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Nohemí, el despertar
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Me habían hablado de un viejo trabajo y me ofrecían ciertas cosas así que acepté regresar, en ese período había muchos cambios de personal, los que se iban y los que llegaban, algunos los conocía de mi vez anterior así que no me sentía tan fuera de lugar al regresar.

Los movimientos me fueron acercando a un departamento que estuviera más “cerca” de mi casa y ahí se encontraba Nohemí, mujer bajita, piel blanca, rubia, ojos azules, “separada”, con tres hijos, el mayor de 19, siempre muy tapada con gabardinas, suéter de cuello alto, ropa holgada, etc.

Mi trato en general era de buenos días, ella igual amable y cordial, había un compañero que siempre la acosaba, lógico se le ponían frenos, se le llamaba la atención, hasta que un día le dije… “bueno, cual es la insistencia con ella, no tiene nada de extraordinario…” a lo que me contestó… “es que no la has visto bien…”, honestamente en ese momento ni me iba ni me venía “verla bien”.

Una tarde Nohemí tocó a mi oficina lo cual me sorprendió por varias razones, la primera porque ella ni por error se acercaba a esa zona del departamento, segundo iba mucho menos tapada de lo normal, iba con un traje sastre que le quedaba como guante color gris, botines negros, blusa blanca y el motivo era para darme las gracias porque ya no la molestaba este compañero y se sentía más en paz. Lógico le dije que era parte del trabajo apoyarla y cualquier inconveniente o situación lo podíamos platicar y siempre estaban abiertas las puertas de la oficina para escucharla a ella o a quien fuera, me dio las gracias, me dejo unos chocolates, los cuales no quise aceptar, pero fue insistente, y se retiró, al darse vuelta pude ver el “verla bien”. Tenía un trasero ENORME, por decirlo menos, marcándosele una mini tanga, y el vaivén de sus caderas.

Pensé que ahí había quedado la situación, hasta que empezó a ir con más frecuencia a mi oficina a pedirme información para llenar algunos de sus reportes, a lo que le comenté que había personal que se los podía dar, pero estas personas o no querían o estaban ocupadas, para llevar la fiesta en paz le daba sus datos que no me quitaban más de 5 minutos. De ahí ya era diario para saludar, ya me saludaba de beso en la mejilla y se quedaba un par de minutos platicando conmigo.

Me contaba su vida, madre de tres hijos, que yo le decía que se veía muy bien, ella es mayor que yo por diez años, que siempre era muy enfática al respecto, me comentaba si tenía pareja a lo que le comentaba que no, y lo de siempre… ¿Por qué? Te presento a una amiga… hasta que un buen día le dije… “y si mejor salimos tu y yo”. A lo cual se quedó fría, argumentando que ella es más grande, que el trabajo, su esposo, el cual no vivía en México, le volvía a decir que solo saldríamos a comer, que no pasaba nada, pude ver usa cara de duda, pero de incertidumbre y curiosidad, al despedirse, y darle un beso en la “mejilla” no movió su cara y la terminé besando en la boca, la cual con una mirada picara se retiró de mi oficina.

A esas alturas iba a todas horas a mi oficina y nos besábamos, le rozaba sus pequeños senos y pasaba mis dedos sobre su ropa entre sus piernas, sintiendo su calor y la humedad, salir se volvió más complicado de lo que esperaba ya que en su casa la limitaban con el tiempo para atender a sus hijos, pero como siempre pasa algo que hace que giren las cosas a tu favor, un día hubo un incidente y tuvieron que hacer mantenimiento de emergencia el cual nos permitió salir cuatro horas antes de lo regular.

Todos los compañeros del trabajo lo tomaron que irse de pinta de la escuela, así que cada quien tomo su camino y es cuando le dije… “bueno es el momento de irnos a comer…” respondiéndome… “¿a la comida o a nosotros?…”, “las dos cosas si gustas”, así que poniéndose de mil colores me dijo… “mejor a nosotros…”. Sin decir más tomé camino a un hotel de la zona, ella empezó a ponerse nerviosa al acercarnos al hotel, a lo que le dije que si quería nos deteníamos, a lo que me respondía con un ¡no!, pedimos la habitación, un hotel bonito, amplio, agradable y seguro.

La empecé a besar, apretaba sus pequeñas tetas rosas, le desabotone la blusa dejando ver un bra color negro, besaba su pecho, abrí su pantalón y al querer mis manos por detrás de sus nalgas, se puso su rostro color rojo y me dijo… “estoy en mis días…” lo cual explicaba su nerviosismo, pero pareciera que me había apretado un botón, el cual me calentó más, bajándole el pantalón pude admirar ese culo enorme, firme y esa micro tanga negra labios vaginales rosas y completamente depilada, con una toalla femenina, la cual tenía poco flujo menstrual, la termine de desnudar completamente.

La senté en la orilla de la cama para hacerle sexo oral, pero no me lo permitió, pero jalándome de la ropa, me bajo e pantalón y empezó a mamar mi verga que estaba hinchada, podía ver como recorría su lengua sobre mi verga, con sus manos jugaba con sus tetas y yo le recogía el cabello, la recosté y levantándole las piernas, puse mi verga sobre su conchita, solo la rosaba desde su clítoris hasta su culo, ella no dejaba de jugar con sus tetas, bajando mis manos hasta sus caderas y dejando sus pies en mis hombros, le metí mi verga de un golpe, solo soltó un gemido sordo, así que mientras le besaba sus pies movía mis caderas metiendo y sacando, sentía como su conchita apretaba mi verga dura, me hice para atrás y le dije… “voltéate…” y sin poner oposición se volteó poniéndose en cuatro en la cama, podía ver su nerviosismo, se la volví a meter, admiraba como se movían sus nalgas al ritmo de cada embestida que le daba, ella recargaba su cabeza sobre sus brazos en la cama, pero no escuchaba nada, solo un par de gemidos pero no más.

Terminé eyaculando dentro de ella, que creo que era lo que ella más quería, que terminara, y en ese momento se volteó rápidamente para limpiar mi verga bañada en flujos vaginales, sangre y semen. Se puso papel higiénico entre sus piernas no sin antes limpiarse y nos recostamos, le pregunte que si estaba bien, me contesto que yo era su segunda pareja sexual, así que no había estado con alguien más aparte de su esposo, me confesó que con el solo era la posición de misionero y que no podían hacer mucho ruido por los niños que estaban en el cuarto de al lado y el más pequeño en su habitación y lo peor duraban máximo 5 minutos, le daba pena no llenar mis expectativas empezando porque por la edad ella esperaría alguien más joven.

Cada palabra que salía de su boca tenía un velo de frustración, de tristeza a lo que le dije que se relajara en lugar de verlo como algo negativo tendríamos que verlo como una ventana de oportunidad, la abrace y la bese, en todo ese periodo me empezó a calentar mas todo lo que podría hacer con ella, siendo tierra virgen en muchas cosas.

La llevé al baño y bajo la regadera la penetré por detrás, la tomé por sus tetas y nos besábamos, ella aún bajo la regadera se sentía incómoda por estar en su periodo, ya que su esposo le había metido ideas que parecieran más bien para que no tuviera sexo con nadie más que con él.

Nos vestimos, ella se dirigió a su casa, pero algo fue seguro, después de esa ocasión Nohemí no fue la misma y ya les iré contando como se fue quitando la venda de sus ojos y lo más importante, de su cuerpo…

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