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El trato
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Tiempo de lectura: 32 minutos

La vida es cambio, eso es un hecho. Y sabernos adecuar a esos cambios, siempre trae recompensas.

Después de mi divorcio, pasé una temporada difícil, hasta que me di cuenta que en realidad, tenía ante mí toda una nueva gama de oportunidades. Por ejemplo, tenía más madurez, más experiencia, un mejor ingreso y de nuevo, la libertad para elegir qué hacer con mi vida (sobre todo sexual).

Comenzado el proceso de separación y posteriormente la cuestión legal del divorcio, había decidido no salir con nadie y esperar a ver lo que me deparaba la vida. Nunca me imaginé que una llamada cambiaría mi vida de la forma en la que lo hizo.

Dos semanas después de la firma legal, hubo una reunión con los amigos de la escuela secundaria, en la cual lo más importante fue confirmar a todos la noticia, que algunos ya sabían. Y por supuesto volví a ver a muchas de mis compañeras. Debo decir que mi caso no era el único. Descubrí que la mayoría estábamos en el mismo estado: divorciados y libres para continuar.

Particularmente, el caso de mi amiga Lupita, fue el que más llamó mi atención. Es una mujer que yo recordaba con mucho cariño y debo aclarar que siempre me sentí atraído hacía ella. Debo decir que en general, no había cambiado mucho en sus proporciones, seguía siendo una mujer con una cadera pronunciada, cintura delgada y busto definido, de un buen tamaño. El paso del tiempo se había marcado en su rostro, algunas arrugas ya se asomaban en su tez blanca, y su cabello estaba más corto. Fuera de eso seguía siendo la misma persona, con esa personalidad tan linda y atractiva.

Pasé el final de la noche platicando con ella y poniéndonos al día. Resultó que tienen 2 hijos, ya jovencitos (una niña de 12 y un niño de 15), llevaba divorciada 3 años y en resumen hacía lo que podía para poder sacar a sus hijos adelante. Su ex-esposo era inconstante para la manutención de los hijos, entonces ella tomó riendas en el asunto. En fin que, me dio mucha pena saber eso y me quedé con la idea de ayudarla de alguna manera. Intercambiamos teléfonos y nos despedimos, quedando en ir a tomar un café algún día.

Un mes después, le hablé a Lupita para ir por ese café prometido. Habíamos acordado vernos en un punto medio (con respecto a nuestras casas), un viernes por la tarde. Sin embargo, me dejó plantado porque, la cuestión familiar que ella tenía era complicada. Después de su separación, regresó a casa de sus padres, entonces, sus únicas salidas "sola" eran solamente a trabajar o al supermercado. Si salía con los hijos, no tenía problema, pero si quería salir sola, era todo un tema. Siempre tenía que mentir para poder salir sola, generalmente decía que iba a una entrevista de trabajo o algo similar.

Estando solo en el café, ese día, me quedé pensando. Recordé que Lupita me había comentado que dentro de los trabajos de medio tiempo que había realizado, había estado en un spa dando masajes. Lo cual me dio una idea. Yo sufro mucho de dolor de espalda, debido a que por mi trabajo paso mucho tiempo sentado. Entonces podría invitarla a mi casa a que me diera un masaje y se lo pagaría al precio que ella me indicara y esa sería una manera de ayudarla.

Ese día por la noche llamé para saludarla y saber cómo se encontraba. Me comentó que se encontraba muy molesta por su situación y que se sentía muy apenada conmigo. Le comenté que no se angustiara, que ya habría oportunidad de vernos. Entonces el tema de conversación cambió y comenzamos a hablar de sus relaciones, porque con estas condiciones familiares me parecía que su vida romántica o incluso sexual, se habían visto afectadas. Y así era. La plática empezó a tornarse un poco más cachonda, mas sexual. Pero de pronto tuvimos que cortar porque tenía que dormir a sus hijos.

Cuál no sería mi sorpresa cuando 2 horas más tarde, recibí una foto de ella (una selfie) sobre su cama, con un camisón, hincada y mostrando parte de sus piernas y busto, de una manera sugestiva. Y un mensaje que decía, "lo siento, esto es por el café que no nos logramos tomar".

Estaba impresionado, por un momento me quede de piedra (literal, todo duro). Reaccioné hasta que un momento después me mandó otro mensaje que decía, "no era mi intención molestarte, si lo quieres borrar adelante. Está muy fea la foto, ¿verdad?". Inmediatamente le respondí que no, que solamente era que estaba asombrado de verla así, que me encantaba como se le veían las piernas y que la foto no estaba fea, de hecho, le comente, "estoy seguro de que tienes alma de modelo y hay más fotos en tu celular que nadie ha visto y donde te debes de ver igual de hermosa y atractiva".

Lo siguiente que sucedió fue que recibí dos fotos más, una frente al espejo modelando una pantiblusa y la tercera con un conjunto de tanga y brasier tomada de espalda, que dejaba ver unas bien formadas y redondas nalgas. Sus proporciones eran impresionantes. En este punto cabe aclarar que nunca me han gustado las mujeres delgadas (o flacas, como les decimos en mi país), mi tipo de mujer es curvilínea, con la figura bien marcada: caderona, acinturada, con buen busto y piernas torneadas. Esta mujer lo tenía todo, pero lo disimulaba siempre, debajo de ropa holgada o muy cuadrada, sin forma. Es más, incluso daba la apariencia de ser gordita, pero, ¡oh sorpresa!, era una escultura de mujer.

Nos despedimos por mensaje esa noche y quedamos en hablarnos en la semana.

Hasta este punto, el sexo había pasado a segundo plano. No me quería involucrar con nadie tan pronto, después del divorcio. Hacía mucho ejercicio, dieta, salía con amigos, leía y obvio, seguía trabajando.

Sin embargo, desde ese día, no lograba alejar de mi mente ese cuerpo de locura. Así que comencé a idear un plan para poder vernos y llegar a algo más que amistad o fotos sexys.

El martes de la siguiente semana, cerca del medio día le hablé, no sin antes mandar un mensaje, preguntando si era posible que me contestara la llamada. Ella respondió que sí. Platicamos de todo y nada, lo clásico, que como le iba en el trabajo (trabajaba como recepcionista en un salón de belleza), que los niños como estaban, las cosas en su casa, en fin, estupideces que dices justo antes de preguntar lo que en verdad quieres decir.

-Oye, ¿qué crees?, ¿te interesaría un trabajo de fin de semana? creo que la paga está bien -le dije, tratando de no mostrar la excitación en mi voz.

-Oye si, estaría bien, pero ¿de qué se trata? -me respondió ella, sin mucho interés.

-Mira, yo creo que mejor te platico el viernes y de una vez haces la entrevista, ¿como ves? -en verdad me sentía emocionado-. Incluso, por el tiempo que le dediques a la entrevista, te van a pagar.

-¿El viernes a qué hora? -su tono de voz mostraba ahora un poco más de interés.

-Sería de las 7 a las 10 p.m., es para cuidar a una viejita. Te mando la dirección por mensaje, ¿te interesa?

-¡Claro! Allí estaré. ¿Debo ir vestida de alguna forma en particular?

Que ganas de decirle que llevara puesto el conjunto que me había mostrado por foto, pero eso revelaría mi plan y echaría todo a perder. Solamente me limité a contestar que usará "algo que la hiciera sentir guapa y cómoda".

Nos despedimos, con la excusa de que me estaban hablando y tenía que regresar a trabajar.

Inmediatamente le mandé un mensaje, indicando la dirección de mi casa y aclarando que por favor, fuera puntual. También le pregunté si sus niños no serían un inconveniente para salir, me contestó que no, que para cuestiones laborales, sus papás le ayudaban, solo bajo esa condición. No se dijo mas, solo agradecí que pudiera ir.

El jueves me mandó un mensaje, confirmando que iría el viernes a la entrevista y antes de despedirse, aprovechó para pedirme una foto. Decidí hacer mi movimiento y le mandé una foto sin camisa, tomada frente al espejo. Su respuesta solo fue, "mmm que rico".

Todo salía de acuerdo a mi plan.

La semana pasaba lentamente, a la espera de que fuese viernes. En esos días, por la tarde, no salí con mis amigos. Me dediqué a conseguir todo lo que necesitaba para la velada del viernes. Hasta que por fin, llegó el día tan esperado.

Ese día, en verdad fue casi imposible concentrarme, sin embargo, como pude, llegué al final de la jornada, salí un poco antes del trabajo (suprimiendo mi hora de comida), para tener tiempo de llegar y preparar todo.

Llegué rayando a las 6 p.m., me di un baño y preparé la mesa, con un poco de botana, y con unas copas y una botella de vino tinto, y obvio, buena música. Terminé de preparar el terreno para lo que seguía.

Los minutos pasaban y yo estaba cada vez más nervioso. Ya había dejado instrucciones al guardia de seguridad de la recepción, para que cuando llegara, la dejaran pasar (y solo a ella, por aquello de que trajera invitados).

Dieron las 6:55 p.m. y sonó el interphone. El guardia me anunciaba que la señorita Guadalupe Valles había llegado. Le pedí que le diera acceso. Un minuto después estaba tocando el timbre de mi departamento.

Cuando abrí la puerta, me encontré con que se había tomado muy en serio eso de "la entrevista de trabajo". Cuando la vi, me quedé boquiabierto. Vestía una falda hasta la rodilla, medias negras y blusa de color rojo, con un blazer a juego con la falda. El conjunto se ceñía a su cuerpo, dibujando esa figura que ya me había mostrado en las fotos que me había enviado. El maquillaje, se veía profesional, lo cual cubría esas pequeñas marcas que el tiempo se había encargado de imprimir en su rostro. Se alegró al verme. Todo iba saliendo bien.

La invité a pasar y posteriormente la conduje a la sala. Le ofrecí una bebida, que de momento no aceptó, por evitar la mala imagen en la entrevista. Fue en ese momento cuando aclaré que la entrevista la realizaría yo. Su expresión cambió de alegría a confusión. Le pedí que brindara conmigo, que estuviera tranquila y fue cuando aceptó.

Comenzamos a platicar de cómo había estado su día, el mío, de cosas de mi trabajo, de sus hijos (que estaban cuidando los abuelos), de la situación con su ex-marido, lo cual por cierto, dio pie para comenzar a platicar de su situación financiera y tomar una segunda copa de vino. Aproveché también para cambiarme de sillón y estar a su lado, cada vez más cerca.

De pronto, llegó la pregunta obligada por parte de ella.

-Oye, y ¿de qué trata el trabajo del que me hablaste? ¿Cómo vamos a hacer la entrevista? -en un tono más serio.

-Mira, lo de la entrevista lo vemos más al rato. Por lo pronto me gustaría platicar lo que pasó en la semana. Me refiero a tus fotos.

En ese momento, Lupita se puso un poco nerviosa, pero se tranquilizó cuando continué explicándole:

-Te veías preciosa en esas fotos, es decir, eres más hermosa en persona.

La risa que soltó, fue una expresión entre alivio, sorpresa y emoción.

-Qué bueno que te gustaron -me dijo, con una sonrisa-. Y, ¿qué pensaste cuándo las viste?

-¿Honestamente? -le pregunté mirándola a los ojos.

-Sí, por favor. Honestidad brutal -me contestó, al tiempo que sus ojos brillaban de una manera especial.

-Pues fue toda una sorpresa, nunca creí que tuvieras ese cuerpazo. Estás deliciosa, por donde se mire. No dejo de pensar en tu cuerpo y tus curvas. La verdad es que me encantaron. Llevo toda la semana imaginando, que se siente recorrerte toda a besos.

El siguiente movimiento me volvió loco, se llevó un dedo a los labios, mientras cruzaba la pierna. Y sus ojos se ponían vidriosos. Pero lo que realmente me hizo perder la razón, fue su comentario:

-Pues no lo imagines…

Lo siguiente fue algo que nunca voy a olvidar. En menos de un segundo, le estaba comiendo a besos y ella me correspondía. Nuestras lenguas se enredaban y mis manos comenzaban a acariciar sus muslos… era una delicia.

Me quité mi camisa mientras ella hacía lo propio con su blazer. Comenzó a acariciar mi abdomen y se incorporó un poco para besarlo y morderlo, momento que aproveché para desabotonar su blusa.

La ayudé a levantarse para bajar el cierre de su falda. No podía esperar más, así que la cargué en mis brazos y la llevé a mi recamara. La recosté sobre la cama y me quité lo que quedaba de ropa, mientras ella se quitaba la camisa (ya desabotonada) y sus pantimedias. Mientras lo hacía, no me quitaba la vista de mi entrepierna. Ella al igual que yo, estaba hambrienta de sexo.

Mi erección estaba a todo lo que daba y estuvo a punto de explotar cuando ella giró sobre la cama y se puso en cuatro, levantando ese hermoso y redondo trasero blanco y suave, colocando su mejilla en la cama. Era una vista del paraíso. Y venía acompañada de una sorpresa enorme, y no hablo de su trasero, sino del hecho de que estaba usando el conjunto que me mandó por fotografía. Esa tanga acentuaba sus nalgas y me invitaba a devorar todo ese culo.

En la posición en la que estaba, la acerqué a la orilla de la cama, comencé a bajar esa tanga y lamer esa vagina, llegando al clítoris. Comencé a succionarlo y a darle pequeños besos y lamidas largas. Lupita comenzó a gemir de una manera que puso más caliente aún. Mientras chupaba su clítoris estiré mis brazos para quitarle completamente el brasier y suavemente arañar su espalda, bajando por sus nalgas y piernas. Lo cual provocó en Lupita un estremecimiento, que me motivó a introducir mi lengua en su vagina y de nuevo, regresar al clítoris. En ese momento estaba tomando con ambas manos sus nalgas. Me aparté un momento para contemplar todo eso que me estaba comiendo. No lo pude evitar, le dí un par de nalgadas en cada lado, provocando que gimiera y se retorciera, incluso dijo, "si, así, dame mas, mas, me gusta". No me hice de rogar, le dí una buena tanda de nalgadas, mientras seguía comiéndole ese coño tan delicioso. Empecé entonces a meter mis dedos y penetrarla, primero dos, luego tres dedos, hasta que comencé a sentir que sus muslos temblaban y unas pequeñas gotas escurrían por su vagina. El sabor era delicioso. De pronto empezó a pedirme que parara y se tumbó sobre la cama, de lado, acariciando su cara, sus senos y su clítoris.

Por algunos minutos se quedó quieta casi dormida, momento que aproveché para notar que se había depilado casi toda, solo había dejado un pequeño triángulo en la zona del pubis, se sentía muy poco crecimiento del vello.

Me recosté junto a ella y la comencé a besar. Le tomé su boca y separé sus labios, le dije que sacara la lengua y así lo hizo, la lamí, la introduje en mi boca y así, nos besamos un buen rato, abriendo mucho la boca y bebiéndonos nuestra saliva. Comencé a bajar por su cuello, mordiendo apenas su piel, hasta llegar a sus senos. Lupita tiene unos senos grandes de pezón y aureola obscura, que sobresalen contra lo blanco de su piel. Lo que no sabía es que es muy sensible de los pezones, por lo que cuando comencé a lamerlos, chuparlos y morderlos, los tomaba con ambas manos, los apretaba; se comenzó a retorcer de nuevo.

Para hacer más placentera esa emoción me coloqué entre sus piernas y empecé a frotar mi miembro sobre su clítoris. No pasó mucho tiempo antes de que comenzara a gritar, "no pares, más fuerte, ya casi, me voy a venir, ya viene, ya…". Y de pronto sentí sus piernas rodeando mi espalda, apretándome hacia ella, mientras se estremecía y temblaba, conteniendo la respiración. Ver su cara en ese momento me puso más caliente. De pronto, ningún movimiento, de nuevo se había quedado en un letargo de placer, así que de nuevo me recosté a su lado, a contemplar de nuevo la belleza que tenía a mi lado.

Tardó unos 10 minutos en recuperarse, pero cuando lo hizo, retomó con nueva energía. Tomó mi verga y la comenzó a besar, a pasar la lengua por la punta y rodear la cabeza, para después introducirlo todo en su boca, yendo cada vez más al fondo de su garganta, no logró introducirlo todo, solo la mitad, pero eso no importaba, ya tendríamos la oportunidad de que trabajara en ello. Mientras lo chupaba, subía y bajaba su mano, masturbándolo todo, hasta la base. La sensación era deliciosa. La detuve y tomé un condón del buró que estaba a un lado de la cama.

Me coloqué sobre ella y abrí sus piernas, coloqué la punta de mi verga a la entrada de su vagina y de un solo movimiento la metí toda. Resbaló como cuchillo en mantequilla, estaba súper mojada y dilatada.

Comenzamos con un movimiento frenético, que hizo que en menos de 5 minutos sintiera que mi orgasmo estaba cerca. Me detuve y la puse de lado, levanté su pierna y seguí con el movimiento, hasta que ella fue quien ahora, comenzó a gemir y retorcerse. Sin salirme de ella, la volví a colocar en 4 y bajé su espalda, para que estuviera arqueada. Y así fue. Se le veía un culazo de ensueño, la tomé de la cintura y retomamos ese frenesí de mete-saca. De pronto Lupita, comenzó a gritar, "¡sí, sí, así, así, más, mas!" y ante esas palabras ya no pude resistir. Aumenté el ritmo de las embestidas y tuve un orgasmo enorme y Lupita al mismo tiempo, comenzó a estremecerse, a gemir de una manera escandalosa y arrugar el edredón. Acto seguido quedamos desfallecidos y sudados sobre la cama, jadeando y besándonos. Lamía su cuello, sus senos. Lupita seguía disfrutando y ya aún sentía el estertor de ese orgasmo enorme que acababa de disfrutar.

Me quedé junto a ella acariciando su pubis y cuando por fin recuperamos el aliento, le comenté:

-Que rico, que la traías depiladita -al mismo tiempo que jugueteaba con mis dedos en su vagina.

-Me depilé con cera la semana pasada, para nuestra cita del café -contestó con una sonrisa de satisfacción.

En otras palabras, ella esperaba este encuentro desde hace una semana.

Nos quedamos abrazados un rato, dormitando.

Cuando despertamos y vimos la hora, eran las 8:40 p.m. Le sugerí vestirnos y regresar a la sala, porque teníamos que platicar. Estuvo de acuerdo y así lo hicimos.

De nuevo en la sala, nos tomamos los que quedaba de la botella de vino, mientras comíamos los aperitivos que había preparado. Nos veíamos realmente más relajados. Era el momento perfecto para que le platicara de la propuesta laboral. Así que comencé diciendo:

-Lupita, me preguntabas hace rato sobre el trabajo, entonces te platico. Se trata de lo siguiente: el trabajo sería conmigo. Entrarías a trabajar los viernes a las 7 p.m. y saldrías el sábado a las 1 p.m. Tú te vienes con ropa cómoda, aquí te doy lo que te vas a poner -en este punto, ella me miraba muy intrigada.

-Sí, pero, ¿de qué se trata? -preguntó más curiosa aún.

-Pues, me di cuenta que quiero ayudarte con tus gastos, echarte una mano para que tengas un ingreso adicional. Así que decidí proponerte que seas mi acompañante esos días y me ayudes a satisfacer mis fantasías. Así tú tienes un ingreso y yo satisfago mis impulsos, porque algunos son un poco especiales.

En ese momento Lupita se quedó muy seria. Solamente me miraba, sin yo atinar que emoción en particular estaría sintiendo. Después de un par de minutos, muy incómodos dijo:

-¿O sea que me estás tratando de puta? -el tono era visiblemente molesto.

-¡Por supuesto que no! -alegué-. Al final estaríamos haciendo algo parecido a lo que hicimos hoy, con la enorme diferencia de que nos tomaríamos nuestro tiempo y haríamos otras cositas. Además te daría una renta, por así decirlo por ayudarme con mis fantasías.

-¿Cuánto sería? -dijo así, de forma seca.

-$1000 por cada vez que nos veamos -respondí directamente.

Se quedó callada un momento, para después continuar con un tono más tranquilo:

-¿Y a que te refieres con "cositas"? -visiblemente, el tema del dinero había hecho mella.

-Mira, tengo algunos fetiches que me vuelven loco cuando los incluyo en el sexo. Por ejemplo: verte con un liguero y medias, me pone la sangre a mil; incluir juguetes para que goces mucho más (el verte estremecerte, me excita demasiado) y el sexo anal. Esas son mis fantasías, poder hacer todo eso contigo. Es más, ya que estoy hablando francamente, te debo decir que ya había considerado contratar escorts, pero preferí que fueras tú, por la cuestión de la confianza y de alguna manera ayudarte, y bueno, que tú también me ayudes.

Su cara estaba enrojecida. No atinaba a saber si por vergüenza o coraje, porque su cara seguía inexpresiva. Pero de pronto, una sonrisa asomó en sus labios.

Me dijo:

-¿Y qué pasa si nos enamoramos? -esta vez, su expresión era más seria.

-Eso es independiente del trato que te estoy proponiendo -afirmé rápidamente-. Es más, podríamos salir y tener una relación amorosa, y de cualquier manera esos días -los fines de semana-, cuando estuviéramos juntos, te daría esos $1000 y tú me permitirías hacer realidad mis fantasías. La idea es que me dejes hacerte gozar como loca y disfrutarte toda.

Se llevó la mano a la boca para cubrir una sonrisa. Volteó su cabeza para otro lado, sin mover la mano de su boca.

Yo solo sentía como el corazón se me quería salir del pecho. Estaba muy nervioso. Independientemente de su respuesta, esto cambiaría todo. De momento giraba su cabeza y me miraba, para de nuevo voltear su cara hacia otro lado. Por fin, después de minutos que me parecieron eternos, habló:

-¿Y cuál sería la excusa para poder salir de mi casa? Porque tú sabes que la situación en mi casa no es sencilla.

-Eso es fácil, ya lo tenía pensado -le dije con mucha confianza-. Mira, en tu casa (y para evitar problemas con tus papás e incluso tu ex), vas a decir que te ofrecieron un trabajo de fin de semana, se trata de cuidar a una señora de edad avanzada, que solo tienes que hacerle compañía y asistirla en lo que necesite, y que te lo ofrecieron por la confianza que te tienen. Que no puedes llevar a nadie, por seguridad de la señora y que te van a pagar $500, de esa manera, si deciden pedirte dinero, solo cuentan con que te dan $500, aunque en realidad vas a recibir $1000. Entonces tú te sales de tu casa con algo cómodo para vestir y lo básico para pasar la noche: cepillo de dientes, pijama (aunque eso no lo vas a ocupar, jeje), sandalias de baño y toalla. Si te preguntan que por qué salió este trabajo, fue porque la enfermera que trabaja con la señora, pidió los viernes para un diplomado, y que el sábado y domingo alguien de la familia la cuida. Entonces, tú solo la tendrías que cuidar viernes por la noche y sábado por la mañana, en lo que llega alguien de la familia. Así que, ¿qué te parece?

-O sea, ¡que ya lo tienes todo planeado! -dijo soltando una pequeña risa, que para ese momento comenzaba a ser de complicidad.

-Entonces, ¿qué piensas? -insistí, ya más relajado, una vez que ya había dicho lo que tenía que decir.

En este momento, su rostro reflejaba ansiedad y sus ojos brillaban con deseo… y volvió a cruzar su pierna, mostrando más que al principio, dejándome ver ese precioso muslo.

-¿Y si acepto, prometes no lastimarme? -dijo, con un tono de pregunta sincera en la voz.

-Jamás te lastimaría. Al contrario, prometo cuidarte y llenarte de placer. Lo único que espero es que hagas lo que te pida y te dejes llevar, es la única condición. Te juro que mi objetivo es que tengas tantos orgasmos, que hasta pierdas la cuenta. Todo lo que hagamos, será con cuidado, siempre. ¿Aceptas el trabajo? después de todo, ya pasaste la entrevista -le dije mientras le guiñaba un ojo.

Después de esto último su cara se veía mucho más relajada y su mirada, contenta.

-¿Te gusto? -posó su mirada en mí.

-Demasiado. Me vuelves loco -le dije, mientras me acercaba más a ella y ponía mi mano sobre su rodilla, y la empezaba a acariciar.

Tomó mi cara y se acercó hasta besarme lenta y apasionadamente. Eso me provocó una erección. La cual detectó cuando bajo su mano hacia mi pantalón. Y comenzó a acariciarme el miembro por encima.

-Ya veo que si te gusto y te provoco. Acepto… pero con una condición -mientras hablaba se acercaba a mi oreja izquierda-, nadie, jamás debe saber de nuestro trato, de lo contrario se termina. Bajo ninguna circunstancia.

-Acepto, será nuestro secreto. Entonces… ¿tenemos un trato? -le dije, mientras extendía la mano, para cerrar el acuerdo.

-Tenemos un trato -aceptó, mientras estrechaba mi mano.

Eran cerca de las 9 p.m.

-¿Avisaste en tu casa que salías de la entrevista a las 10, verdad? ¿Tuviste algún problema para venir aquí? -pregunté intrigado.

-Mi papá se quedó molesto, porque dijo que no eran horas para entrevista de trabajo, pero yo le dije que si era una buena oportunidad, no la debía desaprovechar. Además me iban a pagar por ese tiempo. Por cierto, ¿si me vas a pagar, verdad?

-¡Claro! hoy te voy a dar $500, pero voy a necesitar algo más. ¿Te parece bien?

-Si, por supuesto, está súper bien. Pero, ¿qué necesitas? -se veía claramente curiosa y un poco excitada.

-Mientras tenemos tiempo, ¿crees que podrías darme un masaje en la espalda?, por mi trabajo paso demasiado tiempo sentado y sufro mucho de dolor de espalda, creo que es la silla de trabajo, es una joda. Y entiendo que tú trabajaste en un spa y daban masajes, pensé que quizá habrías aprendido algo y me podrías ayudar.

-¡Claro! -se notaba emocionada y a la vez dispuesta a hacer lo que le estaba pidiendo. Esto caminaba perfectamente-. ¿Tienes algún aceite o loción para darte tu masaje?

-Sí, en la recámara, pero, ¿podrías ponerte algo sexy que preparé para ti?

-Sí, lo que tú me digas -me miró con un dejo de complicidad-. Ese es el acuerdo, ¿cierto?, hacer lo que me digas.

Entramos a la recamara y saqué un juego de liguero y medias negras de uno de los cajones. Le pedí que se desnudara y se pusiera lo que le había comprado. Ella se veía emocionada, como niña con juguete nuevo. Sin perder más tiempo, comenzó a desnudarse, le pedí que no usara nada más que lo que yo le estaba dando, es decir, que su tanga y su brasier no se los pusiera. Así lo hizo y debo decir que el resultado fue espectacular. La forma en la que las medias se ajustaban a ese delicioso par de piernas y el liguero a su cintura, me tenían loco. Deseaba tomarla de nuevo, pero primero quería recibir ese masaje, en verdad lo necesitaba. Acerqué el aceite que tenía para masajes.

Me desnudé de nuevo, ella me ayudó. Mientras yo me quitaba la camisa, ella me quitó el pantalón y se entretuvo un momento jugando con mi miembro, masturbándome de una manera deliciosa. Se detuvo y me colocó boca abajo. Se subió en mi espalda a la altura de mi cadera y comenzó a darme un masaje que en este punto era una mezcla entre relajante y excitante. Trabajó toda mi espalda, hasta la zona donde termina y por último, el cuello y mi cabeza. Yo me sentía en el paraíso, porque sentía sus manos recorriéndome, al mismo tiempo que podía sentir el suave contacto de sus piernas (envueltas en medias de seda), rozando las mías y su sexo rozando la base de mi espalda. Me dio vuelta y ahora comenzó a darme un masaje en el pecho, hombros y abdomen, mientras colocaba su vagina sobre mi pene y comenzaba a tallarse de una forma sugestiva, con movimientos circulares. Esto hizo que me diera cuenta de lo mojada que estaba y lo caliente que ella seguía. Lupita comenzó a hacer esos movimientos más largos y sin previo aviso, con el mismo vaivén de su cadera, sin necesidad de usar las manos, se introdujo mi pene.

En ese momento la detuve y me salí de ella, porque no me había puesto condón aún.

-¡Espera Lupita! déjame ponerme un condón. No quiero que vayamos a tener una sorpresa dentro de nueve meses -dije con un tono de broma, tratando de ocultar mi preocupación.

Se recostó sobre mi, acercando su rostro al mío y me dijo:

-No te preocupes, no me puedo embarazar. Estoy operada desde que nació mi segundo bebe. Es seguro -y mientras decía esto, tomaba de nuevo mi pene y lo metía de nuevo en su vagina-. Métemelo, ¿sí?, confía en mí, no pasa nada, te lo juro.

No dije nada. Lo que hice fue tomarla de la cadera y empujar la cabeza dentro de ella, metiendo todo el miembro de un solo movimiento. Ella soltó un gemido y después se sentó completamente en él. Continuó con su movimiento hacia adelante y atrás, mientras seguía dándome ese masaje en el pecho, hombros y ahora, los brazos. Yo estaba en la gloria, solo atinaba a tomarla de la cadera para dirigir su movimiento. Nuestros pubis se rozaban, podía sentir como me mojaba todo.

De pronto el masaje se detuvo y se apoyó en mi pecho mientras ella incrementaba ese movimiento hacia adelante y hacia atrás, cada vez más rápido, cada vez mas frenético. De pronto comencé a sentir contracciones de su vagina y veía como su cara se distorsionaba en un gesto de placer. Movía su cabeza de una lado a otro. Ella estaba teniendo otro orgasmo. Sus gemidos aumentaron. La presión que sentía dentro de ella también aumento, lo cual me provocó a que la tomará de la cadera y la levantara un poco, para que yo comenzara a penetrarla verticalmente mas fuerte, mas rudo y llegando muy profundo. De hecho estaba pegando directo a su cervix, llenándola toda. Cuando esto sucedió, Lupita gritaba de nuevo, "ya, ya viene, no pares". Esas palabras, sus gemidos, verla ensartada en mi verga, con un liguero puesto y sentir sus medias, hizo que aumentara mi ritmo, sentía llegar mi orgasmo de nuevo.

Lupita se inclinó mas hacía mi, dejando su cadera un poco levantada, con lo cual mis embistes se hicieron mas fuertes aún. Tenía el rostro de Lupita muy cerca de mi cara, nos comenzamos a besar mientras la penetraba de forma loca, apretaba sus nalgas y las abría mientras recibía mi verga.

De pronto, ella comenzó a sacudirse y de súbito no se movió, al mismo tiempo sentí como explotaba dentro de ella con una venida abundante. Ella se desfalleció sobre mí, mientras yo me sacudía con oleadas de placer, con la espalda arqueada. Habíamos terminado al mismo tiempo, podía sentir como sus jugos y los míos se mezclaban cayendo sobre mis piernas, llegando a la cama. Respirábamos con dificultad. Sentía como si el pecho me fuera a reventar y me faltaba el aliento. Su respiración era igualmente ruidosa y también tenía estertores del último orgasmo simultáneo que compartimos.

Así, desfallecidos, nos quedamos, por unos minutos, hasta que mi erección perdió fuerza y salí de ella, junto con otro tanto de nuestro líquidos mezclados.

La coloqué a un lado mío y acomodé su cabeza sobre mi pecho. Pasaron otros 10 minutos y despertábamos de ese letargo tan delicioso en el que habíamos caído. Giró su cabeza y me miró, con una sonrisa.

-Prepárate, porque cada que nos veamos, así será: puro placer -le dije.

-Hazme lo que quieras, ya soy tuya -susurró estas palabras, que me supieron a ambrosía.

Aproveche para acariciar esos senos y pellizcar un poco esos pezones, lo que la hizo gemir de nuevo. Eso hizo que regresara mi erección y con ello, la mano de Lupita regresó al juego, acariciándome la verga, de arriba para abajo.

Yo suponía que estábamos cerca de la hora en la que tenía que irse, pero no quería desaprovechar cada segundo que pudiera estar con ella, así que la puse de nuevo en cuatro, me acomodé detrás de ella, abrí sus piernas para bajar un poco más su cadera y comencé a penetrarla, primero solo metía el glande y después entraba toda. Estaba húmedo y muy resbaloso, la sensación era deliciosa. Fui aumentando el ritmo poco a poco hasta que de nuevo sentí llegar el orgasmo y de nuevo, un chorro de leche la llenaba, mientras ella arqueaba la espalda y dejaba escapar un sonido de placer. Al momento se la saqué, solo para sacudir las últimas gotas sobre sus nalgas. Debo admitirlo, no pude resistir la tentación y le di un par de nalgadas, para al final dejar mis manos sobre esas deliciosas carnes y apretarlas contra mi.

Me coloqué sobre ella para morderle la espalda, besarla y lamerla, hasta llegar a su nuca. Cuando esto sucedió, ella se estremeció y gimió de lo más lindo. Continúe con sus hombros, su brazo derecho, hasta llegar a su mano.

En ese momento la puse boca arriba, al tiempo que llevaba mi cara a la suya y nos dimos un beso largo, muy apasionado, sucio y delicioso. Justo después de ese momento, me preguntó:

-¿Qué hora es? -de lo más tranquila.

Me levanté de la cama para mirar mi reloj, ¡en ese momento eran las 10:20!

Tratando de simular tranquilidad le dije que "eran unos minutitos después de las 10". Inmediatamente, se levantó, fue al baño a limpiarse y regresó a vestirse.

Yo ya había terminado de vestirme, lo que me dio oportunidad de admirar la forma en la se ponía de nuevo la ropa. Era toda una visión.

Nos regresamos a la sala, tome $500 de mi cartera y se los di. Estaba nerviosa, dudaba, pero la tranquilicé diciendo, "no se te olvide, es nuestro trato, además así no tendrás problemas en tu casa". Agregué:

-Y recuerda, el próximo viernes, ven dispuesta a todo -al decir esto, ella tomaba el dinero-. Solo imagina, si esto fueron un par de horas, ¿qué crees que pasará dentro de una semana, cuando sea toda la noche?

-De pensarlo siento mariposas -y al decir esto se acercó a mí y me tomó la cara, para besarme de nuevo.

-Oye, ¿estás saliendo con alguien? -pregunté a modo de broma.

-Sí, contigo -dijo mientras me besaba de nuevo-. Soy tuya, ¿recuerdas? -la respuesta hizo que una descarga de emoción me recorriera de arriba abajo-. Oye, me preocupa tu ida a casa, ¿te puedo pedir un Uber?

-Sí, por favor.

El carro tardó cinco minutos en llegar. Cuando estaba a punto de llegar, le comenté:

-No vayas a faltar a nuestra cita, ya te espero.

-Y yo, también -dijo mientras tomaba mi mano.

La acompañé a tomar su viaje. Una vez arriba del auto, me incliné a darle un beso de despedida y mientras cerraba la puerta, le dije, "nos vemos el viernes". Ella asintió y con su mano me mandó un beso.

Ella llegó bien a su casa. Le pregunté si había tenido problemas y dijo que al principio el ambiente estaba raro, pero que después de mostrarles el dinero y dárselo a su mamá, todo fue paz y tranquilidad. También les habló del empleo y les dijo, exactamente lo que yo le había dicho que les dijera. Todo salió de maravilla. Sus padres estaban contentos por la nueva entrada de dinero a la casa. Había quien cuidara a los niños y nosotros tendríamos tiempo de disfrutar al máximo.

A lo largo de la semana, me di a la tarea de buscar lo que ocuparíamos nuestro primer viernes.

Me generaba un poco de ansiedad que quizá no fuera a venir y se arrepintiera a la mera hora. En realidad no tenía elementos para pensar algo así, estuvimos mandándonos mensajes, incluso algunas fotos muy sugestivas, hablamos en algunas ocasiones y cuando le pedía una foto, su respuesta siempre era la misma, "lo que tú quieras, papi". Creo que más bien, era tanto el deseo que sentía por ella, que temía que no se presentara.

El viernes por la mañana, mandé un mensaje de saludo, su respuesta me dejó mucho más tranquilo: al rato nos vemos, ya me haces falta.

Cerca de las 4 p.m. recibí otro mensaje de Lupita, pero para mi sorpresa, ella se sentía igual que yo. El mensaje decía, "Ya estoy bien caliente. Ya te quiero sentir".

Para poder llegar a tiempo a mi casa todos los viernes llegué a un acuerdo con mi jefe, acordé no salir a comer y recorrer esa hora de comida, para dejar la oficina una hora más temprano. No hubo problema.

A las 6:15 p.m. ya estaba entrando a mi departamento. Me di un baño rápido y preparé una botella de tequila y algo de cenar ligero. El guardia del edificio ya tenía indicaciones, todo lo que hacía falta era esperar.

Diez minutos antes de las 7 p.m. sonó el timbre, era ella. Abrí la puerta, la hice pasar, tomándola de la mano. Tan pronto cerré la puerta nos besamos y nos abrazamos, la recargué contra la pared y comenzamos a frotar nuestros cuerpos, uno contra el otro. La tomé de las muñecas y subí sus brazos por encima de su cabeza. Así deteniéndola, arrinconada contra la pared, sin opción a que se moviera, lamí su cuello, lo besé y mordí. Lo mismo hice con sus labios. Al mismo tiempo frotaba mi erección contra su sexo, de una manera frenética. Ella comenzó a moverse a mi ritmo. Me aparté un poco, para tomarla por los hombros y ponerla en cuclillas. Me abrí el pantalón y sin decir nada, puse mi pene frente a ella. Lupita abrió su boca y comenzó a mamarlo de una manera suave, pero con presión en la succión. Le pedí que mientras lamía la cabeza, el tronco lo masturbara con su mano. Lo hizo sin chistar.

Estuvo así un rato, hasta que le pedí que hiciera una garganta profunda. Lo intentó, pero no lograba introducirlo todo, solo lograba la mitad. Le dije que abriera bien la boca y sacara la lengua, que respirara hondo y que yo haría lo demás. Así lo intentamos un rato, aunque solo lo consiguió un par de veces, con eso fue suficiente para experimentar un sensación riquísima. Le dije "vete acostumbrando, porque de ahora en adelante, vas a dar todas las mamadas así, profundas". Solo me dijo, "si, mi vida". Como sea, de momento no me importaba mucho como me llamara. De pronto comenzó a lamer la punta mientras me seguía jalando el resto de la verga. Con toda la saliva, resbalaba su mano a lo largo del miembro. Comencé a sentir que me venía, así que le dije que ya iba a terminar, que lo recibiera en su boquita. Entonces lo metió de nuevo y comenzó una succión fuerte con la lengua, que me volvió loco y allí ya no pude más. Le aventé un buen chorro de leche, que la hizo toser un poco, pero no lo sacó para nada, solo siguió mamando y tragando todo lo que salía de mi verga. El orgasmo estuvo tan intenso que hasta sentía que se me doblaban las rodillas.

Se tomó hasta la última gota. En ese momento la puse de pie y fue cuando me percaté de que tanto me había hecho caso. Iba vestida con unos leggings negros y un sudadera color rosa, zapatos tenis y debajo de la sudadera, solo una camiseta blanca. La tomé de las manos y la hice hacía atrás para contemplarla. Le dije:

-Entonces, sí me pusiste atención -mientras, admiraba lo bien que se le veían esos leggings.

-Claro, yo hago lo que me pidas -la respuesta fue sin dudas, ni sarcasmo; hablaba muy en serio.

-¿Ah sí? ¿Como si fuera tu amo? -le dije un poco burlón.

-Desde que me dijiste el viernes pasado que haría lo que tú dijeras, sentía algo especial. Llevo toda la semana sintiendo nervios. Quiero que me mandes y me controles, con solo imaginarlo me mojaba toda. Quiero que seas mi amo -esto último lo dijo muy cerca de mí y sonaba casi a súplica.

-De acuerdo, acepto ser tu amo. Y quiero que sepas que todo lo que te haga, será únicamente pensando en que experimentes demasiado placer. -Lupita me miraba emocionada y un poco ansiosa. -Te voy contar un secreto: si hay algo que me excita mucho, son lo besos así apasionados y hasta sucios, pero lo que más me prende es ver gozar a una mujer. Por eso te pido que, no te limites en lo que estás sintiendo, déjate llevar, te mereces todo el placer que te voy a dar. Una mujer tan impresionante como tú, debe sentir por lo menos tres orgasmos por revolcón. Y otra cosa, háblame sucio, eso también me calienta.

-Sí, papi. Todo lo que tú quieras. Solo, ordénamelo.

-Oye Lupita, ¿qué tanta experiencia tienes con el sexo anal?

-Solo lo hice así una vez, con mi ex-marido y fue nada más la puntita, no duró mucho. Bueno, yo sentí la puntita, pero la verdad mi marido no era tan grande. A ti te mide el doble, en todo.

Eso me hizo enrojecer un poco. La hice girar y me pegué a su espalda, le dije al oído:

-Conmigo vas a aprender a amar el sexo anal. Te va a encantar, pero primero te vamos a preparar para que lo disfrutes mucho, no quiero que te duela nada -mientras le hablaba, me arrimé a sus suculentas nalgas, para que sintiera la erección que regresaba. Y además, besaba su nuca.

-Sí, que rico. Gracias, mi amor. ¿Qué tengo que hacer? -preguntó mientras tomaba mi cabeza, que estaba ya en su cuello y movía su cabeza para que la besara mejor.

Lo único que le dije fue, "desnúdate".

Me senté en el sillón, me recargué y disfruté del espectáculo. Primera gran sorpresa, esta vez venía depilada toda. Una vez desnuda, tomé su mano y la adelanté a mí, en dirección a la recámara. Me deleitaba viendo el movimiento de sus nalgas. La tomé de la cintura y mis manos bajaron a su cadera y comenzaron a apretar sus nalgas, para después subir y comenzar a sentir esos senos, que eran una maravilla. Me acerqué a su nuca y le dije:

-Te voy a enseñar lo que tengo preparado para ti.

Abrí la puerta de la recamara y al entrar, pudo contemplar sobre la cama, una serie de juguetes sexuales y otros elementos, como ropa, dildos y varios tubos de lubricante.

-Lo primero que haremos es limpiar ese culito, lo quiero impecable, porque hoy sentirás por primera vez un orgasmo anal y no quiero "sorpresitas". Toma ese de ahí -le señale un paquete de ducha anal-, y también trae ese butt plug pequeño -le señalaba ahora unos dilatadores-. Vamos al baño -le dije, mientras yo tomaba el lubricante.

Ya en el baño le explicaba que es lo que haríamos.

-Primero, Lupita, vamos a dilatar un poco tu esfínter para que la punta de la ducha anal, entre sin problemas.

Lupita solamente miraba todo lo que habíamos llevado al baño. Era un mundo nuevo para ella.

Tomé una bandeja y la llene con agua tibia, de temperatura muy agradable. Incliné a Lupita sobre el lavabo y le pedí que con ambas manos, abriera sus nalgas, dejando su culo bien abierto. Tomé un algodón del botiquín, lo mojé en el agua tibia y limpié toda el área del esfínter. Ya bien limpia por fuera, toda la zona, comencé. Primero con el meñique de la mano derecha bien lubricado, poco a poco, sobando primero, haciendo círculos y entrando después, poco a poco en su hoyito. Cuando el meñique ya entraba y salía sin problema, usé el anular, repitiendo la operación. Yo estaba hincado detrás de ella, aprovechando para besar y morder esas nalgas. Al mismo tiempo, con la mano izquierda acariciaba su clítoris y la penetraba por la vagina con dos dedos, para que se relajara más.

Tomé de nuevo el algodón y repetí la limpieza del área exterior. Ahora utilicé mi lengua para darle un buen beso negro. Lamía su ano, metía mi lengua y la movía en círculos, para después sacarla y lamerlo de nuevo. Esto le provocó algunos gemidos a Lupita. Llegó el momento de meter ahora el dedo medio, así que lo lubriqué muy bien y comencé poco a poco, siguiendo el mismo procedimiento de movimientos circulares y penetrarlo poco a poco. En esta ocasión hubo menos resistencia y entró mucho más fácil. A lo largo de todo el proceso, iba a preguntando a Lupita si estaba bien, siempre contestó que sí.

Ya que sentí que el dedo medio entraba y salía sin problema, usé el buttplug metiéndolo y sacándolo de su culito. Cuando entraba y salía muy fácil, llené la ducha anal de agua tibia, lo introduje en Lupita y apreté el caucho, arrojando un chorro de agua en su recto. Ella hizo un sonido entre gemido y sorpresa. Saqué la punta del aparato y la limpié con un poco de papel. Esperamos un minuto y repetí la operación dos veces más. Noté que el agua empezaba a salir, entonces le pedí que apretara el culo y que aguantara la presión.

-Necesito ir al escusado -me rogó Lupita, con cierta urgencia.

Salí del baño y le permití que arrojara el contenido de su intestino. Cuando terminó, me llamó y repetí todo el proceso idéntico al anterior, una vez más. Pero esta vez, me quedé a ver como salía el contenido. Lupita me alegaba que le daba pena, pero le dije que no importaba, que necesitaba estar ahí, para ver si necesitábamos hacerlo una vez más. Y efectivamente, el agua no salió totalmente limpia. Así que repetimos el proceso completo una tercera vez. Ahora sí, el agua salió limpia, ese culito estaba listo, por dentro y por fuera.

Terminado con el paso del baño, lo siguiente fue ir a la recamara. De nuevo, le pregunté si se sentía bien, contestó que sí, que había sido rara la sensación, pero que se sentía bien, sin molestias.

-Perfecto. Ahora, vamos a dilatar ese culito, para que se acostumbre a lo que va recibir al rato. Ven ponte de "a perrito" y relájate, coloca tu cara sobre la cama y coloca tus brazos abajo, no hagas esfuerzos. Mientras más relajada estés, mas lo vas a disfrutar -Le dije mientras bajaba su espalda y levantaba su cadera, y abría un poco sus piernas-. ¿Estás lista?

-Si, papi, tu mandas -ya era un hecho, Lupita descubrió que le encantaba ser sumisa.

Comencé el mismo movimiento circular, pero ahora fue directo con el dedo medio y para mi sorpresa, resbaló sin problema casi todo el dedo y con esa cantidad de dedo dentro de ella, comencé con el mete saca, poniendo siempre lubricante suficiente. En menos de lo que imaginas, entraba el dedo completo, hasta el nudillo. Entonces empecé a girar y comenzaba a moverlo también. Al mismo tiempo introduje mi dedo pulgar por su vagina y con los dos dedos dentro de ella, comencé a hacer una pinza con mis dedos como si se quisieran tocar, mientras mantenía el movimiento circular.

Cuando sentí que el dedo medio entraba y salía muy fácil, sin sacar los dedos que ya tenía dentro, introduje el dedo índice por su ano. De manera que ya tenía dos dedos por el culito y uno por la vagina.

Continué haciendo la pinza de manera que le daba un masaje interno con los dedos, lo cual ayudó a que se siguiera relajando.

Tomé un aplicador de lubricante y lo introduje por su ano. Una vez que estaba completamente metido, empujé el embolo y lo fui moviendo en círculos, mientras lo sacaba. Con esto, aseguraba que su recto estaba bien lubricado.

Tocaba el turno de uno de los butt plugs, era mediano, unos 3 centímetros de diámetro. Lo lubriqué al igual que la entrada de su ano. Lo comencé a introducir lentamente, siempre preguntando si le molestaba o dolía. Entre gemidos, la respuesta siempre era, "estoy bien, sigue".

Seguí empujando el butt plug hasta que estaba a punto de llegar a la parte mas gruesa, en ese punto, lo sacaba un poco, para regresarlo de nuevo a la parte gruesa, un poco mas cada vez. Hasta que de pronto, Logré meterlo todo.

Así como estaba, con el butt plug metido y ella en posición de perrito, coloqué la punta de mi verga contra su vagina y comencé a penetrarla. La presión era increíble, apretaba demasiado. Esa sensación era única, así que sin que lo pudiera controlar aumenté mi ritmo y ella comenzó a pujar de lo lindo. En menos de 5 minutos sentía que venía mi orgasmo, le comenté a Lupita que estaba a punto de venirme y al no responder nada, me acerqué a su cara para decírselo mas de cerca. Cuál no sería mi sorpresa al verla con la cara contraída y la boca abierta, ella ya estaba en el clímax. Sin decir nada más, aumenté mi ritmo y le dejé ir un chorro de leche, con el que liberé toda la calentura de la semana.

Nos dejamos caer desfallecidos sobre la cama, con esa sensación de electricidad, recorriéndonos el cuerpo. Ella temblaba toda y con cada caricia y beso que le daba, los temblores se hacían mas fuertes.

Nos tranquilizamos, después me abrazó y nos quedamos así por algunos minutos.

Cuando nos recuperamos, al cabo de un rato, nos reencontramos con la mirada y de nuevo nos comimos a besos, de nuevo con ese deseo desmedido.

Con ella boca arriba, comencé a bajar con mis besos hasta llegar a su clítoris y lo lamí y succione, al mismo tiempo que metía y sacaba el butt plug de su culo. Cuando sentí menor resistencia, cambié el butt plug por el mediano mas largo y seguí ese movimiento de mete saca, mientras mi boca atendía su clítoris.

Después de un rato, el butt plug ya entraba y salía sin problema. Para ese momento ya comenzaba a sentir cansada mi mandíbula, así que aproveché que Lupita tuvo otra serie de espasmos, para descansar. Le dejé metido el butt plug.

Me puse a jugar un momento con sus tetas y a disfrutar la cara de gozo y placer que hacía. ¡Que expresiones tan maravillosas! Verla disfrutando así, al punto de la locura, me puso a 1000. Me coloqué sobre ella y la besé, nos besamos con hambre de sexo, desenfrenados los dos. En ese momento, el mundo era solo sexo. Bajamos la intensidad de los besos y aumentamos las caricias. Ella me colocó boca arriba y bajó su mano, comenzó a masturbarme muy suave y delicadamente, para después acomodarse a un lado y empezar con una mamada deliciosa, muy profunda, con mucha saliva. Cuando lo sacaba de su boca, lo frotaba con su mano, utilizando la saliva que ella generaba.

-cómetelo todo perrita, metelo hasta el fondo- le pedía a Lupita, en un tono casi de súplica. Ella obedecía o al menos lo intentaba ya que no lograba meterlo en su totalidad, así que decidí ayudarla, indicándole que hacer. Me puse de pie sobre la cama y ella se sentó sobre sus rodillas.-Abre la boca bien grande y saca la lengua- le dije y así lo hizo.

Cuando comenzaba a sentir que el glande llegaba a su garganta y empezaba a bajar, Lupita lo sacaba de inmediato con una arcada. Ella necesitaba aprender a controlar la sensación. Así que le dije que lo hiciera varias veces y que respirara hondo que eso le ayudaría a controlar esa sensación.

Después de intentarlo por 10 minutos, Lupita ya tenía la cara cubierta de lágrimas y saliva, sin embargo, no se detenía en su faena y seguía intentando meterlo todo, alternando con una buena frotada de verga, usando su saliva y sus manos.

Esa mezcla de sensaciones hicieron que de pronto sintiera que venía un orgasmo grande. Comenzaba a experimentar esa descarga eléctrica desde la base del cuello, recorriéndome toda la espalda, hasta que ya no pude contenerlo más, le pedí que sacara la lengua y recibiera el chorro de leche, en la boca. Y a tiempo lo hizo, porque eyaculé de pronto, sin mayor aviso, la mayoría cayó dentro de su boca, pero también dejé un buen tanto en tu cara y cuello. Lupita no paraba de lamer la punta de mi verga al mismo tiempo que seguía frotando de arriba a abajo todo mi miembro, haciendo que mis piernas se doblaran, de lo maravilloso que se sentía. En algún momento la tomé de la nuca y se la metí en la boca lo más que pude, para terminar de venirme, arrojando lo que me quedaba de leche, directamente en su garganta.

Me tumbé boca-arriba en la cama, mientras veía como ella se tragaba la descarga de semen que tenía en la boca y con un dedo recogía lo que quedaba de leche en su cara, para después chuparse el dedo. Disfruté el espectáculo. Luego, la atraje hacia mi, y la abracé un momento, mientras me reponía de la sensación tan deliciosa que acababa de experimentar.

Con mi mano alcancé sus nalgas y tomé el dildo en su culo, para continuar con el jugueteo, con el mete y saca. Con la otra mano, acariciaba sus nalgas, apretaba su cadera y recorría su espalda. Ella empezó a disfrutar de las caricias mientras atendía su culito. Ya más relajados y repuestos, me incorporé y la puse en cuatro, de nuevo, elevando su culito y bajando su espalda. Abrí más sus piernas y saqué rápido el butt plug, dejándome ver lo dilatado que ya tenía su ano. Tomé un algodón y limpie el esfínter y la zona de alrededor. Abrí sus nalgas lo más que pude y comencé a mamarle el culo, metía mi lengua lo más que podía y la movía en cirulos, por dentro y por fuera de su culito, mordía sus nalgas y pasaba mi lengua por el área externa del culo, para luego regresar a meterle la lengua y sentir como su recto se contraía cada vez que lamía por dentro. Pegaba mis labios a su culito y lo besaba al mismo tiempo que mi lengua dibujaba círculos pequeños sobre su (cada vez mas), dilatado esfínter.

Lupita gemía de una manera tan deliciosa que de nuevo se me puso dura, apretaba el edredón y lo arrugaba cada vez que mi lengua entraba en su recto, cada vez que besaba su culo y lamía el esfínter, hacía un sonido como de grito ahogado, que se escuchaba delicioso.

Cuando la escuchaba más caliente, metí dos dedos en su vagina, mientras con el pulgar frotaba su clítoris. Hice esto por un par minutos, cuando, sin esperarlo, Lupita levantó la espalda y la empezó a arquear, mientras comenzaba un movimiento de vaivén con la cadera y empezó a gritar que no parara, acelerando su movimiento, el cual provocaba que mi cabeza se estrellara en sus nalgas. De pronto, tomó mi cabeza con una de sus manos y me estrechó tanto a su culo, que no pude respirar por unos segundos.

Su vagina comenzó a contraerse de tal modo, que sentía una presión enorme en los dedos que le había metido. Súbitamente, soltó mi cabeza, mientras desfallecía en la cama, gimiendo y pujando de lo lindo. No la dejaría en paz, lo coloqué en la misma posición, sin darle oportunidad a nada y de nuevo metí dos dedos en su vagina y acariciaba el clítoris con el pulgar, mientras que con la otra mano, comenzaba, poco a poco, a meterle dos dedos por el culo, luego tres, para finalmente conseguir meterle 4 dedos, con un movimiento circular. Para este momento lupita temblaba de las caderas y las piernas, y manoteaba en la cama, al tiempo que mordía el edredón y hacía un sonido como de llanto. Esto me preocupó un poco, por lo que detuve todo movimiento y le pregunte:

-Lupita, ¿estás bien?

-Sí, ¡no pares ahora!- me gritó, de una manera desesperada, continuó -¡Me voy a venir, síguele ya!

De pronto me sentí eufórico, con una energía renovada y le seguí dando dedo a Lupita. Después de un par de minutos, me apretó la muñeca de la mano que le tenía metida en el culo, impidiendo que la moviera más, mientras con la otra se tallaba el clítoris de una manera salvaje. Iba a sacar mis dedos de su vagina, cuando gritó "¡no los saques déjalos!". Cuál no sería mi sorpresa, cuando comenzó a venirse a chorros, hizo un squirt que me baño la pierna y dejó una gran mancha sobre el edredón y la cama. Terminó de orinar y se recostó sobre la cama, temblando. Le di un momento para que se repusiera. Cuando dejó de jadear, me acerqué a su rostro y cuando le pregunte si estaba bien, por toda respuesta obtuve un tremendo beso, salvaje, apasionado, violento, casi doloroso. Se me subió, montándome y comenzando a morderme hombros, cuello, labios, en fin, Lupita estaba descontrolada. De nuevo regresaba a los besos, más sucios y calientes que nunca, eso me provocó una erección de nuevo, la cual al sentirla, ni tarda ni perezosa, se metió por la vagina.

Comenzó a cabalgarme como poseída, me tomó de las manos, entrelazamos nuestros dedos y así continuó, pero no duró más de 5 minutos haciendo esto porque de pronto, tuvo de nuevo esos temblores que anunciaban un orgasmo mas. De pronto todo terminó y Lupita se desfalleció, quedó recostada sobre mí, casi a punto de dormir. Solamente la abracé. Dejé que durmiera un poco, mientras tanto acariciaba esa cadera tan pronunciada y esas redondas nalgas, esos senos tan deliciosos y de pronto también rozada su clítoris, pero cosa graciosa, cada que la tocaba allí, daba un pequeño salto, como contracción involuntaria del cuerpo. La deja estar y descansar, dormimos juntos por un par de horas. Uno de los mejores descansos de mi vida.

Estaba dormido, cuando de pronto comencé a sentir una sensación placentera que me empezó a despertar de a poco. Era Lupita que despertó antes que yo y pensó que la mejor manera de despertarme era con un rico sexo oral. Me dio gusto verla intentando hacer una garganta profunda, se esforzaba por hacerme gozar y mi cuerpo le respondía cada movimiento. Pasados unos minutos, ya tenía de nuevo mi erección al 100, lista para hacerla gozar, por lo que le dije:

-Lupita, necesito que te pongas algo.

-Lo que quieras-. Me respondió, de una manera sumisa, mientras acariciaba mi verga, de una manera dulce y al mismo tiempo, traviesa.

Me levanté de la cama y tomé un paquete que tenía listo para ella:

-Toma, ponte por favor este body de red. Lo compre pensando en como se te acentuaría la cadera y las piernas.

El body parecía como si en una sola pieza fueran medias, liguero y blusa de manga larga. Con la diferencia de que era un tipo de red con diseño, de color negro. Así lo hizo, de hecho la ayudé porque no era trivial encontrar por donde entrar en este diseño. Al final resultó que se pone por arriba y primero van las piernas, y al final, los brazos y el busto. El body estaba abierto de toda la parte de abajo, lo cual era muy práctico.

Cuando terminó, era una visión hermosa.

Sin decir una palabra me coloqué detrás de ella y la comencé a acariciar, a sentir la textura del body y su piel juntas. Eso hizo que naciera en mi, de pronto, un impulso salvaje. Sin decir una palabra, la subí a a la cama y la puse en cuatro. Comencé a acariciar y a recorrer sus nalgas, las bese, las lamí, hasta llegar a su culito. Lo empecé a devorar, a meter la lengua al fondo y a besarlo, hasta que comenzó a gemir de nuevo.

Entonces, tomé un dildo de unos 15 cm de largo por unos 4 cm de ancho, lo llené de lubricante y lo comencé a meter, poco a poco, girándolo, entrando y saliendo, hasta que entró la cabeza del dildo, y lo saqué de nuevo, para empezar otra vez con el proceso. Así continué hasta que sentí poca resistencia de su esfínter, entonces introduje 5 cm y empecé con el movimiento de mete saca, clavando cada vez más de la verga de plástico en su culito. Cuando de pronto, di el empujón final y metí los 15 cm completos, Lupita hizo un sonido entre gemido de placer y como cuando te quedas sin aire. Arrugó todo el edredón, del tirón que le dio, le pregunté si estaba bien y solo movía la cabeza en gesto afirmativo. Con los 15 cm dentro, solo lo giraba. Cuando la sentí más relajada, saqué rápidamente el dildo completo y disfruté la imagen de su culo súper dilatado. Inmediatamente me pegué, como becerro a la ubre, sobre su ano. Así como estaba, me dio oportunidad de meterle la lengua muy adentro y lamer su recto. Esa sensación de mi lengua paseando por su canal rectal, es exquisita. Y lo es más, si consideramos que Lupita estaba haciendo unos sonidos que, te la ponen dura con solo escucharlos. Qué manera de gemir y de pujar tiene esta mujer.

Metí de nuevo el dildo en su culito y así como estaba, de perrito, la penetré por la vagina. Y comencé un ritmo rápido, fuerte. Lupita gritaba de placer, pegaba el rostro a la cama y manoteaba sobre la almohada. Estaba gozando como loca y lo comprobaba con el movimiento de su cadera, que no paraba de moverse a mi ritmo.

Teniéndola ya en el clímax, la coloqué boca arriba y con sus piernas sobre mi espalda, la seguí penetrando otro rato, hasta que llegó su orgasmo. Yo me estaba aguantando, porque quería cogerme ese culito. Así que tome el dildo que tenía en el culo y se lo metí por la vagina y yo entré por el culo.

Así como estaba, tenía el control de dildo en la vagina, para penetrarla al mismo ritmo que lo hacía por el ano. Le pedí que se tomara de las piernas y que las mantuviera bien abiertas. Comencé a aumentar la velocidad de la doble penetración. Ella soltó sus piernas y llevó los brazos a los lados, se tomaba la cara y mordía sus manos. Con lo dilatada que estaba, tanto el dildo, como mi verga resbalaban riquísimo; su culo era una delicia.

Después de un rato en esta posición sentí que de nuevo venía mi orgasmo, así que aumenté la velocidad y de pronto la saqué del culo (dejándole el dildo en la vagina), para colocar la punta de mi verga sobre su boca y dejarle caer un buen tanto de leche, que comenzó a tragar de forma desesperada.

Tomaba mi pene y le lamía la cabeza con la lengua y de ahí bajaba hasta la base. Comenzó a succionar directo en la punta, usando labios y lengua, y fue en ese momento que ya no pude más, el orgasmo me hizo temblar desde las piernas hasta la base de cráneo, al punto que por un momento sentí que me desmayaba.

Me tumbé sobre la cama, a un lado de ella, con la respiración entrecortada. Ella por su lado, apretaba las piernas y se masturbaba con el dildo que tenía metido. No pasó mucho tiempo antes de que llegara un nuevo orgasmo para ella. La acariciaba y besaba apasionadamente. De pronto no hubo más movimiento, sacó el dildo y lo puso a un lado. Nos besamos otro rato y sin decir nada, se apoyó sobre mi pecho.

Lo siguiente que supimos es que era de día, cerca de las 11 de la mañana.

Amanecí molido, demasiado cansado, pero muy relajado. Ella por su parte, le costaba trabajo moverse, estaba como entumecida y adolorida de las piernas y los brazos. Como pudimos nos paramos de la cama. Le ayudé a quitarse el body que todavía tenía puesto y aunque verla con eso puesto, me calentó mucho, la verdad es que mi cuerpo estaba demasiado cansado en ese momento como para intentar algo. Nos metimos a bañar juntos y pues, una cosa llevó a la otra y terminamos teniendo un "rapidín" en la bañera, aunque está vez, fue más bien tierno, lleno de besos y la única posición que hicimos fue, ella sobre mí, cabalgándome, pero a un ritmo lento, muy tranquilo.

Salimos del baño y nos fuimos a desayunar juntos. De regreso, le di su sueldo y le pedí el Uber.

-Y dime, ¿te gusta el empleo?- pregunté con curiosidad real.

-¿Estás loco? jamás había disfrutado tanto, no sabía que se podían tantos orgasmos juntos. Me vine riquísimo. Hasta ganas me dan de pagarte yo a ti. -Me dijo, mientras se reía con su comentario.- Ya quiero que sea viernes.

-Y yo. Pero dime una cosa, ¿tienes alguna fantasía que quieras que te cumpla?

Lupita se quedó un rato pensando, y en la mirada se le veía que estaba insegura por decir lo que estaba pensando, así que le insistí en que me platicara. Finalmente, me dijo.

-Es que, he estado pensando, que nunca me han amarrado. Estuve leyendo sobre eso en internet y me da curiosidad. -Dijo, mientras se mordía el labio.

-La próxima vez, lo haremos así, entonces. Lo prometo.

Su mirada brilló y sonrió grande.

Llegó su Uber y salí a despedirla con unos besos.

Regresé a mi departamento, cambié las sábanas y el edredón, lavé y guardé los juguetes y eché a lavar la ropa de cama y la que se puso Lupita.

Ya que todo quedó limpio, recibí una llamada de Lupita, indicándome que había llegado bien a su casa y que no hubo problemas con su familia. Platicamos sobre lo bien que lo habíamos pasado y que en verdad lo disfrutamos los dos. Para finalmente, despedirnos:

-Te veo el viernes Lupita.

-Nos vemos el viernes, mi cielo. Te quiero.

Después de eso, colgamos. Y dormí, como nunca, por casi 10 horas, literal, solo me desperté para cenar algo y volver a dormir, hasta el domingo.

Cerca de las 10 de la mañana de domingo, cuando me desperté solo tenía 1 solo pensamiento en mente: creo que a Lupita le gusta el masoquismo.

Sin tiempo que perder, comencé a buscar técnicas y el material que utilizaríamos en nuestra próxima sesión…

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