dio escalofríos a todo mi cuerpo. — No le comentes nada a nadie, por favor.

Luego de unos considerables minutos, me encontré en aquella pequeña habitación de mala muerte que contraté en el centro de la ciudad y, provechosamente, cerca del departamento de Belén. Dejé mis cosas, me di una rápida ducha y en menos de media hora volví a tomar las calles para dirigirme hacia su encuentro, preparado para encontrarme casi con cualquier cosa que sucediera.

El edificio donde vivía mi querida prima era digno de una película de Hollywood; completamente vidriado, inmenso, alto y con todos los lujos que solo una persona de muchísimo dinero podía permitirse. Aún no podía entender como Belén dejó nuestra humilde, pero buena vida en el interior de la provincia, por un edificio de alta gama en una de las zonas más lujosas de toda la ciudad, pero, cuando estuve parado frente a su puerta en el piso 20 de aquel edificio, sentía como el corazón poco a poco iba acelerándose hasta el punto de querer salir a trotar por sí mismo. Toqué el timbre y en menos de dos minutos pude ver como la puerta se abría delante de mis ojos.

— ¡Viniste! — Dijo aquella muchacha de baja estatura y cabello castaño mientras, de una sorpresa, se colgaba de mi cuello formando un fuerte abrazo, casi como si estuviera aliviada de no estar sola. — No sabes cuanto te necesitaba.

— Claro que vine, me lo has pedido. Además, también te extrañé. — Dije correspondiendo a aquel abrazo, pero, luego de unos segundos o quizá minutos parados en la puerta, en completo silencio, nos separamos para entrar dentro de aquel inmenso y luminoso departamento digno de un millonario.

Belén estaba físicamente igual que cuando la vi por última vez, su perfume había cambiado, ya no era aquel perfume de calidad media-baja que compraba siempre, ahora era algo bastante caro. Su ropa cambio de igual forma, estaba vestida con lo que parecía ser un pijama. Tenía una camiseta blanca manga corta bastante holgada pero que dejaba ver sus duros pezones debajo de la tela, un short color negro bastante corto que dejaba sus pálidas y algo regordetas piernas al aire libre, extremadamente espectaculares para la vista de cualquiera y sus pies descalzos con las uñas pintadas de rojo, pies dignos que cualquier fetichista reconocería como “perfectos”.

Sin decir nada, ambos nos sentamos en aquel inmenso sofá que dejaba de espaldas el ventanal en su sala de estar, ventanal que dejaba ver toda la ciudad con una increíble majestuosidad, pero, el rostro de felicidad de Belén poco a poco fue cambiando a uno por más tristeza, miedo y vergüenza por lo que, estando frente a frente como aquellas incontables tardes o noches, le pedí que me contara que sucedía.

— Te lo diré, pero no debes decirle a nadie. Y hablo en serio, si se sabe… No sabría que hacer. — Dijo con una voz llena de miedo, pero al asentir con la cabeza decidió continuar. — Hace poco más de dos años conocí a un chico por internet, jamás te conté de él porque realmente parecía uno de estos muchachos que se crean cuentas falsas para molestar y todo, pero resulto que no fue así. Era encantador, realmente perfecto. Era precioso, inteligente, tenía dinero y me trataba como una reina. — Hizo una pausa para tomar su móvil y enseñarme una foto de ambos. — Literalmente fue amor a primera vista y él me dijo que fuera a vivir con él, entonces dije que sí. Fue ahí que decidí dejar nuestro hogar para venir aquí, a la Capital. Todo fue maravilloso, la pasábamos genial, vivía como una reina, pero al cabo de un año lo descubrí engañándome con mi mejor amiga así que lo dejé. Me quedé sin un solo centavo, teniendo un enorme resumen de tarjeta de crédito que pagar, este departamento, todo así que me las ingenié.

En sus ojos podían verse las lágrimas, las inmensas ganas de llorar que en su voz quedaba reflejada por lo que, sin decir nada, tomé su mano y la apreté con fuerza dándole coraje para que continuase. — Necesitaba dinero así que un amigo me presentó a unos tipos, unos prestamistas… Ellos me dieron más de lo necesario para abrir mi estética y poder subsistir. Todo volvía a la normalidad, tenía enormes ganancias, pero todo cambio cuando estos tipos quisieron su dinero de vuelta. Las tazas de devolución eran enormes… Tendría que pagar tres veces lo que me prestaron, pero era imposible así que me atrasé con los pagos, con absolutamente todo y ellos juraron que se cobrarían el dinero, de una forma u otra. — Allí hizo una nueva pausa para tomar su móvil, buscar algo y luego, sin poder ver que era, volvió a bloquear la pantalla. — Hace unas dos semanas, alguien hackeó mi cuenta en la Nube, no parecía haber nada importante allí, pero con el pasar de los días, ellos exigieron un pago o de lo contrario, iban a publicar fotografías mías… Privadas.

—¿Cómo? Espera. ¿Ellos tienen fotografías tuyas desnuda? ¿Por qué no dijiste nada? ¿Cuánto dinero les debes dar para que no lo hagan? — Aquellas preguntas salieron de mi boca sin siquiera poder controlarlas mientras una mezcla de enfado con… ¿Excitación? Se apoderaron de mi cuerpo. Estaba increíblemente enfadado, pero al mismo tiempo, sin querer, mi mente comenzó a imaginar como serían aquellas fotos de Belén desnuda.

Durante toda mi vida fantaseé con ella, con verla desnuda o con como serían aquellas fotos que estaba seguro que se tomaba para sus pequeños novios. La única vez que pude ver algo siquiera parecido a ello fue cuando estábamos en un viaje a la playa poco después de ambos haber cumplido los 18 años, estábamos los dos solos en la piscina del hotel sin nadie a nuestro alrededor y, por un percance con la parte superior de su bikini, este mismo se le salió dejando a mi vista sus perfectas tetas blancas.

Fue la primera vez que veía a mi prima de una forma exclusivamente sexual en la vida real, en mi mente había imaginado cosas parecidas, pero nada era siquiera cercano a la realidad. Sus tetas tenían el tamaño perfecto, ni tan grandes, ni tan pequeñas, completamente redondeadas y con unos pezones de tamaño mediano completamente rosados. Mentiría si dijera que no recuerdo esa imagen por lo menos una noche a la semana desde entonces.

— Ellos tenían fotografías mías… No pude conseguir esa cantidad de dinero a tiempo y las publicaron, hace dos días. Las publicaron en todas las páginas posibles, cada vez que veo sus publicaciones y logro quitarlas, vuelven a subirlas. — Dijo antes de desbloquear su móvil y darme un vistazo por aquella página de contenido pornográfico, un post titulado “La zorrita deudora” y donde la primera foto era simplemente ella, en una pose bastante sugerente en bikini, pero, sin decir nada más, bloqueó el celular antes de seguir. — Amenazaron con que, si no les daba un adelanto considerable, ellos buscarían la forma de cobrarse su dinero una última vez, y que quedaríamos a mano pero que me costaría mucho y tendría que vivir con ello toda la vida.

Mi mente explotaba debido a la cantidad de información que estaba recibiendo; mi prima, la inocente chica que amé durante muchos años, estuvo metiéndose en negocios turbulentos con gente peligrosa y ahora mismo tenía quien sabe cuántas fotos privadas en páginas para adultos. — ¿Han dicho que sería eso que querrían cobrarse? — pregunté sin salir del estado de shock en el que me encontraba.

— No… Y eso es lo peor de todo, no sé qué quieren, no sé qué es lo que buscan. Te mentiría si te dijera que no tengo miedo…— Dijo antes de mirarme en búsqueda de una respuesta.

Nos pasamos gran parte del día hablando sobre aquella situación, sobre cómo lo resolveríamos, sobre cómo se sentía y buscando llenar los espacios vacíos que quedaban en la historia. Luego, fuimos a cenar y decidimos cambiar un rato de tema, hablamos de cómo estaba la familia, que había de nuevo y cuánto tiempo me quedaría en la ciudad a lo que respondí sin siquiera pensarlo “El tiempo que haga falta”. Al finalizar la noche, la llevé nuevamente a su departamento, me aseguré de que estuviera todo en orden antes de dejarla tranquila y dirigirme hacia mi departamento.

Una vez estuve en la tranquilidad de las cuatro paredes que había rentado, me despojé de la ropa para meterme en la ducha, pensando en todo lo que había conocido desde que llegue de la ciudad, cada situación, cada detalle, cada cosa que Belén me confió, además de haber recibido la magnífica invitación de acompañarla mañana a pasar un día completo en su trabajo pero, cuando estaba a punto de salir de la ducha, la imagen de aquella publicación con sus fotos llegó a mi mente así que cuando estuve en la cama, tomé el móvil y no pude vencer a la tentación de buscar aquellas fotos para observarlas con mucho cuidado y satisfacer aquella curiosidad, al mismo tiempo que satisfacía mis deseos y morbos más profundos con ella, con la mujer de mi vida, la mujer que ya no era la niña inocente que conocí y la mujer que vería en apenas un par de horas, fingiendo como si nunca hubiera estado haciendo esa actividad manual que para muchos parecería indebida, inclusive hasta morbosa, con las fotos de mi querida prima.

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Sé que esta segunda parte se demoró más de lo que había pensado, pero lo cierto es que, entre el trabajo y las actividades familiares debo manejar muy bien los tiempos de escritura, pero les prometo que la siguiente parte estará disponible muy pronto y que estará llena de sorpresas, morbo y actividades de lo más entretenidas para nuestros queridos protagonistas.

Esta es mi primera historia de este estilo y es la primera vez que publico en esta página. Iré subiendo los capítulos conforme el tiempo me lo permita y espero que les guste esta pequeña historia, esta aventura que he estado teniendo en mi mente durante mucho, mucho tiempo.

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