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El mejor viaje a España (P. 4): Finalmente mi amiga regresó
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Al día siguiente de mi aventura con Jules y su amiga, ambas se fueron de la casa ya que Jules finalmente se iba a mudar a su casa, así que sólo quedamos cinco en la casa.

Ese mismo día, Ashe me mandó un mensaje que iba a llegar cerca de mediodía al aeropuerto y yo con entusiasmo le respondí que iría por ella.

Desayuné rápido y salí de la casa, cuando me fui Luna y James estaban preparándose para salir a correr, cuando les dije a donde iba, Luna me deseó suerte. Un poco cínico de su parte, pero agradecí el gesto.

Estaba algo nervioso cuando llegué al aeropuerto. Llevaba mucho tiempo sin ver a Ashe y sentía que el corazón me latía a mil, sobre todo por lo que había pasado los últimos días. Me debatía internamente pensando si debía contarle lo sucedido con mis co-habitantes, pero no creía que fuera una gran idea. Realmente me gustaba Ashe y suponía que si le decía que había cogido con alguien a pocos días de intentar algo serio con ella era mala opción.

Cuando Ashe salió de la puerta de Llegadas sonreí al verla. Estaba tan preciosa como la recordaba, su cabello, su sonrisa, todo en ella era perfecto. Llevaba una blusa tipo top a rayas de color azul y blanco con un cordón que lo cerraba por enfrente cuto escote alzaba sus pechos, una falda de mezclilla que le llegaba hasta la mitad de sus hermosas piernas blancas enfundadas en unas medias negras y tenis blancos.

—¡Ro! —dijo al verme y llegó corriendo para abrazarme.

Casi me caí al suelo de lo fuerte que me tacleo, pero logré mantenerme de pie mientras ella rodeaba mi cuello con sus brazos. Había olvidado lo delicioso que olía su cabello, su perfume. Dios, me encantaba esta mujer.

Nos quedamos pegados varios momentos. Pero ella se separó debido a que se había cansado de estar en puntitas todo el tiempo.

—¿Qué tal tú vuelo? ¿Y tus abuelos? —le pregunté con una sonrisa.

—Bastante bien. Se sintieron un poco tristes de que me regresara un poco antes de lo planeado, pero les prometí que el siguiente mes regresaría a visitarlos de nuevo.

Mientras hablaba no podía desprender mi mirada de sus hermosos ojos azules. Debo confesar que normalmente no me gustaban las mujeres con ese tipo de ojos (lo sé, ¡qué blasfemia!), pero Ashe era la única excepción con ese tono casi gris que tenía.

Me ofrecí a llevar su maleta, ella aceptó gustosa y nos fuimos en un taxi a su casa.

Mientras el auto recorría las calles de Canarias, Ashe y yo nos pusimos al corriente. Le conté lo que había visitado del lugar y lo que había hecho desde que llegué, obviamente ocultando lo ocurrido con Luna, Jules y Lain, y ella comenzó a contarme acerca de su vida aquí.

—Quizá puedas presentarme a esas compañeras tuyas, se ve que son buenas personas.

—Sí, quizá —dije un tanto nervioso.

—Me alegra que estés aquí —dijo ella sentándose un poco más cerca de mí, haciendo que nuestros brazos se rozaran.

Cuando llegamos a su casa, como buen caballero, subí sus cosas al pequeño departamento que tenía. Era un lugar bastante simple, no había una sala como tal sino que había una mesa grande dentro de la cocina, dos cuartos y un baño, pero la vista era espectacular. Ashe había escogido aquel lugar para vivir porque tenía cerca una playa que según ella no era muy concurrida. Si había uno que otro turista deambulando por ahí, pero nada como las playas más concurridas de las Islas Canarias.

Lleve las cosas al cuarto de Ashe, un lugar bastante bonito. Tenía colgados varias pinturas que ella había dibujado, bastante bonitas. Quizá no unas obras de arte, pero sí que tenía talento. Había también fotos colgadas de lo que parecían ser unas vainas artificiales. Estaba su familia, algunos amigos y, para mi sorpresa, una foto de ella y yo cuando vino a mi país.

—Había olvidado que nos habíamos tomado esta foto —le dije mientras la veía.

—¡Ah! Sí, ha sido una de mis favoritas. Me gustaría volver a tu país algún día.

—Pues ya sabes, si lo haces mi puerta siempre va a estar abierta para mí.

Ella me sonrió. Que hermosa sonrisa tenía.

—Podría decirte lo mismo. De hecho, si me hubieras avisado te hubieras podido quedar en el otro cuarto en vez de rentar un Airbnb.

—Quería sorprenderte, pero creo que la suerte no estaba de mi lado.

—Bueno, ya estoy aquí, vamos a recuperar el tiempo perdido —me dijo tomándome de la mano y sacándome de la habitación.

El resto del día Ashe me estuvo llevando por toda la ciudad. Me llevaba a sus lugares favoritos y lugares bastante bonitos. Durante todo el tour yo no podía desprender mi mirada de ella, mientras hablaba y me explicaba cosas mi mente divagaba y no podía concentrarme en lo que decía. Comimos, fuimos por un helado, luego por un café. Debo decir que era uno de los mejores días que pasé en Canarias.

Cuando la tarde comenzó a convertirse en noche, Ashe me llevó a un mirador para que viéramos la puesta del sol. Mientras lo hacíamos, me atreví a tomarle la mano, ella tan sólo me miró, me sonrió, colocó su cabeza sobre mi hombro y continuamos mirando la puesta.

—Tengo una idea —me dijo de repente—. ¿Te parece si pasas la noche en mi casa en vez de la que rentaste? Podemos comprar un vino y celebrar que viniste a verme desde tan lejos.

Su propuesta me gustó, así que fuimos a la vinatería y compramos un buen vino, no tan caro, pero tampoco tan corriente y nos fuimos a su casa.

Cuando llegamos, Ashe me pidió que esperara, fue a la cocina, tomó dos copas y me tomó de la mano para llevarme a su cuarto.

Puso unas cuantas toallas en el suelo y nos sentamos. Abrí el vino y nos serví un poco en cada copa, entregando una a ella.

—¡Por tu visita! —me dijo.

—¡Porque llegaste antes de que me fuera! —respondí chocando su copa.

Ella se rio y bebimos. Tengo que decir que el vino no me gustaba nada, pero había oído que el vino español era bastante bueno y el que probé ese día sabía bastante bien. Continuamos sentados, platicando. De nosotros, de música, de muchas cosas. No sabía cuánto tiempo había pasado y no me importaba, me gustaba estar con ella. El vino bajó de forma lenta, casi no bebíamos, pues estábamos más ocupados platicando, pero podía notar que las mejillas de Ashe se estaban poniendo algo rojas y el alcohol me hacía sentir una ligereza en mi mente.

Después de una anécdota escolar en la que ambos nos reímos con fuerza, nos quedamos callados. Me le quedé viendo, su piel, su cabello, su belleza…

—Ashe —le dije después de unos minutos de silencio—. Quiero decirte algo, la razón por la que vine es porque tú…

—Shhhh — me dijo ella colocando su dedo en mis labios—. No digas nada.

Tomó mi copa y la puso en un lugar alejado, luego se inclinó y me besó. Sus labios sabían tan deliciosos como el vino que estábamos tomando. La tomé del rostro y le regresé el beso. Su lengua bailaba con la mía. Se puso a horcajadas sobre mí, colocó sus brazos en mi cuello y continuó besándome. Yo tomé su cintura y sentí como comenzaba a moverse encima de mí, sobre mi miembro que comenzaba a ponerse duro.

Ashe se separó para verme, tener sus hermosos ojos tan cerca era una visión que jamás olvidaré.

—No sabes cuánto tiempo he querido hacer esto —susurró y se mordió el labio con deseo.

La besé de nuevo, besaba cada centímetro de su rostro, su cuello, su piel, su clavícula. Su respiración comenzó a acelerarse y el ritmo de sus caderas aumentaba de intensidad. Baje mi boca hasta el cordón que cerraba su camisa, pero ella me empujó para acostarme sobre las toallas. Ella me miró con ojos lujuriosos mientras tomaba el borde de mi playera y la levantaba poco a poco. Sentía el frío de sus dedos recorrer mi abdomen mientras subía mi ropa. Tomé mi playera y la ayudé a quitármela, ella me vio con una cara de puchero.

—Yo quería hacerlo —me dijo y luego su expresión cambió lentamente por la de una sonrisa—. Te voy a enseñar cómo se hace.

Ella tomó el cordón de su top y lo jaló lentamente, podía ver como el nudo se deshacía poco a poco. Cuando lo hizo, la blusa cayó ligeramente, revelando un poco más de sus senos. Ella tomó los bordes de ambos y los separó con lentitud. Sus pezones rosados me saludaron, erectos, duros. Por un momento me sorprendí el hecho de que Ashe no trajera sostén, pero me distraje por otra cosa.

—Este tatuaje es nuevo —dije poniendo mi mano en su costado izquierdo donde ahora había el tatuaje de dos pequeñas olas debajo de una frase: JUST BREATHE.

—Ya estaba ahí —dijo tomando mi mano de su costado y comenzado a subirla por su cuerpo—. Sólo que no habías tenido la oportunidad de verlo.

Me hizo tocar uno de sus pechos, pero no se detuvo y se llevó mi mano a su rostro y comenzó a chuparlo lentamente. Mientras continuaba haciéndolo, Ashe no me quitó los ojos de encima. La excitación que sentía no tenía comparación, podía sentir mi miembro duro siendo presionado por su cuerpo y de seguro ella también podía sentir lo duro que estaba en su entrepierna. Tomé el rostro de Ashe y lo atraje hacia mí para besarla. Ella no se resistió. Comenzó a moverse de nuevo sobre mí, seguramente estimulándose con la tela de mi pantalón y el bulto que tenía debajo. Se sentía tan bien tenerla encima de mí, moviéndose de esa forma. Me besó el cuello, bajando lentamente para besar mi pecho, mi abdomen, llegando finalmente a mi pantalón.

Utilizando los dientes, tomó mi cinturón y lo desabrochó, verla haciéndolo me puso al 100, sus ojos se veían tan inocentes, pero su expresión de deseo me volvía loco. Desabrochó mi pantalón y tomó mi ropa interior para quitármela. Mi miembro salió al aire, finalmente libre de su encierro. Ashe tomó el resto de mi pantalón con una sonrisa, lo tiraba con violencia para quitarlo por completo. Luego se acostó sobre mis piernas, dejando su rostro cerca de mi pene.

—¿Sabes? —me dijo tomándolo con una mano y dándole unos cuantos besos bastante cariñosos—. Me alegra mucho que hayas venido a visitarme.

—A mí también —le contesté.

—Quería estar así contigo desde hace mucho tiempo —me dijo continuando besando mi miembro y lamiéndolo un poco.

No contesté, tan sólo acaricié su rostro, ella me besó la palma de la mano y luego colocó la punta de sus labios sobre mi glande. Solté un gemido al sentir la humedad de su boca mientras ella bajaba por todo mi tronco. Ella se recreaba con lentitud, mandando descargas por todo mi cuerpo. Quería que aumentara la velocidad, pero las palabras salían de mi boca, tan sólo gemidos y gruñidos de placer. Ella me miraba, con esos ojos azules y finalmente entendí porque a los hombres les gustaba las mujeres con ojos claros. Verla comiéndose mi verga mientras me miraba a los ojos… Dios. Ashe se sacó mi verga de la boca y levantó el cuerpo para deleitarme de nuevo con la visión de sus hermosos pechos. No eran demasiado grandes, pero para mí eran espectaculares, redonditos y bien formados.

Ashe tomó una goma y comenzó a amarrarse el cabello en una cola de caballo.

—Vamos a ponernos serios —me dijo intentando poner una expresión de seriedad mientras se amarraba el cabello.

Me reí ante su comentario y ella me sonrió. Cuando terminó, volvió a inclinarse sobre mí y volvió a comerse mi falo. Ahora aumentó la velocidad, tal como había deseado. Cerré los ojos y deje que siguiera a lo suyo. El gusto que me estaba dando era incomparable, de vez en cuando apretaba los labios en mi glande antes de sacarse mi verga de la boca y luego continuar, luego se la metía hasta el fondo, dejándola ahí unos cuantos segundos antes de continuar mamándomela.

—Ashe… Ashe… —dije entrecortado sintiendo el orgasmo llegar.

Ella no se detuvo, pude sentir mi pene palpitar antes de correrme. Ella lo recibió con gusto. El orgasmo fue intenso, solté un fuerte gemido mientras mis huevos se vaciaban. Ashe se quedó ahí un momento, antes de separarse y sonreírme.

—Igual de rico que el vino —dijo con una sonrisa y tomando mi pene con una mano.

Volví a reírme por su comentario. Mi miembro seguía duro, estaba tan excitado que no se había bajado ni un ápice.

Ashe se quitó de mis piernas, tomó el vino cerca de ella y le dio un trago, luego me miró con una sonrisa, se mordió el labio y me llamó con el dedo índice. Me acerque a ella para besarla ella colocó la copa en mis labios y me dio a beber, ya estaba algo caliente, pero no me importó. Después de beber, besé a Ashe, sin importarme nada. Aún tenía el sabor frutal del vino, pero ahora sabía un poco amargo. Mientras nos besábamos, tomé la copa de sus manos, la volví a colocar en el suelo y empujé a Ashe.

Ella se acostó sobre las toallas y me miró mordiéndose el labio. Tome sus pechos entre mis manos y comencé a masajearlos y apretarlos.

—¿Por qué no les muestras algo de afecto? —me dijo ella.

Agaché mi cabeza y comencé a lamer sus duros pezones. Un gemido salió de su garganta, tan bello, tan excitante. Besaba el contorno de sus pechos, el espacio entre ellos, mordía sus pezones, los lamía con deseo. Mientras mi boca trabajaba, mis manos recorrían su cuerpo, acariciando cada parte de ella, bajaban hasta sus piernas y luego subían de nuevo a sus pechos. Ashe se movía debajo de mí, disfrutando mis caricias.

Volví a bajar, besando su abdomen, tomé un pequeño desvió hacia el nuevo tatuaje que no había visto.

—Es un muy bonito tatuaje —le dije besándolo.

—¿Te gusta más que el otro? —me dijo tomando su pecho con la mano izquierda para dejarme ver el tatuaje del sauce llorón.

Negué con la cabeza y continúe bajando. Ashe tenía las piernas cruzadas, como queriendo evitar que llegara a su entrepierna, sin mucho problema las tomé y las abrí. Había una enorme mancha sobre la tela de su short, lo cual me sorprendió. Alce la mirada para verla, ella se mordió la uña del pulgar.

—Ups —dijo con una sonrisa—. Creo que llevo así un rato.

Sonreí y lamí la tela, sabía un poco dulce debido a ella. Ella se retorció ligeramente. Desabroche su short y lo baje casi igual que ella lo había hecho conmigo, sus bragas negras estaban empapadas, sin quitárselas las hice a un lado y me acerqué a su cuevita.

Mi lengua recorrió su vulva y ella gimió. Queriendo torturarla un poco más, me separé y comencé a besar sus muslos. Ella comenzó a masajearse los pechos mientras me miraba. Junte sus piernas y las alce para quitarle las bragas, en esa posición podía ver su coño apretado, empuje sus piernas hacia atrás, haciendo que sus rodillas tocaran su pecho y comencé a comerle el coño. Ella comenzó a gemir, agarró sus piernas para mantenerlas en esa posición. Mi lengua atacaba sin piedad su vagina, lamiendo de arriba abajo, de un lado a otro, haciendo círculos. Ashe tan sólo podía gemir. La posición pareció cansarle, pues soltó sus piernas y las colocó sobre mis hombros, alcé ligeramente su cadera y continué con lo mio.

—Así, Ro, así. Me encanta, no pares —me infundía ánimos.

Metí mi lengua en ella, saboreando sus fluidos con un sabor dulce. Moví mi cabeza de arriba abajo para que pudiera recorrer más de su interior.

—¡AH, AH, AH! —gritaba ella mientras su cuerpo se agitaba debajo de mí. Sentir su cuerpo moverse así me hacía poner más empeño. Quería hacerla correrse de la misma forma que ella lo había hecho conmigo.

—¡Ah, dios! Que bien lo haces, valió la pena esperarte —dijo poniendo su mano sobre mí cabeza y jugando con mi pelo—. No pares, que me corro.

Mi lengua exploraba sus entrañas con deseo. Junte mis labios a su entrada y gruñí para hacerlos vibrar.

—¡Oh dios! Sí, sí, sí. ¡Ah!

Alce la mirada para ver como Ashe ponía los ojos en blanco y abría la boca. Su cuerpo se retorció violentamente y después ella soltó un fuerte grito, producto de su orgasmo. Sus fluidos salieron en una descarga y bebí de su dulce néctar. Cuando su cuerpo terminó de moverse, ella se desplomó en el suelo, intentando recuperar el aliento.

—Eso fue… —dijo ella entre respiraciones.

Acerqué mi rostro al suyo y la besé mientras restregaba mi pene en su entrada aún muy mojada.

—Espero que los vecinos no piensen que te estoy matando o algo.

Ella tomó mi rostro y rio. Un ligero gemido salió de su boca y bajó la mirada donde yo seguía restregando mi miembro en ella.

—Me va a matar sigas con eso y no me folles —me dijo con dificultad.

—¿Tienes alguna prisa? —le dije torturándola un poco más—. Tenemos toda la noche.

Ella alzó la mirada para verme a los ojos. Su expresión me estaba matando.

—Quiero… ay que rico —me dijo perdiendo el hilo de lo que iba a decir—. Quiero sentirte dentro, llevo esperando esto mucho tiempo, fóllame por favor, hazme tuya. Ya no aguanto más.

Sus súplicas pudieron conmigo. La penetré con lentitud, ella abrió la boca mientras mi verga se perdía centímetro a centímetro en su interior. Resbalaba tan fácil, estaba tan mojada, el calor en su interior me hacía perder la cabeza.

—Dámelo, dámelo —decía entre gemidos.

Llegué hasta el fondo, comencé a follarla con deseo, la besaba mientras mi verga entraba y salía de ella. Sus gemidos se combinaban con los míos. Chupaba sus pezones, luego besaba su cuello y luego sus labios. Ella arañaba mi espalda con deseo y utilizaba sus piernas para atraer mi cuerpo al suyo. Sus gemidos eran como música para mis oídos. Sonaban fuertes, claros, llenos de placer.

Sentía el sudor recorrer mi piel y la suya, al lamer su piel podía saborear el dulce sabor de ella con la sal de su sudor. Ella mordía mi hombro mientras continuaba dándole con celeridad y dureza.

—¡Sí, sí, sí! Dame duro, que rico lo haces. Soy tuya, toda tuya —me susurraba en el oído.

Comencé a sentirme cansado y fui deteniendo mis movimientos. Ella tomó mi rostro y me besó.

—Quiero montar esa verga que tienes, me encanta —me dijo entre besos.

Sin dejar de besarla, la jalé hacia mí para acostarme en el suelo. La cola de caballo se había deshecho, así que ella tomó la goma y la lanzó lejos. Una vez en posición, ella se apoyó en mi pecho y comenzó a cabalgar sobre mí.

Mirarla sobre mí, era como ver a una diosa. Su cuerpo se movía sobre mí con habilidad y deseo. Tomó mis manos para llevarlos a sus pechos y dejarme apretarlos mientras continuaba subiendo y bajando sobre mi falo.

—Que hermoso cuerpo tienes, Ashe —le decía mientras llevaba mis manos a su trasero para darle un par de nalgadas y apretar sus nalgas—. Soy un tipo con suerte.

—Sí, que lo eres —dijo ella cerrando los ojos y mordiéndose los labios—. Vaya que sí.

Comenzó a masturbarse con una mano mientras la otra buscaba la mía para entrelazar nuestros dedos. Llegó un momento en que Ashe dejó de montarme y comenzó a mover su cadera. Sus gemidos aumentaron de nivel, soltó mi mano y se pellizcó el pezón mientras su otra mano continuaba atacando su clítoris. Un segundo grito inundó el lugar, casi rompiéndome los tímpanos.

Su orgasmo pareció durar un poco más que el anterior. Luego abrió los ojos, se inclinó y me besó.

—¿Aún no te has corrido? —me susurró.

Negué con la cabeza.

—Déjame arreglarlo.

Ashe se levantó y se dirigió a una silla con ruedas que tenía en la habitación, se inclinó ligeramente y colocó sus manos sobre el respaldo, dejando su culo abierto para mí.

—No me hagas esperar.

Me levanté y me dirigí a ella. Acaricié su trasero, estaba un poco rojo debido a mis manos y las nalgadas que le di, el sudor recorriendo su piel me ponía tan caliente que no lo dude más y metí mi falo de nuevo en ella. Ahora comencé a darle duro, sin perder el tiempo. Ella giró su cabeza para mirarme mientras la penetraba. Su trasero se agitaba cada vez que golpeaba mi pelvis, ella gemía con cada penetración. Sentía que el orgasmo estaba a punto de llegar. Aceleré el ritmo de mis penetraciones, ella gimió alto con cada una, tan sólo falta un poco más y…

Le di una embestida tan fuerte que la silla se hizo para adelante, haciéndola casi caer. Logre sujetarla a tiempo. Ambos nos miramos y nos reímos. Ella se volteó me besó mientras tomaba mi miembro entre sus manos, masturbándome con velocidad.

—Quiero que corras dentro de mí —me dijo—. Quiero sentir tu leche en mi interior.

Llevado por el deseo, la abrace de la cintura y la alce para ponerla sobre la cama, ella me miró de forma lujuriosa y abrió sus piernas para mí. Así de pie, la tome de la cintura y volví a meter mi verga en ella.

Junte nuestras frentes para poder ver en primera fila cada una de sus expresiones. Sus ojos clavados en mí, su boca abierta, gimiendo. Mi miembro entraba y salía de forma violenta, casi queriendo compensar la corrida que acababa de perder.

—Sí, sí —gemía Ashe—. Dame, no te guardes nada.

Sentí de nuevo el orgasmo llegar. No me detuve, continué penetrándola mientras me corría con un fuerte gemido.

—¡AH! —gruñí de placer

El orgasmo fue maravilloso, sentí como la llenaba por completo. Ashe volvió a gritar y clavó sus uñas en mi espalda.

Mi orgasmo fue remitiendo, mis penetraciones bajaron su ritmo. Ashe me abrazaba, siguiendo mi ritmo descendiente. Cuando me detuve la mire a los ojos y sonreí, ella hizo lo mismo.

—Qué bueno que vinieras a visitarme —me dijo.

—La mejor decisión de mi vida.

Nos volvimos a besar, ella me jaló para acostarnos en la cama. Continuamos así varios minutos, acariciando nuestros cuerpos sudorosos, queriendo otra ronda, pero no encontrando fuerzas para ella.

Poco a poco perdimos la conciencia, abrazados. Aun cuando el sol comenzaba a salir en el horizonte, continuamos dormidos.

Finalmente, después de tanto tiempo, estaba con Ashe.

Y aún teníamos una semana y media para disfrutar.

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