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Aventuras universitarias: debut mutuo y el principio de todo
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Esto sucedió hace años, cuando Argentina despertaba a nuevas libertades… el sexo era una de ellas que estábamos descubriendo, pues llegaba a mis 18 años a la universidad casi sin debut previo, pero con mucha instrucción… de la imaginación.

Realmente había pensado una y mil veces como seria “mimar” mi primera vez con la calma necesaria para hacer inolvidable ese debut… y todos los que siguieran!

Primeros días de universitario conocí una buena pareja de estudio, morochita ella muy modosita, nada espectacular, pero muy proporcionada. Al principio no la imaginé sexualmente, pero ese marzo caluroso obligaba a vestir liviano y no poder evitar mirar un busto bien marcado, que con alguna remeras marcaban unos pezones que elevaban mi imaginación… mis deseos… mimarlos… tocarlos suavemente con mis labios… pero mi entrepierna competía con las ecuaciones que debíamos resolver… y quedaba en mis deseos por cumplir.

Pasaron varios días… nos fuimos conociendo, compartiendo mates, anécdotas de colegio que hablaban una sana diversión en su pequeña ciudad donde creció y salió para venir a la uni. No sin dudarlo por separarse de la familia, sus amigas y hasta me conto de un proyecto de novio con quien intercambio solo unos besos tímidos en los últimos días de su permanencia pueblerina, pero mantenía a través de cartas esporádicas con promesas de amor futuro. En alguna charla se escapó sus comentarios sobre comentarios de amigas más experimentadas y que su timidez no pudo convertir en propias.

Yo no tenía mejor experiencia, aunque si había hecho un “pequeño curso” que otro día podrán leer… y con mucho voltaje. Estos aprendizajes más mi imaginación prometían superaba todas las barreras.

Ya había pasado más de un mes… Estábamos en mi departamento de estudiante preparando un parcial, y el estrés superaba nuestras ganas de seguir estudiando. Mi distracción se profundizaba al mirar a Camila con su blusa de lino blanca, con botones delante… algunos desabrochados y que permitían ver sus pequeños pechos blancos que parecían más grandes y firmes que otras veces. Lo que hace la imaginación cuando uno tiene pocas ganas de estudiar… o sería realmente así. Imaginaba mis manos comprobándolo y el estudio se convertía en misión imposible.

Hasta parecía que sus pezones eran pequeños bultos surgentes en esa blusa que se parecía transparente a mis deseos…

Trataba de desviar mi vista, pero si bajaba mucho un pequeño pantalón corto… suelto también de una tela liviana parecía querer mostrar una bombacha que imaginaba pequeña… blanca… suave, conteniendo el objeto de mi deseo…

Hacia un poco de calor y el estar descalza con los pies sobre el sillón no ayudaba para nada a mi deseosa imaginación… trataba de concentrarme, era Camila, una compañera de estudios y amiga, con un novio esperando en su pueblo del cual la alegraban las cartas y encomiendas que recibía. No había chances y debía medir mis impulsos…

Estaba en esos pensamientos cuando Camila me dice que estaba con mucho dolor en su cuello y hombros para concentrarse en estudiar… si podíamos parar un rato. Y como chanza me dice que podría saber masajes para ser un compañero completo.

“Pues algo de eso hay” fue mi respuesta porque le explique que conocía un poco el tema por haber leído de digitopuntura y esas cosas. En realidad, mi experiencia se limitaba a un par de libros y algunas prácticas familiares, pero me animaba a hacerlo si quería.

Acepto mi propuesta y se acomodó en un sillón bajo de mi departamento, para que mis brazos extendidos llegaran justo a sus hombros, comenzando con mis manos a masajear lentamente pero con firmeza sobre sus hombros, causándoles alivio al mover sus músculos que estaban demasiado tensos. Trate que el hacerlo sobre su blusa no le causara daño, aunque pronto ella para su comodidad abrió un poco la prenda al desabotonar algunos botones y dejando sus hombros descubiertos.

Mis manos hacían un trabajo tranquilizador al abrazar con mis palmas sus hombros, mis dedos se deslizaban hasta su cuello el cual acariciaban, tomando con mis pulgares su cuello que acariciaba con firmeza y dulzura. Después de un rato sentí se aflojaba y como sus palabras eran gemidos de agradecimiento. Mis manos se deslizaban sobre su pecho, arriesgando cada vez más en su avance una llegada profunda. Yo también me sentía relajado y tenso al mismo tiempo.

Por la lentitud que avanzaban mis masajes no detectó mi osadía, -o detectada la aceptó-, hasta que la punta de mis dedos tocaron su corpiño… casi por azar… pero adivine sus pechos firmes cuando mis dedos avanzaron a ese valle tan deseado. Si bien lo acepto sentí que subía su mano para evitar un mayor avance, aunque luego la bajo… y no dijo nada. ¿Sería un permiso?

Decidí seguir mi masaje, seguí en su cuello sentado en un pequeño banco jugando con mis dedos en sus orejas, con sus lóbulos entre mis dedos convertidos en juguetes de deseo, recorriendo las formas de sus orejas, y así acerqué mis labios para preguntar dulcemente si le gustaban mi trabajo… que respondió con un “si” muy aletargado y somnoliento.

Aprovechando mi proximidad ahora fueron mis labios los que se acercaron a su cuello y suavemente lo masajearon alternando con la punta de mi lengua la que acerqué a sus orejas…sintiendo que no le incomodaba y sus movimientos de cabeza posicionaban mejor su rostro para ser mimado… besado… pero preferí seguir con mis jugando con mis manos que ya se acercaban también a sus pechos.

Ahora jugaba con su corpiño que medio suelto permitía acariciar su piel hasta llegar a sus pezones que se habían puesto muy duros.

Al tocarlos, solo atino a dar un pequeño grito de placer y con su boca medio abierta invitar a que la besara. No quise dejar su deseo inconcluso y mis labios tocaron los suyos, muy suave, con mis dientes realizaba pequeños mordiscos en esos labios que se me antojaban como un néctar inimitable, que se humedecía al tiempo que nos mimábamos mutuamente, donde con el jugueteo de nuestras lenguas se tocaban suavemente… con timidez como pidiendo permiso para penetrar en nuestras cavidades…

Jugueteamos varios minutos, donde mis manos acariciaban sus pechos que ya eran libres de un sostén que ya no estaba… fue cuando baje con pequeños besos en su cuello hasta sus pechos y toque sus pezones… mis labios primero… la punta de mi lengua después, humedeciéndolos con mi saliva… pequeños soplidos despertaban exclamaciones de placer.

Ella acariciaba mi nuca y sentía su aprobación… tantas veces lo había imaginado… ahora costaba creerlo… mis manos se repartían… acariciando sus pechos para disponerlos en mi labios y atrevidas caricias en sus piernas… llegar a sus pequeños pantalones sin animarme a avanzar mucho más.

Ya me había sentado a su lado y mis labios respondían a su necesidad de besar mi boca… nos conteníamos mutuamente intercambiando nuestra saliva, cuando nuestras lenguas se trenzaban entre mordiscos de nuestros labios e innumerables caricias que nos propiciábamos.

Estaba muy caliente y mi sexo se hacía notar, queriendo explotar de mi pantalón. Mis manos acariciaban sus piernas y notaban el calor de su sexo que más y más se insinuaba.

El holgado pantaloncillo permitió introducir mis dedos… sentir la humedad de su diminuta tanga, más pequeña de lo que imaginaba. Mis dedos juguetearon allí y Camila se retorcía besándome más y más a cada momento, sus manos tocaron en forma casi desesperada mi pantalón sintiendo que mi sexo estaba en ebullición…

Ella gemía y sentí que su orgasmo real que me contagiaba su clamor, sintiéndola estremecer junto a rugidos que comenzaron en pequeños grititos cortos, para finalizar en un estremecedor alarido de placer.

Al tiempo que ella no sabía qué hacer, tocaba mi pantalón bajando mi cierre, casi al descuido, y metiendo su mano hasta tocar mi pene a través del bóxer… y eso hizo que explotara de placer y junto a ello mi esperma brotó humedeciendo su mano a través de la tela.

Quedamos extenuados uno junto al otro hasta que ella pidió disculpas y fue al baño, en una pausa enorme hasta que volvió…muy arreglada, y sonrojada con una sonrisa dijo: “Que paso… ¡que masajes!… guauuu” y se sentó a mi lado sin saber que decir…

Paso un rato… tomamos mate… yerba había… y como que preferimos evitar una charla profunda sobre lo que había pasado, pero eso fue la ruptura para que ambos ganáramos una confianza en el otro para que los próximos capítulos sean tan interesantes como es la vida… mientras más sexual, más divertida.

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