Había pasado dos días y todavía no me podía creer que fuera mi padre el que me hiciera gozar tanto, quien durante esos tres días me excito tanto que termine por entregarle mi flor, eso sí creyendo que era otra persona, pero aun así no me lo podía creer, que bien follaba mi padre, que manos y que dedos tenía, capaces de arrancarme los jadeos y gemidos más deliciosos.
Al principio quede un poco en shock porque no me esperaba ese desenlace, incluso tenía miedo de estar a solas con él, más que miedo vergüenza y a él parecía pasarle lo mismo, dos días y ninguno de los dos había mencionado el tema, nos mirábamos y enseguida apartábamos la mirada, todavía no sabía si fue una calentura de mi padre, un capricho o que realmente me veía una mujer apetecible y a pesar de que fuera su hija me veía irresistible, yo sabía que con mi madre hacía tiempo que ya no se acostaban, sabía que mi madre le había cerrado la puerta y quizás por eso él intentaba abrir otra, ¿pero conmigo?, y si era así, ¿por qué me evitaba ahora?
Llevaba pensando todo el día y reuní las fuerzas necesarias para simplemente pensar que no podía seguir adelante, estaba mal, aquello fuera lo que fuera debía terminar antes de empezar, debía de apartar todos los pensamientos lujuriosos que tenía con él, sueños en que me volvía a follar, estaba decidida a terminar con todo, pero teniendo vergüenza de enfrentarme a él y aquella noche…
Mis padres estaban a punto de acostarse, mi madre ya se había tomado sus pastillas para dormir y como siempre se había puesto el antifaz mientras que mi padre deambulaba por la habitación, mi hermana pequeña en casa de una amiga mientras que el otro había salido y quien sabe a qué hora volvería, era la ocasión perfecta para hablar con él, decidida pase por delante de su puerta y le vi salir del baño recién duchado con una toalla atada a su cintura, me quede mirándole desde el pasillo hasta que me vio y nuestras miradas se cruzaron.
Los dos nos quedamos mirándonos en silencio y yo con un deseo irrefrenable de ir a su encuentro, los segundo parecían minutos, llevaba un batín corto de raso de color verde atado por la cintura con una lazada, estaba perdida, la lucha que se desarrollaba en mi interior iba ganando el deseo a la razón, me mordía los labios al verle semidesnudo, con un torso musculoso sin un ápice de grasa en su vientre y en esos momentos mi padre empezó acercarse a mí lentamente.
No sé qué me pasó por la cabeza, no sé por qué hice lo que hice, con mi brazo extendido y con la mano dándole el alto paré a mi padre en seco que ahora me observaba con el mismo deseo que yo y frente a él con los dedos de mi mano izquierda estaba tirado muy despacio de la lazada abriéndome el batín, mis pechos duros y redondos salían al exterior coronados con dos pezones tremendamente excitados y en punta, pero no solo mis pechos, también la vulva que él había saboreado y penetrado ya empezaba a estar húmeda en su interior, acababa de abrirle la puerta, sin decir nada le estaba mostrando el camino para que repitiera lo del otro día.
Ninguno de los dos dijo nada, simplemente empecé andar por un pasillo a oscuras hasta llegar a mi habitación, había dejado caer mi batín delante de su puerta y muy despacio me dirigía semidesnuda a mi habitación encendiendo la luz y dejándola encendida, con la puerta abierta y subiéndome en la cama tenía la esperanza de que mi padre me siguiera, ya no era yo quien mandaba sobre mi cabeza sino mi deseo y más cuando le vi aparecer con la toalla sobre la cintura y mi batín en las manos.
-Creo que se te ha caído hija.
-No papá, lo he tirado.
-Sabes que eso nunca me gustó.
-Lo sé y por eso lo he hecho, he sido una niña mala, ¿me vas a castigar?
Según le decía esto, con las rodillas flexionadas las empezaba a dejar caer sobre la cama hacia los lados abriéndome de piernas y que disfrutara de mi vulva recién depilada, que viera como mis labios se separaban un poco, que viera que mis dedos se deslizaban por mi vulva abriendo los labios menores con ellos enseñándole la carne suave, húmeda y rosada de mi vagina, mientras que la otra mano acariciaba mis pechos.
Mi padre cerraba la puerta de mi habitación y dejaba caer su toalla junto con el batín al suelo con una gran erección en su pene, se acercó a mí subiéndose en la cama y fue mi directo esta vez, nada de juegos, nada de caricias, me estiro la pierna derecha y se sentó encima del muslo a horcajadas sobre él y cociéndome la otra pierna me la estiro hasta ponerla encima de sus hombros, ni una palabra entre los dos, solo miradas de deseo, notaba mis pechos elevarse a la vez que mi respiración se aceleraba, acariciando sus muslos cuando sentía como su pene rozaba mis labios metiéndose entre ellos, subiendo y bajando por ellos, compartiendo la humedad que tenían con su glande, empapándolo de flujo y robando mis primeros jadeos cuando le oí.
-Ssshhh, no despiertes a tu madre.
No parábamos de mirarnos a los ojos, decirnos con ellos todo y no decir nada, cerré los ojos para sentir su glande sobre la entrada de mi vagina, sentirla penetrar en mi cuerpo como una lanza, meterse en un volcán de sentimientos y de placer que era en esos momentos mi interior, me mordía los labios, apretaba mis parpados, la expresión de mi cara cambiaba con mis uñas clavándose en sus muslos, ese fue el comienzo cuando su glande paso mi portal y empezó a beber de mi vagina, hundiéndose más en ella, despacio muy despacio mi padre movía sus caderas hacia delante penetrando y metiendo todo su pene en mi interior, llenándome y expandiendo mi vagina a su paso, estaba disfrutando de cada centímetro que me metía, tan despacio que un segundo parecía un minuto, hasta que la metió entera.
Más de dos minutos con su pene penetrándome y tan solo me la había metido tres o cuatro veces, mi padre quería que disfrutara de él, que le sintiese dentro de mí y lo estaba consiguiendo, me hacía el amor tan lento con precisión quirúrgica que no había gemidos ni gritos solo un gemido continuo, solo mi cara reflejaba aquel sentimiento de placer que jamás había sentido, su mano izquierda acariciaba unas veces mis pechos y otras veces mi clítoris suavemente al igual que sus movimientos al metérmela, sentía como mi piel se erizaba y como pequeños espasmos me atravesaban el cuerpo desde mi vientre en todas direcciones de mi cuerpo.
Mi padre paraba de repente con su pene bien hundido en mi vagina y en esos momentos me acariciaba lentamente el cuerpo, rodeando mis pezones con la yema de sus dedos y acariciando mis mejillas, pasando los dedos por mis labios metiéndose en mi boca, volvía a sacar su pene y a meterlo otra vez siempre con ese ritmo pausado y lento que hacía que miles de voltios me atravesaran el cuerpo, nuevamente paraba sus movimientos de cadera y empezaba a acariciar mi clítoris llegando con sus dedos por mis labios hasta la entrada de mi vagina donde se hundía su pene en mi interior, sintiéndole con los dedos casi entrando junto con su pene y volvía a salir y entrar de mi vagina, cada vez más me excitaba con sus paradas manteniendo su pene metido dentro de mí, sacaba su pene por completo de mi vagina y me golpeaba con el clítoris, luego volvía a penetrarme despacio como desde un principio, pero algo estaba cambiando porque las penetraciones eran más profundas, con más fuerza y con más velocidad, le oía respirar, jadear, gemir, unirse a mí en esta música de pasión
Parecía que lleváramos horas follando y no habría pasado más de 15 minutos metiéndome y sacando su pene, haciendo que mis brazos no pararan de moverse arriba y abajo, mi cabeza de lado a lado siempre con mi boca abierta, jadeando, gimiendo y ahora por primera vez empezando a dar pequeños gritos, mi vagina se empezaba a inundar, mi vientre empezaba arder, con mis brazos por encima de mi cabeza recogiéndome la melena una y otra vez empezaba a sentir como los espasmos se acentuaban hasta empezar a temblarme las piernas, en ese momento mi padre me la metió tan profundo como le fue posible haciéndome gritar, la sentía tan dentro de mí que cuando empecé a tener un delicioso orgasmo mi padre empezó nuevamente a sacarla y a meterla siempre con ese ritmo pausado para volver a quedarse parado dentro de mi tan dentro otra vez como le era posible.
Su pene estaba siendo arrasado por un mar de flujo, mi corazón se había acelerado y mi respiración con él, llegaba al clímax con un tremendo orgasmo que barría mi vagina y mi cuerpo, 10, 20 segundos disfrutando de un maravilloso orgasmo que me hizo gritar sin poderlo remediar y más cuando ya casi acabando mi padre, me la empezó a meter, pero esta vez más rápido y con fuerza, no se cansaba de mover sus caderas a esa velocidad entrando y saliendo de mí, empujando mi cuerpo hacia arriba mientras él me sujetaba con sus manos hacia abajo, mis pechos no paraba de menearse de un lado a otro y yo no podía para de gritar.
Al final con un tremendo gemido mi padre mientras siseaba, mientras me decía ssshhh continuamente a la vez que se le escapaban pequeños gritos, me llenaba de semen mi vagina, mi padre se corría dentro de mí sin poder remediarlo nuevamente, los dos gritábamos y gemíamos, era imposible no gritar, era imposible no sentir tanto placer como el que me había provocado, sintiendo como su pene salía y entraba dentro de mí con fuerza, apretando su pelvis contra la mía y sintiendo como eyaculaba dentro de mi vagina, como tres tremendos chorros de semen golpeaban mi interior uniéndose a mis flujos.
En ese momento mi padre se desplomó encima de mi cuerpo, sintiéndole tapar mis pechos con su torso y esta vez sí, esta vez nuestros labios se unían por primera vez, empezábamos a besarnos muy profundamente, su pene había salido de mi interior, pero su lengua había entrado en mi boca, bailando con la mía, sus labios sobre mi cuello y sobre mis orejas, mi padre sin pretenderlo me estaba excitando nuevamente, me encantaban sus besos, me encantaba tenerlo encima de mi desnudo, piel contra piel, sudando los dos por el esfuerzo, jamás nadie me había follado como él lo había hecho, tan despacio, metiéndome su pene sin acelerones ni cambios de ritmo continuos, un solo ritmo hasta el final sintiéndole en todo momento su paso por mi vagina, jamás había tenido un orgasmo como ese, tan largo y placentero.
Mi padre con un beso profundo se levantó, estaba ya casi en la puerta cuando me miro y me tiraba un beso y en ese momento.
-Te vas, porque no te quedas un poco más. -Le decía con tristeza.
-Es tarde y tu hermano…
-Mi hermano tardará en llegar, porque no vienes aquí conmigo, papá quiero sentirte de nuevo dentro de mí.
-No puedo hija. –Recogiendo la toalla del suelo y colocando mi batín encima de una silla abrió la puerta y desapareció en la oscuridad del pasillo cerrando la puerta tras de sí, pero no había pasado ni un minuto cuando la sentí abrir nuevamente.
-Sabes lo que hacemos no, sabes que no se puede enterar nadie. -Me decía mirándome a los ojos.
-Papá, ven y siéntate a mi lado.
Mi padre nuevamente se subía en mi cama sentándose con las piernas extendidas y nada más hacerlo me senté encima de él a horcajadas de rodillas sobre él, nos empezamos a besar, acariciar nuestros cuerpos, pasaba suavemente su mano por mis pechos apretándomelos y metiendo mis pezones en su boca, le besaba por todo el cuello, acariciaba con mis manos su nuca y sentía como su pene se iba endureciendo, como poco a poco lo iba sintiendo por debajo de mi vagina y elevándome un poco lo cogía con la mano y lo metía otra vez en mi vagina.
La sentía entrar deslizarse dentro de mí, carne contra carne rozando nuestros sexos para empezar a gemir esta vez si desde un principio, esta vez sin parar de besarnos, la sentía tan dentro que el placer me llevo a que me arqueara hacia atrás, colocando mi espalda sobre gran parte de sus muslos y mi cabeza entre sus piernas, levante los brazos por encima de mi cabeza y le cogí de los talones, con movimientos suaves mi padre me cogió de mis caderas y me deslizaba por sus piernas subiendo y bajando mi cuerpo, yo le ayudaba haciendo tope con sus talones e impulsándome hacia arriba, mi padre flexiono su cuerpo hacia el mío y con su lengua no paraba de lamer mis areolas, metiendo mis pezones en su boca a la vez que sus manos recorrían mi cuerpo por el costado de arriba abajo.
Mi clítoris continuamente rozando con su cuerpo, arrancando de mí los gritos que no podía dar, gritos que mi padre acallo poniéndome su mano sobre mi boca, mi vagina le presionaba el pene haciendo que el roce fuera mayor así como la sensación de placer que le causaba, empezando a gemir él también y haciendo que se tumbara sobre la cama a la vez que yo me levantaba y empezaba a cabalgar como una amazona, con mis manos sobre mi melena revolviéndola, botando y metiendo su polla en mi vagina, deslizándose tanto, tan al fondo que un placer increíble me recorría el cuerpo.
Los gritos los acallábamos con nuestras manos no así los muelles de la cama que sonaban y sonaban en toda la casa y a pesar de oír como mi hermano había vuelto, a pesar de escudar como se paraba enfrente de mi puerta y de oírnos éramos incapaces de dejarlo, incapaces de darnos un respiro, yo seguía metiéndome la polla de mi padre y él seguía gimiendo y haciéndome gemir, un descanso para besarle, un descanso en que mis pechos descansaran sobre su cuerpo sudoroso, con nuestras bocas entreabiertas, bebiendo el uno del otro, mi padre subió su pelvis y empezó a follarme a gran velocidad esta vez, metiendo y sacando su polla de mi vagina tan rápido que aparte de los muelles, los choques de nuestros sexos mojados, el de nuestros cuerpos uniéndose sonaban por toda la habitación y más allá de esas paredes, golpes de piel contra piel, golpes acuosos cuando su pene se penetraba una y otra vez en mi vagina.
Mi padre subiendo más su pelvis, levantándome el cuerpo me la metía tan profunda que allí mismo empezó a expulsar como un volcán su semen ardiendo, lanzándomelo tan dentro de mi vagina que me sentía traspasada por paredes vaginales, uterinas o lo que se le pusiera por delante, los dos aviamos llegado al orgasmo esta vez juntos, un nuevo orgasmo no tan intenso, pero si igual de duradero me había llenado la vagina y poco a poco iba expulsando por mi raja cuando mi padre la saco.
Serían las siete de la mañana, casi amaneciendo cuando mi padre y yo terminábamos de follar una vez más, las siete de la mañana que con sigilo mi padre se escabullo de mi cama y las diez de la mañana cuando mi hermano me preguntaba si lo había pasado bien esa noche mientras desayunábamos junto a mis padres, no sabía que decirle, mi hermano no sabía nada de nada, solo que alguien me follo, que alguien me hizo perder el control y me hizo gritar, mi madre no entendía nada y mientras mi padre no paraba de leer el periódico con la misma sonrisa en los labios que yo tenía en los míos, los dos con la misma cara de sueño.
Mi padre y yo nos mirábamos y sin decirnos nada, pero diciéndolo todo nos preguntábamos cuando volveríamos a follar.