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Karina, retrato de una chica prostituta
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Tiempo de lectura: 2 minutos

No soy de esas chicas que presumen que son santas, yo no soy como las demás.

Yo soy prostituta y adoro trabajar para los hombres.

Me gusta mucho que me desnuden con la mirada. Soy de esas chicas que no le teme a nada, me he metido con muchos hombres y no precisamente de mi edad.

Mi madre siempre me decía, entre más maduros mejor.

Y vaya que tenía mucha razón, me gustó mucho comerme la fruta madura de ellos.

No necesito ser precisa para decirles que significa "fruta madura de ellos".

A diario me cuido, me gusta mucho ir al gimnasio.

Para poder conservar mi figura, y para gustarle más a los hombres.

Dicen que el trabajo de la prostitución, no es un trabajo honesto ni mucho menos decente.

Pero ustedes no saben mis circunstancias, desde hace años me he dedicado a la prostitución.

A sacar adelante a mi familia, mi padre nunca le gustó mucho la idea de que yo trabajé con los hombres.

Pero no había de otra, no pudieron darme estudios y no había otra opción.

Mi madre fue la que me metió a la prostitución y ella misma es mi jefa.

Mi hermana también se metió a la prostitución, pero a diferencia de mi, ella no le gusta meterse con hombres maduros. Le gusta los de su edad, y la verdad es que ellos no tienen la suficiente madurez para sacarte orgasmos y hacerte arte en el clítoris.

Los hombres maduros son quienes te logran elevar a las estrellas, te muestran el cielo volando en un cohete.

Sus manos hacen maravillas en los pezones.

Su lengua logra despertar tus demonios perversos.

Y eso me ha paso infinitas veces, me ha gustado mucho el trabajo de la prostitución.

Deja mucho dinero para mantenerte estable y te deja satisfacción y deseo de continuar trabajando.

Pero solo hay una regla indispensable que debe una seguir, que es prohibido enamorarse porque es muy difícil sacártelo del alma y de tu ser.

A mí no me ha pasado, a mi hermana si y sufrió mucho que hasta se cortó las venas.

Volviendo a mi historia.

Les digo que me ha gustado mucho devorar a los hombres y los maduros por supuesto.

Me ha encantado meterles el dedo por el coño y chupármelo.

Es un verdadero deleite para mí y para mis sentidos.

Adoro este trabajo, me ha dejado cosas buenas y yo diría que buenísimas.

Usando lencería sexy y provocadora.

Porque el que no enseña no vende, eso también mi madre me lo dice.

Y tiene mucha razón, a veces solo estoy usando mi brasier con una mini falda, de esas que llegan a mitad de las pompas.

Para poder gustarles a los hombres y se deleiten los ojos.

Ha llegado el fin de esta historia, solo una última cosa quiero decirles: mujeres que son prostitutas no se avergüencen de su trabajo créanme es un trabajo delicioso y exquisito y lo mejor de todo es que gozan del cuerpo de los hombres.

– Andy Pau

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