Cuando tenía 23 años, un fin de semana invité a mi hermana, que tiene dos años menos que yo, a bailar y le dije que se arreglara bonito porque esa noche nos la pasaríamos bien. Como soy la hermana mayor, no dudó ni un segundo en hacerme caso y se fue a su cuarto a arreglarse. Yo había quedado con mi novio, quien en realidad era mi amante, pero nadie en mi casa lo sabía, de que pasaría por mí.
Pensando en lo que haríamos esa noche, le ayudé a mi hermana a escoger su outfit. Le busqué un vestido bien putito que dejaba ver la mitad de sus enormes tetas y que se le ajustaba tanto, que sus nalgotas parecían de actriz porno. Yo por mi parte escogí una minifalda, una blusa escotada, brasier y tanga de color negro, medias negras y zapatillas, lo que me hacía ver muy putita como a mí me gusta. No sé a las demás, pero cuando me visto así, me gusta que los hombres me vean al pasar, porque lo hago pensando en ellos. Ese día era el cumpleaños de mi amante y quería darle un regalito, pues algunas veces que cogíamos se la pasaba fantaseando con mi hermana y yo jugaba con él que un día se la llevaría para que se la cogiera bien rico. Pero hasta ese día, el no imaginaba que eso estaba a punto de ocurrir.
Cuando mi amante llegó por mí, se sorprendió de ver que iba también mi hermana pues él no sabía mis planes. Fuimos al antro de moda por esos días y que a mí me gustaba pues tocaban buena música para bailar. Cuando llegamos comenzamos a tomar y luego a bailar. Mientras bailábamos y al calor de la bebida, mi amante aprovechaba cualquier ocasión para pegarse a mí y hacerme notar lo duro de su verga, lo que ya me tenía muy caliente. Cuando vi que ya estábamos medio alcoholizados, le sugerí que sacara a bailar a mi hermana y así lo hizo.
Después de que toda la noche se la estuvo comiendo con los ojos, no iba a desaprovechar su oportunidad, por lo que sin perder tiempo se la llevó a bailar entre la gente, en una zona que estaba a media luz. Yo fingía que no los veía, pero pude ver como bailaban pegaditos y se rozaban sus partes. Luego la música cambió y comenzaron a bailar perreo y me alegró ver como mi hermana tallaba sus nalgas en la verga de mi amante, pues eso era buena señal para mis planes.
Cuando mi amante y mi hermana regresaron a sentarse yo ya estaba muy caliente, así que no puede contener las ganas de poner mi mano por debajo de la mesa y tocarle la verga por encima del pantalón. El a su vez hizo lo mismo y tocó mi empapada panocha. Al sentir lo húmeda que estaba, el muy cabrón me dijo al oído que me quitara ahí mismo la tanga y se la diera, cosa que le obedecí sin protestar. Aprovechado que había mucha gente, discretamente fui bajando mi tanga por mis piernas, cuidando de que nadie me viera, aunque en realidad espero que alguien me haya visto, porque pensar en eso me excitaba todavía más. En cuanto la tuve en mis manos, le entregué la tanga a mi amante por debajo de la mesa y el muy cabrón apretándola en el puño y de forma muy discreta, se la acercó a su nariz para olerla, lo que hizo que mi panochita se contrajera de deseo.
Como habíamos tomado mucho y noté que ya estábamos muy alcoholizadas, le sugerí a mi hermana que nos quedáramos a dormir en un hotel, pues no era bueno que mis papás nos vieran así, además de que mi amante no podía manejar tan ebrio. Mi hermana estuvo de acuerdo y nos fuimos al hotel más cercano. Mi amante y yo nos quedamos en un cuarto y mi hermana en otro. Cuando entramos al cuarto mi amante ya venía muy caliente con la verga bien erecta, lo que era de esperarse después de estar bailando toda la noche con dos putitas a su disposición.
En cuanto cerró la puerta se bajó el cierre del pantalón, se sacó la verga, que ya la traía toda lagrimeada y jalándome de los cabellos, me obligó a mamársela hincada en el piso. Aunque eso de que me obligó es un decir, pues yo estaba tan caliente que se la habría mamado sin que me lo pidiera. Cuando se cansó de que se la mamara me levantó la minifalda y me tocó mi mojada panocha que ya estaba lista para ser penetrada. Sin perder tiempo me llevó frente al tocador y me clavo su verga en la panocha por detrás, mientras yo miraba en el espejo su cara de placer.
Después me llevó a la cama, me puso en cuatro y me empezó a dar de a perrito. En el momento en que estaba sintiendo más rico, me escupió dos veces en el culo, me lo empezó a frotar con los dedos y luego sin avisarme me la metió de un solo golpe. En esa posición me estuvo dando rico haciéndome gritar de dolor, pero también de placer, hasta que se vino dentro de mi llenándome con su leche y dejándome el culito todo glaseado.
Después de que se bañó, le pedí que fuéramos al sofá para que yo me subiera y fue hasta ese momento en que él me desnudó quitándome la blusa, la minifalda y el brasier, dejándome solo con las medias y las zapatillas. Él se sentó en el sofá, yo me subí de frente a él y comencé a galoparlo hasta que me vine unas 2 o 3 veces. Luego me tomó de la mano y me llevó otra vez a la cama, pero antes de que siguiera le pedí que se pusiera los pantalones y que fuera al cuarto de mi hermana por un regalito de cumpleaños que ella le iba a entregar. Al principio se quedó un poco desconcertado, pero en cuanto le guiñe el ojo, todo se le aclaró y con la cara llena de deseo se vistió y salió. Yo me quedé sentada en el sofá que estaba pegado a la pared que daba al cuarto de mi hermana, para poder escuchar lo que estaba a punto de suceder.
Yo conozco bien a mi hermana y sabía que después de tanto bailar con mi amante y tallarse sus partes, tendría muchas ganas de coger y estaría completamente desnuda, con la panocha bien mojada y lista para ser penetrada. Para escuchar mejor, me pegué a la pared y pude oír como él le toco la puerta. Cuando ella abrió él le preguntó si necesitaba algo y la muy putita de mi hermana le dijo que no podía dormir que si le daba un masaje. Luego escuché como cerraron la puerta y comenzaron a besarse con mucho deseo. Después escuché como le dio unas ricas nalgadas y luego escuché el ruido de la hebilla del cinturón de mi amante cayendo al piso, lo que era señal de que se había quitado el pantalón.
En seguida escuché los gritos de placer de mi hermana e imaginé como golpeaban los huevos de mi amante en sus nalgas. Por el rechinar de la cama, imaginé que le estaba dando de a perrito, lo que hacía que yo me excitara más y me tocara la panocha. La puta de mi hermana gritaba de placer cada vez que la embestía. Pude escuchar como la nalgueó bien rico muchas veces y como la hizo venir hasta dos veces. Luego escuché como jalaron una silla y comenzaron a coger en ella y otra vez los gritos de placer de mi hermana me indicaron que se estaba viniendo por tercera vez. Después mi amante gimió bien rico en señal de que se estaba viniendo lo que hizo que al mismo tiempo me viniera yo imaginando que me estaba cogiendo a mí. Me vine tan rico que mojé el sofá, por lo que me fui a la cama para esperarlo. Cuando entró al cuarto, pude ver en su cara todo el placer que sintió y que seguía sintiendo y volvimos a coger con más ganas.
Cuando amaneció y antes de salir del hotel, mi amante me dio un cheque por una cantidad grande de dinero, que firmó con gusto pues quería repetir lo que vivimos aquella noche. Luego nos llevó a la casa. Cuando estuvimos solas en nuestro cuarto, ni mi hermana ni yo nos dijimos nada y las dos fingimos que eso nunca pasó. Aunque de los tres, nosotras dos fuimos las que más disfrutamos, solo mi hermana y yo sabemos por qué jamás quisimos volver a ver a mi amante.