Todos los veranos me suelo perder sola en una cala muy poco conocida, donde me gusta bañarme sin que haya miradas indiscretas, sentir la caricia del viento sobre mi cuerpo desnudo, las caricias del agua sobre aquellas partes siempre ocultas, es una cala pequeña de apenas seis metros y de las paredes del acantilado a la orilla de aguas cristalinas tan solos tres metros, las paredes de unos veinte metros de altura casi verticales que te esconden del resto de la gente, solo un camino pedregoso y de difícil bajada lo separan de una carretera en medio de la nada.
Bronceada por el sol mi, sentada en la orilla el agua me cubre no más de la mitad del muslo y las olas van ahogando mi sexo, mojando mi vello cada vez que llegan amansadas después de haber roto sobre mis pies, algunas pocas gotas caen nuevamente al mar llenándole con mi deseo al desprenderse de mi sexo hasta la próxima ola, la melena mojada por mi espalda y mis manos acariciando mis pechos duros, quitando el exceso del agua al haberme zambullido, en la cala como siempre sola, ni un alma, solo el sonido de las olas al batir en la orilla, el sonido de las cigarras y el piar unas pequeñas aves que revolotean en un cielo azul libre de nubes blancas, pero hoy por el camino de difícil acceso a la cala un hombre empieza su descenso.
Salgo presurosa del agua y me pongo un pequeño vestido de playa prácticamente transparente atándolo a la cintura y me siento nuevamente en la arena, el hombre se acerca irremediablemente a mí, es un hombre muy guapo de raza negra, por debajo de una camisa blanca abierta puedo ver su cuerpo con unos músculos bien esculpidos, labios carnosos, ojos azules y con poco pelo, lleva una toalla en la mano derecha y un libro en la izquierda, un bañador de nadador que permite ver un bulto considerable debajo de él, sus muslos y piernas son una tentación, una invitación a mirar.
-Buenos días, un buen día para bañarse. -Me saluda con una enorme sonrisa blanca,
-Buenos días. -Le respondo cordialmente.
Estoy casi al final del acantilado mirando como extiende la toalla, deja el libro sobre ella y se va quitando la camisa blanca dejándome ver su espalda igualmente esculpida por los mismísimos dioses del olimpo, una espalda ancha con unos trapecios y dorsales bien definidos, aunque tapados por ese mini bañador de color rojo, observo unos glúteos redondos y duros, la verdad que era un hombre espectacular, guapo a más no poder y un cuerpo envidiable.
Mientras él se metía en el agua, yo me incorporaba poniéndome de pie y le miraba con deseo, mordiéndome los labios inferiores y sintiéndome tremendamente excitada, su piel negra mojada y reluciente por el sol hacía de mis delicias, sus bíceps y tríceps dispuestos a desmontar mi resistencia, las olas golpeando sus abdominales y yo no podía más que mirarle apoyada en la pared del acantilado, con mis manos jugando con la cinta que ataba mi vestido, hasta desatarlo, hasta que mi vestido se abrió dejando ver mi cuerpo, mi sexo y mis pechos nuevamente libres de la tela.
Él mirándome fijamente y yo comiéndomelo con la mirada, empezó a salir del agua desnudo con su bañador en una mano tirándolo sobre su toalla y con una erección tremenda en su polla de ébano se acercaba a mí.
Le tenía a pocos centímetros de mi cuerpo, tapándome el sol con su cuerpo, sus manos acariciaban mis mejillas y separaban algunos pelos de mi melena que revoloteaban libremente por el viento, notaba el golpeo de su erección en mi tripa, ninguno de los dos dijo ni una palabra, nada, solo los mismos sonidos de la naturaleza envolvían la cala, mis manos estaban sobre su cuerpo acariciando sus músculos secándole las gotas de agua con las yemas de mis dedos, sus labios próximos a los míos y mi cuerpo empezó a temblar al sentir sus manos sobre mis pechos, cubriéndolos con sus enormes manos y sintiendo su pene bajar hasta mi sexo.
Sus labios sobre los míos ya buscaban la forma de entrar en mi, para que nuestras lenguas se bañaran juntas dentro de mi boca, su mano izquierda cogiendo su pene recorría mis labios vaginales de arriba abajo, golpeando y presionando con su glande mi clítoris rosado, no paraba de besarme, no paraba de apretar mis pezones duros y puntiagudos, sus labios sobre mi cuello y mi melena rubia al viento, un sonido más en aquella cala, un gemido, el gemido que mi cuerpo emitió cuando su glande de ébano se metía en mi vagina rosada, negro y rosado, rosado y negro, un baile delicioso empezaba a ser protagonista aquella tarde.
Me sentía atravesada por una lanza, sus labios no paraban de morder mi cuello y mis labios y sus manos sobre mis nalgas me levantaron en vilo apoyando mi espalda contra la roca, mis piernas abrazaban su cuerpo mientras él se movía arriba y abajo, metiéndome esa enorme polla de ébano en mi vagina rosada, destrozando cualquier resistencia de mi vagina, dilatándola a cada embestida, estaba tremendamente mojada que mis flujos salían de mi interior cada vez que esté la metía y sacaba, un líquido blanquecino y lechoso le empapaba su polla negra cada vez que me la metía más y más al fondo, hasta mis entrañas como queriendo atravesar las paredes uterinas y aun todavía… tenía polla por meterme.
Me estaba follando un dios del sexo, un dios negro con una polla como nunca había visto, el placer al sentirme insertada en aquella polla que me llenaba entera era indescriptible y un tremendo orgasmo paralizo mi cuerpo, convulsionándolo, las pocas aves que había posadas en la cala emprendieron el vuelo asustadas de los gritos de placer que soltaba y el como si nada, seguía metiendo y sacando su polla de mi rosada vagina.
Empalada en su polla dio dos pasos hacia atrás y me soltó en el suelo arrancando el vestido de mi cuerpo, me puso a cuatro patas y volvió a meter su polla en mi vagina, ni una palabra, ni un gesto, solo el silencio en la cala, mis gritos y el golpeteo de su carne sobre la mía cuando metía su polla habían acallado el resto de sonidos, con las manos en la arena caliente y mis pechos bailando en el aire, con sus manos sobre mis caderas y con más fuerza y con más rapidez empujaba, penetrando tan dentro de mi cuerpo que mis manos no aguantaron y caí con mi cabeza en la arena, mis nalgas elevadas seguían recibiendo las penetraciones de aquel semental negro.
Mis gemidos se convertían en gritos, los gritos en soplidos sobre la arena y un nuevo orgasmo, nunca había sentido uno orgasmo tan intenso como ese, parecía como si me estuviera orinando cuando empezó a salir de mi cuerpo a chorros un líquido casi transparente, sabía que mis piernas temblaban cada vez que expulsaba ese líquido, bañando su polla con él, sentí como la sacaba y dándome la vuelta me la metió en la boca, empecé a chupar y chupar aquella polla negra con sabor a mi tan rápido y tan profundamente como me fue posible hasta que empezó a explotar lanzando chorros de su semen en mi boca, tragándomelos, limpiándole el glande con mi lengua y saboreando, acariciando aquella polla que me había dado el mayor de los placeres hasta ese día.
Me quede sentada en la arena, mientras él se bañaba, estaba todavía asimilando lo que había pasado, salvo el saludo inicial, ni una palabra más, me había follado un desconocido, un hombre sin conocerlo de nada me había hecho disfrutar con el mayor orgasmo de mi vida, todavía tenía mi vagina sintiéndole dentro, aquel hombre jugaba con el agua, su cuerpo negro volvía a relucir en aquellas aguas cristalinas y como si tuviera algún efecto hipnótico sobre mí le miraba como si fuese el dueño de mi cuerpo y de mis actos.
No tarde en entrar en el agua con él y no tarde en abrazarme a él sintiendo nuevamente su polla deslizarse por mi interior, nuevamente nuestros besos, nuevamente los gemidos cada vez que sentía su polla entrar en mi vagina, le rodeaba su cuerpo con mis piernas, paso sus fuertes brazos por debajo de mis muslos y sujetándome con sus manos por mis nalgas, me iba sacando del agua despacio, su inmensa polla salía de mi vagina con cada paso y volvía a entrar.
En la orilla doblo su cuerpo hacia delante dejándome caer con suavidad en la arena, solo mi cabeza y mis manos en la arena, boca abajo viendo la cala del revés sentía como su polla me atravesaban una y otra vez, los gritos que salían de mi garganta asustaban a los pájaros que nos merodeaban, una y otra vez iba recibiendo en mi interior esa enorme polla negra que me estaba volviendo loca, nuevamente un orgasmo hacia que mi cuerpo volase y entrara en éxtasis.
Con furia empujaba su polla dentro de mi vagina, era casi imposible meterla más, mi vagina rosada era penetrada una y otra vez por aquel extraño, meneando sus caderas, de pie subiendo y bajando su cuerpo sobre el mío, clavándome la estaca que tenía entre sus piernas, las pequeñas olas batían y mojaban mi cara, quería gritar a los cuatro vientos, pero el placer que me estaba causando no me dejaba hasta que por fin lo conseguí un tremendo grito salió de mí al recibirla tan dentro que casi me partió en dos, dejándola palpitar allí dentro como si se hubiera enganchado a mi, no se movía solo me llenaba con su semen tan dentro de mí que me estaba llenando como un vaso y despacio fue soltando mi cuerpo tumbándome y él sobre mí cuando nuevamente empezó a moverse, a sacar su polla de mi vagina.
Tres colóreles en mi vagina, mi piel rosada, su polla negra y su semen blanco que salía de mi cuerpo como si me hubiera llenado con un vaso de leche, los besos sobre mi cuerpo alejándose de mí y las olas limpiando mi vagina a la vez que le veía marchar.
Cubrió su cuerpo con la camisa blanca y su diminuto bañador, cogiendo su toalla y su libro empezaba a subir por el sendero, a la vez que me gritaba.
-Mañana estaré a la misma hora.
Nuevamente me quedaba como hipnotizada, tumbada sobre la arena, el agua mojaba mis piernas y mi sexo, un ruido estridente empezaba a oírse en la lejanía.
El despertador no paraba de soñar, me levantaba no solo con las bragas mojadas, sino con las sabanas empapadas, había sido todo un sueño, un sueño muy real y sé que le echaré de menos, echaré de menos al semental negro que me hizo gozar tanto, una de mis fantasías más profundas.
Algún día Lara, algún día…