Ana María Fernanda Severina… María Fernanda era una joven sudamericana, morena, de un metro setenta y cinco de estatura. Tenía el cabello negro, rizado, largo y espeso que llevaba en una media melena, sus ojos eran oscuros, y sus tetas y su culo eran gordos.
María Fernanda desde muy joven oía cómo su padre y su madre hacían sus cosas en la habitación de matrimonio y entre los gemidos que le sentía a su madre y las cosas sucias que le oía decir a su padre se fue sintiendo atraída por él. Cuando se hizo mayor miraba a su padre de aquella manera y su padre comenzó a meterle mano, siempre con su madre delante y estando de espaldas. Aquello tocamientos tenían un morbo que la ponían negra y comenzaron las pajas imaginando que su padre la hacía suya.
Una noche que estaban follando su madre y su padre fue a hurtadillas a ver si podía ver algo de lo que hacían. Al entreabrir la puerta vio a su padre sentada en el borde de la cama con una venda negra en los ojos y a su madre desnuda en su regazo gimiendo en bajito mientras él le daba con una zapatilla en el culo haciéndose el ciego y poniéndola de puta para arriba. Volvió a arrimar la puerta y dijo para sus adentros:
-¿Qué clase de juego será ese?
Se quedó en el pasillo y al ratito sintió a su madre gemir con ganas. Volvió a entreabrir la puerta y vio a su padre arrodillado delante de su madre comiéndole el coño. Su madre gimiendo parecía mirarla a través de la venda negra y sé excitó. Su pequeño coño comenzó a mojarse. Pensamientos guarros surcaron por su cabeza. El primero fue lamer el coño mojado de otra mujer, y el segundo hacerse una paja que le quitara aquel tremendo calentón.
Se fue a su habitación, se metió en cama, se quitó la enagua y las bragas, cerró los ojos, flexionó las rodillas, se abrió de piernas, introdujo un dedo en su coño mojado y lo metió y lo sacó al tiempo que acariciaba con el dedo el clítoris. Imaginó que estaba en el regazo de su padre, que le azotaba el culo con la zapatilla, después que le ponía el coño en la boca dándole la espalda, el padre le comía el coño y el culo, se daba la vuelta y le daba las tetas a mamar, se sentaba sobre su polla, lo follaba, le comía la boca… y comiéndole la boca se corrió cómo una loba, retorciéndose sobre la cama y tapando a boca con su mano izquierda para que sus padres no oyeran sus gemidos de placer.
María Fernanda tenía una amiga a la que se lo contaba todo, y esa amiga era su prima Carolina, que era cuatro años mayor, más alta y con todo tan grande que ella. Estaba casada y tenía mucho tiempo libre, ya que su marido trabajaba en una plataforma petrolífera. Ese sábado por la mañana los padres de María Fernanda iban a una exposición. Tomando un café sentadas a la mesa de la cocina de la casa de Carolina, María Fernanda le contó lo que viera, lo que oyera, que pensara y lo que se hiciera. Carolina le dijo:
-A tu madre le va la marcha y se inventan juegos. ¿Follarías con tu padre?
-Si no se enterase mi madre, sí.
-Pues ya sabes lo que tienes que hacer. Cuando no esté tu madre te pones una venda en los ojos y te insinúas. ¿Y con tu madre?
-¿Con mi madre, qué?
-¿Follarías con ella?
-Si no se enterase mi padre, sí.
-¿Y con los dos?
-Si ellos quisieran, sí.
-¿Follarías conmigo?
-Sí.
-¿Me harías con la zapatilla lo que le hacía tu padre a tu madre?
-¡¿Quieres que te pegue?!
-Sí, quiero.
-¿Y por qué no me pegas tú a mí?
Carolina, que estaba vestida solo con una enagua negra, separó la silla de la mesa.
-Cómo quieras. Ven aquí, saca una zapatilla de uno de mis pies, dámela y échate sobre mis rodillas.
María Fernanda, que llevaba puesto un vestido que le daba por debajo de las rodillas y calzaba unas zapatillas, se agachó, le quitó la zapatilla del pie derecho, una zapatilla negra con el piso de goma de color amarillo, se la dio, se levantó el vestido, se bajó las bragas y se echó sobre sus rodillas. Carolina le dio.
-¡Plas, plas!
-¡Ayyy!
Carolina se metió de lleno en el juego.
-¿Te gusta, cuca caliente?
-No me disgusta, pero duele.
-¡Plas plas plas!
-¡Ayyyy!
Le acarició las nalgas le pasó un dedo por el coño, lo sacó pringado de jugos y le dijo:
-Te voy a enseñar a masturbarte.
-Ya sé.
-No, no sabes, cómo yo lo hago, no.
-Sí que sé.
Le largó otra vez.
-¡Plas, plas, plas!
-¡Ayyyy!
-No hables de lo que no sabes, perra.
-Sí que sé de lo que hablo.
-¡Plas plas!
-¡Ayyy! ¡¡Puta!!
-¡No sabes, carajo! Y no me llames puta o te doy más fuerte.
-¡Sí que sé, puta!
-¡¡Plas plas!!
-¡¡Ayyy!!
-¿Disfrutas, zorra?
-Esto de los azotes no es para mí.
-¡¡¡Plas, plas!!!
María Fernanda ya estaba cachonda.
-¡Oooh!
-Plas, plas, plas.
-¡Oooh! Vas a hacer que me corra, prima.
-¡Ni se te ocurra, mojonera! Ponte boca arriba sobre mis rodillas.
Se puso boca arriba. Su coño, con una mata negra, rizada, que lo cubría todo, quedó al aire. Carolina volvió a pasar el dedo por la raja, y con él mojado acaricio su clítoris haciendo círculos sobre él. María Fernanda le preguntó:
-¿Te masturbas así?
-Sí. ¿Te gusta?
-Así también me masturbo yo.
María Fernanda abrió las piernas. Carolina le metió un dedo dentro de su estrecha vagina.
-¡Qué gusto!
Metió y sacó el dedo varias veces. Acarició sus tetas y después volvió a hacer círculos con el dedo sobre el clítoris… María Fernanda se corrió cómo una loba, gimiendo y temblando y soltando una tremenda corrida que bajó entre sus piernas y le puso perdida la enagua a Carolina.
Al acabar, con una sonrisa de oreja a oreja, le dijo a su prima:
-¿Quieres que te masturbe yo a ti?
-¿No prefieres ver cómo me masturbo yo?
-Sí, hazlo, quiero verte.
Carolina se levantó, quitó la enagua y quedó totalmente desnuda.
-Siéntate en la silla.
María Fernanda se sentó en la silla en la que estaba sentada Carolina y con el coño de su prima a menos de medio metro de ella vio cómo metía y sacaba dos dedos de él y cómo se magreaba sus gordas tetas con areolas oscuras y pezones cómo picas. Dándose dedo a mazo, le preguntó:
-¿Te gusta lo que ves?
-Sí, mucho. Mi coño se está mojando otra vez.
Unos minutos después Carolina quitó los dos dedos del coño, se los llevó a los labios y María Fernanda los chupó. Ya fue a por ella. Le cogió la cabeza con las dos manos, le llevó el coño a la boca y le dijo:
-Lame.
María Fernanda sacó la lengua para lamer, Carolina frotó el coño contra ella, comenzó a gemir y se corrió en su boca, diciendo:
-¡Bebe, viciosa!
Al acabar de correrse Carolina, María Fernanda se levantó y le dijo:
-Me gustó que me la dieras en la boca.
Carolina se levantó, la besó con lengua. María Fernanda se estremeció, era su primer beso. Todo aquello era nuevo para ella. Le quitó el vestido, el sujetador y las bragas. Al tenerla desnuda la besó en la boca, en el cuello, le lamió los duros pezones de unas tetas esponjosas y con areolas grandes y casi negras. María Fernanda gemía, gemía y respiraba con dificultad. Carolina la cogió por la cintura y besó y lamió su ombligo. Cuando lamió su coño encharcado ya no necesitó más, se corrió cómo una burra. Sus piernas le empezaron a temblar, se le fueron las fuerzas y se derrumbó sin que su prima la pudiese sujetar. Acabó en el suelo en posición fetal, temblando y con las dos manos en el coño. Carolina mirándola dijo:
-¡Mi madre que corrida!
Era el comienzo de una intensa relación sexual.
Seis días más tarde, Claudia, la madre de María Fernanda, una mujer alta, gordita, con buenas tetas y buen culo estaba en el hospital con su madre que se había roto una cadera, Sandro, el padre de María Fernanda, que era un cuarentón moreno, de estatura mediana, fuerte, pero era un planchabragas que hacía todo lo que le mandaba la mujer, aprovechó para beber vino hasta que se hartó, sin llegar a emborracharse por si volvía su mujer, después se fue para cama, no sin antes tocarle una teta a su hija, y decirle:
-Si quieres jugar sabes dónde estoy.
-Estás borracho.
-Sé bien lo que me hago.
-¿Y si regresa mamá?
-Le decimos que no es lo que parece.
A María Fernanda se le escapó una sonrisa al decir:
-Estás muy borracho.
-¿No tienes ganas de correrte?
-¡Vaya pregunta!
Sandro dándole la espalda a su hija y yéndose para cama, le dijo:
-No me respondiste.
María Fernanda mirándole para el culo le respondió:
-Siempre, ganas de correrme tengo siempre.
María Fernanda poco después estaba desnuda en la puerta de la habitación de su padre. Se puso una venda negra y fue hacia la cama. Sandro al ver aquel monumento en pelotas con la venda en los ojos y caminando hacia la cama, se puso morcillón y le dijo:
-Llevo tiempo esperando este momento.
-Y yo, papi.
Al chocar con la cama se dio la vuelta y se sentó en el borde. Sandro se quitó el calzoncillo y la camiseta, salió de la cama, cogió la polla, que estaba morcillona, y se la pasó por los labios, María Fernanda abrió la boca y sacó la lengua, su padre frotó la cabeza contra ella, la meneó y meneándola le dio el glande a mamar. María Fernanda mamó con ganas y la polla se puso dura. Se la frotó en los pezones, en las areolas y después se la volvió a pasar por los labios, de nuevo le lamió el glande, lamiéndoselo, salió un chorro de leche que entró en su boca. Cogió la polla con la mano derecha, la metió en la boca, mamó y se tragó toda la leche de la corrida.
María Fernanda estaba de un cachondo subido. Cuando su padre la puso en su regazo se lo dijo:
-¡Me pusiste muy cachonda, papi!
-Y más que te voy a poner.
La cogió por la cintura, la levantó, y cómo ella imaginaba en sus pajas que haría, le lamió el ojete y el coño. Después de una cuantas lamidas, le dijo:
-¡Sigue, sigue, no pares, papi, no pares que me voy a correr!
La dejó con la miel en la boca. Se sentó en la silla, la puso en su regazo y le dio con la palma de la mano en una nalga y en la otra.
-¡Plin, plas!
-Te vas a correr cuando yo te mande, puta.
A María Fernanda le dolía, pero también le gustaba, le dijo:
-¡Sí, soy una puta, y tú eres un cabrón que te corriste en la boca de tu hija!
-Bien que te gustó, buscona. ¿Quieres correrte?
-Si, papi.
-¡Pin, plas!
-Pídelo por favor.
-Por favor, papi, por favor, haz que me corra!
Le metió dos dedos en el coño encharcado y la masturbó.
-¿Preparada, furcia?
-¡Sí, papi!
Masturbándola le volvió a dar.
-¡Me corro!
El coño comenzó a desbordar. Sandro echó a su hija encima de la cama, la cogió por las nalgas, la levantó y le lamió el coño, un coño que no paraba de echar jugos. El cuerpo de María Fernanda se sacudía con pequeños espasmos… A la primera corrida siguió una segunda y una tercera, ya que su padre al acabar de correrse la primera vez siguió lamiendo con ganas atrasadas. A la tercera corrida dejó de lamer porque María Fernanda perdió el conocimiento. Cuando lo recuperó estaba sin venda. Su padre le estaba comiendo las tetas y con dos dedos dentro de su coño la masturbaba de nuevo. María Fernanda le acarició el cabello, sonrió y le dijo:
-Aprovechado.
Sandro se echó boca arriba sobre la cama.
-Aprovéchate tú y sube.
-¡¿Quieres que te monte, papi?!
-Sí, sube a tu montura.
María Fernanda subió encima de su padre, cogió la polla y la puso en la entrada del coño, empujó con el culo al mismo tiempo que Sandro empujaba hacia arriba con la polla. Le entró la cabeza. María Fernanda se quejó:
-¡Ayyy! ¡Se me rompió el coño!
-Siempre pasa la primera vez. Sigue metiendo.
María Fernanda se echó a lo largo de su padre y le dijo:
-Mete tú.
Beso a beso, milímetro a milímetro y centímetro a centímetro Sandro le fue metiendo la polla hasta que llegó al fondo del coño. Con ella dentro ya fue María Fernanda la que fue metiendo y sacando, pero sacando un par de centímetros y volviendo a meter hasta el fondo al tiempo que frotaba el clítoris con la pelvis de su padre. El roce surtió su efecto. Le hizo saber que se iba a correr.
-¡Me viene, papi!
-Lo sé, córrete.
María Fernanda se corrió y Sandro la sintió gemir, temblar y estremecerse contra su cuerpo.
Después de correrse, Sandro le dio la vuelta, la cogió por la cintura, la levantó y la folló. La polla al estar engrasada con los jugos de la corrida entraba y salía de aquel coño estrechito produciendo gran placer en los dos. Al rato María Fernanda, Hizo un arco con su cuerpo y volvió a bañar la polla de su padre con otra tremenda corrida.
Luego le frotó la polla en el ojete.
-Por ahí no, papi, por ahí no.
-Calla, coño, calla que te va a gustar.
Se la frotó con más fuerza.
-¡Nooo!
Ya era tarde, la cabeza de la polla había entrado en su culo.
-¡Duele!
Con la cabeza dentro y sin moverse le acarició el clítoris con dos dedos, y le dijo:
-Relájate, lo peor ya pasó.
María Fernanda se relajó, abrió más las piernas, y cómo en el coño, la polla le fue entrando, milímetro a milímetro y centímetro a centímetro… Cuando iba por la mitad, le dijo:
-Me voy a correr, papi, me voy a correr, papi. ¡Me corro!
El culo de María Fernanda apretó la polla y su vagina abriéndose y cerrándose fue echando los jugos fuera. Sandro miraba cómo salían del coño. Se iba a correr sin remedio. Aguantó hasta que su hija acabó de correrse. María Fernanda sintió latir la polla dentro de su culo y presintió que su padre se iba a correr dentro de él. La quitó del culo. Quería que se corriese dentro, sí, pero dentro de su boca, ya que le agarró la polla al comenzar a salir la leche, la metió en su boca y se tragó hasta la última gota.
Al acabar se limpió la boca con el dorso de la mano y le preguntó a su padre:
-¿Te gustó que bebiera tu leche?
-Sí, me gustó mucho.
-¿A que soy una buena puta, papi?
-Si, hija, casi tan buena puta cómo tu madre.
Quique.