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La tercera jaula
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Laura despierta, su celda se tiñe de una tenue luz rojiza. Se estira sintiendo como cada músculo de su cuerpo desnudo intenta volver a la rutina, sus brazos están fríos por el aire de la mañana cosa que también parece hacer efecto en sus pezones que se dejan notar bajo las sabanas a medida que resbala por sus pechos, luego su vientre, hasta caer el pliegue de la tela sobre sus muslos dejando una sensación cálida en su pelvis irritada por los juegos de la noche anterior.

Pero sentir aquel ardor en sus labios le encanta, le recuerda todo lo que él le hizo anoche.

Una sonrisa de satisfacción un tanto picara azota su rostro repentinamente mientras sus ojos contemplan su cuerpo marcado por los deseos concedidos a su amo, sus manos como por propia voluntad deciden reconfortar sus pezones.

Los pezones de Laura emanan calor, un calor corporal que la fría mañana no supo quitar a pesar de aliviar un poco el ardor de los golpes.

Sus pezones disfrutan de sus dolorosas caricias.

La piel irritada y rojiza, las marcas obscuras que han dejado las succiones, las finas líneas de los arañazos recuerdan el placer que sintió anoche, cuanto disfruto de aquellos azotes, como se retorció de dolor mientras la humillaban tratándola como un animal, como una cosa para usarse, sin valor ni moral.

Recordar eso la éxito, siente como se calienta su irritada y maltratada entrepierna, sus labios se sensibilizan aún más y de su interior comienzan a fluir sus jugos. Ella sabe que no debe tocarse, que ese cuerpo ya no le pertenece, sabe que si no obedece ya no podrá disfrutar de los tratamientos de su dueño.

Un sonido conocido aumenta su libido, su sistema reacciona al igual que un perro cuando escucha la llegada del dueño y sabe que le darán de comer, su vagina se humedece aún más y siente una irritación que intenta desesperadamente confortar apretando sus muslos con sus manos acercándose lo más posible a su deseosa cavidad.

Mira hacia la puerta de su hábitat con expectativa, esperando que aquella masculina figura la elija una vez más, ella sabe que no es la única, sabe que debe esperar su turno de complacer a su dueño, pero no sería la primera vez que la elije seguidamente.

Escucha los pasos fuertes y contundentes sobre la madera del pasillo, y se imagina las botas, la presión de las pisadas, las mismas que hubiera sentido en su rostro hace unas horas.

Su cuerpo tiembla, en parte por el cansancio en sus músculos, cansancio por mantener durante horas la misma posición mientras atrapado entre ataduras esperaba su recompensa por ser obediente.

En su cabeza las imágenes de anoche desquician su mente, presiona sus piernas y fuerza sus nalgas intentando contener su excitación húmeda y cálida que empieza escurrir desde sus labios hacia su ano sus latidos se aceleran y casi sin querer entre su respiración exaltada se escapa un gemido.

Los pasos fuera de la habitación se detienen.

Detrás de la puerta se oye un girón de la llave en la cerradura.

Laura no puede contenerse y un “amo” se escapa casi como un suspiro de sus abultados y colorados labios, mientras casi al segundo lleva una mano a la cara presionándolos para ahogar el sonido.

Pero es tarde, él ha oído ese suspiro y ella sabe que no debió pronunciarlo sin permiso.

Encolerizado por su falta y su desobediencia el entra violentamente empujando la puerta que da un golpe seco contra la pared de la habitación, se acerca rápidamente a la cama y dejando oír su respiración furiosa la ve a la cara.

Ella entiende que hizo mal, apabullada y temerosa baja de la cama, inclina su cabeza mirando el piso y alejándose todo lo que la cadena que sujeta su cuello a la cama se lo permite se arrodilla ante él, esperando con las manos detrás de su espalda el castigo que merece.

El la rodea con pasos firmes mientras sus fuertes manos hacen puños.

Ella ve sus botas en cada pisada, oye el rechinar del cuero de sus guantes.

Mientras su cuerpo por instinto se tensa esperando la reprimenda, sus jugos comienzan a bañar sus muslos, las gotas caen rápidamente resbalando por su piel hasta detenerse en el pliegue detrás de su rodilla. Su respiración acelerada y el corazón ahogando su garganta no logran ensordecer la respiración furiosa y violenta de su amo.

El amo acerca el rostro a su oído para dejarle sentir aquella respiración más cerca, más invasiva. Con voz de mando en un tono colérico dice a su oído.

-Callada puta de mierda!

Seguidamente toma su enmarañada cabellera como si de un trapo se tratara y tira de ella obligando a torcer su cabeza hacia atrás, ella esquiva su mirada y el nudo en su garganta se siente más grande, cuando repentinamente una mano cubre su rostro de un bofetón resonando el cuero del guante contra su piel, ella siente la presión en su cara, en su nariz y en sus labios, aguanta la respiración lo más que puede en esa incómoda posición. El color rojizo en sus mejillas por la excitación ahora se intensifica por la presión y el esfuerzo que hace por respirar tomando toda su cabeza, bajando por su cuello donde se dejan ver sus venas hinchadas.

El presiona aún más la cabeza de Laura entre sus manos, mientras a tirones la obliga a ponerse de pie.

Ella siente desesperación por la falta de aire, sus ojos lagrimean y por más que trata de abrir la boca para tomar aire no puede hacerlo, sube una y otra vez sus brazos intentando agarrar las manos de su amo pero antes de tocarlo las vuelve a su espalda, ella sabe muy bien que no debe tocarlo sin su permiso.

Viéndola con desprecio y asco como a una maloliente bolsa de basura el sacude su cabeza y luego de un empujón la libera dejándola caer sobre la cama.

Ella toma aire inmediatamente, siente como sus pulmones se hinchan rápidamente y su garganta seca irritada le provoca toser, una y otra vez hasta casi sentir arcadas.

El mira con desprecio, y le propicia una bofetada con el dorso de su mano casi abierta.

El golpe empuja la cabeza hacia un lado dejando una sensación de calor en su rostro que rápidamente se convierte en un dolor agudo.

Recordando su adiestramiento Laura se apresura a volver a su posición de espera, nuevamente se arrodilla ante su amo con la mirada al suelo mientras las lágrimas ruedan por la piel de su pómulo inflamado.

El posa una mano sobre la cabeza de Laura y extendiendo la otra frente a la cara de ella le ordena:

-Limpia con tu lengua mi guante, sucia de mierda.

Ella acata la orden de su amo inmediatamente, comienza a lamer desesperada cada pliegue de su guante, se inclina y recorre con su lengua el cálido cuero entre los dedos, la palma, los nudillos mientras en su vagina sus labios hinchados babean, sus jugos recorren sus muslos una vez más.

El Amo empuja con su mano la cabeza de ella penetrando con sus dedos la boca, haciendo presión como si intentara meter toda su mano hasta la garganta.

Ella siente como se estiran sus labios hasta ajeársele la piel.

Siente aquellos dedos en su boca como van cada vez más profundo presionando su lengua hasta su garganta. Haciendo arcadas una y otra vez escucha los insultos Y amenazas que su amo murmura a su oído.

-Te voy a enseñar a obedecerme puta asquerosa. Crees que podes hacer lo que quieras? ahora te voy a violar esa boca sucia de puta que tenés para que aprendas a hablar solo cuando te lo ordeno! Cada vez que te la saque de la boca me vas a pedir perdón por desobedecerme y vas a dar las gracias por usarte hoy. Entendiste pedazo de mierda?

Concluyo mientras sacudía la cabeza de Laura de arriba hacia abajo haciéndola asentir.

-Abrí la boca y jadea como perra, puta! -Le grito.

Dividió su cabello en dos mechones, enredó uno en cada mano y con un tirón fuerte llevo la cabeza de Laura hacia su entrepierna.

Laura sintió el tirón y su cara rozando el ajustado pantalón, la textura de la prenda mojándose con su saliva, el calor de la piel al otro lado de la tela, el bulto que crecía mientras ella lamia incómodamente, jadeaba y babeaba como un perro al beber agua.

Refregaba su adolorida cara masajeando el miembro de su amo que crecía y se hinchaba tensando la tela, disfrutaba con cada pasada el tacto, agradecía estar en esa posición, ser tratada como una “cosa”, ser usada, humillada, pero lo que más disfrutaba era el dolor de sentirse tan excitada y no ser libre de tocarse. Sus jugos se escurrían entre sus piernas temblorosas y el deseo de tocarse aumentaba con cada maltrato, con cada insulto, con cada orden.

Laura sabía bien que él era su dueño y decidía cada cosa, cada acción que ella debía hacer, para eso la había adiestrado.

Recordaba cada palabra de desprecio; Puta asquerosa, Basura inútil, pedazo de mierda.

Cada orden; ven aquí sucia!, sentada como perra!, en cuatro y ladra, Infeliz basura! Baja la mirada puta idiota! Agradéceme que te violo puta de mierda! Ruega como la mierda que eres!

Cada amenaza; si me vuelves a mirar a los ojos te voy a arrancar las tetas me oíste infeliz?!

Si te mueves otra vez te voy a romper el culo con un palo!

Y con cada una el dolor que acompañaba; los cachetazos, tirones, pinzas o latigazos en sus pezones. Los dedos entrando en su ano sin lubricante, los nalgazos con la suela del zapato.

Estaba extasiada, deseaba ser usada, temblaba de cansancio y excitación a la vez.

Continuará…

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