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Amor y ganas
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Cuando me describo empiezo por decir que tengo el cabello negro, me gusta mi cabello, un poco desordenado, pero me gusta así. Mis senos son grandes y ese día llevaba una blusa azul un poco transparente, no suelo ser la chica promedio de belleza, entre que soy bajita y no tengo curvas muy pronunciadas, carezco de ese estándar. Tengo labios gruesos y ojos oscuros, pestañas negras y largas, lunares regados por todo el cuerpo y el color de mi piel, se acentúa con el sol.

El día que nos conocimos yo tenía 22 años, el 18, un poco más alto que yo, boca delgada, delineada, perfecta, pero su mirada, inquietante, misteriosa, seductora fue lo primero que me atrajo… fueron sus ojos, claros, pequeños, pestañas y cejas de revista, inocente, tímido, morboso.

Nos conocimos por amigos en común, él más reservado que yo, entre una risa torpe y el frio que hacia le hablaba de mi vida como si fuese mi terapeuta, sus ojos claros y la frescura de sus 18 años me transportaban a una calma que nunca había sentido.

Él hablaba poco, pero se reía mucho, cantaba como si le doliese la vida misma, fue justo en medio de un concierto en vivo, que lanzo la primera frase: "me gustan las niñas bajitas", y yo, ilusionada, sentí el primer cosquilleo, justo en el ombligo, siguió mas abajo, hasta llegar a la entrepierna, ahí sentí fuego por un momento.

Nos quedamos la noche entera, bailamos, cantamos, hablamos, nos conocimos sin más… serían las 2 de la madrugada cuando empezamos a caminar para ir a casa, todos íbamos al apartamento de un amigo en común, vivía cerca, tenía comida y podíamos terminar la noche… alguien le preguntó qué tipo de chica le gustaba, el respondió corto y claro : " prefiero las pelinegras", esa frase sonó como un detonante para mí, me sonroje, sentí que se dibujó una sonrisa en mis labios, cosquillas en las piernas, latidos acelerados. Era un hecho, algo inesperado pero irreversible, me había enamorado.

Llegamos a casa de nuestro amigo, después de comer algo, todos estaban dormidos, él y yo, estábamos en el sofá, escuchando música, hablando, algunos de nuestros amigos estaban dormidos a nuestro lado, pero para mí estábamos solos, quería estar a solas con él. Lo veía un poco nervioso, quizás era mi constante insinuación y el hecho de que yo tenía pareja, o solo, también se sentía como yo, atraída, deseosa, nerviosa, feliz…

Vestía como un chico de 18, relajado, sin prisa, con un expansor en su oreja que le daba un toque sutil a su aspecto de galán, de verdad que era muy guapo, su cara de modelo, cuerpo perfecto, brazos marcados, piernas atléticas, manos grandes, todo un galán… sin embargo, sus ojos, esos ojos, estaban metidos hasta el alma, no podía hablar sin dejar de verlos, hechizada.

Él hablaba en palabras cortas, respondía a mis preguntas, se reía, me hacia una que otra pregunta, pero en especial, me hacía sentir en otro mundo, no quería que se terminará. Cantaba todas las canciones, jugamos, mis manos tocaban mi cabello, le quería coquetear, quería que se diera cuenta de cuanto lo deseaba, de cómo me había enamorado.

Mojaba mis labios, me quite la chaqueta, así mis senos se notaban un poco más… él se reía, cantaba, se acercaba un poco a mí, me miraba fijamente…

Coincidimos en el gusto por la música, en lo tímidos al estar juntos, en las risas por las frases sin sentido y en el calor de querer besarnos.

Escuchaba su voz a lo lejos, entre mi consciencia y mi deseo, era algo que no podía explicar, quería ser suya para siempre.

Me contó algunas anécdotas de su vida, yo le conté mi vida entera, quería que lo supiera todo, hasta el estar comprometida, y el solo dijo: por qué no te vienes para acá? Mereces ser feliz… yo, me moje, no soportaba tanto amor, tanta excitación, podía morir ese mismo día y habría bastado para ser feliz.

Repasaba su figura, estaba sentado en una esquina del sofá, sus manos iban y venían, tocaba su cabello, las llevaba a su pierna, su brazo izquierdo estaba extendido sobre la cabecera del sofá, su boca perfecta no paraba de reír y cantar, a veces miraba alrededor, todos seguían dormidos, estaba amaneciendo y yo le propuse un juego…

Le dije que si adivinaba la siguiente canción, obtendría un premio, sabía que lo haría, el ama la música, es un idioma, su manera de desconectar, así que, estaba ansiosa porque dijese el nombre de la canción, quería darle el premio, que evidentemente se trataba de alguna parte de mi cuerpo…

Acertó, como no, dijo el nombre de la canción y acto seguido reclamó su premio, le dije que eran mis labios con la voz más tierna que me he oído, me acerque lento, a mi torpeza no le va bien la prisa, mis manos temblaban, lo miraba fijamente, el me desnudaba con sus ojos, su brazo me abrazo tímidamente, mis piernas y sus piernas se rozaron, sentía como respiraba, lento, rápido, lento, rápido… me lancé a su boca, lo besé.

Primer beso pasión, lengua adentro, manos acariciando los cuerpos, ojos cerrados, respiración agitada, primera pausa. Sonreímos, mordimos los labios, nos reímos, observamos que nadie estuviera despierto, seguía la música…

Segundo beso, ternura, más lento, más fuerte, más carnal, mas morboso, me veía los senos, pero no se atrevía a tocar, yo veía su pene, no sabía cómo llegar ahí, pausa.

Tercer beso, ligero, pequeños besos, labios jugando, manos acariciando, ojos abiertos, risas, nervios.

Cuarto beso, demoledor, lenguas jugando a penetrar el alma, fuego en la entrepierna queriendo explotar, respiración gimiendo deseosa de estar desnudos.

Quinto beso, conmovedor, nostálgico, lleno romance, de poesía, sus ojos mirando mi cuerpo, mi alma, sus manos acariciando las mías, declarándonos enamorados.

Sexto beso, trágico, lleno de itineranticas, miedo por la despedida, cabeza hacia atrás, ojos cerrados, frente arrugada, deseo de tenerlo, de no poder.

Séptimo beso, amor, un juramento de amor eterno.

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