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Tiempo de lectura: 7 minutos

Por tercera semana consecutiva, Ana se quedaba fuera de la convocatoria de su equipo. Incomprensiblemente había pasado de ser una titular indiscutible en el lateral izquierdo de su equipo a la grada directamente. Por eso, cuando el míster dio la lista de convocadas para el partido en Madrid, Ana arrojó el peto contra el suelo y pateó un botellero camino del vestuario. Incluso desde el césped se oyó un grito de rabia precedido de un portazo.

El técnico mantuvo la calma mientras el resto del equipo se mantenía en un tenso silencio. Segundos después se formaron algunos corrillos que, entre murmullos, comentaban la situación de Ana en el equipo. Unas la criticaban:

-Coño es que no va a jugar por norma…

Otras trataban de comprenderla:

-Es que el míster no le da ni una explicación. Ha pasado del campo a la grada sin más.

El entrenador por fin dio por concluido el entrenamiento:

-Venga! Todas al vestuario. Estas cosas son normales en la élite. Todas queréis jugar, pero yo solo puedo poner a 11.

Las chicas abandonaron el césped camino del vestuario. La única que no había tomado posición en la situación era Mirtha. La brasileña que se beneficiaba de la situación de Ana.

Ésta era la típica lateral brasilera. Zurda, potente, de largo recorrido y, a sus 22 años (4 menos que Ana), tenía una tremenda proyección en el mercado internacional. Dentro de la plantilla, muchas sospechaban que el míster tenía un interés económico en una posible venta, de ahí que la antepusiese a Ana en el lateral izquierdo. Otras, como Mariela (veterana y capitana del equipo), iban más allá en ese interés. El técnico, profesional frustrado en su día, tenía mucho tirón entre las mujeres y se rumoreaba que alguna de sus jugadoras había caído rendida a sus pies. La capitana hablaba con conocimiento de causa. Ella misma había pasado por su cama hacía unos años. Mirtha era un bellezón de ébano con cuerpo de modelo. Incluso Mariela se había sentido atraída sexualmente por el cuerpo de la brasileña cuando se duchaban. Esas tetas duras de buen tamaño. Con esa aureola perfecta de la que sobresalía un gordo pezón negro. Aquel culo de nalgas potentes y piernas musculadas. Y esa cara de femme fatal de verde mirada lasciva.

El entrenador, en su despacho, recibió un whatsapp. Era de Ana:

“¿Podemos hablar?” –Pidió Ana.

“Sí, claro. Estoy en mi despacho” –Contestó él.

“No. Prefiero que sea en el vestuario. Está prácticamente vacío.”

El técnico se levantó y se dirigió hacia el vestuario. Las últimas jugadoras abandonaban el vestidor. Al entrar en la sala, el olor a gel de ducha y desodorante lo impregnaba todo. Una de las duchas permanecía con su grifo abierto. Solamente estaban Ana, que aún no se había duchado y permanecía con un culotte negro y un sujetador deportivo del mismo color, y Mirtha, la brasileña, que paseaba su desnudez con descaro. El entrenador la observaba con media sonrisa.

La verdad es que la brasileña era una mujer espectacular. Esa melena negra mojada caía sobre sus hombros redondeados. Sus impresionantes tetas desafiaban a la gravedad y sus pezones erectos apuntaban hacia arriba retadores. Su abdomen plano y definido era la antesala de un Monte de Venus con una estrecha franja de vello rizado. Sus piernas musculadas soportaban unas nalgas duras y muy desarrolladas. Ana y el entrenador permanecieron en silencio hasta que la brasileña se terminó de vestir y abandonó el vestuario:

-Bien, ¿qué quieres Ana?

-Jugar

-Eso te lo tendrás que ganar como todas.

-Venga, no me jodas.

-¿Qué insinúas?

-¿Me vas a decir que esta tía –haciendo un gesto con la cabeza en señal a la puerta por la que acaba de salir Mirtha- lo hace mejor que yo?

-Venga Ana. Sabes de más que por esta tía tiene mucho nivel.

-Venga ya, tío. No me cuentes historias. Tengo que jugar, joder. Sabes que la semana que viene tenemos el partido del año. Y que me están siguiendo para ser convocada para el Mundial. Si no juego me quedo sin cita. Estarán mis padres y mi novio. Tengo que jugar joder. Y sabes de más que soy mejor que la brasileña.

-Bueno, eso de que eres mejor es una opinión tuya.

-¿Qué pasa? ¿Qué te la estás tirando? ¿Es eso?

-Ana, ¿pero qué estás diciendo? Me acusas de acostarme con mis jugadoras. Tengo mujer y familia…

Ana lo miró a los ojos y comenzó a llorar de impotencia. El entrenador se acercó a ella y la abrazó. El cuerpo de Ana estaba frío. Él, bastante más alto, la envolvió entre sus brazos. Durante unos minutos en las que la excitación fue en aumento:

-Dime que tengo que hacer para ganarme el puesto y lo haré, aquí y ahora.

-¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar por ser titular?

Ana se giró y comenzó a restregar su culo contra el paquete del entrenador. Le cogió las manos y se las llevó a sus tetas. Eran pequeñas pero las tenía muy bien puestas:

-Hasta donde haga falta.

-Qué putita eres. –El entrenador comenzó a amasar las tetas por encima del sujetador deportivo de Ana.

-Y así es como te gustan a ti, ¿no? Una putita dispuesta a hacer lo que sea. A entregarse a ti.

El entrenador comenzaba a estar empalmado y su polla abultaba dentro del pantalón de su chándal y topaba con los glúteos de Ana. Ella agarró las manos de él y las apretó contra sus tetas. Le obligó a clavarle los dedos. Sus pezones se habían endurecido hasta marcarse en la tela del sujetador. El míster los pellizcaba con sus dedos:

-¿te gustan mis tetas?

-Me encantas tú.

Ana comenzó a buscar la polla de su entrenador llevando su mano hacia atrás e introduciéndola dentro del pantalón. El hombre comenzó a bajar el culotte de Ana dejando a la vista un magnífico culo en el que contrastaba el bronceado con la marca blanca de la braguita del bikini. Ella comenzó a pajear lentamente al entrenador hasta conseguir sacarle gemidos de placer. El hombre acercó su cuerpo más al de su jugadora y golpeó su polla contra el culo desnudo de ella. El líquido pre seminal mojaba las nalgas de Ana.

La jugadora se giró y mirando al tipo, 20 años mayor que ella, se quitó el sujetador deportivo quedando totalmente desnuda ante él. Sus tetas eran pequeñas con una aureola muy oscura de la que sobresalía un pezón gordo. Su musculatura fibrosa le permitía un abdomen bien definido y su coño, totalmente rasurado, tenía unos labios gordos y henchidos por la excitación.

Ana se agarró al cuello de su entrenador y le besó apasionadamente. Metiéndole la lengua muy dentro y mordiéndosela. Él recorría el cuerpo de la chica con sus manos. La piel era sedosa y su olor era embriagador. El hombre comenzó a besarle el cuello mientras ella suspiraba con las atenciones. Ella le detuvo y sin dejar de mirarle a los ojos fue descendiendo hasta arrodillarse ante él. Lentamente tiró del pantalón del chándal y su polla saltó como un resorte ante sus ojos. Era de tamaño estándar pero de un grosor bastante grande. Ana recordó la de su novio, Carlos, menos apetecible que la de su entrenador.

Ana abrió la boca y sacó la lengua para lamer aquel glande rojo intenso que tenía ante sus ojos. El sabor salado le pareció excitante. Volvió a lamer desde la base de la polla hasta la punta para luego introducírsela lentamente hasta la campanilla. El entrenador suspiraba sintiendo como su polla se derretía en el interior de la boca de su jugadora. Notaba como jugaba con la lengua sobre su capullo:

-Joder, Ana, que bien la chupas, putita.

La jugadora se la sacó y dirigió su boca a los huevos del hombre. Succionó para tragarse uno de ellos mientras con la mano pajeaba la polla. Luego hizo lo propio con el otro:

-Dios, que guarra eres, Anita.

La chica volvió a introducirse le tronco de la polla hasta el fondo de su boca. Cuando el entrenador le sujetó la cabeza y comenzó a follarle la boca:

-Toma perra. Traga polla si quieres jugar.

Ana se asfixiaba con los puntazos que le estaba dando. Notaba como el capullo pasaba de la campanilla provocándole arcadas. El tipo le estaba violando la boca sin compasión y ella solo podía abrir la boca sintiendo como sus babas salían por la comisura de los labios cayendo sobre sus tetas. Mojando su pezones endurecidos de excitación. La imagen era realmente morbosa. Un entrenador abusaba de una de sus jugadoras que se le había insinuado para conseguir su favor y la titularidad. En medio de aquel frío vestuario, la chica 20 años menor que su entrenador, estaba arrodillada ante él tragándose la polla de él hasta la campanilla.

Antes de correrse, el hombre la ayudó a levantarse del suelo. Se quitó la sudadera y quedó desnudo ante la chica. Se volvieron a besar, juntando sus cuerpos de deportistas. Ella se abrazó a su cuello y él la levantó en vilo y la llevó a las duchas. Abrió el grifo del agua caliente y se metieron debajo. Contra la pared, el entrenador dirigió la punta de su polla hasta la rajita del coño rasurado de Ana y la penetró. El coño caliente y lubricado de la jugadora se abrió al paso del grosor de la polla del entrenador. Un grito de placer invadió la sala cuando el hombre volvió a clavar su polla hasta el fondo de la vagina de la chica. El agua caliente caía sobre ellos mientras se follaban de manera apasionada. Se besaban, se mordían y gemían.

-Dame polla cabrón.

-¿Te gusta que te la meta?

-Sí cerdo. Dame fuerte joder

-Que zorra eres. Te quería follar desde que llegaste al equipo, puta.

-¿A cuántas jugadoras te follas, hijo de puta?

-¿Qué más da?

-Quiero ser tu puta preferida cabrón.

-Eso cuesta más.

Ana se quedó mirándolo a los ojos:

-¿Qué más quieres?

La jugadora se colocó en el suelo bajo el chorro de agua caliente, de cara a la pared y sacó su culo en un claro ofrecimiento a su entrenador:

-Es tuyo. Rómpemelo, cabrón.

El míster acomodó su polla en la entrada del culo de su futbolista y de un golpe de cadera la penetró. Ana dio un grito de verdadero dolor. Apoyada contra la pared, bajo un chorro de agua caliente, la jugadora se dispuso a sufrir aquella sodomía por conseguir un puesto en el equipo titular. El hombre, agarrado a su cadera empujaba contra el culo de Ana:

-Ay, agg… joder, cabrón, agg… -La jugadora estaba sufriendo un duro castigo anal por parte de su entrenador.

-Toma perra. No querías jugar de titular… pues sufre puta…

-Dame fuerte, hijo de puta. ¿Te gusta abusar de una jovencita, no? Cabrón.

Ana, apoyada contra la pared, sentía el frío de los azulejos en sus tetas mientras su ojete ardía con la entrada del capullo de su entrenador. Le latía el culo intentando dilatarse mientras el ariete de carne percutía una y otra vez. El míster era un auténtico empotrador y la estaba destrozando bajo aquella ducha caliente. Literalmente le estaba reventando el culo a pollazos.

Casi sin fuerzas en sus piernas, Ana se sostenía sobre la polla de su entrenador. Giró la cabeza y la apoyó contra la pared cuando vio en la entrada de las duchas como Mirtha, la brasileña que le había robado la titularidad, observando aquella enculada que estaba recibiendo. La voyeur la miraba y Ana le aguantaba la mirada, entregada al sexo anal:

-Z-O-R-R-A… -La definió su rival camuflada para no ser vista por el entrenador que estaba a punto de correrse.

El hombre aceleró sus embestidas contra el culo de Ana que comenzó a gritar como una loba. Su culo ardía. Notaba la polla muy adentro. Y por fin un grito del entrenador le anunció que se corría dentro de sus entrañas. Numerosos chorros de lefa caliente inundaron sus intestinos. Tuvo que soportar un par de puntazos más y que hiciera fuerza dejándosela muy adentro durante varios segundos que a ella le parecieron un mundo.

Cuando el entrenador se la sacó del culo, la chica cayó al suelo rendida por el castigo recibido. El agua caía sobre ella, arrodillada en el suelo de la ducha de su culo salían los restos de la batalla. Gran cantidad de semen manaba de su agujero trasero y caía al agua que se acumulaba en el plato de la ducha. El entrenador de pie, se limpiaba los restos del sexo anal con el que su jugadora se aseguraba la titularidad en el futuro.

Una semana después, Ana volvía a la convocatoria primero y a la titularidad el día del partido. Mirtha aceptó su derrota ante ella pero los la relación entre las compañeras quedó rota para siempre.

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