Va por ti, solo por ti.
Y aunque en varias ocasiones se planteó convincentemente la idea de hacer un relato a modo dueto o imaginando un encuentro futuro, la falta de tiempo dejó relegada la tarea.
Pero ahora tengo una nueva motivación y lo mejor de todo, una gran recompensa para hacerlo.
Así que sí, va por ti, solo por ti.
Y todo comienza así, con un inocente halago que te hace añorar el buen hábito de sentarte a relatar y compartir un momento íntimo y placentero para que ya no sea tan íntimo, pero sí igual de placentero para los dos.
Hechas las presentaciones de rigor y disfrutado de los primeros halagos, como siempre pasa en este entorno, la situación derivó.
Tampoco quería saber mucho de ti, algo básico para que no fuese tan impersonal, pero tampoco detallado de manera que se pudiese acotar a la persona.
Con un nombre, edad y un propósito en la vida llega.
Pero lo que tienen este tipo de contactos es que el tema de conversación es muy limitado y tras agotar halagos varios con sus respectivas gracias junto a la promesa de algún día volveré a escribir, el intercambio de caracteres escritos terminó.
Hasta que un día el subconsciente movió nombres hacia la única parte que está activa a primera hora de la mañana en mi cerebro y me acordé de ti.
Busqué tu correo para mandar un cordial” Hola, como va todo?” a la espera de respuesta.
Y sí, la respuesta llegó y con ella las buenas costumbres. Y por buena costumbre entendamos una imagen de mi querido interlocutor.
Nada de mal gusto, lo justo para sobreentender de forma artística lo que me esperaba al otro lado del teclado.
Entonces fue cuando los halagos cambiaron de dirección y partían de mi teclado hacia tu pantalla ansiosa por recibir respuesta y quién sabe si alguna sorpresa más.
Sabéis que? Tengo un “fan” muy detallista y generoso que me regala los ojos en cada correo. Tiene la virtud de saber estar en mi vida cuando lo necesito y a la vez ausentarse lo justo para no causar conflictos. Algo imprescindible para mí.
Por mi parte avisaros que llevo mal la obediencia y los plazos y mis “regalos” aparecían siempre que no eran pedidos.
Los únicos plazos que cumplo son los que me pone la Administración Pública y porque por medio siempre se juega dinero (sí, suena muy a puta, pero que hostia; una no se esfuerza para no recibir algo productivo a cambio, no?)
Por lo que en esa situación nos encontramos. Yo escatimando lo que dejo descubrir mientras que por el contrario se me abrían las puertas a algo muy tentativo.
Fue una tarde, cuando la falta de un mísero e-mail de “que tal el día?” me llevó a una idea.
Ese día fuera una pesadilla y cuando al fin llegué a casa fui directa a preparar las cosas para ir a la piscina.
Estaba guardando mis braguiñas de Batman cuando se me ocurrió desvestirme, ponerlas y colocarme con el culo en pompa delante de la cámara.
Y ahí te ve va.
Un regalo.
Como siempre fuera de plazo pero con el atractivo del factor sorpresa.
No me des las gracias, espera.
Mañana tengo la tarde libre y una gran idea para ti.
Con esa gran idea al día siguiente me pasé por la tienda. Compré un bonito y sobrio conjunto de lencería negra con encaje, un ligero y un camisón de seda también negro.
Al llegar a casa me duché, estrené mi ropa nueva y me subí a mis tacones favoritos.
Ya en la habitación descubrí el escondrijo de las “perversiones” y cuidadosamente fui colocando todo encima de la cama.
Abre la foto.
En ella puedes ver las imprescindibles esposas, un antifaz, una pluma, algunos pañuelos de seda, una mordaza, una fusta, unas bolas chinas, un masturbador a control remoto, varios consoladores, un bote de aceite y una colección de disfraces.
Soy tuya.
Por donde quieres empezar?
Que quieres que haga?
“Nada”. Es la respuesta que recibo.
Suena el timbre. Abro la puerta. Eres tú. Siempre has sido tú. Te conozco…