Siempre sucedía en el metro, algo relacionado con el ir apretados en esos vagones tan repletos de personas, en la Región Metropolitana de Santiago de Chile.
Yo tomaba el metro en el terminal Pajaritos todos los días a las 08:10 horas, pues entraba a trabajar a las 09:00 horas en una entidad Pública, que estaba cerca a la plaza de Armas y me bajaba en el metro Universidad de Chile y desde ahí caminaba hasta mi trabajo.
Era un día martes, el día que siempre viajaba más gente. Esa vez llegue justo a tiempo para subirme al tren. Como siempre el mar de gente y yo debía, si o si, tomar ese tren en ese momento pues tenía una importante reunión en el trabajo.
Era verano y tenía 24 años. Las multitudes y sobretodo en el metro me excitaban de una manera increíble y siempre tenía una rápida erección cuando me encontraba en una. Iba vestido con una camisa y pantalón delgados de acuerdo a la estación y holgado ambos. Usaba además bóxer para no comprimir tanto mis testículos.
Estaba llegando el tren y la masa de gente se empezó a mover lentamente hacia adelante y todos buscando una proyección hacia la próxima puerta del más cercano a cada uno. Se abrieron las puertas y empezaron a entrar las personas, como cuando el agua cae a presión a una botella a través de un embudo, acomodándose en el vagón. Muy rápido y ordenándose ocupando todos los espacios. Yo quedé mirando hacia afuera del vagón pegado a la puerta calculando, cuando la vi venir corriendo a subirse. Entro, no pensó en nada y justo se cerró la puerta. El tren empezó a moverse y nos acomodamos ella y yo. Mi pene quedo entre medio de sus labios vaginales. Ninguno de los dos nos mirábamos. Sus pezones duros y pequeños rozaban los míos. Era de mi estatura. El tren se movía en todos los sentidos y ella suspiraba cada vez más seguido y mi pene se endurecía más y trataba de incursionar más adentro pero las barreras físicas de nuestras ropas lo impedían. Después me di cuenta que ella llevaba una mini falda suelta y un peto sin sostenes. No tendría más de 20 años y parecía ser estudiante universitaria, pues llevaba la típica mochila. Fueron dos estaciones y unos 5 minutos de intenso e increíble goce rozando esa delgadita vulva con esos pequeños labios vaginales y sintiendo ese leve pero permanente jadeo de esa joven que parecía ir tan excitada como yo.
En la estación Ecuador se bajaron unas 5 personas y subieron 10 y ahí ella se volteó, nos miramos. Me sonrió levemente y de inmediato se dio media vuelta pegando su culo a mi pene duro. No solo hizo eso, sino que además se abrió un poco las piernas mientras en ese movimiento también se elevó un poco abriendo sus nalgas acomodando muy bien mi cabezón duro y caliente entre ellas. Por esas casualidades del azar, todas las personas que nos rodearon miraban hacia el lado contrario formando una muralla humana. Así que yo puse mis manos en su cintura que era reducida y me afirme con fuerza para mantenerla muy metida en mí.
Nos veíamos a través de reflejo del vidrio de la puerta del vagón. Ella se mordía sus labios gordos cada vez que gemía y yo la empujaba y la soltaba lentamente sobre mi cabeza dura y caliente metida en sus ricas, duras y apretadas nalgas.
Se abrió la puerta del tren en la estación Universidad de Chile. Se bajó justo cuando iba a eyacular. No lo pude impedir. Salió ella despegándose de mí. Empecé a soltar mis chorros de semen mientras se alejaba de mí y ella volteo a verme mientras sonreía al ver mi mirada perdida y temblorosa producto del violento espasmo al cual estaba siendo sometido mi pene.
Llegue tarde a mi trabajo, pues tuve que esperar a que abriera una tienda de ropas a las 09:15 h para poder comprar un pantalón y un bóxer. A mi jefe, con el cual tenía cierta confianza, le dije que me había quedado dormido tiene un sueño húmedo y que mis sabanas estaban llenos de mi esperma. Él sonrió y me señalo que no me preocupara.