Para muchos su madre es sagrada, es motivo de admiración y más que nada respeto, difícilmente imaginan cuestiones sexuales sobre ellas. Pero este no era mi caso, les contaré cómo penetre a mi madre el día después del velorio de papá. Soy Daniel, actualmente tengo 27 años, esto ocurrió hace 3 años exactamente, recordando el aniversario de fallecimiento de papá mi pene se endurece cuando lo recuerdo. Mido 1,83 de altura, delgado, cabello negro y piel blanca, nada mal diría yo.
Mi padre era oficial de policía de la ciudad central, siempre lo vi más como un enemigo que como padre por lo violento que era y mi odio por él ponía en desnivel al afecto hacia mamá. Mi madre es rubia, 1,67 de altura, pechos enormes y ni hablar de ese trasero, le gusta hacer ejercicio y hasta tiene una cintura hermosa para sus 47 años, cabello liso y unos ojos verdes preciosos.
Mi pasión por ella arrancó hacía muchos años cuando olvidó la toalla que le tuve que pasar en el baño, pude ver por lo translúcido del vidrio de la puerta ese par de tetas. Inicie en la masturbación justo por esa razón, pensaba en mi mamá dejándome chupar esos pechos y subiéndose sobre mi. La fantasía era interminable pero jamás había pasado nada hasta aquel 17 de enero.
El día anterior habíamos enterrado a papá, fue abatido por un grupo de asaltantes, ciertamente no derrame siquiera una lagrima. En la mañana del lunes 17 de enero me levanté algo temprano de lo habitual y fui a saludar a mamá, entre al cuarto y sorpresa para mi, se estaba duchando, me iba largar pero escuche llanto proveniente de la ducha y me acerque muy silenciosamente, era ella. Mi madre, duchándose y sumida en lágrimas.
– Mamá estás bien?
Dije y golpee el cristal de la puerta a lo que el llanto se acentuaba. Tomé la toalla de la mesa y abrí la puerta, estaba profundamente deprimida, a pesar de ver su tristeza lo que más me llamaba la atención era lo rica que se veía, esos pechos enormes, ese cuerpo mojado. Mi pene se puso duro de inmediato.
– Ven, sal de ahí.
Le decía mientras la envolvía torpemente a propósito para rozar un poco de su cuerpo, la lleve hasta su cama y al sentarse paró un poco el llanto, parecía estar desconsolada y ni le importaba estar desnuda frente a mi. Se echó para atrás y solo miraba el techo, su cuerpo estaba mojado, sus tetas enormes al aire y su cuerpo enteramente desnudo y depilado.
– Él no era tan malo al final de todo.
Dijo despacio mientras seguía mirando arriba, yo en cambio la tenía más dura cada vez, estaba inmóvil observando su vagina, su abdomen y como no mirar ese par de tetas, era el mejor día para mi.
– Mamá por favor, tranquila. Ya está descansando.
Le dije en lo que me paraba frente a ella, error terrible, pues se incorporó y me intento dar un abrazo, más que abrazarme a mi terminó abrazando mi pedazo duro como piedra, tenía su rostro pegado a mi verga que palpitaba, yo sujetaba su cabeza, ella no decía nada, era obvio que se dio más que cuenta de que su hijo tenía la verga en su cara. Empecé a acariciar su cabello, y bajaba mi mano por su espalda, ella seguía enteramente quieta. Estaba desnuda y abrazando a su hijo de sangre con el pene duro.
No sé con qué valor hice esto que diré pero dejé de acariciar su cabello y esta vez lo agarré con fuerza estirando su cabeza para atrás. Ella estaba desconcertada, no esperaba algo así, entonces simplemente saque mi pene y lo puse a la altura de su rostro, sus ojos verdes me miraban y empecé a mover su cabeza jalando su cabello. Solo me miraba con sorpresa mientras mi pene se restregaba en su rostro. No me conforme, mi pene pedía más, entonces mirando su rostro con mi otra mano abrí su boca, no opuso resistencia, bastó con meter mis dedos entre sus labios y fui abriéndole la boca. No esperaba nada, dirigí mi pene a su boca y empecé a coger su boca, penetraba su boca como si fuera una vagina, ella seguía mirándome fijamente, pero no era una mirada de madre a pesar de que yo, su propio hijo le estaba metiendo la verga en esa boca.
Seguí, y seguí, cada vez estaba más excitado. Tocaba con una mano una de sus tetas y con la otra mantenía su cabeza firme para seguir el mete y saca. Finalmente estaba ahí, a punto de estallar y solo puse su cabeza mirando para arriba y dejé que mi semen llenara su boca, no se quejó ni una sola vez, mi mano daba la orden jalando su cabello y veía como mamá tragaba todo sin dejar una sola gota. Termine y subí mi short, le di un beso en la frente y salí de su cuarto y fui a encerrarme al mío. Cuando casi eran las 13 horas escucho que golpea la puerta de mi cuarto, me tenía lo peor.
– Ya está la comida, baja antes que se enfríe.
Solo me dijo eso y así lo hice, bajé y la mesa estaba lista, me senté y sirvió la comida, eran unas milanesas, mis favoritas.
– Las hice con puré de papas.
Me decía como si nada había pasado, seguimos comiendo tranquilos sin tener platica alguna. Una vez que terminamos recogimos la mesa y ella se acomodó para lavar los platos, yo por mi lado no iba a dejar pasar la oportunidad. Ella llevaba una falda normal, más o menos hasta las rodillas y unos tacones para mi suerte.
Me acerqué por atrás y ni siquiera dije una sola palabra, mi miembro ya duro fue a parar por ese hermoso trasero.
– Hola cariño te gustó la comida?
Me decía sin importarle que le estaba restregando la verga.
– Quiero postre mamá.
Le decía mientras dirigía mis manos a sus tetas, mamá solo sonrió, bajó su tanga negra y subió su falda.
– Provecho hijo
Me dijo y sin mediar palabras saqué mi fierro y comencé a penetrar ahí mismo a mi madre, estaba tan feliz, por el mismo lugar que 24 años atrás mamá me había dado la vida, ahora estaba dándome felicidad.
– Que rico mamá, me encanta.
Le decía al oído mientras se la metía y sacaba con fuerza, ella solo gemía con gusto y me ayudaba un poco haciéndose para atrás y adelante a mi mismo ritmo. Seguimos así hasta que por fin llegó a su clímax y pegando un grito apagado sentía como su vagina daba las gracias echando jugos de felicidad. La volteé y empecé a besar a mamá jugando con aquellas tetas que son mi felicidad.