Era un día de invierno cualquiera, pero a aquella chica le gustaba ir fresquita, sobre todo si venía su novio a verla le gustaba ponerse esas minifaldas de colegiala que lo ponían mirando sus nalgas sobre todo cuando se agachaba a recoger alguna cosita o sus sensuales muslos se juntaban, él ya venía con muchas ganas de comerla, la deseaba profundamente, le volvía loco apretar esos muslos, y a ella eso la excitaba mucho, su mente volaba y sus fantasías eran infinitas.
Ese día ella no llevaba braguitas solo llevaba un leve sostén negro de encaje que dejaba entrever su escote con aquel jersey tan revelador, sus labios rojos y carnosos a juego para provocar un poco más aquel morenazo que tanto le ponía, a su vez él se había bañado y perfumado para estar rico para ella.
Sonó el timbre y enseguida el corazón de ella latía a mil por hora, comenzó a sudar al saber que venía su hombre, eso la excitaba y su vagina se lubricaba, el subía las escaleras y ella bajaba, de un brinco ella se echó a sus brazos y el cogió fuerte de sus muslos como niña que se quería portal mal je, je, je
Mientras ella subía, él iba detrás y se dio cuenta de que no llevaba braguitas, en un acto reflejo la azotaba con sus manos fuertes mientras subía, en medio de la escalera sin que ella ni se lo imaginara, comenzó a meterle los dedos en su vagina mojadita, pronto se dio cuenta de que ella estaba empapada y que quería ponerla firme ahí mismo en las escaleras, así que le levanto el resto de la falda, la puso en 4 patas sé bajo los pantalones y se lo metió de golpe, estaba totalmente verraco por esa cintura de avispa que lo volvían loco, ahí mismo se lo metió una y otra vez, ella intentaba no gemir mucho, pero algún gemido se escuchó en aquellas escaleras, entre el vaivén de su pene y su cintura, ella le susurraba oh si! dame más y él se movía como si no hubiera mañana mientras le metía mano en sus pechos cálidos y suaves entre perfume de sexo y lujuria.
Entre tanto movimiento ella notaba como su culito se iba mojando entre roce y roce y al finalizar el acto, él culmino encima de sus nalgas mientras el semen se deslizaba como si fuera leche condensada entre su culo redondo y prieto que el tanto le ponía a jugar.
Disimulando entraron rápido en su casa y se miraron pícaros sabiendo lo mucho que habían gozado aquel momento, la cosa no acabo ahí llevaban mucho tiempo sin verse y esas ganas locas de sexo tenían que calmarlas, así que él la tomo y la subió al mármol de la cocina y ahí mismo llevo todo su cuerpo de nata, uno a uno sus puntos débiles, sus pechos turgentes, su cuello y su vientre y vagina.
Se deleitó lamiéndolos y manoseando ese rico cuerpo, ese culito bien puesto y las tetitas con sus pezones en punta, ella se retorcía del placer, madre mía, no había nadie en casa y dieron rienda suelta de nuevo a sus bajos instintos, ella gemía como una gata en celo y él la dominaba con su tronco duro y fuerte.
Después de tanto placer quedaron extasiados en medio de la cocina sin aliento.