Hace muchos, muchos años, cuando era más fácil que te tocase la lotería que oler un coño, un cuarentón, casado, que se follaba todo lo que se movía y que me veía cómo el hijo que nunca había tenido, me contó cómo se había tirado a su prima, a su tía y a su tía abuela en el tiempo que estuvo en Asturias. Os lo voy a contar más o menos cómo me lo contó él, ya que cómo os dije ya pasó mucho tiempo de eso. Comenzó a contarlo así:
-Empecé follando sin querer con mi prima, seguí queriendo con mi tía abuela y acabé follando sin querer queriendo con mi tía.
Mirando cómo comía unos tojos verdes el caballo que estaba apastando, le dije:
-Les dio bien.
-Más bien me dieron ellas a mí.
-Siga con la historia.
-Mi tío trabajaba en una mina de carbón, mi tía asistía en una casa y mi tía abuela, que estaba viuda, vivía en la casa de enfrente, así que mi prima Aura y yo pasábamos la mayor parte del día solos en casa mientras no empecé a trabajar en la mina. Te diré cómo era mi prima. Era casi una cuarta más alta que yo, bueno, también ella tenía diecinueve años y yo tenía dieciocho. Su cabello era largo y negro cómo el carbón y lo recogía en dos trenzas, sus ojos eran marrones y su nariz aguileña, era guapa, pero guapa de película.
Lo interrumpí.
-Exagerado.
-No exagero.
-Va a ser que era la mujer perfecta
-Te hablaba de su cara, de cara era perfecta, de cuerpo ya cambiaba la cosa. Mi prima era gorda, no doble, gorda, tenía las tetas muy grandes, las caderas anchas y su culo era inmenso.
-Era un bicharraco.
-Bicharraco era el novio, un tipo mucho mayor que ella con el que se veía a escondidas en la casa, y en la casa follaron cómo descosidos el día que vino a verla. Entrara por la puerta de atrás y a ella le entró por las dos puerta, que los oí, los oí mientras hacía de guardián de la puerta.
De nuevo lo volví a interrumpir.
-¿Y eso cómo se come, señor Agustín?
-No comiendo.
-¿Qué?
-Que no quería comer una manda de hostias de su novio, el bicharraco, una mole de casi cien kilos de peso, así que vigilaba por si venía mi tía abuela.
-Entiendo, entiendo. Lo tenía amenazado.
-Él, no, ella, me dijo que hiciera guardia y que cerrara la boca o me azuzaba al bicho.
-Azuzar se azuza a los perros.
-Ella me lo dijo así, y bien que la entendí.
-¡Cómo para no entenderla! Siga contando
-Pues resulta que el segundo día al irse el bicho mi prima me preguntó desde su habitación:"¿Ya se fue Antonio?" Si, le respondí. "Cierra la puerta y ven." Hice lo que me dijo. Fui a su habitación y la vi desnuda sobre la cama con las manos detrás de la cabeza. En lo primero que me fijé fue en su coño. Tenía más pelo en él que en la cabeza, luego vi sus tetas. ¡Perros melones! Bueno, eso ya te lo había dicho. Luego me fijé en sus sobacos, allí también crecía el pelo. La vi inmensa, pero no me impresionó su cuerpo, al contrario, me empalmé cómo un burro. Sonriendo, me dijo: "Desnúdate y ven para cama."
En segundos estaba en pelotas en la cama. Me dio un pico y me dijo: "Cómeme el coño." Aquello me superaba. ¿Cómo se comía un coño? Recordé el dibujo del coño que hiciera en la tierra con un palo un viejo medio maricón dándonos a los chavales una lección de sexo y recordé lo de la pepita. La señalara en la parte de arriba, pero el coño no lo dibujara con pelo, y con pelo no se veía. Se lo abrí con cuatro dedos y vi que no era cómo dijera el viejo, aquello estaba todo mojado y con tantas babas que no se veía el agujero de meter. Lamí para despejar el sitio y entonces, sí, vi el agujero y arriba la pepita. Era cuestión de lamerla bien lamida. Después de tragar aquellas babas agridulces, me dijo: "¿Te gusta que meen por ti?" Si fuera en otro momento le diría que se fuese a tomar por viento, pero estaba tan caliente viendo a mi alcance mi primer coño que le dije que me gustaba todo lo que le gustara a ella.
Le dije:
-Era bien cerda.
-Era. Le lamí la pepita de abajo a arriba y cuando mi prima empezó a gemir supe que lo estaba haciendo bien. Poco después ya se había cubierto el agujero con babas, las lamí y después volví a lamer la pepita… Mi prima me agarró la cabeza y me meó en el cuello y en toda la cara. Fue una meada larga. Me estaba bañando bien bañado cuando me dijo: "Abre la boca" La abrí y me entraron en ella dos chorros de orina. Después me cogió por los pelos y tiró hasta que me puse encima de ella. Con su lengua de vaca lamió mi frente, mis ojos, mi nariz, mi mentón, los dos lados de mi cara y el cuello, después de eso metió su lengua en mi boca y me dio un morreo espectacular.
Al hartarse de mi, me dijo: "Acaba lo que empezaste". Bajé a su coño oliendo a meo y esta vez lamí solo la pepita. Me di cuenta de que cuanto más rápido se lo lamía mas alto gemía, así que lamí a todo dar… Comenzó a rebotar sobre la cama cómo si tuviera un muelle debajo que la empujara hacia arriba. Me quitó la cabeza de su coño y vi salir de él babas espesas y en cantidad. Al acabar de echar babas, me dijo: "Me hiciste correr. "¡Tú sí que sabes comer un coño!" Me hizo sentir más alto, mas guapo, me hizo sentir más macho. Subí encima de ella y me dijo: "Fóllame las tetas." Le metí la polla entre las tetas, las juntó con las dos manos y ni un minuto tardé en correrme. Después se limpió con la sábana empapada de meo.
Aquella cama estaba perdida, estaba peor que la cuadra de una vaca, pero me importó una mierda estar sobre el meo cuando me la mamó y meneó hasta ponerla dura de nuevo. Después subió encima de mi dándome la espalda y metió mi polla en su coño. Entró cómo nada, pero tampoco le quedaba floja. Me folló sin prisa, pero sin pausa mientras yo le magreaba las tetas, unas tetas con areolas oscuras y tremendos pezones. Vi su culo ir y venir hasta que se quedó quieto. Vi cómo temblaba, cómo gemía y sentí cómo su coño apretaba y soltaba mi coño. Al acabar, de correrse me dijo: "Tu recompensa." Cogió la polla, la frotó en el ojete y después bajó su culo y me folló hasta que le llené el culo de leche. Llenándoselo vi a mi tía abuela en la puerta de la habitación.
Me pico la curiosidad, y le pregunté:
-¿Qué os dijo?
-Nada, se marchó sin que mi prima se enterara de que nos viera.
-¿Dónde folló a la vieja?
-No era una vieja, tenía sesenta y tres años.
-Para mí es una vieja. ¿Dónde la folló?
-Ya se va a hacer de noche, te lo cuento mañana.
Quique.