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¡Por fin me toca! (Continuación de “La tortuosa espera”)
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Me acosté con pena, rabia, frustración, decepción. Lo esperé tanto y anocheció y no llegó. Me dormí pensando que era un patán tal como me describían a todos los hombres que se querían aprovechar de las mujeres y un sinfín de cosas… tenía mucha tristeza y lloré harto.

Me dormí profundamente entre sollozos, hasta que una caricia y un beso me despertaron con ternura, abrí los ojos y ahí estaba Alonso, quien al haber tocado insistentemente la puerta, buscó una entrada y llegó a mi habitación. Miré la hora y eran las 2 de la madrugada, sorprendida e incrédula lo miré y le pregunté cómo había llegado y me contó que en taxi.

Todos esos pensamientos negativos de antes se esfumaron como vapor en el aire. Me volvió el alma al cuerpo, jajaja.

Mientras comía me hablaba de sus trámites y, la verdad, no le puse ni un grado de atención, lo único que deseaba era que se abalanzara sobre mí y retomara lo que habíamos dejado en pausa. Como aún tenía mucho de puritana, me invadían los deseos de lanzarme sobre él, peeero no me atrevía.

Así pasaron eternos minutos se fue a bañar y yo lo esperé en su cama, extremadamente nerviosa, no mostraba atisbos de pasión y me desconcertaba esa actitud, bueno –me dije– si no pasa nada, nada que hacer.

Llegó a la habitación aun con el cuerpo mojado y con una toalla en la cintura que dejó caer frente a mí. Ahí estaba su verga más exquisita que como la recordaba, enorme, caliente, jugosa, roja, a punto de reventar… mmm deliciosa!!! Se apresuró a tomarme y desnudarme bruscamente, mientras su lengua me saboreaba.

Correspondí a cada caricia, beso, manoseo, mordisco con una pasión desbocada. Lo masturbaba con ímpetu y él a mí.

Gemidos agudos y respiraciones agitadas era la melodía que se escuchaba mientras friccionábamos nuestras pieles.

En un momento me deja tendida en la cama, abre mis piernas y empieza a penetrarme, era lo único que quería y deseaba en esos momentos. Sentir como su enorme verga se abría paso entre mi carne me enloqueció, ese orgasmo fue absolutamente diferente a los que había sentido durante años, fue literalmente una “petit mort”, sentí como salía de mi cuerpo y flotaba, en cada movimiento se intensificaba más, subía la intensidad, los gemidos se convirtieron en gritos y de mi vulva salía a borbotones ese líquido que nos empapaba y lubricaba.

Mis pezones estaban durísimos y extremadamente sensibles al roce con su pecho. Mis caderas se movían al ritmo de la pasión, trabé mis piernas en su cuerpo, intentando que se metiera más adentro aun, quería saber que tan hondo podía llegar y de vez en cuando lo sacaba para darme unos pequeños golpes en el clítoris, lo que me hacía retorcerme de placer, luego volvía a meterlo y seguía gozando.

Con su boca y lengua devoraba la mía, mordía mis pezones, mis dedos y seguía a un ritmo acelerado entrando y saliendo de mi concha.

Nos giramos y yo quedé sobre él, hizo que me parara y apuntó con su pico como flecha hacia mi vagina y me senté dejando que mis caderas fluyeran libres en esa violenta danza sexual.

Con absoluta certeza puedo asegurar que tuve decenas de orgasmos, algunos cortos y otros tan intensos que sentía que se me paraba el corazón, estaba tan inmersa en disfrutar que perdía la orientación, veía luces destellantes, percibía un sabor como a metal en mi boca…la verdad es que creo que es lo más parecido al efecto de una droga, simplemente alucinaba.

A ratos observaba a mi amante alocado, con la mirada perdida, gozando tanto como yo. Luego enfocaba mis ojos en ver como esa verga exquisita entraba y salía de mí, creo que esa imagen ha quedado hasta hoy en mi mente, se repite siempre, era fantástico como tener sexo podía liberarme tanto.

No habíamos hablado nada, no hacía falta, no me importaba, lo único que quería era follar y no parar. Sin embargo y sin detenerse, de pronto Alonso me pregunta – ¿Estás lista? – Como que me descolocó y no supe nada más que preguntar – ¿Lista para qué? – y antes de que alcanzara a responderme me dio una embestida brutal, cerró los ojos, su boca se abrió con un gemido ahogado, su cuerpo tiritaba mientras me apretaba y sentí por primera vez, como un hombre eyaculaba en mí, era algo caliente y abundante, que salía y se esparcía en mi choro.

Cuando miré y sin parar de moverme, vi una crema blanca que tenía por todos lados y fue un éxtasis maravilloso, no quería parar, seguía moviéndome con más ganas, mientras él estaba ido y con la respiración agitada, reposando. No quise parar, no quise salirme y empecé a pedirle más – Dame más, dame más!!! – le dije varias veces y nuevamente se retorció y sentí un chorro abundante dentro mío, era mucho y empezó a correr, no era igual al otro, tampoco era orina, pero me encantó.

Aunque tenía deseos de más, sentí como se retraía el pene de mi macho y pensé que había que parar un rato.

Esa noche no dormimos, hicimos el amor una y otra vez hasta que amaneció y cada vez fue más exquisito, puedo decir que en ningún momento me sentí agotada o que mi intensidad bajara, al contrario, sentía que quería más y más.

En algún momento fui al baño y saqué de mi vagina un poco de semen con mis dedos, sentí su textura y su olor y me encantó, de hecho, cada vez que Alonso reposaba yo aprovechaba de masturbarme esparciendo toda su lechita en mi choro, era exquisito, pero amanecía y tenía que volver a la realidad…

Dormimos cada uno en su cama unas cuantas horas, tenía que levantarme igual y hacer como si nada, además vendría la nana a ayudarme, no podía notar nada extraño.

Al despertar me dolía la cabeza de una manera impresionante (años después supe que eso se llamaba jaqueca coital), tomé muchísima agua, estaba seca, aun así me tuve que ocupar de mi rutina laboral.

Sandra, la nana, en algún momento me quedó mirando con una cara picaresca, no aguantó y me preguntó – ¿Y a usted que le hicieron que está tan contenta? – (En el campo la gente le quita la “D” al USTED), creo que jamás me había sonrojado tanto, me sentí intimidada y descubierta, me pasé mil rollos pensando que le haría comentarios a mi mamá y fui a hablar con Alonso, él solo me calmaba. Ella se fue después de almuerzo, apenas salió cerré con seguro las puertas y portón y me abalancé sobre mi macho, no quería desperdiciar ningún momento.

Tuvimos sexo por toda la casa, quedó semen y de ese líquido exquisito que le salía a posterior por muchas partes, disfrutamos mucho y me encantaba. Me preguntaba internamente si era normal estar todo el rato tan excitada y sin deseos de parar, pero como nadie iba a meterse en mi cabeza, sola me respondía que era rico y que debía aprovechar.

En un momento que estábamos jugueteando en un sillón, Alonso se hincó frente a mí, me empezó a masturbar, hizo que cerrara los ojos y grande fue mi sorpresa y placer cuando sentí su lengua en mi clítoris, en los labios y vagina, empezó a besarme, lengüetearme, con sus dedos abría mi orificio de lujuria y metía su lengua. La sensación fue exquisita, la humedad de su boca hacía una sabrosa mezcla de temperaturas y texturas. Mientras él me estrenaba en sexo oral, yo manoseaba mis pechos y acercaba los pezones a mi lengua, lo cual hizo una combinación de placeres indescriptibles. Orgasmos iban y venían, no dejé que sacara su lengua de mis entrepiernas por un buen rato, hasta que decidió meterme su pene que estaba a punto de explotar, mmmm, lo miraba y me fascinaba. Tuve impulsos fuertes de metérmelo en la boca, pero no quise ir tan rápido, quería disfrutar a concho todo lo que estaba descubriendo.

En días había descubierto que mi cuerpo era un motor de placer y sabía que tenía mucho más que explorar. Así mismo me parecía increíble el que fuera capaz de provocar tanta pasión en un hombre, siempre había creído que nadie me desearía y ahora tenía a un hombre que en lo único que pensaba era en follarme.

En un momento de reposo ambos desnudos sobre la cama, yo boca abajo, Alonso empezó a besar mi espalda y bajó lentamente hasta mis nalgas, mordiéndolas, chupándolas, apretándolas, separo levemente mis piernas y metió su lengua en mi ano, lo encontré muy atrevido, jamás habría pensado que lo hiciera y me gustó, de hecho, me encantó.

Así nos encontró la noche y el otro día y mi intuición algo me advirtió de que nuestra rutina sexual debía suspenderse y fue muy a tiempo pues mi madre llegó sin avisar varias horas antes de lo previsto. Al parecer no notó nada extraño, salvo sábanas sucias en la lavandería.

La tarde fue relativamente normal, aunque a reojo le miraba el bulto a Alonso y siempre se lo vi erecto, apretado por su pantalón. A la hora de la cena, por debajo de la mesa le daba caricias lascivas al punto que en algún momento estaba demasiado excitado y tuvo que pararse intempestivamente al baño y mi madre me mandó a verlo para saber si estaba bien, y sí que lo estaba, se masturbaba con furia, no se dio cuenta que lo miraba y cuando volteó, se sorprendió y me dijo – Mira como me tienes, me vas a volver loco!!! – Esas simples palabras me impactaron tanto, que algo se transformó desde ese momento en mi interior y reconocí el poder que podía llegar a tener si sabía manejar toda esta energía e ímpetu sexual…

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