La hermana de mi pareja se llama Bea. Tiene 46 años, pero no aparenta más de 30, porque es de esas chicas que llaman la atención por su atractivo. Mi pareja también lo es, debe ser cosa de familia. Yo soy un chico normal, de 45 años que sinceramente no se deja llevar por el atractivo físico sino más bien por la sensualidad y lo que te trasmite la otra persona, y creo que eso es lo que me llevó a no poder resistirme a esta tentación. Es extraño como cambian las cosas respecto a lo que uno cree y como pueden ser de diferentes las personas de como uno se las imagina. Nunca pensé en Bea a nivel sexual, pero quizá porque era algo tan remoto e inimaginable que ni entraba a formar parte de la imaginación (y tengo mucha) y yo tiendo a excitarme solo con cosas que pueden llegar a ser posibles.
Jamás había sentido que Bea haya tenido ningún interés físico o sexual por mí, y nos conocíamos ya hacía tres o cuatro años. En mi caso la primera vez que tuve deseo por ella o al menos una fantasía, fue una tarde en la que estaba con la familia de mi pareja, todos sentados alrededor de una de esas mesas de comedor bajas charlando.
Yo estaba en una silla y Bea en el sofá. Ella llevaba una falda que no era corta, pero la tenía remangada para sentarse con las piernas abiertas y entrecruzadas encima del sofá. El caso es que desde mi perspectiva veía claramente su coño, y digo claramente porque no llevaba las bragas puestas. Yo intentaba no mirar, por una parte porque me parecía invadir su intimidad y por otra por si me veía y la situación fuese incómoda entre nosotros a partir de eso. El caso es que ella hablaba conmigo y a mi se me iba la mirada hacia su coño sin poder evitarlo. No modificaba su postura ni bajaba su falda a pesar de lo obvio de mis miradas. En mi imaginación se fue afianzando la idea de que quería ponerme cachondo, y yo cada vez miraba con menos pudor, pero ella seguía igual.
Mi cabeza estaba a cien dando vueltas a cómo saber si ella me estaba mandando una señal o solo era un descuido. No puedo asegurar que ella fuera consciente pero yo cada vez deseaba más que lo fuera y llegó un momento en que era obvio que se tenía que dar cuenta de que miraba. Estaba tan cachondo que tuve que ir al baño a masturbarme, y cuando volví ella puso una sonrisa que no supe interpretar… o sí. Me dio rabia no saber si aquello era fruto de mi imaginación o realmente ella lo hacía intencionadamente. El caso es que a partir de eso mis fantasías con ella eran frecuentes, sobre todo cuando coincidíamos en algún sitio.
Seguimos teniendo una relación normal (y no volvió a pasar nada similar a lo de aquel día). Quedábamos a comer en casa de su madre todos, coincidíamos las parejas para salir por Madrid, nos traía a su hijo de 2 años para que nos quedáramos mi pareja y yo con él por la tarde y se quedaba un rato a charlar… pero ni una mirada pícara ni un solo gesto que me hiciera indicar que aquel día pasó algo más que mi imaginación y el descubrimiento de ese coño que tanto deseé en ese momento oler, acariciar, chupar, beber, disfrutar… Tanta era su indiferencia que dejé de tener esas fantasías con ella.
Tres o cuatro meses después, llegué a mi casa después de trabajar a eso de las 5 de la tarde y vi que como otras veces estaba el carrito con el hijo de Bea en nuestra casa y su hijo dormidito. Vi la puerta del baño cerrada por lo que imaginé que estaba mi pareja allí.
Fui a la habitación a buscar a mi pareja, dejar las cosas y ponerme más cómodo, pero cuando abrí la puerta de la habitación me encontré a Bea en la cama con las piernas abiertas y masturbándose. Me quedé paralizado, cortado y si saber qué hacer.
Ella también se asustó, cerro las piernas y se encogió avergonzada. Son de esos momentos de ¡tierra trágame! en los que uno no sabe si salir corriendo o quedarse petrificado.
Dado que es la hermana de mi pareja e iba a seguir viéndola muy a menudo mi reacción fue la de intentar normalizar la situación para que ella se sintiera al menos… menos mal. Pensé que tratando la situación como dos personas adultas y entendiendo ambos que todos necesitamos sexo y todos nos masturbamos cuando nos apetece disfrutar, la situación se traduciría simplemente en la vergüenza de cuando ves a alguien sentado en la taza del váter.
Recuerdo lo que le dije como si fuera ayer…:
-“Bea no te preocupes, es una cosa natural, una necesidad básica incluso. Yo también me toco a veces y no hay de que avergonzarse, así que por favor no te sientas mal. Por mi parte está olvidado”
Iba a cerrar la puerta y ella dijo:
-“Espera si realmente quieres que no me sienta mal. Estoy de acuerdo contigo en que es una necesidad y algo natural, pero tú me has visto a mí en esta situación y yo a ti no, por lo que me siento en desventaja frente a ti y cada vez que te vea no podré evitar pensarlo.
-No puedo evitar haberte visto y no sé cómo arreglarlo. No creí que hubiese nadie en mi habitación y no puedo tampoco borrarme la memoria.
– Me da vergüenza decirte esto y quizá aún empeore más las cosas…
-Bea, si hay alguna cosa que te haga sentir mejor, te prometo que lo haré.
-Creo que lo más justo es que yo también te vea masturbarte como tú me viste a mí para que estemos en igualdad de condiciones cuando nos volvamos a ver y ninguno sienta esa desventaja.
-Bea. Dime que necesitas que haga, y lo haré.
Tras decir esto parece que hubo un antes y un después. Ella volvió a tumbarse boca arriba con las piernas abiertas y con un control absoluto de la situación y me dijo con voz firme:
-Quiero que desnudes y te toques lentamente mientras yo te miro.
-¿Y si viene Marisol?
-No te preocupes, acaba de irse a la peluquería y tardará al menos 2 horas. Como comprenderás yo tampoco quiero que nos vea así.
Me desnudé completamente y ella me dijo, “quédate de pie, quiero verte bien” y empezó a tocarse de nuevo mientras me miraba completamente empalmado delante de ella. Yo empecé también a tocarme allí, de pie mirándola. Cuando me dio permiso me tumbé a su lado sin saber muy bien hasta donde iba a llegar eso, pero cada vez sentía menos pudor y más y más deseo de que llegara lo más lejos posible.
-Bea, me gustaría chupártelo, y hacerte disfrutar.
Ella reaccionó inmediatamente dejando de tocarse, abriendo aún más las piernas y ofreciéndome su coño.
Puse mi cabeza entre sus piernas y sentí sus pantorrillas sobre mi espalda. Empecé a lamerla muy muy despacio. Al principio sin apenas tocar su coño, a pesar de que ella hacia movimientos que mostraban su deseo de que lamiera y metiera mi lengua. ME gustaba hacerla sufrir un poquito para que deseará aún más mi lengua. Cuando mi lengua recorrió por sorpresa el centro de su coño hasta llegar a su clítoris, dio un grito/gemido que estoy seguro de que oyó algún vecino.
Era delicioso lamérselo y comerme todos sus flujos. Mientras escribo esto y recuerdo su olor y su sabor, me excito muchísimo. Estaba empapada y yo desatado deseando más y más mientras ella empujaba mi cabeza y gemía para que no parara. Me costaba hasta respirar, pero no quería dejar de beber de su coño, esos flujos de un sabor delicioso. Intentaba meter mi lengua hasta lo más profundo que podía y ella me empujaba con sus piernas y con sus manos impidiéndome separarme ni un segundo.
Levantó sus piernas cogiéndolas con sus manos ofreciéndome su ano para que también lo lamiera. Deseaba explorar cada rincón de su cuerpo, meter mi lengua en su culo e ir subiendo lentamente hasta su coño y terminando en su clítoris. Noté como se corría y volvía a gritar por lo que no paré hasta que no se corrió a gusto una primera vez.
Cuando terminó me dijo:
-Hacía tiempo que no me corría con tanta fuerza. Ahora me debes una corrida… quiero ver cómo te corres tu
Me pidió que me tumbara boca arriba y se puso a chupar mi polla mientras ella seguía ofreciéndome su coño y su culo para que siguiera jugando con ellos. Estaba como en un sueño en el que uno solo piensa en disfrutar, sin juzgar, sin ninguna censura, evitando correrme para prolongar aquella situación única y maravillosa. Se notaba que ella también quería hacerme disfrutar. Chupaba mi polla y jugaba con ella hasta el punto que tuve que pedir que parara para evitar correrme.
-Necesito estar dentro de ti.
Sin titubear ella respondió:
-siéntate en el borde de la cama.
Lo hice y ella rodeó mi cuerpo con sus piernas sentándose sobre mi polla, que entro en su coño muy suave y muy profunda. Me encantó el gemido que soltó según se iba metiendo.
Nuestras bocas se juntaron por primera vez intercambiando nuestra saliva, sintiendo tanta atracción y tanto deseo que no era dueño de mi cuerpo. Ella me pidió que abriera la boca y dejó caer su saliva en mi boca. Me excitó muchísimo. Era como si quisiera darme todo lo que tenía, se encontraba súper a gusto y eso me hacía sentir a mi genial y desinhibido.
Yo sujetaba su culo con mis manos mientras ella se movía cada vez más fuerte, golpeando su coño contra mi cuerpo en cada sacudida, hasta el punto que sus flujos salían disparados mojando mi torso. Mientras sujetaba su culo introduje uno de mis dedos por su ano, que hizo que incrementara su ritmo aún más. Se corrió de nuevo y gritó tanto esta vez que tuve miedo de que nos escuchara algún vecino. Sentí unas ganas enormes de explotar y tuve que hacer un gran esfuerzo para no correrme. No quería correrme dentro de su coño, porque ya era demasiado arriesgado lo que estábamos haciendo… como para que además me corriera dentro y…
Mientras seguía moviéndose, me preguntó:
-¿Quieres correrte dentro de mi culo? Estoy muy excitada y sé que lo deseas.
Yo seguía con mi polla dentro de su coño y el dedo dentro de su culo y no pude evitar correrme un poquito dentro al oírlo.
No tuve ni que responder. Empujó mi cuerpo para atrás, cogió mi polla con su mano y se la fue introduciendo en el culo a su ritmo, que ya estaba muy bien lubricado.
Al ratito, cuando ya se metía con más facilidad, se puso en la postura del perrito y me dijo… “disfruta de mi culo y córrete a gusto dentro, te lo has ganado”.
La cogí de su coleta y seguí disfrutando de su culo, oyéndola gemir hasta que dejé salir todo mi semen entre espasmos de placer. Se recostó hasta quedarse tumbada boca abajo todavía con mi polla dentro.
Después de un rato tumbados juntos, llegó el momento más incómodo de enfrentarse a lo que acabamos de hacer.
Es raro, pero al estar ambos en la misma situación no me sentí avergonzado.
Cuando si que me sentí fatal fue cuando llegó mi pareja. Bea, ya se había ido con su hijo antes de que llegara para evitar verla y afrontar la situación.
No volvimos a tener sexo entre nosotros ni a hablar de aquello. Es algo que quedó atrás como si fuera una fantasía más que como algo real. No tuvimos problemas en seguir manteniendo una relación normal a partir de eso porque ambos sabíamos que fue algo puntual, inevitable, que no queríamos programar por más que hubiéramos disfrutad, porque quizá sentíamos que nos exculpaba el hecho de hacerlo por el impulso y no por una premeditación.
Meses después mi pareja y yo dejamos la relación. Precisamente porque sexualmente no era una relación divertida y creo que la sexualidad en la pareja forma parte en un porcentaje altísimo de su éxito. Pensé en llamar a Bea, porque tengo un recuerdo sexual muy agradable de aquello y me encantaría repetirlo, pero me pareció que sería invadir de nuevo su intimidad y su vida sin ninguna señal por su parte, ya que ella seguía con su vida y con su familia. Su marido y yo nos llevamos fatal, hasta un punto extremo, por lo que follar con ella todavía me haría sentir mejor y con menos culpabilidad, pero ella sí que me importa y la aprecio. Al final no la volví a llamar, aunque sí que me apeteció escribir este relato para revivir ese recuerdo (los nombres no son los reales para evitar que si esto circula…
Lo había escrito solo para mí, pero después he pensado que también podría hacer disfrutar a otros mi experiencia, e incluso, quien sabe… encontrar a alguien que quiera vivir una experiencia parecida conmigo. Nunca se sabe dónde se puede encontrar a alguien que sea compatible contigo.