Una vez más sentía su pene metiéndose en mi vagina llenándome de ella y de felicidad por fin, le abrazaba como si alguien me lo fuera a arrebatar, me había costado mucho, pero por fin era mío y yo suya después de habernos casado y en aquel bungalow en medio de una laguna junto un océano inmenso y en calma, se estaba desatando una tormenta de placer, haciéndome gritar al mundo lo feliz que era cuando una vez más me sentía penetrada por él.
Después de una tarde de pasión, con la cama revuelta e impregnada de nuestro amor, después de hacerme el amor mi recién estrenado marido y yo, nos sentamos sobre la arena blanca inundaba por el agua de aquel mar tan cristalino y en calma que nos dejaba una imagen realmente hermosa con un cielo estrellado y una luna llena enorme iluminando toda la laguna.
Esta escena se repetía noche sí y día también a la semana de haberme casado, después de aquella cena hace ya más de tres semanas, cuando Raúl mi prometido y yo invitábamos a su hermano y su novia a cenar, si, esa misma en la que tuve un desliz con Juanmi su hermano cuando me follo en aquel cuarto de baño del restaurante, habían pasado tantas cosas desde entonces, algunas buenas y otras malas, ataques de celos, cuernos, frustración, liberación, pasión y al final felicidad.
Después de aquella noche Raúl parecía más atento, más cariñoso conmigo, tanto que no parábamos de hacer el amor y me hizo olvidar por completo a Juanmi que se me había metido en la cabeza, según se acercaba el día de la boda los dos estábamos más nerviosos, especialmente Raúl que se olvidaba prácticamente de todo, incluso de que a falta de dos días para casarnos habíamos quedado para ver un tema relacionado con las flores, con el catering y con algunas cosas más, pero Raúl ni llamo, ni apareció, pero si su hermano Juanmi al que no veía desde aquella cena.
-No me digas que te ha enviado tu hermano.
-Ya lo conoces Lara, es muy despistado y tiene mucho trabajo.
-Si, mucho trabajo y una memoria de pez jajaja.
Una vez más estaba desilusionada, mira que olvidarse de una cosa tan importante, pero por lo menos estaba Juanmi que estaba siempre al rescate de su hermano dispuesto para todo lo que yo necesitase, así que le toco al pobre aguantarme toda la tarde, una tarde rara porque se veía que no estábamos los dos cómodos después de lo que había ocurrido entre nosotros aquella noche y para remate le dije de ir un momento a la casa que Raúl y yo habíamos comprado para cuando nos casáramos.
-No, que va no conozco la casa Lara.
-Quieres verla.
-No sé si debemos.
-Anda no seas tonto y así me das tu opinión de donde colocar las cosas que hemos comprado.
Cuando llegamos un presentimiento me empezó asaltar como si me estuviera avisando de que algo malo iba a pasar, tenía claro que Juanmi y yo nos atraíamos, era mi mejor amigo y siempre me atrajo, pero confiaba en que fuéramos lo suficientemente responsables para saber que aquello pasó por lo que paso, un mal momento, una debilidad por mi parte que no se volvería a repetir, en este momento yo estaba muy centrada a dos días de mi boda, sabía que no iba a pasar nada entre los dos y a pesar de todo me costó meter la llave en la puerta, porque seguía intuyendo que algo malo iba a pasar en el momento en que entráramos.
De momento me sentí aliviada cuando pasamos de la puerta y ninguno de los dos nos abalanzamos sobre el otro para besarnos, pero mi alivio duro poco… Juanmi rodeaba con su brazo mi cintura y con su mano me agarraba fuerte el brazo cuando empezamos a ver por el suelo del salón un reguero de ropa, más adelante ropa interior de mujer, el corazón me empezó a latir de una forma exagerada cuando empecé a oír unos ruidos que salían de lo que iba a ser mi habitación, gemidos, pequeños gritos de mujer, y cuando llegue mire en su interior por la abertura de una puerta a medio cerrar y mis ojos se empezaron a inundar de lágrimas a la vez que Juanmi tiraba de mí para que nos fuéramos, Raúl follaba con otra mujer en lo que iba a ser mi cama, donde tantas y tantas veces Raúl me dijo que fabricaríamos a nuestros hijos.
Ella estaba cabalgando sobre él, su polla desaparecía en su interior cada vez que bajaba, su rubia melena cayendo sobre la espalda y apoyada con sus manos sobre la cama gritando y gimiendo como una puta, diciéndole que la follara, que se la metiera hasta el fondo y que la llenara con su leche. Juanmi tiraba de mí hacia atrás, no me quería verme sufrir y tiro de mí con fuerza para que nos fuéramos y no me permitió que consiguiera verle la cara aquella mujer, o quizás sí, quizás sí que la pude ver a través de un espejo, pero ya eso no importaba porque salía de la casa llorando casi sin aliento, como en un ataque de pánico, pensando que mi mundo se había derrumbado, aquella tarde azul se había convertido en una tarde de tormentas negras en mi cabeza, Juanmi me abrazaba y besaba a la vez que llamaba por teléfono.
En quince minutos estaban mis dos mejores amigas dándome lo que más necesitaba en ese momento, mientras que Juanmi nos traía un café, pero a pesar de los consejos de que no continuase con la boda yo ya había tomado una decisión y así justo el día de mi boda, Juanmi se presentó en mi casa justo antes de salir intentando por última vez convencerme de la locura que era casarme con su hermano.
-Dame una razón, solo una Juanmi, -Le gritaba muy enfadada, después de haber echado a mis padres casa y decirles que sería Juanmi el que me llevaría en la limusina y que allí me encontraría con ellos y a pesar de los recelos de estos y de muy mala gana se marcharon muy a su pesar.
-Tengo que darte más razones de la que tú ya sabes, porque si es así no sé qué más decir para abrirte los ojos. –Juanmi no se amilanaba y me contestaba igualmente enfadado.
-No se Juanmi, solo quiero que me des una razón más. –Contestaba más sosegada, casi llorando.
-Ahora no te puedo dar ninguna, tan solo que…
-Si… -Le cortaba y esperaba que terminara lo que había empezado, pero sabía que nunca lo diría.
-Nada déjalo.
-Entonces ya está dicho todo ¿no? –Me levantaba de la silla con el traje de novia inmaculado, mi rostro triste y lloroso por lo que no había oído, por lo único que me podía hacer cambiar de idea y con paso firme me dirigía la puerta cundo Juanmi me sujeto de la muñeca y me hizo girar.
Por fin, por fin Juanmi me daba lo que quería, una muestra de que él me quería, los dos nos abrazábamos y besábamos por todo el cuarto hasta tropezar y caer encima de la cama, me daba igual el vestido, me daba igual la boda, mi familia, su familia, lo único que deseaba lo tenía ahora encima de mí moviéndose y frotando su cuerpo contra el mío, acariciando mis mejillas mientras me besaba, acariciando mi cuerpo con su mano que iba bajando rápidamente hasta levantar mi vestido y descubrir mis muslos con unas medias de liga blancas y un tanga minúsculo blanco de raso, estaba dispuesta a todo, estaba dispuesta a entregarme a él, el día de mi boda.
Todo fue muy rápido, casi sin darme cuenta tenía los pantalones bajados y me había quitado el tanga, los espejos de los armarios reflejaban a una novia encima de la cama follando con un hombre en frac con los pantalones bajados, a una novia que disfrutaba cuando recibía un premio que no esperaba ese día, el espejo reflejaba como aquel hombre subía y bajaba su pelvis, las manos sobre la cabeza de la novia besándola en el cuello, las piernas de ella rodeándole el cuerpo y cruzando sus pies a la altura de sus glúteos con sus zapatos de tacón blancos espoleándole cada vez que él empujaba.
La cara de felicidad, de placer con la boca abierta sentía como con cada empujón su pene se metía más al fondo en mi vagina, como me llenaba entera, su piel caliente dentro de la mía entrando y saliendo, como una hoya nuestros sexos se iban calentando a punto de soltar todo el vapor de su interior, sus penetraciones más placenteras me iba inundando de flujo cada vez más, su polla ya no se deslizaba dentro de mí, sino que navegaba en un mar de deseos, deseos por él, deseos reprimidos por ambos desde hace tanto tiempo que afloraron cuando cenamos todos no hace tanto, deseos el día de mi boda por el que iba a ser mi cuñado y deseaba que explotara dentro de mí llenándome con su semen.
Solo el reflejo en un espejo era capaz de enseñar la felicidad en nuestros rostros, pero lo que no era capaz de mostrar eran los gritos de placer de ambos cuando nos fundimos en un orgasmo realmente delicioso cuando los dos explotamos, llenándome con su semen y ahora le hacía el amor a mi flujo, le tenía dentro de mí y así quería que siguiera, pero todo cambio cuando se levantó y me pidió perdón, ¿perdón porque?, no entendía nada, pero estaba claro que él nunca daría el paso para acabar con la boda, sabía que me quería y sin embargo se conformaba con follarme de vez en cuando, llorando esta vez de impotencia, me puse el tanga y salí dispuesta a no faltar a mi propia boda.
En el trayecto no hablamos, tan siquiera nos miramos y justo antes de llegar.
-Esto es un adiós Juanmi, no me llames, no me busques, hoy te convertirás en mi cuñado pero en nada más y antes de decirte adiós para siempre quiero que me recuerdes y que veas lo que has perdido. –Diciéndole al chofer que no parara y que diera una vuelta más le había bajado la bragueta del pantalón y me estaba comiendo su polla ante la mirada incrédula del chofer.
-Joder Lara, no mmm –Juanmi intentaba hablar, pero mis labios no le dejaban en un principio, mi boca subía y bajaba por su pene haciéndole gemir y haciendo sudar al chofer que no paraba de mirar por el espejo retrovisor después de haberlo ajustado.
Juanmi ya no intentaba decir nada, solo cerraba los ojos y movía sus manos acompañando a mi cabeza, sentía como le palpitaba la polla, como poco a poco tragaba el líquido pre seminal y con un pequeño grito empezó a lanzar en mi boca un torrente de semen caliente que iba tragando cada vez que lo expulsaba, lamiendo después su glande para limpiárselo bien y quitándome el blanquecino líquido que tenía por la comisura de mis labios con mi lengua y allí les deje a los dos, a uno triste porque me había perdido y al otro empalmado con un buen calentón.
La música sonaba cuando pasaba por el centro del pasillo atrayendo todas las miradas y cuando Raúl me quitaba el velo de la cara, en ese momento mi vida futura paso por delante de mí como un rayo, miraba a Raúl sonriendo y luego a Juanmi cabizbajo sentado junto a su novia Nieves que como siempre estaba monísima.
–Vete a la mierda Raúl, a partir de hoy ya te puedes follar a todas las que quieras, menos a mí. –Un murmullo cada vez más alto se extendió por los asistentes, algunos gritos de ánimo y algo más por parte de mis amigas, nadie entendía nada hasta que me di la vuelta.
-No hay boda lo siento, he comprendido aunque tarde lo cabrón que es Raúl. –Bajando las escaleras me dirigí hacia Juanmi al cual le notaba sorprendido, pero contento a la vez nervioso, seguro que esperaba que le dijera algo, pero pase de largo con la mirada y me centre en mi siguiente víctima. –Toma guapa el ramo, ya te la puede meter en mi cama todo lo que quieras y más puta zorra. –Me había dirigido a Nieves su novia que empezaba a mirar al suelo avergonzada mientras que la gente nos miraba y alguna risa que otra se oían en el salón, algunos vítores y algún grito por parte de mis amigas insultando a ambos con algún que otro aplauso.
Nieves era la mujer con la que estuvo follando Raúl en mi casa cuando Juanmi y yo llegamos, él no lo sabía y yo no quise decírselo por no hacerle daño, pero todo había cambiado aquella tarde, Juanmi me había cambiado y esperaba que yo a él con lo que acababa de hacer, deseaba tanto que saliera detrás de mí que no me di cuenta de los vítores y aplausos de mi familia, salía del salón casi corriendo con mis amigas detrás de mí.
Todo paso muy rápido, demasiado rápido desde que di aquel espectáculo difícil de olvidar, casarme me case al día siguiente y ahora Juanmi mi recién estrenado marido y yo disfrutábamos de esa imagen con la luna iluminándolo toda la laguna, habíamos cenado un poco y disfrutábamos de la paz que se vivía en aquel complejo hotelero con los bungalows edificados sobre la misma laguna rodeados de agua, de 10 a 15 centímetros de profundidad, donde podíamos pasear por el día y sentarnos por la noche viendo la estrellas, pero aquella noche era especial, la luna en su máximo esplendor, la brisa marina suave y templada nos recorría la piel y Juanmi y yo empezábamos a comernos a besos cubiertos por un manto estrellado.
El silencio se había instaurado sobre la laguna, tan solo alguna luz en la lejanía de los otros bungalow que poco a poco se iban apagando, Juanmi me besaba y poco a poco me iba tumbando sobre la arena, sobre el agua, me iba quitando el sostén del bikini que tuvimos que lanzarlo entre risas hacia las escaleras para que no se lo llevara la poca marea que había, estábamos en la parte menos profunda y aun así mi cuerpo casi sumergido en el agua, tan solo mi vientre, mis pechos, mi cabeza que se apoyaba en la parte más alta de la arena y notaba como las pequeñas olas mojaban mis piernas, mi sexo y encima de mi Juanmi me humedecía con su lengua las partes no sumergidas, besándome en los labios, en mis pechos, saboreando mis pezones salados y elevados como si la luna tirara de ellos.
Muy despacio se fue poniendo encima de mí, notando su pene golpear mi sexo, le abrazaba y acariciaba una y otra vez su espalda, sus brazos que se habían anclado a la arena, dirigí mis manos hacia la braga del bikini y me la fui quitando sin importarme que se la llevara la marea, igual hice con su bañador y sin darme cuenta su pene ya había buscado su sitio y empezaba a penetrarme con nuestros sexos sumergidos en el agua salada de la laguna, mis piernas abiertas con mis rodillas flexionadas y haciendo presión con mis talones en la arena para no moverme y él entrando y saliendo de mi cuerpo cuando empujaba una y otra vez sus caderas contra las mías metiéndome su pene, llenándome con él y disfrutando de aquella noche tan romántica debajo de un cielo estrellado que veía como Juanmi empezaba hacerme el amor.
El silencio de la noche se rompió, nuestros gemidos y los te quiero empezaron asomar, cada empujón un gemido convertido en grito, cada te quiero interrumpido por un gemido cuando le sentía entrar, el chapoteo del agua cundo se acercaba a mí con mi vulva sumergida y su pene buceando para entrar en mi cuerpo suavemente y una vez dentro navegando por un mar salvaje de flujo que quería escapar de mi interior cuando una vez más Juanmi hacia que tocara las estrellas al sentirme tan feliz, notaba como podía alcanzarlas al sentir aquel orgasmo que tanto sentí, mi cuerpo se elevaba y se inundaba por dentro, él no tardo mucho más en llegar al final y desplomarse encima de mí besándome primero los labios y después el cuello.
Estábamos los dos muy relajados después de haber hecho el amor en el agua, los dos nos tumbamos en silencio mirando al cielo, cada uno con la cabeza al extremo contrario del otro, las piernas extendidas con mis muslos rodeándote tu cuerpo por encima de los de los tuyos y tus muslos rodeándome por debajo de los míos y con nuestros sexos unidos, pero tu pene todavía en reposo hasta que te levantaste y así tan pequeña, tan frágil me la metiste dentro de mi vagina para que descansara dentro de mí y te volviste a tumbar, te sentía dentro de mí, tu pequeño glande en esos momentos, pequeño en comparación de lo que yo sabía que era capaz de crecer, los dos en silencio sin decirnos nada mirábamos las estrellas mientras que las suaves olas de aquellas aguas cálidas nos cubrían la mitad de nuestro cuerpo.
Sentía como poco a poco tu pene despertaba de su letargo obligado, como mi vagina se excitaba de verle crecer mojándose para ti, mis manos empezaban acaricias mis senos rodeando con mis dedos mis pezones, tu pene ya casi como un coloso me empezaba a llenar y tú lo sabías porque empezaste a moverte, mis gemidos fueron el despertar de los dos, tumbados nos levantábamos a unísono y con nuestros brazos apoyados en la arena nos elevábamos lo suficiente para mirarnos en silencio, no podía tocarte ni tú a mí, estábamos fuera del alcance de nuestras manos y de nuestros labios, no así de nuestros sexos que ya jugaban y como un baile se movían en una maravillosa coreografía en la que tu pene se metía y salía de mi vagina, los dos movíamos nuestras caderas, los dos gemíamos de placer al sentirme yo penetrada y tu penetrarme con tanta dulzura.
Era un momento de los más bonitos que había vivido, prácticamente sin tocarnos nos hacíamos el amor, nuestros rostros lo decían todo, pero también decían que estábamos demasiado lejos el uno del otro y alzándonos un poco más nos cogimos de las manos y tiramos el uno del otro hasta que me tuviste sentada encima de ti con tu pene tremendamente hundido en mi vagina, ahora tus manos no paraban de acariciar mis senos, tus labios de besar y lamer mis pezones, mis manos te acariciaban el pelo y la espalda suavemente y mi cuerpo subía y bajaba lentamente sobre tu pene.
Nos empezamos a besar, a bailar con nuestras lenguas cuando empezamos a sumergidos en un clímax que nos aisló del resto del mundo, gemíamos y gritábamos de placer sintiendo como explotabas dentro de mí lanzándome tu semen que me llenaba entera, mi vagina se había inundado y salía por mi vagina un torrente de flujo se unía al agua salada de la laguna chorreando entre nuestros muslos con tu pene tan metido en mi vagina que tu esperma atravesaba aquel mar embravecido de flujos a gran velocidad, penetrando muy dentro de mi cuerpo y quizás esa noche no, ni al día siguiente, pero si algún día me regalaras lo que tanto deseaba de ti, lo que tanto deseábamos los dos.
De vuelta a Valencia después de nuestro viaje de novios, un viaje que en principio iba a ser con su hermano, todo seguía igual, a Raúl su hermano parecía que no le hubiese importado que le pusiera colorado en su boda, él seguía de flor en flor, mis amigas más amigas que de costumbre y nuestra nueva casa ya iba tomando en forma, aunque no todo seguía igual, todo no, una semilla había germinado en mi interior y estaba segura de que fue aquella noche en la laguna.