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Kafka, libertad y la necesidad de ser feliz
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Tiempo de lectura: 4 minutos

El matrimonio de Damián no era un matrimonio perfecto pero si mantenía con los años cierta armonía que da el caminar por la vida juntos. Sin embargo para el círculo de personas que giraba alrededor de su vida, su esposa era todo menos imperfecta. La belleza de María era racial, radical, tenía una mirada oscura y brillante, su cuerpo menudo de piel morena atraía alguna que otra mirada de sus obscenos amigos, se movía con gracilidad, con dulzura, con seguridad, una mezcla extraña en una mujer tan etérea, despertaba admiración por sus logros profesionales y personales, abierta, intuitiva, rápida, inteligente, despierta, … -joder, María, María, María -su cabeza no dejaba de pensar en ella, le confundía María, le confundía ¡de eso se trataba, confusión!. Acababa de encontrar el adjetivo que mejor reflejaba la situación en la que estaba y llevaba ya unos cuantos días tratando de encontrar esa palabra en su cabeza.

-Maldito sea ese día!!! lo hice por curiosidad, y ha revuelto mi vida, mi matrimonio -pensaba Damián.

Si Sonia, su amiga, la soltera más viciosa de Madrid, no le hubiera hablado de la página web de contactos más abierta y explicita del mundo cibernético, y si sobre todo Sonia no le hubiera puesto tan caliente hablando abiertamente de sexo. No se le habría ocurrido ni por lo más remoto conectarse a internet en cuanto llego a casa. Era la primera vez que lo hacía, que buscaba algo así en su ordenador, nunca se lo había propuesto, María no colmaba todas sus expectativas sexuales, pero prefería mantener esa curiosidad oculta porque el miedo a la libertad sexual y al deseo de lo ajeno le hacía temblar.

La libertad después de ocho años de matrimonio puede ser la brisa más refrescante en un tarde de verano o convertir tu vida en la tormenta tropical envuelta en rayos de sol, agua caliente y un viento que no te deja poner los pies en el suelo. –En una confusión. Otra vez esa palabra.

Damián, tenía miedo, muchísimo miedo a descubrir esa libertad sexual, de la cual Sonia hacía alardes para su propio disfrute. Ella le había dicho durante la noche, con unas cuantas copas de más y con un vestido rojo que acariciaba sus caderas y redondeaba sus tetas, – Damián deberíamos de alegrarnos de cualquier ampliación en el movedizo territorio de la libertad sexual, siempre ha habido jaulas buscando a sus pájaros, pero ser libre es la vocación de todo ser humano, más que nada, porque esa aproximación que llamamos felicidad consiste en hacer siempre lo que nos dé la gana, con las menores limitaciones posibles. – Sonia esa noche se encontraba filosófica y su polla había reaccionado mientras miraba los contornos de un vestido rojo sin sujetador. Una mujer sumamente promiscua y atractiva le había hablado de sexo sin prejuicios. “Tengo la sensación de, que si me librara, sería peor“ escribió Franz Kafka, y esa mismo pensamiento y sensación tenía Damián.

Esa noche, la noche en la que comenzaron todas las dudas, todas la preguntas, en la que descubrió que hay más sexo que el de una mujer que solo quiere hacer el amor en la cama de matrimonio y le gusta el sexo oral de vez en cuando. Mas sexo que el que llevaba practicando desde que conoció a María, y al que se había adaptado durante su vida al lado de ella, donde se habla de follar y no de amor, donde las parejas comparten películas porno y miran como se excitan con la sensación de ver follar para luego ser follados, sexo donde hay pollas duras llenas de saliva, bocas de mujer con ansias de esperma, coños hinchados, mojados, abiertos, esperando apretar un buen rabo, donde hay semen en las tetas, sexo anal, sexo virtual, sexo duro, sexo sexual.

A las cuatro de la mañana de aquella noche se encontraba sentado delante del ordenador, tan excitado como hacía mucho tiempo, tecleando la clave de acceso, monotonía, -me va que ni pintada -pensó, y buscando nada y todo a la vez. Después de varios intentos, y casi desesperado, su fuerte nunca había sido la informática, al fin se le abrió una página llena de anuncios, de palabras relacionadas con ese sexo que sin saberlo anhelaba, el sexo de Sonia, sin prejuicios, donde se pide y se da lo que se necesita. Algunos mensajes con foto, otros sin ella pero llenos de sinceridad y deseo. Había fotos explicitas, rostros sin cara, con ojos, sin ojos, fotos de parejas follando, y mientras recorría la pantalla del ordenador devorando información encontró un nombre que despertó aún más su curiosidad, “YINYER SEXUAL”, le sonó raro, un nombre y un adjetivo no debieran de parecerlo, pero juntos, desde luego no le sonaban bien, de todas formas le gustaba, al final siempre le había gustado lo que le confundía. Leyó con la rapidez y la necesidad de acabar pronto el texto para poder abrir la foto que adjuntaba y cuando lo hizo un montón de sensaciones que hacía años que no tenía se le agolparon en el pecho, en el estómago, en la cabeza y en la polla.

Era la foto de una mujer, tumbada boca abajo, con una mano en un culo con una apariencia deliciosa. En lo primero que detuvo sus ojos fueron sus manos, siempre le han atraído las manos de las mujeres, sino tenían unas manos bonitas, no le resultaban atractivas. Le gustaban, parecían largas, huesudas, con los nudillos marcados y las uñas con el tamaño ideal, unas bonitas manos para rodear una polla que ahora mismo luchaba contra la bragueta de su pantalón por salir. Solo la sensación de observar esa mano en su nalga le había excitado muchísimo. Tenía el sexo depilado, exquisitamente depilado y un poco abierto. Le volvió loco, desabrocho el pantalón, y se sacó la polla, estaba húmeda, otra sensación de hacía mucho tiempo, las venas hinchadas la rodeaban, el glande de color rojo intenso, y los huevos duros, pegados perecía que todo le iba a reventar. Se reclino hacía atrás, y se empezó a masturbar imaginando la cantidad de cosas que le podría hacer a aquel coño y que le podrían hacer aquellas manos. Lamería sus labios, los abriría con la lengua para poder beber toda la humedad que desprendía, los mordería, recorrería todo aquel precioso sexo, hacía arriba y hacia abajo, rozaría despacio el clítoris, lo llenaría de saliva, mojaría con ella aquel ano tan apetitoso y provocador que ocultaba horas de placer, metería sus dedos en él, y se los llevaría a la boca para deleitarse con su sabor.

Como estaba disfrutando imaginando aquel culo sentado en su cara mientras esas manos le rodeaban la polla y jadeaba. Sabía que no iba a tardar mucho tiempo en correrse, que la imaginación le daba para más pero la sensación de poder llenarse de semen mientras miraba esa foto pesaba demasiado. Imagino que ese culo, ese coño le llenaba la cara de saliva y jugos mientras que la boca de yinyersensual le pedía a su polla todo el esperma que pudiera darle. Y se corrió, todo su sexo estallo, su estómago se apretó y sus huevos se estremecieron mientras de su polla, tan lubricada, saltaba la leche. Se quedó mojado, mirando aquella fotografía explicita y sexual, mirando esas manos y esas uñas, y empezó a pensar que era mejor no pensar.

Fue la noche en la que Damián comenzó a pensar en la libertad, en Kafka y en la necesidad de ser feliz.

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