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Una visita inesperada (Continuación de La correcta Any)
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Como les conté en mi primer relato, seguí estudiando y con múltiples actividades que me mantenían entretenida y ocupada mientras esperaba que cayera la noche y llegara el momento de la calentura.

Conocí grandes personas, uno de ellos fue Alonso, un estudiante de otra carrera, mayor que yo y líder nato, metido en todas las cosas dentro y fuera de la U, de hecho, nos unimos bastante en trabajos voluntarios solidarios, era un ser de gran corazón y muy transparente en su vida. Físicamente era muy guapo, alto, espalda ancha, piernas y brazos fuertes, un trasero muy bien torneado, piel color canela, ojos enormes pardo/verdosos con unas pestañas de envidiar, una sonrisa hermosa adornada por unos labios rojos carnosos y unos dientes blancos y parejos, su timbre de voz era muy agradable, de hecho, las personas siempre le quedábamos escuchando.

Nos hicimos muy cercanos, con una admiración mutua, puedo decir que lo consideraba un gran amigo, nos contábamos nuestras cosas, aunque yo siempre fui más reservada y nunca se me habría ocurrido contarle mis intimidades, menos que a veces era parte de mi show erótico nocturno imaginándolo que me devoraba con sus bellos ojos y sus labios chupetones.

Pasó rápidamente el tiempo, me titulé de administradora de empresas y empecé inmediatamente a trabajar en el negocio familiar que era hacerme cargo de un campo de cultivo y crianza. Literalmente me fui a enterrar entre cerros y vacas, junto con eso me fui apagando, perdí casi todo contacto con mis antiguas amistades, vivía con mi abuela, mamá y tío. El gran peso administrativo era mío, por lo que no me quedaba mucho tiempo para otras cosas. Mis días empezaban muy temprano y ajetreados y terminaban al atardecer muy cansada. Mi tiempo libre lo ocupaba leyendo y viendo tv, no había internet ni celulares. A mis 22 años me fui apagando y sumiendo en una monotonía interminable. Lo más terrible fue que empecé a dejar de masturbarme, lo hacía poco y ya no me daba tanta satisfacción.

Para rematar los fines de semana todos salían y me quedaba en una soledad inmensa en una casa gigante, me sentía sola, empecé a pensar que mis días terminarían eternamente así, algo estaba muy mal en mí.

Una sofocante noche de un viernes de enero, mientras veía en solitario la tv, tocan la puerta, bastante extrañada fui a ver, pues jamás nadie me visitaba cuando no estaba alguien más. Con cierto desconcierto y premura me asomé a ver y era una chica del pueblo que guiaba a un forastero perdido y que me buscaba, leyeron ME BUSCABA, omg!!! Como era de noche no vi su cara, pero distinguí su silueta, era nada más ni nada menos que Alonso, mi antiguo buen amigo de la U, con quien tuve alguna comunicación telefónica esporádica. Fue una enorme e inesperada sorpresa. Lo hice pasar y deduje inmediatamente que se iba a quedar, pues andaba a pie y ya a esa hora no había locomoción de vuelta. Eso me incomodó internamente pues jamás había recibido a un amigo a alojar en mi casa y menos cuando estaba sola, pero bueno, eso él no lo sabía y debía hacer honor a la buena educación que me inculcaron y traté de ser lo mejor anfitriona que pude.

Me contó que iba a unos trámites a Santiago y tuvo un problema, tenía que devolverse y se le quedó sin bus, se acordó de mi y decidió ir a verme. Comimos, conversamos, reímos, lo pasamos muy bien, después de unas horas le dije que le tenía un dormitorio preparado y se fue a dormir. Todo bien, todo normal.

Me fui a acostar sin poder pegar los ojos, no dejaba de pensar que unos metros más allá había un hombre que estaba solo conmigo, pero que jamás me iba a mirar con otros ojos que no fueran de amigo. Era muy respetuoso. Toda esa escena me encendió, además estaba más rico que nunca, se veía más macho y volví a sentir ese ímpetu de éxtasis que hacía mucho no aparecía y esa noche me masturbé con más ansias que nunca hasta el alba, de hecho, creo que dormí como una hora.

Después de darme vueltas como pollo asado, me levanté tipo 9 y empecé mi día, aunque fuese fin de semana, debía cumplir con algunas rutinas obligatorias. Antes de salir fui a escuchar despacio si mi visitante aun dormía y sí, dormía como un bebé. Le dejé una nota y salí. Cuando llegué ya estaba en pie. En mi interior esperaba que me dijera que ya se iría, pero nada de nada. Así pasamos el día, mostrándole a que me dedicaba y hablando, debo reconocer que fue muy grato desahogarme con él. Comentarle que me sentía sola y atrapada en este trabajo. Me daba mil ideas de iniciar algo propio, pero jamás se me habría ocurrido abandonar a mi familia, habría sido la ruina en todos los aspectos. Él también aprovechó de desahogarse y contarme sobre su vida, supe que había terminado con una polola y que le había dolido mucho, también se sentía solo.

Uds. se preguntarán, ¿Bueno y qué pasa con esta historia que no tiene nada de caliente? Bueno, ahora les contaré.

Llegó la noche y hubo un corte de luz, bastante habitual, así es que estábamos literalmente a la luz de las velas, conversando temas bastante personales y ambos estábamos algo tristes.

De pronto, no sé cómo, se paró y me abrazó a lo cual respondí, quedé acomodada en su pecho ancho y entre sus musculosos brazos, me hacía unas pequeñas caricias en la espalda, que yo respondí, de pronto sus manos empezaron a desplazarse algo más y llegaron a mi cuello y pelo, me empecé a poner nerviosa, ansiosa, emocionada y excitada, sentía como empezaba a brotar el flujo en mi vulva. Siguió con sus manos hasta mis mejillas, las acarició, me miró fijamente a los ojos y nos empezamos a besar, suave al principio y con furia luego. Su lengua se metía en mi boca con tal ímpetu, como tratando de hacer salir todo lo que tenía reprimido. Sus manos se empezaron a alocar, me recorría toda la espalda, cuello, pelo, cara… me sentía en las nubes… luego se fueron hacia adelante y empezó a rodear mis pechos que sentía que iban a explotar de éxtasis, su boca bajó a mi cuello, orejas. De pronto se separó un poco de mi y con mucha delicadeza empezó a desabrochar mi blusa y a sacar su polera, quedó con el torso desnudo y yo en sostén. Mis tetas eran suaves y firmes y nadie, excepto yo, las había tocado con lascivia, deseaba con todo mi ser que siguiera y así fue…

Sin dejar de besarme y lamerme, bajó los tirantes de mi brasier y siguió por los hombros, zona que jamás imaginé fuera tan placentera. Me dejó desnuda hacia arriba y tomó mis pechos, los apretaba, acariciaba, se centró en mis pezones duros y al primer roce, sentí mi primer orgasmo, intenso, mi respiración se agitó, mis manos trataban de abarcar toda su piel que sudaba de pasión. Aun de pie, me tomó con fuerza y me apretó contra su cuerpo, mis tetas nuevamente fueron las que provocaron otro orgasmo al rozar su pecho velludo con frenesí y de pronto sentí lo que jamás había sentido, un bulto duro cerca de mi vientre, mi cuerpo tiritaba, se estremecía y retorcía por sentir más y más.

Nuestras bocas saboreaban la piel, Alonso empezó a chuparme las tetas, trataba de metérsela toda en la boca y luego retrocedía haciendo cosquillas con su exquisita lengua en la punta del pezón y ahí vino uno y otro y otro orgasmo, parecía que me había abandonado a placer de una droga. Yo no decía nada, solo en mi cabeza había un diálogo incrédulo de lo que me estaba sucediendo y no quería que parara.

Luego de saciarse de mi torso, desabrochó mi pantalón y junto con mis tangas, los hizo desaparecer, tomó mi mano y la llevó para que yo hiciera lo mismo. Sabía que había algo exquisito debajo de esa ropa que jamás había visto, menos tocado y bueno lo hice, desabroché su pantalón y los bajé, quedó con su bóxer del cual resaltaba un bulto enorme.

Hasta ese momento no habíamos hablado nada, me quedó mirando fijo con cara de depravado y preguntó -¿Quieres ver que hay aquí? Sin dejarme responder, se los bajó y vi frente a mí el trozo de carne más exquisito que nunca había visto. Estaba enorme, sus venas marcadísimas, su cabeza roja y le salía un líquido, sin pensarlo fui a tomarlo con mis manos y lo sobé de arriba hacia abajo con fuerza. A esas alturas ya había perdido la cuenta de cuantos orgasmos había sentido, pero ahí vino uno más.

Nuevamente me aprisionó hacia su cuerpo, ahora ambos piel a piel y se empezó a restregar en mí, mientras sus manos fuertes exploraban mis nalgas, mis piernas y por último se acercó a mi pubis. Yo estaba obnubilada, ida absolutamente, me miro desde abajo y me pregunta – ¿Quieres seguir? – me agaché, lo besé y le dije al oído – No pares – y como si hubiese sacado el pie del freno, empezamos con manoseos, besos, mordidas.

Mientras lo besaba o lengüeteaba o acariciaba perversamente, siempre una de mis manos estaba en su verga, sintiéndola, apretándola, masturbándola. Él mientras tanto exploró mi vagina con sus dedos, estaba empapada, inclusive chorreaba por las piernas ese néctar de calentura, con un dedo buscó mi clítoris, luego siguió por el relieve de mis labios que estaban absolutamente abiertos como nunca antes y de pronto… usp!!! wow!!! ¿Qué era eso???!!! Metió un dedo por un orificio al final de mis labios que yo jamás había encontrado. La sensación de éxtasis fue explosiva, era lo más exquisito que hasta ahora en mi vida había sentido y tuve una explosión de líquidos como un chorro y una serie de orgasmos consecutivos que dejaron mi cuerpo lacio. Todo esto lo hizo mientras me miraba y me hacía gozar, se saboreaba, sus ojos tenían la mirada perdida mientras metía y sacaba su dedo desde dentro de mi.

Ida de tanto placer, se sentó y me puso sobre él, abrió mis piernas y empezó a frotar su pico en mi concha suavemente, eso hizo que el orgasmo que aun sentía se prolongara intensamente. Coloqué mis brazos sobre sus hombros mientras miraba mi entrepiernas y veía como su glande rojo y brillante, aparecía en una frecuencia rítmica entre mis labios.

En un momento me elevó e intentó meterme ese tremendo trozo en el orificio que había excavado en mi carne y un escalofrío me recorrió y la única neurona activa que me quedaba hasta ese momento me hizo reaccionar y dulcemente le dije – NO. Sigamos jugando así, pero aun no me penetres – Me miró, bajó la vista y asintió. La verdad pensé que no iba a parar y que no me haría caso, un lado de mi lo quería, pero otro, más precavido, me decía – Anda con calma – Y así fue, nos desbordamos en pasión, dejé que se masturbara en mi, que me manoseara, lamiera, mordiera y yo a él, pero respetó lo que le pedí.

Así pasamos toda la noche, hasta que vimos los primeros rayos del sol. Con la respiración aun agitada le sugerí que ya era hora de ir a dormir. Nos dimos un beso muy apasionado y cada uno se fue a su habitación.

Caminé como en la nada hacia mi cama, nada en mi podía dar crédito a lo que había pasado, cerraba los ojos y los volvía a abrir para cerciorarme que no era un sueño y aparecieron como un foco incandescente los cuestionamientos y las dudas y antes que se apoderaran de mi, cerré los ojos y dormí tan placenteramente como jamás lo había hecho.

Desperté con el sol alto, ya era domingo, me sentía atónita aun, nuevamente me pregunté si había sido mi imaginación, pero el dolor del cuerpo producto de tanto roce, apriete y abrir de una manera descomunal las piernas, me aclararon inmediatamente que todo había sido real. Tuve un leve temor de levantarme y que mi amante nocturno hubiese encontrado cualquier excusa para escapar de madrugada y ya no estuviera.

Pero no fue así, se había levantado hacía rato, preparó el desayuno y me esperaba en la sala de estar algo compungido, con cierta vergüenza me acerqué, mientras el agua de mi pelo mojado humedecía la polera que llevaba y dejaba levemente traslucido mi pecho. Me miró lascivamente y me dijo – Algo tienes que hacer – y mirando su entrepiernas, continuó diciéndome – Lo tuve parado toda la noche, me duele, ya no se que hacer!!! – Noté un poco de angustia en su tono y miré aquel espectáculo que con la luz de la vela en la noche, no pude ver en su total esplendor, tenía su pico gigante, rojo, muy duro, paradísimo, respiré, cerré los ojos, le tomé la mano y nos fuimos a su cama.

2 o 3 horas después paramos, comimos algo y seguimos quitándonos las ganas y así pasamos todo el día hasta el atardecer cuando sonó el teléfono de la casa y era mi madre informando que en unas horas llegaría.

Me asusté, me aterré y Alonso me calmaba y me decía que todo iba a estar bien, que él me apoyaría si pasaba algo, que no me dejaría sola en nada, eso me calmó y rápidamente pusimos todo en orden como si nunca hubiese sucedido algo más que una conversación.

Mi madre había conocido a Alonso en mi periodo de estudiante y lo consideraba el yerno ideal, así es que por ese lado estaba tranquila un poco pues no habría un rechazo inmediato. Llegó tal como me lo anunció, junto con un tío/padrino, el cual era su amante de turno, aunque aún yo no lo sabía, más bien era el tío atento que no quería que la Sole anduviese sola. Se sorprendió mucho cuando encontró a Alonso sentado, como todo un caballero en la sala de estar y al verla se alzó impetuosamente a saludarla con mucho afecto al que ella respondió de la misma manera, conversaron un poco y Alonso empezó a destacar la atención que tuve con él al darle alojamiento y comida estos días, lo atenta y bla bla bla.

En resumen nadie cachó nada, es más, le ofrecieron volver cuando quisiera y él, nada de tonto, aceptó y anunció que el próximo fin de semana pasaría otra vez ya que vendría de vuelta de Santiago y no quería dejar de aprovechar la ocasión de traer algún obsequio de agradecimiento. Mi mamá toda cocoroca entre risas y risas me miraba y decía – Así un joven debes buscarte Any: atento, caballero y por sobretodo respetuoso – giraba su mirada hacia él y seguía – Pasa cuando quieras Alonso, tienes tu casa, si yo no estoy, Any te atenderá como corresponde – Yo mientras tanto miraba esa escena incrédula, como si hubiese estado viendo una obra de teatro y miré a Alonso cuando dijo con una cierta picardía – Muchas Gracias sra Soledad, estoy completamente seguro que Any me atenderá muy bien, es más, no tiene idea todo lo que se esmeró en ello, la felicito por esta gran mujer que tiene como hija.- Sinceramente era un espectáculo surrealista, mi madre que era una loba devoradora con piel de oveja puritana recibía los halagos hacia mi de un hombre que lo único que quería hacía unas horas, era atravesarme con su pico exquisito.

Al día siguiente se fue muy temprano, pero antes a hurtadillas nos despedimos, prometiéndome que volvería la siguiente semana y me dijo antes de irse – Tengo el pico tan duro que me duele y sé que la única manera que se va a relajar es cuando te pueda culear, te haré gritar, ensaya en tu cosita con tus dedos, porque no te salvarás – Fue tan atrevido que increíblemente tuve un orgasmo que reprimí por las circunstancias.

Y ahí empezó la tortura de la espera…

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