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Pagando por el exquisito postre de Mónica
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Conocí a Mónica en un viaje de negocios que hice en la ciudad de Cancún México pues ella trabajaba como mesera en un restaurante adyacente al hotel donde yo me hospedaba. Ese día estaba con un grupo de tres socios más y algunos potenciales clientes y de seguro todos fantaseamos con llevarnos a la cama a la hermosa y coqueta Mónica. Tenía como uniforme una minifalda de color marrón y una blusa blanca transluciente donde se le podía divisar su brasier blanco donde se acomodaban unos preciosos pechos que estimé en una copa C. Era de cuerpo delgado, pero tenía unas pronunciadas caderas y se podía divisar un trasero redondo y que días después lo vi haciendo ese movimiento sensual al caminar con unos pantalones bien tallados a su cuerpo que me invitaban nuevamente a fantasear. Me gustó tanto su rostro y su cuerpo que de los cinco días que estuve en la ciudad, cuatro noches fui a cenar al mismo restaurante donde siempre procuré que me atendiera Mónica, pues además de su belleza me gustaba su coquetería en un rostro bello, pero también pícaro.

Para la segunda noche la invité a salir y aunque no me dijo ni sí ni no, ella se volvió más intensa con su coquetería y sus pláticas insinuadoras realmente eran muy provocativas. Obviamente pensaba que todo aquello era que buscaba ganarse una buena propina y verdaderamente fui muy generoso con ella. Quizá tenía sus veinte años y yo en ese entonces ya había cumplido mis 45 y la penúltima noche en son de broma me dijo que no salía conmigo porque tenía novio y que era muy celoso y que siempre la llegaba a recoger. También, en son de broma le dije que no tenía que decirle nada a su novio y que yo no era celoso. Recuerdo que tuvimos una corta plática mientras me servía, pues ella estaba ocupada todo el tiempo, pero hacía el esfuerzo por mantenerme a la expectativa diciéndome cosas como: ¡Usted es un señor muy provocativo! O ¿Cómo ha de sufrir su mujer todo el tiempo, si de verlo dan ganas de comérselo? – Era como Mónica le gustaba coquetear y no sé si lo hacía con todos los clientes, pero conmigo era muy receptiva y aunque a penas la conocía, se daba para tener mucha confianza. Esa misma noche me preguntó de una manera muy provocativa:

-¿Y qué me quiere hacer don Antonio? Mire que usted me pone muy nerviosa.

-¡Que es lo que no te haría! ¡Te besaría hasta la sombra! -le dije.

-Pues mala suerte para usted pues este postrecito no está en el menú.

-Pues si estuviera, no me importaría el precio a pagar.

-¿Y cuánto está dispuesto a pagar? -me preguntó sonriendo.

-¡Uh… no sé! Unos… trecientos dólares.

-¿Tan poco valgo? – me respondió.

-Bueno… estaría dispuesto a pagar hasta $500. -le dije.

Ella me volvía a sonreír y de esa manera continuó coqueteando e insinuándose conmigo hasta el final de mi cena. La siguiente noche regresé y le dije que esa era la última vez que la vería, pues la siguiente mañana volaba para Los Estados Unidos a mi casa. Ese noche la sentí algo ausente y pensé que la plática anterior le había en algo molestado, pero al final de mi cena me volvía a preguntar como siempre lo hizo y que siempre le di la negativa: ¿Va a querer algún postre? -Esa noche le respondí regresando a la plática de la noche anterior:

-¡El postre que me gustaría probar no está en el menú! -le dije.

-¿De veras pagaría $500.00 por probarlo?

-¡Absolutamente… sin duda alguna! -me miraba algo seria.

Todas las noches le había dejado $20.00 de propina y esa última le dejé $30.00. Me llevó la cuenta y le dije que se quedara con el cambio. Al minuto se volvió acercar a mi mesa y me dio un papelito y me dijo: Este es mi teléfono, llámeme a las once de la noche si gusta probar el postre. – Me lo decía seria, pues esa decisión que debatía en su interior la ponía tensa y fue la misma Mónica quien me confirmaba su estado horas después. Me fui a descansar al hotel y puse la alarma por sí me dormía y exactamente un minuto después de las once le llamo:

-Don Antonio, pensé que no me iba a llamar. ¿De veras esto va en serio?

-Si… a menos que tú te eches para atrás. -le dije.

-No… es que yo nunca he hecho una cosa así… realmente tengo miedo.

-Mira… tómalo como una aventura. Hoy es la última vez que nos miramos y nadie sabrá nada.

-Está bien… llego en unos veinte minutos. No hay problema que tome un baño en su habitación pues acabo de llegar y no quiero dar a sospechar nada a mi mami.

-No hay problema… y dime, debo ir por protección (condones).

-Bueno, a menos que usted quiera. Yo me cuido… tomo la píldora. Y usted parece que se cuida, se mira sano. -me dijo.

En media hora estaba tocando a mi habitación y la recibí con un beso. Llevaba puesto unos pantalones vaqueros y una blusa roja desmangada y traía una pequeña bolsa donde traía roja interior. Me pidió pasar al baño, al cual le echó llave y minutos después salía cubriéndose su cintura con una toalla y mostrándome sus perfectos y juveniles pechos desnudos. Es de tez clara y tiene una areola cafesosa y la invité a subir a la cama. Obviamente estaba nerviosa y frente a ella me desnudé completamente para que superara esa fase del miedo y aligerar ese paso que no se atrevía a dar. Por la tensión mi pene estaba algo pasivo y no totalmente erecto, me acuesto a su lado y le descubro de la toalla y veo que tiene un pequeño tatuaje en su abdomen y que todavía viste un pequeño bikini de color negro. Esta chica obviamente tiene un abdomen plano, piernas alargadas donde puedo sentir un leve temblor cuando las toqué y Mónica estaba fría del miedo a pesar de que estábamos en el sauna subtropical de Cancún. Le besé el cuello y Mónica se dejó llevar y solo escuché acelerar su respiración y su ritmo cardiaco cuando llegué a besar sus pechos y ella me puso sus manos en una forma de masajear mi cabeza o quizá liberándose de los miedos o nervios que dijo sentía.

Estaba yo por sobre ella en esa posición del misionero y me entretuve mamando esos redondos y pequeños pechos que casi cubría con mi boca y me fui a besar el tatuaje de alguna especie de jeroglíficos y podía ver cómo su piel se erizaba al contacto de mi lengua y así me acerqué a la zona púbica y Mónica me asistió levantando esas preciosas nalgas para poderle quitar su diminuto bikini el cual ya había humedecido. Su panochita (como le llaman los mexicanos) es de estilo Barbie, obviamente de labios pequeños y clítoris escondido. Tiene un pequeño arbusto en su pubis por sobre su panochita bien cuidado y el resto se le miraba un postre exquisito y antójale. Mónica hasta ese momento no era tan participativa, pero eso cambió cuando sintió mi lengua invadir su húmedo sexo y gimió de placer al contado. Le profundicé mi lengua lo más que pude y en minutos Mónica me sorprendió con su primer orgasmo diciendo: ¡Me hizo acabar! – Continué chupando su panochita, pues a mi siempre me ha gustado hacerle el sexo oral a las mujeres que he tenido en mi cama y es algo que disfruto plenamente todo el tiempo. Continué sobando su clítoris con mi lengua de una manera muy delicada y a la vez con mis manos apretaba o masajeaba sus dos erectos pezones y al igual, en pocos minutos me estaba anunciando que se corría otra vez. Ella me decía envuelta en su sorpresa que nunca se había corrido dos veces tan seguidas y parecía que la segunda vez la corriente eléctrica le había durado mucho más. Sus gemidos se profundizaron y me dio una sonrisa de satisfacción y me dijo:

-¿Quiere que le haga lo mismo?

-Si… pero quiero seguir comiéndome este postre. -le dije.

-Me va matar haciéndome acabar a cada rato. En cinco minutos ya me hizo acabar dos veces.

-Me gusta escuchar cuando te estas corriendo… es tan estimulante como la penetración misma. -le dije.

Como habíamos hecho una pausa aproveché para ponerla en cuatro y seguir mamando su panochita en esa posición y aprovechar a llegar a su ojete. Eso es algo que me gusta hacer, chupar e invadir esos dos orificios con mi lengua y creo que a la mayoría de las mujeres les fascina. Comencé de nuevo invadiendo su panochita y es un paisaje divino tener ese perfecto redondo y juvenil culo frente a mi y verdaderamente saborearlo como un postre. Llegué a lamer su perineo y luego llegué a su ojete donde podía ver como Mónica lo contraía y tan pronto sintió mi lengua acercarse me dijo: -¡Oh no… me vas a hacer acabar otra vez! -Le chupé el ano con mi lengua por unos quince segundos y me gimió diciendo: ¡Dios mío… me estoy viniendo otra vez! -Fue una corrida espectacular la que vivía Mónica, pues sus músculos se contraían sin control alguno y no sabía si reía o lloraba y ese efecto le duró alrededor de un minuto. Parecía que esa última corrida la había dejado agotada y me decía otra vez:

-¡Nunca en mi vida me había corrido tres veces seguidas y usted me ha hecho acabar tres veces en solo minutos!

-¿Tenías tiempo de no coger?

-Bueno… sí. Un par de meses.

-¿Y tu novio? Decías que tienes novio.

-Si, pero solo tenemos un par de semanas de ser novios y nunca hemos llegado a esto. Usted sabe, uno no puede entregarse así por así o a las primeras. ¿Quiere que se la mame? – me volvía a preguntar.

-¿Te gusta dar sexo oral?

-Bueno si, aunque no creo ser muy buena en eso.

-Bueno si gustas, me la puedes mamar si quieres. A mi me gusta dar y recibir. -le dije.

-A mí también y usted tiene una verga de antojos… creo que es el miembro más grande y grueso que he visto.

-¿Ya has tenido varias experiencias?

-Bueno, realmente no muchas. Solo han sido tres y no muy buenas que digamos.

-¿Quién y a qué edad te quitaron la virginidad?

-Recuerdo era mi segundo novio quien me penetro la primera vez. Fue algo forzado pues yo no quería por temor a quedar embarazada. Tenía 18 años, pero la verdad que perdí mi virginidad antes con mis deditos. -y se reía.

-¿Te gusta masturbarte?

-¿A quién no? Dicen que es bueno para que no salgan espinillas. -y se volvía a reír.

Se había relajado y poco a poco se vino sobre mi y me limpió el glande que mostraba evidencia de mi liquido pre seminal y abrió su pequeña boca y se dedicó a mamarme la verga por unos cuantos minutos. Mamaba rico y muchas veces ella sobre mi y yo acostado sobre mi espalda llego a chuparme los huevos. Le pregunté si me podía venir adentro de su boca y me contesto interrumpiendo la felación: ¡Si usted quiere, hágalo! – Y volvía a tomar mi verga erecta la cual solo le cabía hasta la mitad. A los minutos fue ella la que me preguntaba si no me podía venir y le dije que simplemente lo estaba disfrutando y que me podría venir en cualquier minuto. Antes que se metiera mi verga a su boca de nuevo le pregunté:

-¿Cuál es tu posición favorita?

-Bueno… me gusta el misionero y también subirme… pero la que más me gusta pero que nunca me han hecho acabar así es la del perrito. He estado a punto, pero no he llegado.

-Bueno, ponte en cuatro y déjame correrme así. -le dije.

Nuevamente ver ese culo redondo y juvenil era un espectáculo aparte. Debía concentrarme muy bien para no acabar a las primeras. Mónica estaba húmeda totalmente y le asomé mi glande a esa pequeña panochita la cual la esperaba con las mismas ansias que yo tenía. Sentí el calor de su abertura y lo lubricada que estaba su vagina y pude sentir como me apretaban sus paredes y definitivamente ella sintió la invasión y lo potencia de mi verga y me dijo: -Definitivamente que tienes una potente verga… se hace sentir. Comencé con unos movimientos lentos y delicados y Mónica solo me decía entre gemidos y su juvenil voz: Oh Dios… que rica verga tiene que me vas a hacer acabar prontamente. – Luego aceleré un poco el ritmo y de vez en cuando le daba unas embestidas más violentas y ella le agregaba a esa frase de Dios mío, algo que agitada decía: -Así, dame más así… que rico, que rica se siente su verga.

Tenía unos siete minutos con un ritmo más acelerado cuando de nuevo gimió de placer cuando sintió mis dedos frotando su ano y comencé a intentar invadirlo con uno de mis dedos y Mónica me decía con su voz excitada: ¡Que rico lo hace… usted si sabe coger rico! – A este punto mi falange del dedo pulgar derecho se hundía en su ano, al igual que mi verga en la conchita de esta bella mujer. Se podía escuchar ese golpeteo de mi pelvis chocando con sus nalgas, mi huevos meciéndose y agitándose, la cama crujiendo y pegando en la pared, algo que evidentemente se escuchaba en los otros cuartos, y Mónica, si no gritaba fuerte pero sus gemidos y su cantaleta de: -Dame así papito… no pares, no pares que me vas a hacer acabar se escuchaba excitadamente y de repente se fue de bruces contra la cama y yo me fui por sobre ella y le seguí taladrando su conchita hasta que sus gemidos cesaron y me dijo: -¿No te puedes venir?

Le dije que ahora quería venirme es su boca y ella sin duda alguna me tomo el falo y comenzó a darme un oral donde ella misma saboreaba sus jugos vaginales y me hizo acabar con una potente corrida que mi esperma corrió por debajo de su mentón. No sé si se lo trago todo, pero de seguro algo habrá tragado. Nos fuimos a tomar un baño y en esta ocasión ambos entrabamos a la regadera. Ahí hicimos una plática ya más con confianza:

-¿Usted alguna vez había pagado a alguna chica por sexo?

-NO. -le dije. (Aunque le mentía)

-¿Y por qué lo hizo conmigo?

-Porque eres una chica muy hermosa… así se dio en la plática.

-Sabe… usted me gustó desde que lo vi la primera vez y cuando usted me comenzó a coquetear se me vino como una fantasía de hacerlo con un hombre mayor. Lo del pago vino como consecuencia de compararlo con el postre, pero yo no estoy aquí por su dinero, estoy aquí porque me pareció un hombre elegante y cuando me invitaba a salir estaba deseosa de aceptar, pero también pensaba en mi novio. Anoche que llegué a casa iba tan excitada pensando en usted, y no me da pena decírselo pues al fin y al cabo usted se va mañana, pero me masturbé pensando en usted. Me dije, esta es mi oportunidad de tener una aventura con un hombre mayor y fantaseé con usted, pero hasta el momento la realidad ha superado la fantasía.

-¡Gracias por ese prolongado halago! -le dije.

-Espero que yo haya llenado también sus expectativas. No tengo mucha experiencia como usted, pero creo que me defiendo. – me dijo riendo.

-¿Algo que te gustaría hacer o alguna fantasía que desees llevar a cabo?

-Uh… no sé… No sé lo que usted vaya a pensar de mí.

-¡Qué importa! Total, tú misma dijiste que yo me voy ahora por la mañana y lo más probable que nunca me volverás a ver.

-Si… pero es muy fuerte y me da algo de pena.

-Olvídate de la pena que ya cogimos… ¿no deberías sentir más confianza?

-Bueno… pues siempre he fantaseado que me cogen analmente y viendo su verga, se me antoja sentirla allí.

-¿Nunca te lo han pedido?

-La verdad que no… creo que para mucha gente es un tabú.

-En qué posición fantaseabas que te cogían el culo.

-La verdad que, en todas, pero más que todo así de perrito.

Aquella plática me había puesto bien erecta la verga y ya salía nuevamente líquido pre seminal. Al igual Mónica estaba bien lubricada y nos secamos y nos fuimos a la cama a recrear esa fantasía que esta bella chica decir querer conllevar. Recuerdo la puse de perrito, pero pasé comiéndome el ano de Mónica y nuevamente a los siete minutos volvió a correrse. Ella me decía que tenía que ver mucho mi experiencia, pues nunca previamente se había corrido varias veces y nunca había tenido un orgasmo estimulando su área del ano solamente. Le parecía sorprendente y no tenía explicación. Aquí estaba con esta hermosa chica a punto de follarme su rico culo, cosa que pensé que tendría que rogar u ofrecerle más dinero para que me lo diera y era ella misma quien me lo pedía. Tiene un culito redondo con un ojete rosadito que se contraía cada vez que lo exploraba con mi lengua y posteriormente al asomarle mi glande. Mojé mi verga con sus propios jugos vaginales y una vez bien lubricada comencé con la invasión donde Mónica dio un gemido de placer o de dolor, pero ella nunca pidió pausa para nada.

Cuando mi glande había entrado y estaba siendo apretado por ese anillo de placer ella exclamó: ¡Por Dios don Antonio…que rica se siente su verga! – Lentamente le perforé el culo y podía sentir lo apretado de sus entrañas y cuando sintió que mi pelvis chocó con sus hermosas nalgas volvió a exclamar: -¡Que rica su verga… de lo que me iba a perder! -La verdad que aquella frase era un sentimiento mutuo, pues era un poema, el mejor paisaje ver como esta linda chica me tenía atrapado por la verga con ese rico y precioso culo. En ese tiempo tenía una cámara digital y le pedí si le podía tomar algunas fotos para tenerlas de recuerdo y ella me lo permitió, siempre y cuando no saliera su rostro en su totalidad. Le tomé varias en diferentes posiciones y ella borraba las que mostraban su rostro. Pero en ese momento le abrí el culo de una manera delicada y con movimientos semi lentos hasta que la misma Mónica me pidió que de que quería sentir más potencia a mis embestidas. Me gustaba ver cómo le quedaba abierto ese culo, y se lo llenaba otra vez dándole verga y con un ritmo más intenso me lo dijo: ¡Así papito… dame así… fuerte, así… me vas a hacer acabar! -Ella tomó a la vez un movimiento de caderas más violento y de repente se fue de bruces de nuevo y le taladré el culo a morir hasta que me pidió que ya no aguantaba más. En ese momento me corrí adentro de sus intestinos y le rebalsé el culo con una abundante corrida.

Esa noche cogimos hasta las cuatro de la mañana y repetimos el anal en dos ocasiones más. Se quedó conmigo hasta las seis de la mañana y se fue porque era rutina tomar desayuno junto a su madre y debía estar ahí, pues ella pensaba que dormitaba en su casa. La verdad que Mónica era una delicia y tuve que rogarla para que tomara el dinero acordado… No sé si se hacía de rogar, pero ella me lo dijo con esta frase: -Me haces sentir como una puta. Yo le había contestado con algo que la hizo sonreír: -Bueno… eres mi puta y si regreso volvería a pagarte para estar de nuevo con esta preciosa y rica puta. -le dije. Me dejó su bikini negro con el que llegó de recuerdo y creo que esta es la primera mujer que me pide el bóxer que llevaba puesto y cuyo líquido pre seminal yacían secos en la tela. Y se fue con un beso por la mañana diciendo: -Cada vez que me recuerde de ti y me masturbe pensando en ti los oleré para sentir cerca tu olor.

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