La habitación está casi en penumbras, solo una pequeña lámpara sobre la mesa de noche está encendida.
Estoy sentado en un rincón en la esquina más oscura de la habitación, una mecedora vieja me sostiene. Estoy en silencio, como un depredador que observa a su presa listo para embestir, como un fantasma que espía sin ser visto.
Estoy aquí porque así me lo pediste:
—Siéntate en la mecedora y no hagas ruido
Puedo ver tu inconfundible silueta a través de la tela semi transparente del biombo, veo tu sombra moverse por el espacio que queda entre la madera y el piso. Noto como levantas una a una tus piernas para abrir el cierre de tus largas botas negras, su sonido al abrir es música para mis oídos, sin perder tiempo sacas tu pantalón y lo dejas tirado junto a las botas, en poco tiempo escucho como tu blusa cae al suelo.
Ahora debes estar semidesnuda, solo en ropa interior, cierro mis ojos para imaginar lo que sigue; lo he visto tantas veces, que es como si estuviera ahí dentro contigo.
Ahora tus manos deben estar detrás de tu espalda dejando tus pechos libres, un suspiro de alivio sale de tu boca al sentir la libertad que ese pequeño acto te provoca cada día, casi enseguida tus manos bajan la última prenda esas bragas impregnadas de ti, de tu esencia, de tu olor, aspiró hondo desde mi lugar intentando percibir un poco del aroma que guarda ese pequeño pedazo de tela…
Ya estás completamente desnuda, y yo del otro lado de la tela, estoy duro, muy duro esperando por ti, hambriento por tenerte.
Cuando sales de tu escondite improvisado lo haces sonriendo, caminando lentamente hacia donde sabes que te observo.
Admiro tu figura, esa que tantas veces he recorrido milímetro a milímetro, me concentró en tus piernas, largas y firmes, ágiles y seguras.
Te detienes un poco antes de llegar a mí casi cuando mis manos pueden alcanzarte, das un giro y caminas alejándote unos pasos de mí, noto tus dotes de bailarina cuando tu cuerpo se inclina hacia delante hasta tocar tus pies con las manos.
La vista de ese movimiento me encanta y me enloquece.
Estoy a punto de levantarme cuando tu voz se escucha, es como si me leyeras el pensamiento.
—¡Quédate quieto O tendré que amarrarte a esa mecedora!
Estoy tentado a volver a hablar solo para estar amarrado ante ti, pero mi sentido común me dice que si hago caso me divertiré más.
Te enderezas y caminas hasta la cama, te sientas en el borde y abres las piernas ofreciéndote como un tributo, desde donde estoy no puedo ver tanto como quiero, la oscuridad y el ángulo de mi lugar me lo impiden.
Muero por levantarme y poder ir hasta ti.
Te ríes de nuevo sabes lo que quiero.
—¡Jajaja! estoy segura que quieres venir y tocarme.
¡Desvístete y ven!
Me levanté de la mecedora como un resorte, sin perder tiempo me despoje de toda prenda en mi cuerpo hasta quedar desnudo, comencé a caminar con largos pasos para llegar a tu lado pero tu voz me detuvo.
—¿¡Qué haces!? Debes venir a cuatro como el perro que eres, debes mirar el suelo, por hoy ya me viste suficiente. Regresa hasta donde estabas y te acercas como te indique.
Ahora sé que va en serio. Me regreso hasta la mecedora y pongo mis manos en el suelo.
Comencé a avanzar ahora en cuatro como un perro.
—Eso, así está mejor.
Ven, perrito ven.
Llegué hasta donde estaba Natasha con su mano en mi cabeza me ordenó detenerme.
—Híncate quiero examinarte, tus patas atrás de tu cuerpo.
Hice lo que me ordenó y ella comenzó a examinarme. Camino a mi alrededor solo podía ver sus pies moverse a mi lado, con un suave movimiento uno de sus pies tocó mi daga erecta y subió por ella recorriendo toda su extensión, como si comprobará su dureza, como alguien en una tienda examinando la mercancía antes de comprar.
—¡Vaya! Se nota que te está gustando mira nada más cómo estás.
De seguro quieres tu premio.
Bien, me apetece darte un pequeño obsequio.
Me voy a sentar en el borde de la cama y tendrás el privilegio de poder oler.
Si lo has comprendido ponte en cuatro y mueve el rabo para que yo vea que estás contento con tu premio.
Luego se sentó tal como lo había dicho, pero con la piernas cerradas y apretadas.
De nuevo me puse en cuatro y moví mi trasero tratando de imitar a un perrito contento con la llegada de su dueña.
Me acerqué hasta sus rodillas y traté de meter mi nariz entre sus piernas para poder oler. Nat se divertía cerrando aún más las piernas y deteniendo mi cabeza con su mano.
De repente abrió sus piernas dando libre acceso hasta sus labios.
—Acércate, huele y disfruta de mí.
Me tenía totalmente bajo su control, hice exactamente lo que me dijo aspire ese característico olor a hembra, a mujer lista para amar, a simple y mundana lujuria, el deseo ya brotaba de entre sus piernas.
No me atreví a sacar mi lengua, aunque deseaba hacerlo si lo hacía antes de tiempo corría el riesgo de que no me dejara hacer nada más que eso. Así que espere su orden.
Ella se reacomodo un poco sobre la cama, cerró las piernas levemente y echó su trasero más atrás en el colchón dificultando para mí cualquier intento de Lamer.
Yo sabía lo que seguía:
—Lame, quiero ver si eres capaz de provocar placer a tu dueña.
Por más que intentaba alcanzarla con la lengua, no podía ella estaba disfrutando con mi frustración por tocarla añadiendo comentarios soeces hacia mí. Simplemente como estaba acomodada era imposible que desde mi lugar pudiera alcanzarla.
—Ni para eso sirves. Deja de intentar algo imposible para ti. Mejor bebe un poco de agua que por lo que veo va a ser la única forma de que mojes tu lengua.
Tiro un poco de agua sobre un cenicero y lo puso en el suelo junto a mí cuerpo, cuando me agache para beber y cumplir su capricho con un pie la derramó en el suelo. Quería probarme, quería ver si yo sabía lo que ella pretendía.
Claro que lo sabía así que comencé a Lamer el suelo buscando tomar toda el agua con la lengua.
—Eres un perro muy obediente. Ven intenta de nuevo.
Esta vez abrió las piernas y puso su vulva en el borde del colchón.
Estaba húmeda pude notarlo al poner mi lengua sobre sus labios, hizo un pequeño movimiento con sus manos sosteniendo mi cabeza, limitando la zona que podía lamer, restringiendo mi placer.
Yo quería explorar sus labios por completo, meter mi lengua en su vagina, Chupar y succionar su clítoris.
Pero ella aun no quería permitirlo así que detenía mis movimientos, pude notar como se humedeció más y un leve gemido se escapó cuando pude tocar su clítoris.
Me detuvo un fuerte jalón.
Jaló tan fuerte de mi cabello que me obligó a mirar a otro lado, no pensé que en esas manos delicadas hubiera tanta fuerza.
Luego con la misma fuerza puso de nuevo mi cabeza entre sus piernas, ahora sin ningún tipo de impedimento, se recostó sobre la cama dejando sus piernas abiertas y colgando al suelo.
Por fin ahora podría disfrutar de ella, podría saborear sin prisa y lamer a mi antojo, se cómo le gusta primero lento, le encanta que recorra el contorno de sus labios de arriba a abajo y luego de regreso sin llegar a introducir la lengua.
Después sus movimientos me indicaran que ya está lista, sus movimientos que quiere sentir mi lengua más fuerte, más aprisa, más constante, en círculos sobre su clítoris y de arriba abajo sobre su vulva, sé que ahora no quiere que solo roce por encima, ahora quiere sentir más.
Comienzo a escucharla, ya su boca no puede contenerse y deja escapar el placer que empieza a surgir sin control.
En este punto succiono de esa parte rugosa que tanto placer le provoca, pude notar la tensión, ahora sus piernas están sobre mis hombros y se apoya en mí cuando el orgasmo hace que su espalda se curve y se levante un poco del colchón, ahora me está asfixiado un poco con ese apretón de piernas sobre mi rostro.
Me detengo y dejó de hacer todo para bajar mi cabeza al piso y esperar sus órdenes con la cabeza lo más pegada al piso que puedo.
Natasha se toma su tiempo, puedo notar como su respiración se va tranquilizando poco a poco.
Luego siento su mano en mi espalda, sus uñas queman mi piel que arde a su paso, se detiene justo en mi trasero y da una fuerte nalgada, se da un tiempo para acariciar mis testículos expuestos en esa posición y luego jala de ellos hacia atrás y aprieta un poco causando que suplique que los suelte.
Pone un pie sobre mi cabeza y aprieta con él mi cabeza contra el suelo, cuando deja de empujar me pone su pie en la boca, tal como lo hice con su sexo comienzo a lamer chupo uno a uno cada dedo luego lo mete profundo en mi boca provocando mi asfixia, cuando lo saca mi saliva ha caído al suelo limpio la planta de su pie antes de que el proceso se repita con el otro pie.
Luego limpie la saliva del suelo, mi señora enredo una correa sobre mis bolas; es hora de pasear por la habitación comienza a caminar, yo trato de seguir sus pasos, de no perder detalle de hacia dónde va a girar.
Me llevo a la puerta, la abrió pero en lugar de salir la cerró de nuevo:
—No estás listo para ir a la calle perrito. Será otro día.
Luego fue detrás del biombo ahí donde quedó su ropa.
—¿Quieres oler mis bragas?
Están impregnadas de mí. Te confieso que están muy olorosas, me moje mucho pensando en todo lo que disfrutaría hoy de ti.
Luego me dirigió hasta sus bragas cuando iba a oler jalo la correa.
—Antes debes limpiar las suelas de mis botas.
Comencé a lamer cada suela tratando de limpiar cada centímetro de superficie, solo cuando ella dio otro tirón a la correa fue que me dejó oler sus bragas.
—Quiero que las recojas con tu boca y las pongas en mis manos.
Cuando las puse en su mano libre Natasha las metió en mi boca.
—Ahí se van a quedar por el resto de la sesión.
Con sus bragas en mi boca me dirigió a la cama.
—Sube, te quiero boca arriba, callado y con los ojos cerrados.
Ahora me urge entrar en ella y saciar mis ganas, así que hice lo que me pidió más rápido de lo que hubiera querido.
Sentí el peso de Natasha cuando se subió al colchón, tiró un poco más de la correa y dio unos cuantos golpes con ella sobre mi polla y testículos causando que me doblara un poco.
Luego sus uñas acariciaron toda la extensión de mi deseo.
Cuando por fin se montó sobre mí sentí todo el calor que guardaba dentro suyo.
Comenzó a moverse buscando su placer, subía y bajaba a su antojo, movía las caderas en el ángulo que mayor placer le causaba enterró sus uñas en mi pecho cuando se detuvo de súbito.
Luego siguió buscando su placer.
—No te vayas a correr perro. Porque si te corres no disfrutarás de mí por un largo tiempo.
Siguió hasta que ella sabía que yo podía aguantar, se sintió satisfecha en el momento justo.
Mis ganas eran enormes pero no me es permitido acabar dentro de ella, ni sobre ella, ni mi leva debe tocarla.
Así que me hinque y la mire. Ella movió su cabeza en forma afirmativamente y comencé a masturbarme frente a Natasha hasta correrme tirando todo en el suelo.
Deje las bragas sobre la cama para luego de limpiar el tiradero con mi lengua ella se acercó y acarició mi cabeza.