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Fantasía en las sombras
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Una noche estábamos en casa con un amigo de mi marido celebrando un negocio que habían hecho y bebiendo unos licores. Yo no estoy muy acostumbrada a beber y enseguida me hizo efecto y les dije que me iba a la cama y que les dejaba ahí más tranquilos. La verdad es que estaba realmente mareada y cuando me metí en la cama, me quedé prácticamente dormida.

Al cabo de un tiempo noto que mi marido se mete en la cama y me abraza por detrás, sintiendo la dureza de su pene presionarme las nalgas. Yo estaba medio adormilada y no estaba para mucha juerga, pero parecía que él sí y continuó insistiendo acariciándome entre las piernas, los pechos… de una forma distinta, como más apasionada que otras veces. Después de tanto toqueteo estaba empezando a calentarme yo también, dejándole ya que hiciera lo que quisiera porque había conseguido humedecerme toda la vagina abriendo las piernas para que sus dedos se introdujeran dentro de ella y provocara mis primeros gemidos.

Cuando llevé mi mano a su pene lo noté distinto, como más grueso, pero entre la penumbra de la habitación y lo mareada que estaba, no pude pensar mucho en eso y me dejé llevar por el gozo que estaba sintiendo con su masturbación y sus besos. De pronto me hizo ponerme a cuatro patas sobre la cama y me penetro por detrás, primero lentamente y luego incrementando su ritmo haciéndome sentir su polla más profundamente que otras ocasiones.

La rapidez con la que estaba consiguiendo llegar al orgasmo me dio un momento de lucidez, miré hacia atrás y pude darme cuenta de que quien me estaba follando no era mi marido, sino su amigo y eso me dejó muy confundida, y tuve un primer intento instintivo de quitarme y gritar, pero sus manos me sujetaban fuertemente y entre la excitación que estaba sintiendo, el alcohol, la rabia y un montón de sentimientos más que no podría describir, me dejé llevar y lance mi primer grito al sentir que esa polla me estaba proporcionando el orgasmo más intenso que recordara en los últimos años.

Yo no sabía cómo su amigo se había metido en mi cama, si había sido con el consentimiento de mi marido o que había pasado para que se estuviera dando esta situación, pero al darme la vuelta, ya no reparé más en quien estaba conmigo y me dispuse a disfrutar lo más posible de la oportunidad que estaba teniendo de cumplir esta fantasía. Lo sentí como nunca me lo habían hecho, poniéndome a gritar ya sin ningún pudor, cuando sentí todo su semen caliente dentro de mí, quedé en un estado que ya no sabía ni donde estaba ni con quien, pero preguntándome todavía como mi marido le había ofrecido mi coño a su amigo y por qué.

Mientras recuperaba su erección, se puso entre mis piernas, me abrazo por las nalgas y fue ahí cuando pude ver en el marco de la puerta la sombra de mi marido que nos estaba observando, que había disfrutado todo este rato al verme con otro, eso hizo que se disparara en mi mente un nuevo orgasmo.

Finalmente cumplió su fantasía, ahora solo queda darle en el gusto y que siga mirando, así que baje y me metí la verga de su amigo en mi boca para hacerle la mamada que con más ganas hice en muchos años, y creo que eso lo notó él porque al poco rato hice que nuevamente se corriera pero ahora en mi boca y así pude probar otro semen distinto del que estaba acostumbrada toda mi vida, derramándose entre mis labios, haciéndole ver a mi marido lo entregada que estaba en cumplir su fantasía, como una auténtica puta en la cama, seguramente ayudada por el alcohol que había bebido y a lo que no estaba acostumbrada.

El amigo de mi marido salió de la habitación y yo me quedé agotada profundamente dormida hasta el día siguiente, levantándome más tarde de lo habitual, y muy cansada como si me hubieran dado una paliza la noche anterior.

Cuando vi a mi marido en la cocina, casi ni me atrevía a mirarle a la cara, sin saber cómo reaccionar, sin saber muy bien por qué, porque había sido él mismo quien había provocado esa situación, pero decidí actuar como si no me hubiera enterado de nada, como si nada hubiese pasado.

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