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Tiempo de lectura: 9 minutos

Era verano, un viernes cualquiera. Una amiga suya se casaba dentro de un mes y habían decidido hacerle una despedida de soltera. Primero querían pasar unas cuantas chicas de la cuadrilla por un sex-shop a ver si encontraban algo divertido para ese día.

Por su parte. María una mujer madura en la sesentena dominante estaba en el mismo sex-shop para ver si habían traído alguna novedad y recoger un aparato de castidad anal. En ese sex-shop alguna vez incluso había ligado pero esta vez solo iba a hacer ese recado. Le apetecía encontrar una sumisa pero no tenía ninguna prisa ya que buscaba algo concreto, alguien que con solo verla ella supiera que interiorizaba la obediencia como ninguna y entonces la vio.

Vio a Julia entrar, iba la última en ese grupo de chicas algo escandalosas, pero ella tenía otro estilo. Era más seria, la verdad no sabía si era sumisa o no, pero esa distinción al caminar y comportarse le gustó. Ella estaba en el mostrador hablando con la encargada y pagando su encargo. Las chicas se distribuyeron por el local. Julia se detuvo en la zona donde tenían la ropa y artículos BDSM. Lo hacía de forma disimulada como que no se notase que le gustaba. Había en la pared un grabado en el que una chica estaba atada mientras una mujer sujetaba su mentón mirándola con actitud dominadora.

María se dirigió a donde estaba la chica y se situó detrás de ella. Antes vio que sus amigas desde donde estaban no podían verlas. Susurró al oído de la chica:

Veo que te gusta. ¿Con cuál de las dos te identificas?

La chica iba a girarse, pero instintivamente antes de hacerlo respondió balbuceando:

La chica que está atada.

Pues entonces si te gusta ella, no te gires y en media hora te espero en la terraza de la cafetería … y hablaremos de las sensaciones que te ha producido el cuadro. La dirección de la cafetería está en la tarjeta que te acabo de meter en el bolso.

Julia se quedó de piedra y no se movió. María con las dos manos desde atrás fue levantando la falda de la chica. Julia dijo:

¿Qué haces?

María soltó la falda, pero Julia con su mano buscó la mano de la mujer y la acercó al borde de la falda y susurró:

Por favor, sigue.

María empezó a subir la falda, pero primero miró que nadie desde donde estaban las amigas pudiera ver nada. Levantó poco a poco la falda hasta que pudo tener acceso a su tanga. Tras ello, sacó una navaja y con ella cortó la tela de la prenda íntima de Julia que cayó al suelo lo mismo que la falda volvió a su sitio. Julia de forma instintiva se agachó a coger el tanga y cuando se giró María ya estaba fuera del local. Este tenía dos puertas y había salido por la trasera que Julia no conocía.

María no estaba segura si la chica acudiría, pero después de la escena de la falda estaba casi segura que así sería. Pidió un café para ella y un botellín para la chica. Eligió una mesa en la terraza alejada de la gente. A su espalda no había nadie y la chica se sentaría delante de ella. Lo tenía todo controlado. Se sentó con su café y esperó.

Doblando la esquina venía Julia. La chica caminaba muy segura de si misma, pero en la expresión de su rostro había un halo de delicadeza y fragilidad.

¿Me puedo sentar? -preguntó educadamente.

Por supuesto, además me he permitido pedir por ti. Un botellín de agua que espero que te sirva para refrescar la garganta mientras hablamos. Primera pregunta, que te ha empujado a acudir si no me conoces de nada.

No lo sé ó quizás si lo sé. Me imagino que cuando me hiciste la pregunta del grabado intuiste que acudiría porque cuando me ví reflejada era porque aparte de reflejada interiorizaba lo que podía sentir esa chica.

Touché, me pillaste. Aunque también lo hice por dos motivos más mundanos. Uno la excitación de ver esa cara junto a ese cuerpo tan bonito y dos que si acertaba quizás te planteases venir, aparte que fue un gran farol. -respondió María

Creo que antes de continuar tendría que contarte mi historia y así entenderías el por qué he acudido. No soy de esta ciudad, soy de un pueblo a unos 300 km de aquí. Estudie en la Universidad más cercana a mi pueblo y cuando me quedaban dos años para terminar la Universidad me plantearon hacer los dos últimos años en Alemania becada. Me lo pensé y decidí aceptar. Llegué allí sin conocer a nadie, me alojaba en una casa con otras tres chicas. Otra chica holandesa, una americana y una francesa. Hice mucha amistad con la francesa porque como hablaba muy bien español y yo bastante bien francés practicábamos la una con la otra. Ella llevaba más tiempo allí. Un día que estábamos en su habitación hablando vi que tenía el cajón de la ropa íntima abierto. Al pasar para ir a sentarme fui a cerrarlo y que tenía como una polla de goma atada a un cinturón. Ella se dio cuenta y vino a quitármelo de la mano. Nos quedamos las dos una frente a la otra mirándonos y me besó, la rechacé, lo volvió a hacer y esta vez ya nos fundimos en un beso. Luego acabamos en su cama y me enseñó que uso se le daba a lo que había encontrado en el cajón. Estuvimos hablando y me contó su vida en Alemania, bueno digamos que sus gustos y fantasías. Me contó que era sumisa y que tenía un matrimonio como Amos a los que obedecía y que la habían enseñado lo que era el BDSM y la habían adiestrado. Soy una mujer curiosa por naturaleza. Bueno no sé qué hago aquí contándote esto… sentenció Julia.

Me lo cuentas porque lo deseas. Tu voz es de alguien muy sumiso, por lo menos cuando lo verbalizas, lo haces de forma pausada y en voz baja como con miedo, pero ahora estás excitada seguro. Sigue…

Pues entonces la chica me hizo una propuesta, pero me pidió que la pensase fríamente porque podía cambiarme. Me preguntó como me había sentido cuando ella me había follado y azotado con la mano y le respondí que como alguien a su merced. Me dijo que eso no era nada con el mundo que descubriría si aceptaba su propuesta. Me dijo que en breve se iba a volver a Francia y que sus Amos iban a quedarse sin sumisa y que había prometido ayudarles a encontrar otra y que ella llevaba varios días pensando en mí. Había pensado en no decirme nada, pero cuando descubrí su juguete vio que tenía una oportunidad. Me dijo si quería aceptar aprender que le dijera y acudiríamos a ver a sus Amos y tardé una semana en pensarlo, pero acepté. Nos citaron en su casa para comer el domingo siguiente. Me plantearon todas las cuestiones. Me indicaron que iban a estar atentos a mis estudios, que debía sacar buenas notas y cuando terminase ayudarme a buscar empleo o si quería seguir la formación ayudarme a elegir. Eso era meterse en mi vida y dudé, pero al final me decidí y me entregué. Al comienzo fue duro pero satisfactorio y con el tiempo me adapté. Cuando terminé de estudiar me ayudaron a buscar un trabajo relacionado con mis estudios para que pudiera seguir allí pero después de dos años surgió una oportunidad aquí, en esta ciudad. No es mi ciudad, pero es un muy buen trabajo. Con una gran estabilidad y que me daría estabilidad. No quería romper con ellos, pero me recomendaron venir y pactamos que, aunque estuviera aquí seguiría perteneciéndoles pero que buscase cuando me estabilizase a alguien a quien obedecer pero que Ellos debían aprobar esa candidatura. Imagino que cuando me dijiste lo de con quien me identificaba y me citaste aquí es porque eres Dominante. Tengo que reconocer que me excitó mucho lo que hiciste y por eso he venido. No necesitaba verte físicamente por lo que me hiciste sentir. No sé que piensas tú.

¿Qué pienso? Que te había lanzado un farol pero que cuando te vi entrar en el sex-shop me pareciste una chica con clase y obediente y que me encantaría que eras mi sumisa pero como sabes eres tú la que debes decidir entregarte, pero para eso me debes poner en contacto con tus Amos para que les pida permiso.

A mí me encantaría obedecerte y que me acogieras como sumisa. Para lo de mis Amos, espera que te enseño una foto y les llamamos desde mi móvil porque si llamamos desde el tuyo igual no cogen. Lo que lo único ellos solo hablan alemán e inglés.

Oye, no seas insolente. Para tu información domino esos dos idiomas. De hecho, tengo amistades con personas del mundo BDSM en otros países entre ellos Alemania. A ver, esa foto que me ibas a enseñar.

Julia buscó la foto en el móvil y cuando se la enseño María se asombró. Los Amos de la chica eran dos buenos amigos de ella en Alemania con los que había compartido muchos momentos de risas y BDSM. Julia se dio cuenta.

¿Les conoces? -preguntó no sabía si con miedo o más excitada aún.

Si, son de los mejores Dominantes que conozco. Para que veas que les conozco les voy a llamar desde mi teléfono. Si recibes el mensaje de que aceptan te diriges a mi coche que está en esa esquina y te sientas en el asiento trasero y por supuesto, porque sé que estás entrenada, me tratarás con el protocolo debido.

María llamó y cogió Kurt, tras los saludos de rigor y en cuanto la Ama le contó lo que había ocurrido esa tarde el Amo alucinaba. Por supuesto, autorizó la entrega de Julia. Su mujer llamó a Julia y se lo hizo saber indicándole que en Alemania seguiría siendo suya. Que supiera que les representaba por lo que su comportamiento debía ser exquisito.

María se despidió de Kurt justo cuando Julia ya se había instalado en el coche. La Ama se dirigió al coche y montándose arrancó. Mirando por el espejo retrovisor comenzó a decirle a la sumisa:

Es viernes, pero no sé si trabajas mañana. Me encantaría que te quedases a cenar y pasaras la noche conmigo para una primera toma de contacto. De todas formas, eso lo hablaremos luego en casa.

De acuerdo, luego lo hablamos en casa, pero por lo menos la noche me quedo -respondió Julia.

Llegaron a la casa. María guardó el coche en el garaje y caminó hacia la puerta principal. Julia caminaba un metro por detrás. María se dio cuenta y admiró la buena educación, pero se giró y la ordenó:

Quítate los zapatos

Julia se quitó los zapatos de tacón. Caminaba hacia la casa y entró detrás de la Ama. La Ama la condujo hasta una habitación en el segundo piso. Era enorme con un gran ventanal.

Ahora ayúdame a desnudarme y vestirme con ropa de casa.

María se fue desprendiendo prenda a prenda, pero antes de nada la hizo arrodillar y que la quitase sus zapatos, pero habiéndolos primero lamido y dejado limpio la piel de los mismos. Cuando estuvo desnuda la hizo ayudarse a vestirse con una blusa blanca y una falda tubo negra. La hizo ayudar a calzarse.

Ahora Julia, debes desnudarte para así cenar conmigo. Si hubiera más gente te haría vestir con una túnica que luego verás, pero hoy que vas a cenar conmigo a solas cenarás desnuda. Pero la ropa te la quitaré yo. Por cierto, lo del tanga ya te compraré uno. Empieza.

Julia se fue primero desprendiendo de la blusa dejando al descubierto un sujetador de media copa. Luego se quitó esa prenda y María se acercó y con un delicado gesto la hizo levantar los brazos y abarcó sus pechos con sus manos apretándolos y jugando con ellos para luego retirarse y dejar que la chica se quitase la falda. Tenía unas nalgas duras y altas producto del ejercicio.

Ahora ven que vamos a la cocina y me vas a ayudar a hacer la cena. Tú pon la mesa porque hoy vas a cenar en la mesa, pero muchos días cenarás en el suelo que es tu lugar.

Julia enseguida puso la mesa y ayudó a la Ama con la comida. María era una madura con el pelo color ceniza muy corto y una gran experiencia. Admiraba la belleza física de la chica y comprobó que tenía una gran obediencia. Cuando terminó de preparar la cena hizo que la chica fuera con ella a un aseo que había cerca de la cocina. Allí cogió un pequeño huevo que introdujo en la vagina de Julia. Luego cogió el mando a distancia y se lo metió en el bolsillo.

Volvieron a la cocina, se sentaron a la mesa una frente a la otra. La sumisa con las piernas abiertas. María dio varias veces al mando a distancia para ver la reacción de la chica, esta contuvo los gemidos. Manejaba los cubiertos con una gran maestría. Le sirvió una naranja de postre y la sumisa la cortó con tenedor y cuchillo. Se veía que estaba muy bien adiestrada.

Terminaron la cena y Julia debió recoger, meter al lavavajillas y adecentar la cocina. María le ayudó. Luego la hizo caminar detrás de ella hasta la biblioteca pasando por el baño para que pudiera expulsar el huevo que llevaba en la vagina.

En la biblioteca la hizo ponerse de pies con las manos en la nuca y las piernas ligeramente abiertas. Entonces se recreó valorar físicamente a la chica. Cogió su barbilla e hizo que abriera la boca. Luego los pechos y pezones. Bajó con las manos hasta su sexo y allí vio que la chica estaba perfectamente recortada el vello y sin vello en los labios vaginales. Luego la palpó los muslos, bien firmes y torneados y el hiso darse la vuelta y apoyarse en la mesa. Sin que la chica lo viera apoyó un supositorio en el ano de la sumisa y empujó. La chica se sorprendió y giró la cabeza, pero la Ama la tranquilizó.

Sólo es un supositorio laxante. En media hora hará efecto y así te podrás limpiar en condiciones. Ahora acércame ese libro de la biblioteca que tiene un ocho en el lomo.

Julia buscó el libro y lo cogió, pero al cogerlo se activó un clic y la biblioteca se movió ligeramente. María se acercó y empujó de uno de los lados y se abrió un vestíbulo oscuro. María encendió la luz y se vio una escalera que bajaba. Bajaron por la escalera y llegaron a lo que parecía una gran habitación y efectivamente. Se encendió la luz y era una gran mazmorra. Luego María la hizo pasar a otro espacio donde había un pasillo de ladrillo basto que se introducía en otro espacio donde había varias celdas con barrotes de hierro y un agujero en el suelo en uno de los extremos.

Aquí es donde a veces pasarás las noches, porque me plazca o para castigarte. Ahora vamos a la sala del trono porque el laxante va a hacer efecto.

Efectivamente el laxante estaba haciendo efecto y le mostró el baño y allí fue Julia. Luego de evacuar y orinar la hizo entrar en la ducha y ducharse. Cuando hubo terminado la volvió a empujar dentro de la ducha y bajo el agua la hizo arrodillarse bajo ella y la orinó en la cara tras haberse bajado ligeramente.

Para terminar la noche la llevó a una esquina de la sala del trono. Allí la hizo adorar sus botas. Julia se dedicó a la tarea con deseo y ansia. La verdad es que la Ama le excitaba muchísimo dulce, directa y exigente y atractiva.

La levantó la barbilla y la propuso:

Como no eres de esta ciudad y durante la comida me has dicho que estás de alquiler te propongo vivir conmigo en ésta casa. Hay una habitación de invitados donde hay un vestidor para tu ropa. Dormirías en mi misma cama, en el suelo a los pies de mi cama o en alguna de las celdas.

Si, cien mil veces sí -respondió Julia.

María la llevó a un tótem donde la ató y luego la azotó con un látigo de dos metros. Julia agradeció cada azote hasta los diez recibidos. La soltó y la abrazó para luego besar sus labios e introducir su lengua en su joven boca.

Condujo de la mano a la chica hasta su habitación por las mismas escaleras que habían bajado. En el vestidor de su habitación le mostró un cinturón de castidad. Luego le enseñó su nuevo juguete la pera anal. La hizo arrodillarse sobre la cama y agachar la cabeza para colocarla sobre la cama. Entonces introdujo una buena cantidad de lubricante en su ano y luego untó la pera con el mismo. Se la metió forzando un poco y cuando estuvo dentro abrió la pera hasta que parecía que estaba fija y luego le colocó el cinturón de castidad y cerró todo con los candados debidos. Julia se levantó y vio en el espejo como quedaba.

Ahora queda lo último. El mechón de tu coño de zorra te lo voy a dejar porque me gusta, pero el pelo de tu cabeza lo voy a rapar al cero.

Julia dio un respingo, pero la miró a María y se levantó esperando las indicaciones mirando al suelo. Entonces María la condujo a su baño y la sentó en la bañera y cogiendo una maquina rapó su pelo al cero. Luego la condujo de nuevo al cuarto donde ella se colocó un strapon con doble polla. La besó, no paró de acariciarle la cara y besar todo su cuerpo antes de penetrarla para por fin darla la vuelta y poniéndose de rodillas entre sus piernas la sodomizó. Julia recibió permiso para masturbarse y luego poder tener un orgasmo. Julia extrajo sus dedos mojados y María los saboreó. María aceleró en su penetración hasta también recibir su recompensa.

Las dos agotadas y abrazadas se acariciaban y besaban, pero fueron a la bañera para tumbadas las dos en el agua caliente planear la que sería su vida como Ama y sumisa.

Este relato es imaginario, pero me encantaría conocer vuestras opiniones.

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