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Sexo con olor y sabor a naranja
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Tiempo de lectura: 3 minutos

No recuerdo cómo llegamos a parar juntos en ese asiento de atrás de la camioneta, pero en aquella ocasión junto a la bella Yammi vivimos unos excitantes minutos de emoción y pasión. Veníamos del final de unas vacaciones que debido a un problema mecánico nos obligó a llegar a medianoche y no por la tarde como estaba planeado, pero debido a esa inconveniencia pasó esa inesperada aventura.

Íbamos en lo que se conoce en inglés en un vehículo “Station Wagon” el cual tiene tres líneas de asientos, pero el asiento de atrás era de esos que se extienden o se doblan para usarlo para espacio de carga y este último asiento quedaba con vista hacia atrás. En frente iba la madre de Yammi y su hermano mayor, en el de en medio iba mi hermana con la otra hermana de Yami, la sensual Maggi quien era la compañera de estudios en la universidad de mi hermana. Maggi siempre procuró que mi hermana se empatara con su hermano, pero yo sabía de qué él no era de su tipo y era por eso ese viaje, con la finalidad de lograr ese empate, pero los que nos empatamos fue la preciosa Yammi conmigo.

Yammi ya era una tanto mayor que yo, quizá rondaba los 20 años, pues creo estaba en su último año en la universidad. Aquel día llevaba puesto uno de esos pantalones deportivos de color blanco y sabía que vestía tanga, pues era obvio como se le marcaba. No éramos amigos, muy poco nos frecuentábamos, pero esa semana que compartimos junto a su familia toda una semana nos habíamos conocido un poco más, aunque no teníamos mucha confianza. Y debido a este inconveniente con el vehículo habíamos terminado juntos en el asiento de atrás. Por el frío, llevamos una cobija que compartíamos los dos. Al principio había cierta distancia entre los dos, pero conforme pasaron las horas de viaje, por el cansancio Yammi terminó recostada sobre mi hombro, al punto que en cierto momento nos acomodamos y su cabeza me quedó en el pecho. Hasta ese punto todo iba de lo más normal.

Al principio pensé que Yammi dormía y cuando me tomó una de las manos y me la puso sobre su pecho, pensé que era algo inconsciente hasta que sentí que ella hizo lo mismo con la otra. Como mis manos no se miraban por la cobija, comencé con cierta desconfianza a frotarle sus pechos y ella no dijo nada. Con los minutos no solo lo hacía por sobre su blusa, se la había subido hasta tener contacto directamente con su piel. Comencé a sobarle los pezones, los cuales se tornaron erectos rápidamente. Se los halaba y sobaba. Ella comenzó a frotar una de mis rodillas con su mano. Poco a poco llegué con una de mis manos a invadir su pubis, el cual sabía estaba depilado pues días antes la había visto en la piscina en un bikini bastante diminuto. Solo me recordaba de esa vista, de unas nalgas redondas y puntiagudas que tiene esta preciosa mujer.

Cuando llegué a su abertura, su conchita ya estaba mojada. Diría: Super mojada. Comencé lentamente a sobarle el clítoris y Yammi soltaba uno que otro suave gemido. Le metía mis dedos en su conchita y le sobaba el clítoris hasta que hizo una mueca de placer y se corrió intensamente tragándose los gemidos para no exponer lo que hacíamos. Me sequé los dedos en sus pantalones y podía sentir ese olor a su sexo y Yammi para camuflar ese olor había pelado una naranja que llevaba. Obviamente estaba muy excitado y el nivel de adrenalina era demasiado y pensé que solo se quedaría en eso. Nunca esperé que Yammi tomara posición y me bajó el cierre del pantalón, al cual le tuve que asistir para sacarme la verga que estaba muy erecta. Por debajo de la cobija solo sentía la mamada delicada de esta linda chica. Estaba tan excitado que en cinco minutos hizo que me corriera y le dejé ir mi descarga en su preciosa boca. A medida que lo expulsaba ella se lo tragaba y volví a sentir ese olor a sexo. Yammi volvió a exprimir las cascaras de naranja y se quitó ese olor y paladar de su boca comiendo naranja. Así con la verga mojada con la saliva de esta linda mujer me tuve que acomodar y abrochar de nuevo el pantalón. Ella me miraba seriamente sin decir palabra y por el resto del camino se recostó en mi hombro hasta que despertamos al llegar a casa.

Días después estábamos cogiendo en un motel cerca de su casa, pues habíamos quedado picados de tener sexo. Siempre llegaba con sus diminutas tangas y comenzábamos con esa rutina del sexo oral, pasábamos al vaginal y concluíamos con un anal. Creo que fue Yammi la primera chica que no tuve que rogar para que me diera el culo, ella me lo ofreció con esa sensación de curiosidad y el cual gozaba haciendo. Siempre salíamos de esos moteles adoloridos de una larga faena en las que llegaban a los 7 u 8 polvos. Yammi creo que también fue la primera con la que jugaría con sus juguetes sexuales, la primera que se ponía sabores en la conchita y por alguna razón como una forma de fetichismo, le gustaba que le insertara hielo en su conchita y ano. A veces le insertaba una paleta y le gustaba verme chupar y comer la paleta. También, le gustaba mucho coger mientras tenía algún consolador en su ano. Era de esa manera como lograba los más extensos y satisfactorios orgasmos.

Siempre pensé que esa experiencia en el vehículo y con toda su familia en él había pasado desapercibida, pero me equivocaba. Maggi un día en son de broma me lo dijo cuando llegó de visita a mi casa:

-¿Siempre te ves con mi hermana?

-¿De qué hablas? –le pregunté.

-Tony, ¿a poco crees que no nos dimos cuenta tu hermana y yo de lo que ustedes hacían atrás en el coche? Ustedes si que tienen su valor par de picaros.

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