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En el patio de los vecinos
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A veces no sabes de lo que eres capaz hasta que te quitas esa capa de moral que nos permite interactuar con el resto de las personas sin ser catalogados como bestias, porque inclusive la persona más normal se vuelve loca en la intimidad.

Siempre he considerado a mi vecina Vanessa una persona en mi gusto muy sensual, no es una modelo, pero tiene ese exceso de carne que a muchos hombres nos resulta atractivo en una mujer, piernuda, caderas anchas, culo redondo generoso, tetas grandes redondas con esa caída natural de mujer de cierta edad, es alta arriba del promedio 1,70 aproximadamente, cabello negro a media espalda usando la mayor parte del tiempo cola de caballo, tez blanca y ojos negros grandes. Pero a pesar de todo eso nunca había intentado nada por respeto a su esposo también mi vecino, pero bueno llegando a este punto fue obvio que el respeto me importó un pepino y no perdí la oportunidad.

Hace unos días salí al patio y me percaté que mi barda estaba inclinada, me asomé un poco y me di cuenta que estaba siendo empujada por un material que tenían los vecinos recargada en ella, sin más di un empujón tratando de solucionar el problema y estúpidamente tiré lo que estaba del otro lado, los vecinos escucharon el ruido y salieron, enseguida me disculpé y expliqué la situación, Gustavo mi vecino me dijo sin problema que él arreglaba todo lo que había pasado, que fue su culpa. Le pedí permiso para brincar la cerca y ayudarles y me dijo que sí, pero que estaba ocupado atendiendo algo adentro, entonces Vanessa se quedó conmigo ayudándome a acomodar un poco el desastre que hice con el empujón.

Platicamos un poco mientras trabajábamos; acerca de las fechas y demás cosas sin importancia, cuando salí de mi concentración y la vi me di cuenta que estaba como para comérsela completa, traía unos jeans apretados con desgarres que hacían que salieran porciones de sus muslos ricos, una blusa blanca semi transparente que dejaba ver su sostén blanco sujetando sus grandes tetas, que a su vez remarcaban sus grandes areolas cafés, traía un chongo desarreglado con cierta caída de cabello y señores!, en ese momento yo ya solo pensaba en sexo.

Me observó cómo estaba idiotizado, me preguntó que si tenía algo mientras literalmente se empinaba a dejar un par de ladrillos en el suelo y a mí ya se me salían las lágrimas de la excitación, con mis últimos dos minutos de cordura le dije: “creo que estamos bien, (pensando por dentro ”tu estas mejor”) me voy, cuídate”.

Estaba subiendo la barda para regresar a mi casa cuando a la altura de mi cabeza vi unas tangas y pantys colgadas, y fue donde me perdí de la razón.

Brinque de nuevo a su patío y Vanessa se soltó riendo, me preguntó:

-Qué pasó? Te cansaste? Quieres regresar por el frente?

-jajaja no, es que no puedo creer que uses ropa interior tan sexy… -eso me sacó de balance no quise caer por eso detuve la subida.

Rio nerviosa y me dijo:

-¿a poco no crees que entre en eso? -señalando su tanga.

-claro, pero eso solo tapa el frente dudaría más del panty, que tiene más que cubrir -al tiempo agarraba el panty y se lo mostraba, me acerqué a ella y ya perdido en el deseo le toqué el culo y le pregunté:- ¿qué usas ahorita?

-Unos iguales -respondió un poco nerviosa, pero sin quitarme la vista.

-Esas deben oler mejor -le dije mientras me lleva a la nariz las que tenía en la mano y con la otra cambiaba de su culo a su vagina para seguir sobando por encima del pantalón, que ya se sentía caliente, fue donde me di cuenta que no había marcha atrás.

La empecé a besar, tiré el panty y la empujé contra la pared, mientras nos besábamos seguía tocándola y ella me empezó a desabrochar el pantalón, entendí que teníamos poco tiempo, así que hice lo propio a una mano, y cuando lo desabroché su pantalón metí mis manos debajo de sus pantys y ya estaba muy mojada, identifiqué su clítoris y al meter mi dedo fácilmente encontré su punto g, lo estimulé y sus rodillas flaquearon, saqué mi mano y la llevé a mi boca para chupar sus fluidos, y le dije: “con más tiempo te comeré tu panochita rica” olía riquísimo a sexo.

Le bajé el pantalón a las rodillas y la volteé contra la pared, le masajeé el culo carnoso y suave que tiene, levanté su blusa, desabroché en un movimiento su sostén y dejé sus tetas al aire, después la empiné, se inclinó con una facilidad dejándome su cola al aire como si estuviera acostada, ahí aproveché y le metí la verga de un golpe, me sentía en la gloria. Empecé a bombearla y el sonido era riquísimo su panocha empapada apretaba delicioso, el golpeteo se sentía tan bien sobre ese culo suavecito, no decíamos nada solo gemidos leves, le sobaba las tetas desde atrás y sentía sus pezones duros, le colgaban tan rico, le metí los dedos a la boca y después con esa saliva se los metí en el culo para estimularla.

-quiero probar tus labios mientras te cojo –le dije.

La recosté en el suelo y retiré el pantalón, se la volví a clavar toda y le mamé las tetas, después me abrazó con sus muslos en la espalda, me jaló hacia ella, nos empezamos a besar y aumentamos el ritmo, sabíamos que nos vendríamos y en ese momento no importó, cuando me apretó con los muslos y sus brazos en la espalda nos venimos juntos en un gemido ahogado. Solté todo.

Pasaron 30 segundos y volvimos en nosotros, dije:

-me voy -nos empezamos a vestir y le di su panty limpia- ponte esta.

-¿por qué? –me preguntó.

-porque me llevaré la otra de regalo.

Sin más salí caminando por la puerta de enfrente, despidiéndome de Gustavo, dándole gracias por lo que haría por mí y a Vanessa por su ayuda.

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