Como ya dije en el capítulo VI de esta nuestra serie me había quedado encerrada en casa con mis dos hombres en plena pandemia. Nunca me había planteado a mis 46 años casarme con tal de ser una mujer independiente incluso absteniéndome de tener hijos pero el destino me había deparado que si no quería una taza ahora tenía dos. El problema era este que aquí describo al lector. La ventaja, que los amaba con locura.
Ignoro si muchas mujeres entienden al común de los hombres. Muchas se mueren sin comprenderlos y es que ellos tienen un componente simiesco-primitivo de proporciones bíblicas. Un hombre sin nada que hacer y aburrido al final acaba siempre con la testosterona por las nubes. Es algo parecido a si sus cojones comenzaran a llenarse de leche tan solo para procrear. Un estilo al toro semental o al león de la sabana. Esto es realmente cierto.
Si estaban juntos, me miraban las tetas con lascivia. Si estaban separados lo mismo. Procuraba tenerlos entretenidos con juegos de mesa, viendo películas o cocinando y eso que Enrique al ser Guardia Civil salía y entraba.
Un día los vi demasiado ansiosos y les propuse un juego para que se aliviaran.
-A ver chicos, que os veo un poco salidos.
Me miraron fingiendo cara de no entender. Como dos bobos.
-No, no me miréis así que no hacéis sino mirarme las tetas. Os voy a proponer un juego.
El juego consistía en hacerles una paja. Aquel que aguantara más sin correrse acabaría corriéndose en mi boca.
-Os parece bien?
-Vale…
Se sentaron en el sofá y me puse en frente de ellos. Ramón se puso erecto enseguida. Su negra polla estaba realmente cavernosa por lo que la dejé y me dediqué a ponérsela tiesa a Enrique cosa que enseguida conseguí.
Me quité mi camiseta y les enseñé mis grandes tetas.
-Queréis tocarlas, chicos.
Se incorporaron y a los dos les dejé sobarlas todo lo que quisieron y más. Me estaban poniendo muy cachonda mis dos hombres.
Cogí la negra polla de Ramón con la mano izquierda y la blanquita de Enrique con la derecha.
-Ohhh… se me ha olvidado una cosa, chicos…
Los dejé ahí sentados y aparecí con dos gomeros de pelo y un tarro de crema Nivea.
-Qué vas a hacer? Me dijo Ramón.
-Tu calla, negrito mío.
Les puse las gomas en la base de los huevos de cada uno de forma que tanto sus vergas como cojones quedaran bien cogidos.
-Vaya pollas, se les han puesto a mis chicos, ehhh?
Efectivamente. Ambos rabos estaban más tiesos y venosos que nunca. Parecían sus venas iban a explotar sin remedio. El enorme río que discurría a lo largo de la polla de Ramón se puso más grande que nunca mientras que aquellas de Enrique estaban más azules que en otras ocasiones.
-Joder, Karen… Qué ideas tienes, cariño! me dijo Enrique.
-Os está gustando el concurso, ehhh?
Gemían como dos lobos mirándome a la vez las tetas. De vez en cuando paraba y les dejaba me las sobasen a demanda.
Se habían puesto terriblemente cachondos y yo más. Mi coño estaba totalmente encharcado.
Cuando acabaron de servirse de mis tetas cogí el tarro de crema y llené sus duros miembros de la misma mientras con mis manos subía y bajaba sus pieles. Manejar la de Enrique era más fácil puesto que no tenía frenillo pero Ramón gruñía tanto que parecía iba a perder el concurso. Sea lo que fuere, manejar los cerca de 20 centímetros de cada uno era realmente sencillo.
-Qué tersos y suaves os va a dejar esta chica vuestros rabos, verdad? Os gusta, cariños?
Ambas vergas ya habían soltado diminutas gotitas de líquido seminal señal inequívoca de que estaban muy excitados.
Paré y pasé mis tetas por ambos miembros. Primero por el de Ramón que estaba a punto de irse y después por Enrique que estaba terriblemente excitado.
Cuando la crema desaparecía de sus vergas volvía a llenarlas otra vez.
Era en esos instantes cuando dejaba sus pollas al aire moviéndose entre estertores sin control alguno. Unté mis pezones con un poquito de esa crema y me cogí las tetas con las dos manos para que vieran eran de ellos.
-Os gustan, verdad???
-Qué bonitas, amor. Dijo Ramón.
-Son tuyas, negrito mío. Y tuyas, Enrique le dije guiñándole un ojo.
No podían más. Ramón resistía como podía pero Enrique parecía más entero. En realidad, mi misión era se corrieran los dos a la vez para dejar el concurso en tablas pero no sabía si lo iba a conseguir por lo que comencé a aplicar más presión en la polla de Enrique que ya jadeaba sin control. A Ramón ya lo tenía a punto.
-Venga, chicos… que vosotros podéis. Y tu también, Enrique… Vamos, campeón…
Efectivamente Ramón no pudo más y se corrió primero pero Enrique al verlo se vació 5 segundos después.
Lanzaron 5 chorros de esperma a la vez blanco como la nieve y mezclándose con aquella cremita los había embadurnado.
-Uhhh… mis chicos que ganas tenían… menos mal que estoy aquí para ellos, verdad??? Así, muy bien. Los dos a la vez…
Me puse de pie y fui al baño a limpiarme las manos y me quité las bragas empapadas de mi. Aparecí con una toalla y sequé a mis campeones. Primero a Enrique y luego a Ramón.
Estaban con sus vergas de lado sobre sus muslos a media erección. Como dos marionetas. Les quité los gomeros a los dos porque parecían incapaces de hacerlo.
-Y ahora??? Os vais a quedar así toda la mañana???
Me senté entre ellos y abrí mis piernas acariciando mi coño y comencé a masturbarme. La presencia de esos dos hombres recién orgasmados me tenía muy cachonda.
-Me vais a dejar también en tablas, chicos? No os da pena vuestra mujercita se tenga que hacer un dedo para desahogarse??
Era evidente les había invadido un gran sopor. Como bien he dicho en el encabezamiento de esta historia los hombres son como el león de la sabana o el toro semental, pero Enrique hizo de tripas corazón y comenzó a besarme la cara, pelo y pechos diciéndome cosas preciosas. Ramón también tomó la iniciativa y uno a izquierda otro a derecha comenzaron a tocarme y acariciarme mientras me masturbaba entre ellos con mi coño chorreando flujo.
Me sentía como una diosa. Estaba rodeada de los brazos, manos, labios las bonitas palabras de mis dos hombres. Me tocaban el pelo, la nuca, las piernas y todas mis zonas erógenas a la vez. Sus vergas al cabo de 10 minutos estaban otra vez tiesas y firmes y al notarlo me corrí como una loca delante de ellos cosa que advirtieron. Fue algo fantástico.
Aproveché la ocasión de que estaban otra vez cachondos como monos y me puse a 4 patas. No se quien fue el primero me penetró pero cuando lo hizo su verga entró en mi coño como una exhalación. Creo fue Enrique o quizá Ramón. No me acuerdo…
Sea quien fuere se puso cada vez más tenso y se corrió en mi coño como un salvaje para luego entrar dentro de mi el siguiente y hacer lo mismo igualmente y en poco tiempo.
Insisto, al estar a cuatro patas como una perra no supe quién era quién pero me corrí otra vez junto con ellos. Cuando el último se separó de mi solo pude observar a dos grandes hombres andar por el salón con sus vergas chorreando semen y flujo por todas partes. Yo estaba llena de esos hombres que no me dejaron hiciera nada en toda la mañana. Así las cosas, el sopor del placer había dominado todo mi cuerpo y me quedé traspuesta en el sofá. Mientras, ellos hablaban de algo que no acertaba a oír. Al final supe que era.
Enrique se puso a cocinar y Ramón a hacer las habitaciones, baños, limpiar el polvo… etc. protestando porque siempre le tocaba lo peor. Enrique se reía sin parar.
-Qué pichón!! Dijo…
A eso de las dos de la tarde, Enrique me despertó con un beso. Ramón estaba ya a la mesa y los tres comimos con ganas.
Me levanté para recoger la mesa pero Ramón no me dejó hacerlo.
-Tranquila, Karen… que bastante haces por nosotros…
No sé si lo dijo en lo referente al sexo o a todo en general pero me dio la sensación de que iba a ser muy feliz con ellos al menos a corto plazo y quizá a largo…
Un día estaba con Ramón en casa y Enrique en el cuartel cuando me llamó mi sexólogo interesándose por mi. Le conté todo lo acaecido en esos días de encierro. Ramón estuvo a la conversación. No me importaba porque él era una parte de ella.
Llegamos el profesional y yo a la conclusión de que éramos una pareja de tres y que a esos hombres les estaba dando lo que ellos nunca habían recibido y que se habían asociado el uno al otro para hacerme realmente feliz.
Era cierto. Ni un solo comentario ni actitud fuera de tono por parte de ambos todo eran atenciones tanto en lo ordinario de la vida real como en el sexo. Así pasarían los días pero no imaginaba qué iba a ser lo siguiente. No obstante… siempre lo había barruntado y porque no decirlo… deseado.
En el pueblo se había filtrado la noticia de que vivía con dos hombres. Y es que dentro de lo poco podíamos hacer durante la pandemia ellos me acompañaban a hacer la compra y siempre nos veían a los tres juntos. Tal fue el rumor que tuve que confesarle a Carmen, mi mejor amiga mi realidad actual.
-Vaya, shica… qué zuerte tienes… ya me guardarás a alguno de ellos porque hace que no me echo un porvo…
-Qué cosas tienes, Carmen…!!!
-Unas tanto y otras tan poco… el otro día puse tan fuerte mi vibrador que dejé al pueblo sin luz… y tu crees que si el negrito…
-Ohhh… qué atrevida eres… quieres que le diga algo algún día?
-Bueno… no estaría de más… oye… que no te lo voy a quitar ehhh? Pero de vez en cuando no me vendría mal un apaño que ando muy ezcaza, shiquilla…!
Carmen era de mi edad. Se había quedado viuda con un chico de 10 años y desde entonces no había conocido hombre alguno. Claro que en un pueblo de 300 habitantes las oportunidades eran escasas. Era una mujer que aún estaba en el mercado. De fuertes hechuras era parecida a mi pero no tan blanquita como yo. Además era culta e inteligente. Daba clases de Filosofía en la escuela del pueblo y tenía un buen culo y unas buenas tetas de madre.
Natural de Jaén en según que expresiones le salía su acento andaluz.
Además en sus ratos libres daba clases de flamenco. Cuando se ponía su justo traje de faralaes todos los hombres aplaudían su gracejo y la miraban con admiración y deseo.
-Bueno… te corto, Karen que llama el repartidor del Amazon eze… dile al negrito que si quiere le doy unas clases de flamenco que se va a enterá…!!!
Continuará…