Las bromas dentro de la piscina parecían durar eternamente, solo volvieron a las hamacas al sentirse realmente arrugadas debido al agua. Hacia tanto que no se reían de esa manera… tenerse cerca las hacía tan felices… lo más curioso, es que cada vez que notaban esa felicidad por estar juntas, peor se sentían por tener que separarse.
—Te deberías preparar, que ya son más de las cinco y has quedado con Pili a las siete.
—Tienes razón, aunque no sabes que pereza me está entrando en el cuerpo, estoy tan bien al sol.
—Me lo imagino. Pero mañana puedes volver a disfrutarlo, ahora es mejor que vayas con ella. Incluso si vas antes, puedes mirar algo en su tienda, la verdad que siempre trae ropa muy bonita. Suelo pasarme por allí al menos dos veces al mes.
—Oye, ¿y Sergio? —le preguntó Mari. Se había olvidado por completo de su hijo.
—Ni idea, ¿le digo que se acerque?
—No, no tranquila, que disfrute. Seguro que se lo pasa mejor con sus amigos. —a Carmen le asaltó un recuerdo muy vivido de cierta noche y se dijo “pienso que no del todo”.
—Bueno le mando igualmente, así sabemos si sigue vivo.
Lo primero que vio al coger el móvil y abrir el WhatsApp, fue la foto que su sobrino le había enviado hacia unas horas. Volvió a sentir una corriente eléctrica que le alteró todo su cuerpo, la lujuria y el pecado la comenzaban a consumir y con dedos ágiles le escribió.
—Ven a casa. Tu madre ha quedado a las siete con una amiga.
—Voy —contestó en menos de 30 segundos.
Dejando el móvil de nuevo debajo de la hamaca donde los rayos del sol no pudieran alcanzarlo, Carmen se giró hacia su hermana.
—Dice que ya estaba justo para venir, que no tardará en llegar.
—Perfecto. Voy a cambiarme poco a poco, ¿me acompañas? —su hermana asintió y las dos entraron en casa.
Subieron y Mari aprovechó para ducharse en el baño de la habitación de Carmen. Donde esa misma mañana, su hijo metía mano a su hermana mientras ella, sin saber nada, hablaba tranquilamente al otro lado de la puerta.
Mientras tanto, Sergio se excusó con su amigo, quería volver a casa lo antes posible, sabía que tendría lo que tanto deseaba. Tuvo que mentir diciendo que se encontraba mal. Un dolor de tripa por haber comido algo en mal estado, fue lo primero que le vino a la cabeza y lo más convincente. Su amigo Héctor, sin ninguna pega, le llevó dirección a casa de su tía. Mientras iba en el asiento del copiloto, la euforia por lo que tanto anhelaba le comenzaba a pasar factura bajo sus pantalones. No podía parar de pensar en lo que iba a suceder, la imagen de su tía… le volvía loco.
En casa, se encontró con que ninguna de las dos mujeres estaba en la sala. Tampoco en el jardín, preguntó si había alguien y la voz de su tía se escuchó desde el piso de arriba, llamándole para que subiera.
Sergio entró a la habitación cerca de las seis de la tarde y vio a su tía sentada en la misma cama donde la noche anterior ambos habían gozado. Todavía tenía las imágenes muy recientes y las tendría por mucho tiempo, aquello no se le podía olvidar ni aunque lo intentase con todas sus fuerzas.
La impaciencia surgió cuando vio que su madre se admiraba en los grandes espejos de la habitación. Esperaba que ya se hubiera marchado. Sin embargo recapacitó rápido, solo sería una corta espera para estar a solas, podía soportarlo.
—¿Qué te parece, cariño? —le preguntó está dando una vuelta entera mostrando su nueva vestimenta.
Llevaba una falda larga blanca y una camisa azul marino, con un bolso a juego. Carmen se había tomado la molestia de peinarla y su cabellera morena, caía hasta sus hombros con tirabuzones en las puntas.
—Estás guapísima, mamá —le dijo con un tono normal, casi sonando a formalismo, aunque estaba preciosa.
—Gracias, cielo. La falda me la compró ayer tu tía y la camisa es suya, o sea que llevo su “estilo”.
—Es muy bonita —se acercó donde su tía y le dio dos besos improvisados para saludarla. Carmen se sorprendió y contuvo un gesto de gusto por notar sus labios antes de tiempo. Se acercó a su madre y desde un lateral le dio un único beso, pero más largo— ¿Has quedado o estáis jugando a las modelos?
—He quedado, pero con una amiga de la infancia. Nada, un rato y vuelvo.
—Estate cuanto quieras, mujer —le dijo Carmen levantándose y acercándose a ellos— nosotros veremos algo en la tele y quizá obligue a tu hijo a hacerme la cena, nada interesante.
Carmen al lado de su sobrino, casi podía sentir su cuerpo, su calor, su… sexo entrando con pasión en ella haciendo que rozara el paraíso. Agitó la cabeza, todavía era demasiado pronto, el tiempo jugaba a su favor, en unos instantes Mari se marcharía y Sergio, sería suyo.
—¿Por qué no te acerca Sergio? Así no pides taxi ni nada —no podía evitar comerse con la mirada a su sobrino.
—¡Ah! Pues me parece una buena idea, ¿te importa? —dijo mirándole con cara de gatito herido y sabiendo que aceptaría añadió— Luego me vuelvo en taxi o que me traiga Pili. No tengo problema.
—Vale, mamá, como quieras.
—Me pinto y vamos, ¿bien? —Sergio asintió y ella se introdujo en el baño para maquillarse.
El joven no perdió el tiempo, girándose velozmente donde su tía casi sin tomar precauciones de que su madre le viera. La mujer le sonrió de forma pícara, casi malvada.
—Si iba en taxi… más tiempo… —susurró Sergio.
—Antes que nada, está tu madre… hay tiempo.
Carmen se percató que su hermana no les podía ver. Por lo que se acercó al cuello de su sobrino, se alzó de puntillas para conseguir elevarse lo máximo posible y posando los labios en el oído de este le susurró.
—Quiero ver la foto… en vivo.
La mano de esta subió por la pierna del joven, comenzando a hacer contacto de manera delicada en la punta de su entrepierna que saltaba alegre. Mari, metida en el baño, era imposible que les viera… sin embargo estaba tan cerca…
—Estoy demasiado “contento”…
Agarró el pene del joven con fuerza, la justa para que no rebasase el límite del dolor y mientras su hermana seguía maquillándose pacientemente a escasos metros volvió a decirle.
—Y yo… —su voz ardía a milímetros. Sergio suspiró y vio cómo su tía se alejaba soltando su sexo— voy a pedir unas pizzas que se me han antojado —dijo a un volumen normal— Mari, ¿la tuya?
—Carbonara, por favor, me encanta.
—Hecho. ¿Sergio alguna en particular? —él con los labios se le ocurrió decirla “a ti”— Una clásica, puede que sea de tu gusto. —se pasó las manos desde su cintura hasta sus pechos de la forma más sensual que conocía para terminar de añadir— ¿Con carne?
—Perfecto.
Carmen le guiñó el ojo y Sergio se quedó en la habitación mientras con una mano se adecuaba su miembro. Con cierta destreza aquel miembro juguetón había sacado su cabeza por el calzoncillo para respirar, de no ser por el pantalón incluso podría saludar.
—Hijo. —le sobresaltó la voz de su madre que le hizo dar un pequeño brinco— Uy perdón… ¿Nos vamos?
—Sí, sí, claro.
Ambos se metieron en el coche y a Sergio, en casi todo el trayecto no se le bajó la hinchazón de sus partes más secretas, era imposible quitarse de la cabeza a su tía. El guiño y el movimiento sensual tocándose su cuerpo, hicieron que pensara “soy una tetera hirviendo”.
Condujeron un rato en silencio. El joven no paraba de pensar en su tía y en la maravillosa vuelta a casa, mientras su madre jugueteaba con sus pinturas dándose los últimos retoques y abriendo el móvil de vez en cuando.
—¿Qué tal te lo estás pasando? —le dijo su madre sacándole de sus pensamientos.
—Muy bien, mejor de lo que me imaginaba —esperaba que en unos 10 minutos la cosa mejorase aún más.
—¿Tú qué tal te sientes? —Mari no entendió la pregunta— Digo si estás mejor que en casa, menos estrés, menos broncas…
—Queda mal que lo diga, pero necesitaba salir de casa. —Sergio ya había llegado cerca de la tienda de Pili y comenzó a aparcar— Puede que sea un poco egoísta, necesitaba desconectar.
—No lo eres, tienes más carga que nadie, no somos fáciles y mi hermana está en una edad… —su madre sonrió ante el comentario y miró a los ojos a su hijo. Su mirada cada vez brillaba más— no tiene que ser fácil lo que haces, siempre te he admirado por ello.
—Muchas gracias, cariño, es verdad lo que dice tu tía —Sergio arqueó la ceja— sabes… animar a la gente.
—Me alegro de que sonrías como lo haces con Carmen, apenas te veo así en casa… por cierto, tampoco te veo así por allí —refiriéndose a su ropa— estás… muy guapa. —realmente lo estaba, jamás se hubiera imaginado ver de esa guisa a su madre.
—Sergio… —un poco avergonzada por el comentario del joven— ¡Calla anda!
—Es esa tienda, ¿verdad? —ella asintió todavía algo colorada y colocándose el pelo sin necesitarlo— pues que te lo pases muy bien, mamá, te espera una pizza para cenar.
—No tardaré mucho, luego nos vemos, la verdad que tengo muchas ganas de estar con Pili.
—Pues disfruta, que igual no la ves en otro año.
—Tienes razón… —con mucha voluntad y contra su yo del pasado, Mari se acercó a su hijo y estirando el cuello, le dio un beso dejándole marcados sus labios cerca del límite fraternal. Añadió— Te quiero mucho, ¿lo sabes?
—Claro que lo sé, y yo a ti, mamá. Te prometo una cosa. —cogió la mano de su progenitora, sin recordar la última vez que lo había hecho y le dijo— Voy a intentar que siempre estés así, ya sea en casa, aquí o en la India, ¿te parece bien?
Mari asintió, algo le conmovió por dentro, tuvo que apretar los labios para guardar sus sentimientos. Le dijo que le avisaría cuando volviera y sin meditar su vergüenza, abrazó a su hijo tan fuerte como pudo, para después salir rápidamente del coche mientras se despedían. Por un pelo no se le escapa una lágrima, “qué sentimental estoy” se dijo.
Pensando en todo lo que había crecido su hijo y además, en lo bien que lo había hecho miró por última vez al coche. Su hijo se despedía con una sonrisa y un ligero movimiento de manos, Mari le copió. Con unos cuantos pasos más, entró en la tienda para disfrutar de una agradable tarde con su amiga de la infancia.
CONTINUARÁ
——————–
Por fin en mi perfil tenéis mi Twitter donde iré subiendo más información.
Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.