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Déjalas, estas no tienen remedio, nunca lo han tenido
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Hace poco que leí un relato que me hizo recordar mi primera vez con una mujer, éramos muy jóvenes no cumplíamos todavía los 20 años y aunque nos gustaban y nos gustan los hombres eso no quitó para que exploráramos ese campo con el que disfrutaríamos durante unos años a pensar de tener pareja las dos y esta es la historia de cómo empezó, nuestra historia… juntas.

Sofía y yo nos conocemos desde primaria, siempre juntas, siempre unidas, mi mejor amiga desde que tengo uso de razón, crecimos las dos en un barrio de Valencia, siempre metiéndonos en jaleos y saliendo de ellos como mejor podíamos las dos juntas, realmente éramos dos niñas rebeldes, malas no, curiosas, íbamos cumpliendo años y empezaron los problemas… Los chicos, nuestros primeros novios, nuestros primeros besos, la perdida de nuestra flor en el mismo año, en el mismo mes, casi en el mismo días, cierro los ojos y es como si fuera ayer, la veo entra en mi casa corriendo como si alguien la persiguiera buscándome, saludando a mis padres apresuradamente y hablando con ellos emocionada, convenciéndoles y convenciéndome para que la acompañe el fin de semana a Madrid, para ir al auditorio nacional al concierto de música clásica donde iban a tocar unas amigas, no hacía ni cuatro meses que llevábamos las dos recién estrenados como quien dice los 19 años.

Mi madre a regañadientes y tras varios besos y mismos de Sofía dio su brazo a torcer, nos hubiéramos ido de todas maneras, pero era mejor así, aparte de tener una aliada para que mi padre se ablandara, aparte de los mimos que las dos le dimos una por un lado y la otra por otro con sendos besitos en la mejilla para que nos dejara uno de sus coches y así ese 5 de julio empezamos nuestra aventura a lo Telma y Louis, conduciendo el coche de mi padre a una ciudad que hasta entonces no conocíamos con la intención de arrasar y pasarlo bien, vestidas con nuestros pantalones vaqueros cortos y unas camisetas insinuantes y en el maletero dos bolsas de viaje con algo más de ropa más recatada para el concierto.

Llegamos a Madrid aproximadamente a las 6 de la tarde, con tiempo suficiente para registrarnos en el hotel, dejar las bolsas y salir de aventura, la aventura que resulto ser ir de tapeo por el centro, contonearnos con algunos chicos que nos miraban y nada más, para que a la una de la mañana entráramos en el hotel, una duchita y a la cama como niñas buenas.

El sábado hasta el concierto más de lo mismo, visita diurna por Madrid y a las cuatro en el hotel para arreglarnos, maquillarnos y vestirnos, a las siete y media teníamos que estar en el auditorio nacional y allí estuvimos después de coger un taxi, Sofía salía del taxi guapísima con un vestido azul oscuro con dos tirantas por los hombros, un vestido muy corto por encima de las rodillas, más bien por encima de la mitad de sus muslos, un vestido bien ceñido al cuerpo insinuando unas curvas de infarto, piernas brillantes, la piel tostada por el sol, su melena castaña ondeando por su espalda y sus ojos verdes, unos ojos que han sido siempre la perdición de muchos y mi envidia.

Detrás de ella salía yo con un vestido no menos bonito, no menos corto, un vestido color azul celeste de palabra de honor con mis hombros desnudos, bien ceñido a mi cuerpo resaltando mis pechos, mis caderas y terminando de una forma bien bonita mi culo, mi melena cayendo por la espalda y unas sandalias del mismo color del vestido, las dos con sendos bolsos a juego pequeños para meter lo justo, nada más salir empezamos a dar besos a diestro y siniestro a todas nuestras amigas, mientras todas nos decíamos lo guapas que estábamos.

El concierto precioso, la cena todas justas maravillosa, donde las cinco amigas reíamos junto con otros dos compañeros de la orquesta, unos chicos bien guapos, pero novios de dos de nuestras amigas, que pena pensábamos Sofía y yo, así que… nada que hacer, estuvimos en una discoteca en el centro donde disfrutamos bailando, bebiendo y hablando de todo un poco hasta que todos se fueron menos nosotras dos que seguimos la marcha hasta las tres de la mañana y como siempre al final nos tuvimos que ir, ya que siempre hay algún baboso que no sabe cuando está de sobra.

Allí conocimos a tres chicos la verdad que guapos a más no poder, hablamos, reímos y bailamos con ellos incluso dejamos la puerta abierta a que pudieran pasar más cosas, pero como siempre… Las dos íbamos despampanantes es cierto, las dos con ganas de ligar también y de más por supuesto, aquella noche queríamos triunfar en la plaza y follar, pero no sé qué les pasa algunos chicos que cuando lo tienen todo a favor van y la joden, tanto la jodieron que les dijimos al final que éramos lesbianas.

Para convencerlos y que nos dejaran al final en paz no hay nada mejor que un baile sensual en la pista, las dos acariciando nuestros cuerpos, agachándonos y empezando por los muslos, cintura y pechos, terminando y esto si era novedad con un pico en los labios que al final se convirtió en un beso pequeño, en ese momento las dos nos miramos a los ojos y sin decir nada las dos cogiéndonos de la cintura nos volvimos a besar, pero esta vez más profundo, bailando nuestras lenguas en nuestro interior, los tres nos miraban excitados queriendo participar, pero sabiendo que no podían al quedarse sorprendidos y no fueron los únicos, ya que las dos sentíamos sorprendidas que también nos había gustado, no tardamos en irnos en cuanto dejamos de interesarlos, pobres no saben la noche que se perdieron por gilipollas.

Llegamos al hotel a eso de las cuatro de la mañana, siempre me acordaré el hotel Santo Domingo junto a la Gran Vía siempre bulliciosa, un hotel fantástico con una habitación deliciosa con un ventanal enorme de arriba abajo que nos mostraba una plaza llena de gente aun a esas horas, ya de camino al hotel las dos íbamos hablando de que quizás habíamos sido tontas y exigentes, que quizás podríamos haber aguantado más las estupideces de aquellos niñatos, total no los conocíamos y nunca más los íbamos a ver así que más hubiera dado que nos magrearan un poco aunque no les hubiéramos invitado todavía.

Sofía se daba la vuelta diciéndome que ella se volvía, que quería follar, las dos nos reíamos y amarábamos con volver, podríamos terminar la noche y el viaje un broche de oro, poco a poco y con mala cara nos alejábamos de allí y la conversación dio un vuelco al beso, a los besos que nos dimos, conversación que no dejaríamos hasta llegar a la habitación del hotel y al final encontramos la oportunidad de terminar el viaje con el broche de oro que tanto ansiábamos, pero que ni ella y yo esperábamos, todo empezó en el ascensor mientras Sofía me quitaba el pelo de la cara.

– Esta noche estás guapísima Lara.

– Gracias, pero mira quien fue hablar.

– Y besas…

– Que te ha gustado como beso ja,ja,já.

– Hay Larita besas muy bien, lo sabe, que si lo sabes, sabes que besas muy bien… perrilla.

– Ja,ja,já anda no digas tonterías.

– Que si tía, que hasta me has excitado.

– Ja,ja,já anda no seas tonta tía.

– Joder Lara que me has mojado las bragas.

– Pero no seas burra Sofía, ja,ja,já.

Sofía me iba haciendo pequeñas cosquillas en mi cintura, pequeños pellizcos en mi culo, las dos riendo y gritando por el pasillo hasta llegar a la puerta y allí en la puerta mientras yo sacaba la tarjeta de entrada, Sofía seguía con sus bromas, abrazándome por detrás apretando mis pechos con sus manos y con su pelvis empujando mi culo, apretando su sexo contra mí, moviéndose como si me estuviera follando y las dos no parábamos de reír mientras Sofía con voz grave me decía.

– Toma, toma polla ja,ja,já.

– Te puedes estar quieta Sofía que no consigo meter la tarjeta jajajá.

– Esos, eso, te voy a meter toda la polla ja,ja,já.

– Serás boba.

– Polla, polla ja,ja,já.

La muy tonta seguía metiéndome mano hasta que entramos en la puerta y encendí las luces, en ese momento y sin previo aviso quizás para callarla, para cortarla y que me dejara en paz me di la vuelta y la plante un beso en sus labios nuevamente, un beso donde desde un principio fueron protagonistas nuestras lenguas, un beso que fue más largo de lo que yo había pensado, hacerla callar lo hice, pero desate otra tormenta, una tormenta de deseo entre las dos, una tormenta que ahora sí que estábamos mojando las bragas a las dos.

Al separar nuestros labios nos miramos fijamente a los ojos, sin decirnos nada, el tiempo parecía detenerse y un segundo parecía ser un minuto, un minuto una hora, quizás si alguna hubiera dicho algo, quizás si hubiéramos roto el silencio con alguna gracia, pero no fue así y sin decir nada nuestras miradas lo decían todo, sabía lo que pensaba y ella lo que pensaba yo, nos conocíamos demasiado bien, estábamos llenas de deseo la una por la otra, quien quería chicos esa noche teniéndonos la una a la otra y no sé el tiempo que paso, pero en un momento, en un segundo delicioso nos volvíamos a besar esta vez con más pasión, tanto que nuestras leguas se habría paso para encontrarse de nuevo, tanto que nuestras manos recorrían nuestros cuerpos acariciándolos, tanto que… nuestros vestidos se quedaron en la entrada de la habitación tirados en el suelo.

Al pie de la cama abrazadas y besándonos, nuestra piel tan solo cubierta por nuestros tangas abrazadas sintiendo sus pechos contra los míos, piel contra piel, mujer contra mujer, las dos de rodilla en la cama presentándonos y descubriendo nuestros cuerpos, explorando sus pechos con mis dedos, sus pezones, su cintura de avispa, su piel suave y cálida, Sofía hacía lo propio conmigo, pero atreviéndose a lamer mis pezones, a chupar mis pechos y yo a quitarle el tanga despacio dejando libre su sexo, su monte de venus con poco vello, depilado y perfilado solo el pequeño triángulo para no verse de más en la playa con el bikini, igual que el mío que empezaba a ser liberado también por ella.

Las dos nos tocamos a la vez mientras nos mirábamos, las dos gemimos a la vez mientras nos acariciábamos el clítoris circularmente con dos dedos, las dos sentimos la humedad de la otra al pasar nuestros dedos entre nuestros labios y las dos sentimos el placer de meternos dos dedos en nuestras vaginas mientras nos besábamos, nuestras manos sobre nuestros sexos, metiendo y sacando los dedos de nuestro interior, con nuestra respiración disparada con gemidos continuos despacio nos fuimos tumbando, aquella habitación iluminada solo por la luz que entraba del gran ventanal abierto al cielo de Madrid, a sus gentes que todavía paseaban y reían en la plaza de abajo, todos eran testigos de lo que estaba naciendo entre la dos, amistad, amor, sexo.

Nos tumbamos buscando nuestros sexos, mi cabeza sobre el suyo y la suya sobre el mío, las dos con las piernas abiertas, yo debajo y ella arriba, las dos lamiendo nuestros clítoris y penetrando con los dedos en nuestras vaginas, silencio, gemidos, ruidos de besos y succiones al meter sus labios en mi boca, mi clítoris en la suya, supongo que la situación, supongo que la compañía, pero no recuerdo que nadie me comiera el coño igual, con tanto tacto, con tanta suavidad, sus dedos suaves me penetraban y me hacían gemir, las dos nos regalamos un tiempo con pequeños gemidos y gritos, unos minutos siendo suya y ella mía, unas horas que disfrutamos la una de la otra.

Demasiado excitadas, demasiado mojadas, bebiendo nuestros flujos, las dos seguíamos amándonos, Sofía empezó a gatear hacia delante, apartando su vagina del alcance de mi boca hasta llegar a alcanzar mi vagina con la suya, se iba agachando, hasta que nuestros sexos se juntaron, movía sus caderas de forma circular y nuestros labios empezaron a tocarse al igual que nuestros clítoris, esa primera sensación fue única, maravillosa, despacio, suavemente nos rozábamos los clítoris, los gemidos aumentaron, una sensación de placer me empezó a recorrer el cuerpo, nuestras caderas bailaban uniendo nuestros sexos una y otra vez, ahora más rápido y más fuerte, los labios parecían besarse, los clítoris fundirse y nuestros gemidos inundaban la habitación traspasando puertas y ventanas.

Le pedí por favor que se acercara a mí, la pedí que me besara porque necesitaba de sus besos, Sofía se incorporó y se tumbó encima de mí agarrándome de la cabeza y yo de su cintura besándonos apasionadamente, con giro rápido la puse debajo de mí, habíamos cambiado los papeles, ahora era yo la que estaba encima y la empecé a besar por el cuello, por sus hombros, cayendo sobre sus pechos y pezones, oyéndola gemir, seguía bajando por su tripa y metiendo mi lengua en su vagina una vez más, saboreando sus flujos.

Me incorporé y abriéndola de piernas me senté sobre una de ellas a horcajadas y sujetándole la otra pierna con mis manos, ahora era yo la que buscaba su sexo para juntarlo y rozarlo con el mío y empecé a moverme hacia adelante y hacia atrás, como si la estuviera follando con una polla imaginaria, pero eran nuestros sexos los que se juntaban, primero despacio y luego más rápido íbamos rozando nuestros labios humedecidos y entrelazados con nuestros clítoris fundiéndose juntos, Sofía al igual que yo no paraba de mirarme, de gemirme, de tocarse los pechos y pellizcarse los pezones, las dos íbamos llegando juntas al orgasmo, las dos estábamos a punto de estallar y empezamos a gritar cuando sentimos nuestros cuerpos temblar, arder, inundando nuestras vaginas y mojando nuestros sexos.

Caí rendida entre sus brazos, rendidas y sudorosas nos besábamos y reíamos, acabábamos de hacernos el amor, dos amigas, las dos siempre unidas y anidadas por una misma pasión, jamás ninguna de las dos hubiera imaginado cuando nos conocimos de niñas que acabaríamos en la cama teniendo sexo, un sexo tan maravilloso y placentero, como si la una supiera lo que le gustaba a la otra en ese mismo momento, una caricia aquí o un beso allí.

La noche no termino, la noche siguió con más besos caricias y orgasmos, la unión de las dos empezaba más allá de la pura amistad, salvo dos personas nadie supo de lo nuestro hasta que llegaron ellos y por respeto lo nuestro termino, los dos aunque recelosos lo han entendido y en parte lo comprendieron, aquella noche por desgracia termino y al día siguiente salíamos para Valencia a la cuatro de la tarde y cuando llegamos a casa por fin, mi madre nos preguntó con un pequeño lapsus.

– Que, os gusto Madrid, que tal el concierto, os gusto como os “tocaron”, perdón tocasteis, perdón estoy tonta como tocaron.

– A pues… pues muy bien, muy bien, tocar… tocar, nos tocamos muy bien, la verdad que disfrutamos. – Le respondía Sofía

– Si, si, sobre todo eso, la verdad que disfrutamos mucho tocándonos.

– Pero mucho… mucho, verdad Lara.

– Verdad Sofía verdad.

Mientras las dos explotábamos en una sonora carcajada mis padres se miraban extrañados viendo como nos reíamos las dos, diciéndole mi padre a mi madre, una frase que desde entonces recordamos como lema y cuánta razón tenía.

– Déjalas… estas no tienen remedio, nunca lo han tenido.

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