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Karen. Una puta madura (VI): Karen se ducha con su negrito
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Le diré al lector que lo dejamos en ese anterior capítulo mi negro ex y mi blanco novio me habían follado los dos a la vez en mi coño.

Luego de ello… mientras reposaban sus pollas bien aliviadas en mi cuerpo había puesto la televisión para descansar.

No me lo podía creer… Alicante estaba cerrada.

La pandemia.

Cuando Ramón se levantó instintivamente lo hizo también Enrique. Aparecieron por el salón sin calzoncillos y rascándose los huevos.

Toque de queda… Tanto Ramón como Enrique se quedaron con la boca abierta. Y yo más.

Ramón puso cara de…

-"Me voy a tener que quedar aquí…".

Enrique de…

-"Me voy a cagar. Siendo Guardia Civil voy a tener mucho trabajo. Eso sí… a mi pueblo no vuelvo. Me quedo aquí con mi novia… el problema será mi madre".

Y yo…

-"Buf… me veo con estos dos en mi casa… con lo independiente he sido siempre…".

Sea lo que fuere… me fijé en ellos. Jamás les había visto con sus pollas a mi lado tan pequeñas. Estaban acojonados. Y yo también.

No dije nada. Hice. Le cedí mi habitación a Ramón puesto que el ordenador estaba allí y creí oportuno debía comunicarse con su familia (con la zorra esa de su mujer). Cambié sábanas y la limpié entera. Enrique y yo dormiríamos en el sofá cama en el salón.

Sea lo que fuere Ramón y yo sin salir. Enrique… a su trabajo y de su trabajo a mi casa porque era Guardia Civil.

Vaya movida… Y yo que siempre quise ser una chica independiente sin meterme en líos tendría que aguantar a esos dos mis chicos. Ni siquiera había tenido niños a pesar de lo que me gustaban.

Se vistieron y estuvimos pegados al televisor hasta bien tarde.

-Hala, chicos… a la cama. A dormir.

A Ramón lo vi triste y lo acompañé a mi habitación. Sabía lo que le pasaba.

En realidad, no podía irse para volver con su familia. Estaba muy triste. Lo tapé y le di un beso. Enrique ya estaba esperando en el salón pero fui a decirle esa noche dormiría en mi habitación con Ramón. Enrique se conformó.

Estábamos tristes.

Ramón me abrazó y me dijo cosas cariñosas. Tantas que se le puso una verga bien tiesa. Si me decía cosas cariñosas y obscenas se ponía siempre así él solo.

Lo besé mientras le hacía una paja con mi mano derecha besándolo a la vez. Una mano que no abarcaba todo lo largo de esa negra verga.

-No estés triste. Que todo pasará y podrás volver a tu casa le dije.

Cuando él se corrió, limpié su semen con una toalla de mi mano y de su cuerpo dándole un beso. Venga a dormir y abrázame…

-Eres muy buena, Karen…

-Porque me quieres, amor… duerme.

En cuanto Ramón se quedó dormido me fui al salón con Enrique que roncaba como un cesto.

Me acosté en mi sitio y me dormí no sin antes cavilar en todo. En primer lugar la pandemia. Y en segundo… el cariño lo iban a necesitar los dos. Al fin y al cabo, las mujeres somos más fuertes que los hombres y yo iba a dar ese do de pecho.

Me gustaban tanto…!

Me levanté para preparar el desayuno.

Qué es lo más aburrido puede tener una mujer en esta vida?

Un domingo con pandemia y en confinamiento.

Pasaron los días y me di cuenta de que esos dos tíos no podían vivir sin mi. Pero no en el aspecto sexual sino en líneas generales lo que me hizo por una parte pensar estaba ante un precipicio y por otra me encantaba tenerlos para mi. Además no se llevaban mal.

Enrique seguía trabajando al ser Guardia Civil pero ni Ramón ni yo lo hacíamos. Salvo el inciso de recibir a Enrique todos los días en casa dependiendo de su turno Ramón y yo no teníamos aliciente alguno ante lo cual intimamos más todavía.

A veces, Ramón se conectaba vía Skype con su mujer e hijos y hubo una noche en la que pude observar como tuvieron sexo virtual mientras Enrique estaba de guardia. Ramón se masturbaba viendo a Erica desnuda y con las piernas abiertas.

Ramón sostenía su gran verga negra con su mano derecha y se acariciaba todo su cuerpo diciéndole palabras cariñosas a su mujer. Como bien he comentado en capítulos anteriores de esta serie a esa mujeracha negra no la podía ni ver. Erica se tocaba un coño negro por fuera y claro por dentro mientras Ramón babeaba. Me puse muy celosa pero cachonda a la vez. Qué cerda! Guarra asquerosa.

Además pude observar como se había puesto unos ligueros blancos que contrastaban a la perfección con su fina piel negra. He de reconocer estaba radiante. Debería haber entrado y haberle hecho una mamada a Ramón delante de la cámara para que lo viese esa zorra pero me abstuve de líos.

-Contrólate, Karen. Ya oíste lo que te dijo el sexólogo… como no lleves bien lo de tu "poliamor" con Enrique y Ramón al final la cagarás…! Me dije.

No obstante, me pregunté…

-Cómo es que Ramón había dejado entreabierta la puerta de mi habitación?

-Sería para que lo viera cascándosela con esa putilla?

-Hummm!!! Qué perro…! Lo pagaría caro esa noche…

Esperé un rato prudencial para que se derramara con esa guarrilla que era su mujer y dije…

-Ramooon… ven un momento…!

Entró en el salón y dijo…

-Qué quier… quieres?.

Me había puesto mis ligueros blancos y le estaba esperando a 4 patas acariciando mi coño y ano.

-Penétrame, cielo. Te gusto así?

-Ohhh, Karen… no esperaba esto de ti… estaba hablando con Erica.

(Sí, claro con esa ramera barata del tres al cuarto…).

Solo esperaba pudiese levantar su verga 5 minutos después de correrse con esa fulana. Fue a penetrarme pero no pudo hacerlo como era de imaginar.

-Qué le pasa a mi chico. No le gusto?

-Ohhh, no. No es eso, Karen.

-Qué cosas le pasan a mi negrito…! Ven, que te voy a dar mucho amor…

Lo cogí de la mano y lo llevé a la ducha. Le quité su ropa interior y vi una polla flácida junto con unos testículos relajados. Era evidente acababa de eyacular hacía unos minutos con su mujer y no estaba para fiestas.

En el espejo del baño pude comprobar como la pandemia me había engordado. Estaba más fuerte y lustrosa. Unas venas largas y azules que parecían ríos perfilaban mis tetas y caderas a través de mi tersa y blanca piel. Creo que a mis dos hombres les gustaba más así. Al menos eso me había dicho Enrique mi Guardia Civil novio.

Metí a Ramón dentro de la ducha conmigo dentro. No me había quitado los ligueros. Puse el agua tibia y comencé masajear a ese gorila de 1,90.

-Así, mi chico bien limpito.

Cogí el jabón y lo llené de espuma. Yo también lo hice refrotando mis tetas con mis manos y enseñándoselas entre mis manos con mucho jabón.

-Te gustan así, amor? Le dije pensando la zorra de su mujer no se lo podía hacer. No tenía la voluptuosidad de mis enormes tetas de mujer de 46 años de verdad.

Así su verga y se la limpié con la esponja. Poco a poco noté como se iba poniendo tiesa.

-Ohhh… pero si ya está grande!! Uhhh!!! Qué polla tiene mi negrito.

Efectivamente. Se la había puesto tiesa con la esponja y el jabón. Se agachó y me besó en la boca. Le enjaboné su fuerte pecho negro con mis manos. Unas manos blancas que contrastaban con el color de su piel y que tornaban diminutas con el tamaño de sus pectorales. Muchas veces imaginaba de lo que serían capaces Enrique y Ramón si lejos de ser buenos e inteligentes desataran su fuerza bruta llegado el caso contra algo o alguien. Implacables.

Toqué su verga con mis manos tiesa, limpia y mojada. Coloqué el aspersor de agua colgado de la pared y comencé a chupar su polla. Ahora si que gemía bien y no con la fulana de su mujer. Esa era la música quería escuchar. Me había tomado mi tiempo y lo había logrado.

El agua caía sobre mi pelo y su verga. A cada mamada su miembro quedaba limpio de mi saliva pero mojado por esa tibia agua. Él se estaba volviendo loco y yo se la chupaba loca de amor.

Cogió mi cabeza y con cuidado puso sus grandes manos guiándola. Era evidente eso no me lo podía tragar entero más hacía lo que podía por satisfacerlo. Él se daba cuenta.

Esa tibia agua regaba mis pechos para acabar en mi coño escurriéndose hasta el desagüe estando de cuclillas. Noté unos pechos y aureolas realmente erectos. El rumor del correr del agua por mi cuerpo para acabar en mi coño era una caricia sublime en mi clítoris.

Si. Estaba pagando cara su conferencia por Skype.

-Qué culpa tenía ese hombre si era en realidad su mujer y madre de sus dos hijos? Ninguna. Pero a mi me había puesto celosa y quería darle una lección a esa furcia.

Poco a poco se puso muy ansioso e inquieto. Era evidente se iba a correr por segunda vez en media hora. Esta vez conmigo.

-Ya? Cariño…? Ya te va a venir verdad…?

-Si…, si…, si…!

No pudo hacer otra cosa que eyacular en mi boca el resto de esperma no lo había hecho con su mujer. Aquellos posos aún le quedaban en los huevos.

Una vez descargado cerré el grifo y me puse de pie para besarlo no sin antes mi garganta tragar su esencia de hombre.

-Qué rica estaba tu leche, corazón… me darás más otro día?

No respondió. Estaba completamente fuera de si.

-Ven.

Lo saqué del plato de ducha y sequé primero su cuerpo y luego el mío. Él me ayudó a quitar mis ligueros y medias visiblemente empapados.

-Cómo eres, corazón. Te corres en mi boca y luego ya pareces un pelele…

Se había corrido como un campeón y a mi una profunda red de autoestima dominó mi cerebro y mi cuerpo. Estaba exultante.

Lo llevé a mi habitación que era la suya y apagué el ordenador. No quería que por algún casual esa zorra estuviese mirando como a su marido le iba a hacer que comiera mi coño. Si hubiese sido mala lo hubiese grabado y mandado a esa furcia pero hice caso al sexólogo. Eso era un golpe muy bajo para Ramón y hubiese quedado aún más puta que su mujer. Yo tenía más clase que esa negra del demonio.

-Me vas a comer el coño, Ramón?

-Si, Karen. Tienes ganas, cariño?

-Muchas. Dame placer oral. Poquito a poco. No te pongas burrito, eh?

Me tumbé en mi cama y puse la almohada debajo de mi culo.

Cuando fue a meter su cabeza entre mis piernas le dije…

-No me vas a dar antes besitos? Quiero.

Me besó entera. Tanto que pude observar como su verga volvía otra vez a estar tiesa. Eso me puso muy cachonda porque entendía otra vez había logrado excitarlo.

Definitivamente metió su lengua en mi almeja y comenzó a trabajarla. Era increíble como chupaba ese hombre.

-Para, un poquito, amor… le dije para no irme enseguida. Quería acumular más electricidad en mi cuerpo.

Tocó mis muslos interiores y besó mientras los pelitos de mi coño. Hizo algo que nadie me había hecho y fue soplar en mi coño que se tornó frío con la humedad del mismo. Eso me puso a 100.

Toqué mi vagina con mis dedos y vi como estaba dilatada y realmente húmeda. La abrí aún más con mis manos quedando mi clítoris al descubierto y le dije…

-Sigue, amor… despacito.

Me obedeció como un autómata. Cuando noté estaba ya al máximo le dije…

-Quieres hacerle unas fotos a mi coño, amor?

-Ohhh, si… me dejas?

-Claro… así te las guardas y te masturbas viéndolas. Las puedes subir a internet si no me sacas la cara. Vale?

Estaba completamente convencida de que en un concurso de coños por internet en una página guarra me hubiese llevado el primer premio tal y como lo llevaba…

Eso alivió mi calentura porque iba a irme enseguida si no lograba distraerlo.

Cogió su móvil e hizo varias fotos a mi abierta concha en distintas posiciones.

-Ya? Sigue, negrito.

No imaginaba lo que iba a hacerme pero comenzó a estimular mi ano. Me estaba volviendo loca sentir como metía su lengua y dedos en él. Nadie me había hecho eso. Cuando notaba se quedaba sin lubricar metía sus dedos en mi concha y luego tomaba mi culo lentamente. Gemía como una loca agarrándome a las sábanas y mordiendo mis dedos.

-Así, Ramón… quiero más.

De vez en cuando paraba y besaba mis pantorrillas y pies. Eso aún me excitaba más. Estaba ida. Realmente loca. Nadie había hecho eso. Pensé que si en esos momentos me hubiese tocado los pechos o el estómago me habría ido sin remedio. Tuve la valentía de hacerlo y efectivamente me corrí mientras él trabajaba mi culo.

Hasta entonces siempre había pensado mis orgasmos eran vaginales. Desde aquel día me di cuenta de que podía llegar solo por excitación. Fue increíble.

-Buf… Ramón… ha sido fantástico!!!

-Algo nuevo, Karen?

-Si… Ramón. Algo nuevo e irrepetible.

Él se incorporó y vi como su polla estaba dura como una piedra tras media hora de dedicar su máximo cariño a mi.

Estaba temblando como un pollito y él lo advirtió. Se tumbó a mi lado y me abrazó diciéndome cosas preciosas. Su verga fue bajando hasta tenerla realmente pequeña. Eso fue la mayor ternura vi en un hombre para con una mujer.

-Te amo, Karen…

En su aliento percibí el aroma limpio de mi coño mezclado con el gel. A lo que le dije…

-Y yo más, Ramón…

Nada objeté en el fondo de mi ser sobre la conducta de un hombre en su día fue mi ex y que abandoné como bien dije en el primer capítulo de esta nuestra serie. A excepción, de que si eso me hizo a mi de natural a la zorra de su mujer también se lo habría hecho antes. Me invadió en ese sentido una ansiedad no había experimentado en mi vida. Un nuevo interrogante vital para mi. Y… no me aterrorizaba más en mi vida que lo desconocido. Fui tonta al dejarlo. A esa conclusión llegué.

Nos quedamos dormidos abrazados. Pensé en Enrique mientras tanto. Él trabajando y su novia con ese negro tanto me gustaba. Consideré eso no estaba bien pero él me quería tanto que lo toleraba y ya nos había dicho el sexólogo que mientras hubiese tolerancia entre los tres no había nada que desechar.

Desde luego, Enrique no me chupaba el coño como Ramón pero todo era enseñarle a hacerlo.

Nos despertamos y pusimos la tele. Estuvimos viendo el telediario matinal madrugando a lo que objeté…

-Me parece que para rato tienes para volver a ver a tu familia, Ramón… (En realidad, pensé para mis adentros que ojalá la zorra de su mujer se fuese con otro…).

-Ay… no me digas eso, Karen…

Enrique estaba a punto de llegar de su turno de noche por lo que le preparé el desayuno para que se fuese a la cama nada más llegar.

Apareció contento como unas castañuelas y dejando su quepis y arma en la entrada. Ese día tuvo tantas ganas de salir que ni se había cambiado en el cuartel.

-Como algún día te pillen con la pistola fuera del armero ya verás… le dije…

-Bahhh… tengo dos días de permiso y tenía ganas de volver dijo enseñando una botella de ron de 8 años.

-Al menos haber dejado la pistola en el cuartel, Enrique. Que no te costaba nada. Sabes no me gustan las armas.

-Bueno… vale. La voy a llevar allí… pero solo si luego me comes la escopeta…

-Anda, tira… que te cuesta poco. Ya sabes que no quiero armas en casa.

Ramón se echó a reír y dijo…

-Si le comes la escopeta ya verás que pronto la deja en el cuartel…!

Efectivamente, Enrique salió y fue al cuartel a guardar su arma. Cuando regresó me dijo…

-Ahora la escopeta, cariño!

En realidad, me di cuenta de que estaba ante dos niños grandes cuyo único juguete era yo. No solo eso. Era su nexo de unión. Sin esa correa de transmisión nada funcionaría.

-Venga… a desayunar primero. Con el estómago lleno te gustará más.

Efectivamente. Cuando acabó su desayuno de zumo de naranja y tostadas con jamón y aceite fui a acostarlo.

Si tenía turno de noche Enrique dormía en el sótano para que nadie lo molestara.

Se tumbó en su cama y le enseñé mis pechos.

-Mira, ves cómo se mueven? Son para ti… están más grandes que antes, ehhh? Así mejor. Para que te guste más tu vaquita.

Puso unos enormes ojos. Era obvio le gustaban y los acarició. Le dejé hacer con ellos todo lo que quiso hasta que opté por pasárselos por su polla ya erecta desde que me los había visto.

Me tragué su verga y en apenas dos minutos se corrió en mi boca.

-Ves? Cuesta poco todo si pones interés, amor. Le dije tragando su semen.

-Venga, a dormir. Te despierto a las 2 de la tarde para comer.

-Qué buena eres conmigo, Karen!

-Eso es porque te quiero. Esperé un poco admirándolo y cogí su mano.

No había subido las escaleras que ya roncaba como un niño.

-Qué tal, Karen? Me dijo Ramón.

-Bien.

-Es un buen tío.

-Si, Ramón. La verdad es que los dos sois buenos chicos y no están los tiempos como para complicarnos la vida.

Continuará…

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