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Durante la tormenta me hiciste el amor
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Amanecía un día frío y gris y aunque estábamos acostumbrados en estas latitudes, no venía mal de vez en cuando que los rayos del sol calentaran un poco nuestra piel, era temporada invernal y solo sentíamos su calor durante unos breves instantes al mediodía, el día iba a transcurrir como un más, sola con la única compañía de nuestro fiel perro, un precioso ejemplar de Terranova y mientras esperaba tu regreso yo arreglaría el huerto, daría de comer a los animales, recogería la casa para tenerla lista y caliente para cuando tú llegaras de la mar, hacía ya unos días que os habíais ido y esperaba con impaciencia tu llegada.

La vida no era fácil para una mujer en aquellas tierras y en aquella época, nunca lo era cuando tu hombre se enfrenta a los caprichos del mar en aquellas aguas tan bravas, había visto a demasiadas familias rotas, demasiados desaparecidos, demasiado dolor, siempre cuando partes te miro con miedo y resignación, pero con la esperanza de que volvieras a mis brazos al cabo de los días, siempre sola y alejada del resto de la gente que me siguen tratando como a una leprosa porque nos enamoramos, porque me enamore de mi hermano y yo sufría el castigo y el desprecio de la gente mientras que a ti se te había perdonado.

No, no me gustaba estar mirando siempre al cielo y sin embargo así era cuando partías, aquel día era uno de esos en que amenazaba tormenta y la lluvia empezó a caer de forma intermitente a media tarde, encerrada en casa metía en la chimenea unos grandes troncos para calentar la casa y los primeros rayos empezaron a caer en la espesura del bosque seguido de grandes truenos, la noche cayo de repente sobre nosotros con la compañía de una tormenta que parecía no tener fin y ya en la cama pensaba en ti como tantas otras noches, nuestro perro a mis pies asustado por los rayos que no paran de caer iluminando toda la casa como si del día se tratase.

Bajo las pieles mi cuerpo descansa tras un día duro de trabajo y los ojos se me van cerrando sin tu compañía, pero pensando en ti en cada momento, te echo de menos y mis dedos empiezan a explorar mi cuerpo como tú lo harías, subiéndome el camisón empiezo acariciar mi cuerpo sintiendo la humedad entre mis piernas, con dos dedos frotando circularmente mi clítoris, mis pezones endurecidos añoran tus besos, un pequeño momento en la noche en donde no teniéndote te tengo, el fuerte viento habré la puerta de repente y la cierra al momento, pero siento otra presencia, las sombras arrancan de la pared una figura que se acerca a mí.

Siento tu presencia y nuestro perro fiel menea la cola de alegría y veo tu cara al pie de mi cama robándome una sonrisa de felicidad, estas delante de mí quitándote la ropa mojada y levanto las pieles de la cama para que te metas dentro de ellas y darte calor, estas frío, muy frío, mojado muy mojado, tus labios besan los míos notando como tu barba está empapada de agua salina, te doy calor con mi lengua dentro de tu boca y vas bajando despacio por mi cuerpo quitándome el camisón y dejándome desnuda, es tanta la felicidad que ahora recibo a los rayos y los truenos con agrado.

Tus labios sobre mis pechos lamiendo mis areolas y estimulando más si cabe mis pezones, siempre te gustaron mis pezones, grandes y puntiagudos, siempre jugaste con ellos con la punta de tu lengua subiendo y bajando por ellos mientras me robabas algún que otro jadeo, algún que otro gemido, tus manos acariciando mis caderas y mis muslos, metiéndote entre ellos mientras tus labios siguen un recorrido descendente y accediendo por el frondoso monte de venus caes como un ave de rapiña sobre mi clítoris, haciendo que mis manos agarren con fuerza las pieles que nos cubren y deje salir un gemido preludio de lo que va a venir después.

Tu barba se une a mi vello púbico, tu boca devora mi clítoris a la vez que siento tus manos apretando mi vulva, tu dedo pulgar se mete entre mis labios llegando a tocar la entrada de mi vagina a la vez que tu dedo corazón casi me penetra en el año, me aprietas con fuerza varias veces antes de meter tus dedos en mi vagina para que te pueda volver a regalar mis gemidos, tu frondosa barba y espeso bigote me hacen cosquillas en mi carne desnuda y rosada, te deseo hermano, deseo que me poseas esta noche como la primera vez cuando me desfloraste, deseo tenerte dentro de mí, que tu pene me penetre y que llene todo mi interior, que recorras cada centímetro de mi vagina para que al final nos fundamos en uno.

Mis dedos enredados en tu pelo moviendo tu cabeza cuando siento que tu legua me penetra, pero no quiero que eso, quiero ser penetrada por tu espada, quiero gozar con ella dentro moviéndose de arriba abajo, te subo la cabeza con mis manos y poco a poco vas subiendo tu cuerpo cubriendo el mío y mis piernas abiertas van rodeándote con los talones en tus nalgas espoleándote hacia mí, tu legua penetra la frontera de mis labios uniéndose a la mía y tu glande como siempre ha encontrado mi sexo sin ayuda manual, sexo húmedo, caliente y acogedor que se va dilatando a tu paso, al paso del tronco grueso y duro que va rellenando mi vagina.

Fuera en la calle la tormenta que te ha traído hasta mí esta noche no da tregua y va en aumento al igual que tus movimientos hacia adelante y hacia atrás, tu pene se va metiendo en mi vagina y con cada centímetro mi cuerpo se estremece aún más, te siento dentro de mí, te noto tan dentro de mí que no quiero que la tormenta pare, figuras fantasmales se ven en las paredes cuando las veo moverse, pero no son tales, somos tú y yo haciendo el amor, tú encima de mí cabalgando sobre mi cuerpo y yo tumbada recibiendo en cada segundo una nueva penetración de tu pene arrancándome el placer de mi sexo, gritando como una loba, espoleando tus nalgas para que me la metas más fuerte y más dentro y rogándote para que no pares.

Mi vientre me arde y empieza a temblar, un temblor que pasa a mis muslos haciendo que relaje mis piernas que caen a ambos lados de ti, con las piernas bien abiertas sobre la cama mi cuerpo experimenta un delicioso orgasmo, inundando mi vagina y tú que me conoces bien sabes como me siento ahora, sabes que me gusta que me la metas muy profunda y apretando contra mi sexo la dejes ahí, reposando, sacándola y metiéndola de vez en cuando para que vuelva a disfrutar del orgasmo.

Quiero que te corras, quiero sentir tu semen navegando en aguas tan bravas como de las que vienes, dentro de mi vagina es un mar de deseo que te quiere ver explotar de placer y así nos damos la vuelta, poniéndome yo encima de ti, ahora soy quien manda, ahora yo cabalgo hacia el placer de la mano de tu pene metido bien dentro de mí, mis manos en tus pectorales y acariciándote voy subiendo y bajando mi cuerpo, separándome de ti para volver a juntas nuestros sexos, sacando y metiendo de mi vagina tu pene mientras te miro, mientras que disfruto de mi hermano pequeño.

Tus manos tienen prisioneros a mis pechos, los quieres besar, quieres lamer mis pezones y me tumbo sobre ti echándome un poco hacia delante, hasta sentir mis pezones en tu boca, moviendo lentamente tú sigues penetrando en mi interior, sigues sacando los gemidos de mi cuerpo, sigues acercándome a un nuevo orgasmo, tienes una gran arma entre las piernas y esta noche me lo estás demostrando una vez más, has puesto tus manos sobre mis caderas haciendo fuerza sobre ellas, moviéndome adelante y atrás con ellas a la vez que tu pelvis se ha elevado metiéndose tu pene en cada empujón que me das un poco más dentro de mí.

Esta vez tus gemidos, tus pequeños gritos se unen a los míos haciendo la competencia a la mismísima tormenta, moviéndote rápido muy rápido, metiéndomela dentro tan dentro que los dos empezamos a gritar de placer, las sombras de la pared reflejan como un cuerpo de mujer se mueve deprisa con sus pechos balanceándose adelante y atrás sobre la cabeza de su amante, mi vagina se empieza a inundar de nuevo, siento tu semen salir disparado contra mí, los dos fundidos en el placer nos empezamos a besar mientras que nuestros cuerpos aún se mueven, no quiero desperdiciar ningún movimiento, no quiero perder la oportunidad de disfrutar contigo ni un segundo.

La noche sigue su curso y nosotros la acompañamos velándola durante todo el rato hasta el alba, tengo abrazados tus brazos, tengo tu cuerpo sobre mi espalda y no quiero que te vayas nunca, me siento segura, siento los ojos cansados y al cerrarlos un momento, oigo tañer las campanas despertando a toda la aldea con su repicar, me vuelvo y tú ya no estas, me levanto de una cama todavía mojada de sexo y placer y me dirijo con nuestro perro al puerto donde están todos esperando encontrarte.

Un barco en el horizonte, un barco muy castigado por el temporal se acerca a puerto, es uno con los que partiste ya hace días y veo a mujeres llorar, a hermanos abrazar a sus madres, pero no te veo a ti, no entiendo nada por qué tú volviste anoche y sin embargo veo a nuestra madre llorando en el suelo por tu falta, tres barcos se hundieron en la tormenta uno el tuyo, no entiendo nada y caigo de rodillas llorando abrazando a nuestro perro, anoche en la tormenta yaciste en mi cama, estuviste haciéndome el amor, siento todavía tu semilla en mi interior abriéndose paso por mi interior, nuestra cama tiene todavía tu olor, mi sexo está impregnado todavía de ti, pero tú ya no estas.

Nuestra madre me mira llorando con desprecio, nadie vino en todo el día a consolarme, nadie salvo nuestro perro que se quedó allí conmigo arrodillada en el puerto bajo la lluvia llorándote y esperándote, que dura la vida de una mujer de pescador, esperando siempre a que vuelva su hombre, anoche la mar te arranco de mi lado, pero estoy segura de que vio tu amor por mí, por su hermana y nos permitió estar una vez más juntos antes de llevarte con ella para siempre.

A primera hora de la mañana cogí una pequeña barca y me fui para siempre de aquel lugar para no volver jamás, hoy ya cuando llega mi fin, esperando encontrarte de nuevo allí donde estés, esperando sentir tus besos una vez más, en esta maravillosa y cómoda casa alejada del mar, les cuento esta historia a nuestros nietos así como en su día se la conté a nuestro hijo, la historia de cómo el mar permitió a su padre llegar hasta mí una vez más para amarme durante la tormenta.

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Espero que os haya gustado, sé que es una historia triste, pero según la iba escribiendo me iba pareciendo también muy tierna y bonita, el querer tanto a una persona que la misma muerte te permite que puedas una vez más amarla y despedirte de ella.

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