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Conociendo el parque industrial
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Con religiosa frecuencia de una vez al mes tengo un encuentro clandestino con mi amante Aníbal, el punto de encuentro es la boletería del metro San Miguel ya que muy cerca está el motel 777 de departamental, nuestro nidito de amorsss… pero esta vez el encuentro tuvo un hecho inesperado que me sorprendió.

Una vez en la estación de metro, me dijo que lo acompañara a su auto, salimos sin rumbo y en el camino se hizo de noche, no sabía dónde iríamos y comencé a ponerme nerviosa. Llegamos a Vespucio con la carretera, donde existe un parque industrial, es como un terminal pesquero y de frutas, pago un peaje y entramos, era como una ciudad llena de galpones, con calles y muchos camiones, cargando y descargando.

Avanzamos por la calle principal, cuando llegando a una esquina Aníbal me dijo, “mira aquellas niñas”… Y me doy cuenta que eran prostitutas, eran 3 mujeres y 2 travestis. Los travestis eran los más atrevidos para vestirse, uno con un pantalón con todo el culo al aire, tenía un culo mejor que cualquiera y el otro con una minifalda cortísima, peluca y blusa con escote, era el más diva… Las prostitutas eran un poco más recatadas, pero todas mostraban algo, o el poto o las tetas, así como mostrando la mercadería. Aníbal pasó despacio y ellas nos hacían señas para que paráramos, para negociar. Yo me puse muy nerviosa, no sabía que quería Aníbal, quedé más tranquila cuando aceleró y seguimos de largo. Paró en la esquina siguiente, en un bandejón central. Apagó las luces y el motor y encendimos un cigarro, conversamos sobre varios temas, yo estaba nerviosa, no sabía que quería o más bien me imaginaba y eso me estaba comenzando a excitar.

De pronto, puso su mano en mi pierna, yo lo miré fijamente y el me miró de manera lasciva, caliente. Comenzó a recorrer mi pierna con su mano, solo lo que le permitía la falda, lo que estaba descubierto, me miraba y yo comencé a derretirme por dentro. Mi sexo comenzó a empaparse, con cada caricia en mi pierna, cada vez más desinhibida, comenzó a entrar en mi falda y yo solo esperaba el momento en que me tocara la vagina. De pronto un dedo rozo mis labios y eso me estremeció, yo abrí mis piernas para que me acariciara y rápidamente introdujo toda su mano, acariciando mi sexo. Un dedo se abrió paso y notó mis jugos, comenzó a masturbarme.

Por las calles de los lados pasaban camiones a cada instante, para un lado y para el otro, esto me tenía intranquila, pero el placer fue más grande: Aníbal sabe masturbar, gira sus dedos, luego me penetra, rota, me acaricia, me hace el ganchito. De pronto Aníbal se fue inclinando sobre mí y comenzó a besar el cuello lentamente con su lengua hasta llegar a mi boca, ahí nos besamos desesperadamente nuestras leguas se enredaron y nuestros alientos calientes se mezclaron, ágilmente me sacó el calzón y mientas nos besábamos furiosamente seguía masturbándome. Pasaban camiones y tocaban la bocina, yo ya estaba en las nubes. De pronto paró y se bajó del auto, dio la vuelta y abrió mi puerta, luego abrió la puerta de atrás y me dijo que entrara. Ya en la parte de atrás me devoró a besos y caricias, abrió mi blusa y comenzó a chupar mis pechos, los mordisqueaba, mis pezones estaban a punto de explora, mientras sus dedos entraban y salían como mantequilla. De pronto se sentó a mi lado, tomó mi mano y la puso sobre su paquete… Ufff le pude sentir toda su verga, se abrió el cierra y se bajó un poco los pantalones, dejando al descubierto su enorme pico. Yo lo agarré con las dos manos y comencé a masturbarlo, estaba fuera de sí, estaba caliente y disfrutando el momento.

De pronto Aníbal me sacó las manos y me tomó poniéndome sobre él, quedé ahorcajada sobre su troco y su enorme falo me penetró hasta el fondo de mis entrañas. Fue como una gran corriente eléctrica, arqueé mi espalda y fui yo la que siguió clavándose más y más. Me tomó de las caderas y me sacudía hacia adelante y hacia atrás, entre medio me daba fuertes cachetadas en el culo; ese movimiento tenía a mi clítoris a punto de reventar, estaba gozando como pocas veces lo había hecho, en especial por la situación extremadamente morbosa, mi marido en la casa con los niños y yo aquí, en la calle como una prostituta ensartada a la vista del que pasara.

Paró un auto al lado, venían varios hombres en el interior y comenzaron a gritar groserías. Yo escondí mi cara en el cuello de Aníbal, pero él seguía follándome sin parar. Los tipos del auto comenzaron a alumbrar con sus teléfonos, no sé si solo alumbraban o estaban grabando. De pronto Aníbal me habló al lado del oído, me dijo “todos están disfrutando al ver cómo me culeo a una puta”. Sus palabras me volvieron loca y comencé a cabalgarlo con furia, apretando mi concha. Estaba culeando e imaginando a esos hombres que me miraban, que me deseaban, estaban disfrutando con mi sexo, ahora si me sentía una puta de verdad, follada en la calle, a la vista de muchos hombres, todos dispuestos a follarme, en este parque industrial donde putas trabajan satisfaciendo camioneros, cumpliendo mi propia fantasía. Lo apreté fuertemente y tuve un orgasmo increíble, fueron varias descargas eléctricas que sentí sobre mi cuerpo, sobre mi espalda, hasta que volví a abrazar a Aníbal quedando muy relajada.

Los tipos del auto de al lado se fueron, me imagino satisfechos al ver sexo en la calle o calientes con ganas de follarme, no lo sé. Me senté al lado y Aníbal me abrazo y me acarició por unos instantes. Luego tomó mi mano y la puso en su verga que aún estaba parada y dura, comencé a masturbarlo y él me tomó suavemente de la cabeza y me inclinó a su pene. Yo me fui directo y comencé a mamársela; lo chupaba, con ganas, olvidé todos mis pudores de señora casada y fiel, y lo chupé como una puta, como una zorra. De pronto Aníbal comenzó a retorcerse y yo seguí más intensamente hasta que un gran chorro de leche caliente me inundó. Esa sensación es indescriptible, me produce un morbo irracional, sentir que eyaculen semen en mi boca, me sentí puta, sucia, maraca y eso me vuelve loca. Me tomé toda esa leche hasta la última gota, me encantó…

Luego de eso volvimos a fumar un cigarro, Aníbal me dijo que me lleva a casa. Anduvimos unos minutos en silencio hasta mi casa y me dejó a dos cuadras de esta, para no generar sospechas. Me bajé del auto y nos despedimos solo con un saludo de manos a la distancia. Caminé a mi casa sin calzones y con el sabor de su leche en mis labios.

Al llegar a casa estaba mi marido, le di un beso al muy idiota que sin saber probó la leche de Aníbal y le dije que me iba a duchar. Ya desde el baño, cuando estaba duchándome, le pedí que me preparara un cafecito, que lo necesitaba, porque la jornada laboral había sido durísima…

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