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Las aventuras de Raúl (I): Trío con una milf
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Tiempo de lectura: 11 minutos

-Tío, te lo juro, se muere por dos pollas a la vez. Me ha dicho que la próxima vez lleve a un amigo que la tenga tan grande como yo y fliparemos. Imagínate cuando vea que la tienes más grande.

Raúl escuchó a su amigo Marc y le hizo gracia las ganas que tenía de convencerle. Raúl tenía 23 años. A los 20 se había quedado huérfano por un accidente. Sus padres tenían ahorros y la venta de la casa en la ciudad de provincias de donde era originario le dejó en una situación desahogada aunque no fuera rico. Decidió dejar los estudios y se marchó a una ciudad costera. Un modesto piso, económico para los estándares de la ciudad, le dejaba a unos 30 minutos andando de la playa.

Conoció a Marc en su gimnasio de crossfit. Ambos eran fanáticos de ese deporte de ejercicios extremos. A los dos les gustaba mantenerse en forma sin llegar a pasarse con los músculos. Les bastaba con cuerpo bien definido que marcara pectorales y abdominales. Al principio Raúl pensó que Marc le tiraba los tejos. Una broma sobre el tamaño de su polla, de unos 12 centímetros en reposo en el vestuario después de ducharse le puso en guardia. Raúl tenía una polla de más 20 centímetros empalmada, y muy gruesa, nada que envidiar a la de un actor porno. Marc se descojonó ante su cara de susto y dijo que eran colegas de tamaño antes de quitarse la toalla para enseñarle la suya. Aún en reposo, prometía no quedarse pequeña. Unas cervezas después sabría que en alto le medía unos 18 centímetros.

Marc tenía 20 años y también era huérfano pero de una familia con mucho dinero. Su tío, el rico de la familia, era dueño de una empresa de seguridad con varias ramas, y Raúl estaba seguro de que participaba en muchos más negocios que no quería saber. Una de ellas era la de seguridad de locales de ocio nocturno, discotecas y demás, de mucho auge en verano en la ciudad. El tío de Marc creía que su sobrino debía conocer la empresa desde abajo y le hacía trabajar en la puerta de muchos locales para justificar su aumentada asignación mensual. Tras el primer año de amistad, el tío de Marc acogió a Raúl bajo su ala y le dio un trabajo junto a su sobrino, no tan bien remunerado pero lo suficiente como para mantenerse sin depender de sus ahorros e incluso aumentarlos.

Parecía un trabajo peligroso pero el tío de Marc les mantenía en los mejores locales, de alto standing, llenos de gente de buena familia y que no generaban muchos problemas. Mucho pijo que lo más que suponía era echarle del local con educación. Los altos precios del lugar servían para que la mayoría de los mortales ni intentasen pasarse. Además, sus compañeros eran auténticos profesionales de la seguridad con experiencia; mucho exmilitar y ex policías de antidisturbios cuya mirada haría cagarse a Terminator. Básicamente su trabajo consistía en controlar la entrada o pasearse por el interior de los locales.

Además del dinero, les daba acceso a mujeres jóvenes con ganas de divertirse, desde pijas de alta clase que les daba morbo tirarse a un segurata, turistas extranjeras que se desmelenaban en las vacaciones o las camareras y gogos, que parecían haber pasado un casting para entrar. La vida sexual de Raúl, que nunca había sido mala había ascendido varios puestos. Para Marc no era suficiente y estaba enganchado a su móvil donde tenía todas las App y foros de ligues posibles, gratis y de pago. Raúl había pensado en más de una ocasión recomendarle en ir a terapia de adicción al sexo.

Una de las últimas páginas que había probado era para fantasías de infidelidades. Hombres y mujeres se ofrecían para poner los cuernos con juego de roles incluido. Marc no tenía pareja pero todo el mundo mentía en internet. Una de sus últimas conquistas era una mujer de 40 años casada a la que le gustaban los hombres jóvenes. Ahora le había pedido a Marc un amigo para una fantasía y este no había dudado en ofrecerle a su amigo. Sin embargo, Raúl no estaba seguro. Había tenido sexo en grupo en un par de ocasiones, pero siempre con dos tías.

-Vamos Raúl, tío. Va a ser la leche. -Estaban tomando un par de cervezas en su bar habitual.

-No sé, Marc. Y si quiere algo raro, en plan que nos la chupemos o algún rollo bi.

-No, coño. Lo he hablado con ella. Nada de mariconadas.

-Ya tío, pero un trío con dos tíos…

Marc se descojonó. Cuando soltaba esa risa, Raúl sabía que iba a acabar convenciéndolo. Le hacía sentirse como un gilipollas que no se atrevía a nada. Raúl sabía que Marc había participado en todo tipo de sexo, gangbangs incluidos. Raúl tenía que conocer que era una de sus fantasías también. Parte de su porno era una tía con varios hombres. Pero de ahí a practicarlo.

-Tío, no es para tanto. De hecho, es la hostia. Un refuerzo de la amistad. -Hizo una pausa mientras sopesaba los pros y los contra.- Joder, seguramente nuestras pollas se toquen. Pero la norma es que si interviene una tía, no es gay. Es decir, si se rozan en su boca no es lo mismo que si yo te la chupo. Coño, te imaginas que nos deja metérsela a la vez en el coño. La reventamos seguro.

Raúl se estaba empalmando solo de imaginarlo.

-Y dices que está buena

-Ya te digo una auténtica milf…

Marc aparcó enfrente el portal de un bloque de pisos de extrarradio donde vivía la milf, Diana. Apartamentos para clase media -alta con aspiraciones a pasar a alta. Casas amplias pero alejadas del centro. Ciudades dormitorio para familias llenas de parques y con centros comerciales cerca. Era lunes, a las 09,00 de la mañana y Raúl estaba con él en el asiento del ocupante. Para los dos era jodidamente temprano.

-¿Y ahora? -Raúl estaba bastante nervioso. Aún no podía creer que se hubiera apuntado a esto

-Ahora esperamos a que salga el marido.-Marc volvió a descojonarse por quinta vez desde que le había recogido.-Es parte de lo que le pone a esta guarra. Empezar a follar antes que el cornudo llegue al trabajo. Le gusta un poco de su juego de rol. Me ha dejado escrito un guion y todo. Se supone que somos repartidores. La tía ve casi más porno que yo.

-En qué coño me has metido, ¿Y si vuelve?

-Joder, pues nos descojonamos de él. Conociendo a Diana seguiríamos follando delante del gilipollas. No tiene media hostia. Si se pone chulo, le damos dos hostias. Por cierto, la palabra de seguridad es pepino. Si lo grita paras. Lo demás es juego limpio.

-¿Pepino?

-La primera vez que lo hicimos, se masturbó con uno mientras me recuperaba para el tercer asalto. -En ese momento un coche rojo salió del garaje del bloque de pisos.- Allá vamos.

Marc recogió una caja de reparto del asiento trasero, y salieron del coche. Llamaron al telefonillo y los dejaron pasar sin preguntar. En la quinta planta llamaron a una de las puertas. Cuando se abrió, a Raúl se le pasaron los nervios de golpe. Buena era poco. Tenían ante ellos a una pelirroja preciosa de ojos claros que les miraba divertida. Se le notaban algunas arrugas en los ojos y el cuello pero la hacían un poco más sexy. Iba vestida con un pantalón de pijama rosa que se ajustaba a un culo tirando a grande pero de forma perfecta. Y una camiseta de algodón blanco semitransparente que sugería unos pechos no enormes pero grandes. A simple vista parecían naturales.

-¿Puedo ayudaros?

-¿Señora Martínez? -Marc levantó el paquete.- Traemos una entrega.

-Uhhmmm, sí, ¿tengo que pagar algo?

-Creo que son unos 100 euros.

Raúl no empezaba a partirse el culo porque la tenía dura desde que se abrió la puerta. Pero aquello era propio de una peli porno de los 80.

-¿Os importa pasar? No sé dónde tengo el monedero.

La siguieron hasta un amplio salón con una zona para el comedor y otra para la televisión con un sofá y dos sillones. Raúl miró las fotos por el camino. Ninguna foto de niños y muchas con el marido de viaje. Técnicamente no era una milf, sino una cougar, una madura sin hijos con afición a los jóvenes. La verdad es que el marido era un tipo anodino, no les duraría ni un minuto. Raúl no sabía cómo se había casado con esta mujer. Diana los dirigió al sofá y los dejó de pie mientras se quedaba al otro de la mesa baja que lo separaba del enorme plasma. Marc dejó el paquete en la mesa.

-Si quiere comprobar que todo está correcto, señora Martínez.

Diana abrió la caja de cartón y empezó a sacar su contenido y describirlo.

-Un par de lubricantes estimulantes estilo calor, bien. -Dejó dos botes llenos de un gel color claro en la zona de la mesa enfrente de nosotros. A continuación sacó un consolador de color carne e imitación de una polla con venas y huevos y todo. No era excesivamente grande pero de un tamaño por encima de la media- Y un consolador. Bien, pero no sé si es mi talla.

Raúl se preguntó cuáles habían sido los guiones anteriores. Y se imaginó a Marc como un fontanero, un pizzero o un chico de la piscina. Marc dijo su línea.

-Quizás debería probarlo. Y si no, nos lo llevamos.

-¿Tú crees? Si no os importa esperar, creo que será mejor. ¿Por qué no os sentáis?

Marc y Raúl se sentaron en el sofá mientras Diana se dirigía a unos de los sillones y lo giraba para que tuvieran una mejor visión. Con una mirada lasciva a los dos empezó a meterse el consolador en la boca, soltando gemidos y tragándoselo casi entero. Cuando consideró que estaba suficientemente húmedo lo dejó en el sillón y se quitó el pantalón del pijama. Se tumbó en el asiento del sillón y abrió las piernas para darles una visión de su coño. Estaba totalmente depilado a excepción de una pequeña franja vertical que demostraba que era pelirroja natural. Recogió el consolador y tras escupir una vez más se lo introdujo despacio, disfrutando cada momento.

-Joderrr. Sí, sí -Soltó entre gemidos- Creo que me vendrá bien… -Aceleró el ritmo con una mano mientras con la otra empezó a acariciarse el clítoris.- A los cinco minutos de jugar con él, se lo sacó y su raja explotó en una fuente de fluidos que aterrizó en el espacio entre ella y Marc y Raúl.- Joder, ese ha sido rápido. Uff, ¿os ha gustado?

Marc y Raúl tenían las pollas totalmente duras y luchando por salir de la presión de los pantalones vaqueros. Los dos se las acariciaban por encima del pantalón, donde se adivinaba perfectamente la silueta de sus dos trozos de carnes. Diana, sin dejar de acariciarse el coño, se mordió el labio inferior mientras les veía.

-Creo que hay que probar los lubricantes. ¿No creéis? -Se levantó y recogió los dos botes y se acercó a los dos al sofá. En su proximidad, Raúl casi sentía el calor que desprendían esos labios mojados por la corrida femenina.- Los quiero para mi marido así que si me decís cómo se siente mejor. Además, lo que más me pone es ver a un tío machacándosela. -Fingió leer las etiquetas.- Pero no sé si manchan la ropa. Mejor si os la quitáis.

Marc y Raúl se quitaron las dos camisetas para dejar a la vista sus torsos marcados. Marc se arreglaba el pecho para dejar un vello muy corto. Pero Raúl se depilaba entero. Los dos se descalzaron y se quitaron los pantalones y los calcetines a toda prisa. Con una mirada de reojo, los dos, levantaron el culo de nuevo para poder quitarse los boxers mientras seguían sentados.

-Joder Marc, no mentías. -Diana se olvidó de todo el guion al ver la polla de Raúl en todo su esplendor. Estaba dura como una roca y Raúl la sostenía por la base para mantenerla enhiesta y ofrecida.

-Te lo dije, guapa. Es la madre de las pollas. -respondió Marc.

-Sí, vamos a hacer que brille.

Diana abrió uno de los botes y echó un buen chorro en la punta del miembro de Raúl. El gel empezó a deslizarse por su polla hasta acumularse en su pelvis, rodear sus huevos y gotear en el sofá. Tanto Marc y Raúl se depilaban las ingles totalmente por lo que no había obstáculos. Sin embargo, a Diana no parecía importarle si la mancha se quedaba en el mueble. Abrió el otro bote y repitió la operación con Marc. Después cogió el cojín del asiento del sillón y lo tiró en el suelo. Se tumbó con la cabeza apoyada en él para no perder contacto visual y se abrió de piernas con los pies en el suelo y las rodillas levantadas. Con la mano derecha empezó a frotarse de nuevo el clítoris mientras la izquierda introducía tres dedos entre los labios.

-¿A qué esperáis? Extenderlo.

Marc y Raúl se llevaron las manos a sus respectivas entrepiernas y cubrieron sus mástiles con el gel. La sensación era increíble, un hormigueo de calor acompañado de la sensación húmeda del gel. Raúl miró a Marc y vio como con la mano derecha extendía parte del gel en sus huevos. Le imitó y pronto todo su escroto parecía estar en llamas lo que aumentaba su excitación. Diana había empezado a mover sus caderas y los dos chicos decidieron dedicar su atención al espectáculo. Diana les miraba a los ojos mientras les insultaba y les pedía entre gritos de placer que se la menearan más rápido. Su mano derecha dejó su pelvis y empezó a sobarse los pechos por encima de la camiseta, la única prenda que todavía estaba puesta en la habitación. Diana clavó los ojos en los de Raúl. Desde su posición podía verle la cara sin perder visión de esa enorme polla que su mano bombeaba cada vez más rápido. Los tres jadeaban mientras el olor a sexo inundaba la habitación. Diana había bajado las persianas para no escandalizar a los vecinos. El calor se había acumulado y sus cuerpos brillaban por el sudor. Por el pelo corto de Marc y Raúl corrían gotas de sudor que se unía al de pectorales. La media melena roja de Diana se pegaba en mechones a su cara. Estaba jodidamente sexy y su cara exudaba pura lascivia mientras llegaba a otro orgasmo.

-Ohhh, joooderrr, cabronesss, menead esas pollas, hijos de putaaa, síii, más rápido, cabronesss, síii. -Su pelvis empezó a convulsionar con sus dedos y de nuevo sus fluidos salieron disparados.- ¡Correos encima mío!!!

Raúl y Marc estaban a punto de explotar. Así que los dos se levantaron y se colocaron cada uno a un lado de Diana. La presión pasó de las pelotas de Raúl a su pene y sintió como el placer subía por su polla hasta alcanzar un punto insostenible en la punta. Apuntó hacia abajo y su primer disparo de leche aterrizó en la barbilla de Diana. El segundo y tercero salieron también con fuerza y empaparon su camiseta. Los dos últimos espasmos se unieron al sudor y semen que habían vuelto su camiseta ajustada casi transparente. Marc no tardó mucho más y se derramó sobre su cara.

Los dos se derrumbaron en el sofá. Para Raúl había sido una de las mejores eyaculaciones de su vida. Y ni siquiera la había tocado. Diana se sentó en el suelo y les miró. Se quitó la camiseta para quedarse totalmente desnuda y la usó para limpiarse como pudo. Sus tetas tenían forma de lágrimas, grandes sin ser enormes, y caían de una forma natural sobre su pecho. La polla de Raúl volvió a ponerse morcillona.

-Joder chicos, eso ha sido intenso. ¿Qué os apetece?

-Porque no nos pones a tono otra vez y ahora vemos. Ven aquí y usa tus manos de momento.

Diana se sentó en el sofá entre los dos y alargó los brazos para coger los dos rabos semierectos y empezó a pajearlos. Colocó una pierna encima de cada uno de la de ellos con lo que su coño se mostraba abierto. Marc alargó una mano y metió cuatro dedos de golpe sin problema, estaba totalmente húmeda. Raúl se inclinó y comenzó a lamer uno de pezones. Rodeaba la aureola con lengua para después chupar el pezón entero. En apenas unos cinco minutos, los tres estaban listos para la acción.

-¿Y si nos vamos al dormitorio? -preguntó Diana. Se levantó sin soltar sus pollas y con ellas como si fueran unas correas los llevó hasta donde dormía y follaba con su marido.

Riéndose los hizo sentarse en el borde inferior de la enorme cama de matrimonio mientras ella se ponía de rodillas frente a sus miembros. Relamiéndose los labios, acarició los dos miembros de los veinteañeros. Su mano casi no podía abarcar la de Raúl. No podía esperar a tenerla dentro de ella. Sin perder contacto visual con los ojos de Raúl, se metió la punta en la boca. Su boca se extendió para intentar abarcar toda la anchura. Apenas tenía libertad de movimientos y solo un cuarto le cabía antes de golpear contra el inicio de su garganta. Frunció sus labios sin sacarla y se dedicó a su glande. Cuando casi no podía respirar dedicó sus atenciones a Marc. Durante los próximos diez minutos, alternó entre uno y otro llevándolos al límite. Se las metía en la boca para después lamerles desde los huevos en toda su longitud hasta su punta. Marc quería probar otra cosa

-Vamos a follarle la cara.

Se levantaron y la hicieron ponerse a cuatro patas sobre la cama, mirando hacia el borde. De pie ante ella, su boquita quedaba a la altura de sus entrepiernas. Marc acercó su rabo hasta sus labios y cuando Diana abrió la boca para acogerla, la sujetó por la coronilla para inmovilizar su cabeza. Sin darle tiempo a reaccionar, comenzó a mover las caderas. Aquello no era una mamada. Marc usaba su boca para masturbarse sin compasión y Diana solo podía abrir los ojos de sorpresa y salivar lo más posible. En un momento dado sintió como invadía su garganta y la nariz de Diana llegaba a su pelvis. Estaba totalmente dentro. Marc aguantó allí unos 15 segundos mientras ella trataba de respirar y hacía sonidos de arcada. Marc empezó a eyacular directamente en su garganta y la sacó para terminar en su cara.

Diana se derrumbó sobre el colchón. Raúl estaba totalmente duro después del espectáculo. La hizo darse la vuelta para que estuviera boca arriba e hizo que su boca colgara por el borde del colchón. Sin una palabra, le metió la mitad de su polla en la boca. Su tamaño impedía que le hiciera una garganta profunda. Sus huevos se bamboleaban frente a los ojos de Diana al ritmo de sus empellones, a la vez que cada uno de ellos arrancaba goterones de saliva que resbalaban por su cara y empapaban su pelo.

Marc se subió a la cama y empezó a follársela por su coño. Estaba húmeda y empezó a marcar un ritmo alterno con Raúl en su boca. Diana pensó en que tenía que haberles pedido que se pusieran condones pero los dos cabrones la tenían totalmente empalada. Y el placer la envolvía hasta dejarle la mente en blanco. Encadenó un orgasmo detrás de otro. Raúl salió de entre sus labios y colocó sus huevos sobre ellos mientras se pajeaba muy rápido. Diana lamió su escroto y segundos antes de que Raúl se corriese, sintió como se contraían. La corrida de Raúl cubrió sus pechos y parte de su barriga. Marc no aguantó mucho más y se corrió también sobre su estómago. Marc se derrumbó sobre la cama, agotado, pero Raúl aún estaba empalmado. Volvió a girar a Diana y la tumbó bocabajo sobre la cama pero con los pies en el suelo y las piernas rectas. Raúl estaba hipnotizado por ese culo a tiro ahora. Despacio colocó su glande en su entrada y empezó a empujar.

-¡Pepino! ¡pepino!!!

Con un gruñido de rabia, Raúl se retiró.

-Lo siento cariño. Pero no creo que mi culo pueda con ese monstruo.

Raúl se dirigió entonces hasta su coño. Sus labios inferiores se abrieron hasta su límite y se le metió entera. La polla de Raúl golpeó su útero y Diana tuvo un nuevo orgasmo inmenso al momento. Raúl marcó un ritmo endiablado sujetándola por la cintura. Marc se reía y le gritaba que se follara a esa guarra. Diana se corrió otras dos veces más antes de que Raúl hiciera lo mismo sobre su espalda.

Los tres se tumbaron en la cama derrotados. Diana estaba cubierta por delante y por detrás del semen de los veinteañeros. Se disculpó y fue a ducharse. Cuando salió envuelta en una toalla quince minutos después, Marc y Raúl estaban tumbados en la cama acariciándose unos penes totalmente erectos de nuevo. Suspiró mientras se acercaba a ellos y se deshacía de la toalla por el camino.

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