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Jacqueline: la coqueta y erótica Jaqueline (Final)
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Después de haber dejado a Jacqueline con esa calentura sexual en el hotel, no volví a escuchar de ella por un tiempo.  Parecía que se la había tragado la tierra y por un momento pensé que nuestra historia había terminado, pero realmente estaba más alejado de la verdad y el destino había conspirado para llegar a otros encuentros. Nunca me lo imaginé ni me lo esperaba.

Cuando acepté la vicepresidencia de la compañía recuerdo que me fui en busca de mis dos hermanas y cuñado, pues todos trabajan en el mismo edificio. Mi cuñado quien tiene su bufé de abogados en la primera planta y mis dos hermanas que corren su negocio de bienes raíces en la segunda y tercera planta. Entro al pasillo de la oficina de mi cuñado y veo que se está despidiendo de la madre de Jacqueline. Anteriormente mi cuñado me había hecho saber que le asesoraba en ciertos negocios y que el día que nos había visto desayunando juntos, ella le preguntó si yo era casado y mi cuñado pensó que la madre de Jacqueline estaba interesada en mi y no le quise aclarar en el momento que lo averiguaba más que todo por su hija. Ese día que la vi salir de la oficina de mi cuñado me di cuenta de que su familia estaba ligada a la mía y fue como me doy cuenta el por qué esta linda chica vivía y se daba los lujos que tenía.

A la edad de 16 Jacqueline había quedado embarazada de un hombre mayor de descendencia árabe y muy rico. Este le presentó el caso a mi esposa y quien al igual que mi cuñado era abogado y es como formaron el bufé del que ahora mi cuñado al morir mi esposa él es el encargado. La solución para que este hombre no fuese a parar a la cárcel, era que los padres de Jacqueline aceptaran una boda de su hija menor de edad, pero infortunadamente para este hombre, él ya era casado en este país y el conllevar un divorcio parecía no era tampoco una salida viable. Resulta que mi esposa aconsejó a la madre de Jacqueline, que sí ella no hacía la denuncia con las autoridades, ella estaba obligada a hacerlo. Es como Jacqueline en todos esos líos legales terminó adquiriendo un edificio de apartamentos, el cual por orden de la corte lo administra una entidad especializada y es allí donde entra el negocio de mi hermana que es de bienes raíces. Es como Jacqueline recibe las ganancias que produce ese edificio. Nunca me esperé conocer esa historia y que mi familia estuviera ligada a todo ello; incluso yo, pues soy inversionista en esta empresa familiar.

Es como tiempo después que Jacqueline conoce que mi esposa había llevado ese caso y los que administraban ahora su propiedad, eran las mujeres de mi familia, a quienes nunca asoció conmigo, pues ellas llevan los apellidos de sus esposos. Realmente el mundo es pequeño y por ese tiempo que la dejé al precipicio de un orgasmo, parecía que Jacqueline ya no estaría en mi mundo, pero que equivocado estaba, pues el mismo edificio de apartamentos que administraban mis hermanas, fue el que nos volvió a conectar. Jacqueline siempre quiso vender el edificio, pero mi hermana le propuso remodelarlo y venderlo como condominios y sacar una mejor ganancia. Eso se hizo y fue cuando mi hermana me requirió para que firmara el contrato y cinco años después volví a ver a la hermosa Jacqueline.

Iba a ser una celebración en grande y días antes que partiera para el oeste del país recibí la sorpresiva llamada de Jacqueline. Reconocí su voz desde su primer saludo y me dijo:

-¿Vienes este viernes? ¿Cuánto tiempo estarás en California?

-Si… cinco días.

-¿Puedo ir por ti al aeropuerto?

-No te molestes… tengo reservado un automóvil de renta.

-Cancela… puedes usar mi coche. Antonio… ¡como deseo verte!

-Está bien… yo lo cancelo.

Sonaba más madura, ya rondaba los 26 años, e inclusive ella mencionó algo de eso. Me esperaba en el aeropuerto con un vestido blanco, como para recordar o como una secuencia de aquel vestido que le quité en aquel hotel donde la dejé plantada. A sus 26 era igual de hermosa, pero por esas primeras horas se mostró muy reservada y todos esos momentos eróticos que habíamos vivido estaban ahí a flor de piel, pero envueltos como en un sueño. Cenamos juntos y me propuso que durmiera en su casa, que podía quedarme allí todo el tiempo que quisiera. No le pregunté por un marido que ella solía mencionar antes y acepté porque me encontraba con una mujer diferente, ya no era la joven de espíritu infantil que conocí, pero también acepté porque Jacqueline siempre me gustó y ni yo mismo podía entender de cómo la había dejado en esa cama al borde de provocarle un orgasmo y cogerla como siempre imaginé hacerlo.

Pensé encontrar en su condominio a su hija, pero Jacqueline me hacía saber que su hija el fin de semana lo pasaba con su abuela, pues también ahí vivía su hermana y quien tenía a dos muchachas de la misma edad. Estábamos los dos nuevamente compartiendo unas paredes, la intimidad de un espacio, habíamos compartido unas copas de vino y de repente se sentó sobre mis piernas, pero no vi en sus ojos esa mirada maliciosa o picara de otros días, me dio de beber de su copa y me dijo:

-¡Era una mujer admirable y muy hermosa!

-¿De que hablas? -le pregunté.

-Hablo de Nadia… lo tenía todo. Mujer inteligente, una linda familia y un esposo muy guapo. -Lo siento Antonio… nunca me lo pude imaginar. Tengo bonitos recuerdos de ella, incluso tengo una foto junto a ella.

Su plática me ponía nostálgico y me daba esa sensación que esa mujer tan sensual sentada en mis piernas hoy me mostraba ese cariño de una niña. Me dio un beso en los labios el cual correspondí de la misma manera: un beso simple y delicado por sobre los labios. Me mostró la habitación donde iba a dormir, me llevó esa bata o era otra bata a la que le había mandado a bordar mi nombre, me ayudó a acomodar mi ropa en el armario y buros disponibles, me invitó a que me duchara y así lo hice y me dispuse a descansar. Apagué la luz de la lámpara y puse de esa música relajada con la cual regularmente me duermo. Por el cambio de hora estaba tan cansado y no sentí a qué horas de la noche Jacqueline habrá llegado y se había acostado conmigo y cuando desperté ella me abrazaba y estaba cobijada junto a mí. Me gustó ver su rostro dormitado junto a mí. Tenía un camisón de color rosa pastel y vestía un bikini del mismo color semi transparente y obviamente sin brasier. Lo descubrí hasta el amanecer y ya para ese momento era yo quien le abrazaba y disfrutaba del perfume de su cabello castaño. Obviamente estaba intrigado de lo que diría al despertar o como se comportaría de ahí en adelante. Comenzó por lo simple, por lo obvio:

-¿Has dormido bien… no te he incomodado?

-¡He dormido como un bebé! Estaba tan cansado…

-Lo sé… te he hecho el amor y no te has dado cuenta. -y me sonreía.

-¡De lo que me perdí! -le dije.

-Sabes Antonio… siempre me gustó como hueles. Siempre imaginé despertar un día contigo. Por eso me atreví pues no sé si querrás ir donde tu familia, quedarte con ellos esta noche o el tiempo que te queda.

-¡Pensé que habías dicho que me podía quedar aquí los días que quisiera!

-¡Y la oferta está abierta! Ahora no sé si es que podrás dormir tranquilo… mira que contigo aquí, lo que menos pienso es en dormir.

-¡Me gustaría tomar ese riesgo!

-No es un riesgo cariño… es lo que probablemente te espera… noches sin dormir. Bueno, me levanto… me voy a dar una ducha y luego vamos a desayunar: ¿Gustas acompañarme?

-¿A desayunar?

-No cariño… a la ducha. ¿Nos bañamos juntos? -y Jacqueline me extendió la mano.

-¡No creo que vayamos a bañarnos! -le dije dándole la mano.

-¡Ni yo tampoco señor Zena!

Me ayudó a acomodarme la bata que me había proveído, me tomó de la mano y me llevó a su decorada habitación matrimonial, abrió la puerta de la tina, me despojó de nuevo de la bata, miró como mi pene era contenido con un calzoncillo bien ajustado estilo bikini, me lo bajó con mucha confianza, ella levantó sus brazos para que le quitara su camisón de tela semi transparente, quedó solo en su diminuto bikini, el cual bajé cuidadosamente y dejé en el tocador. Ella ajustó los grifos del agua caliente y me tomó de la mano y me invitó a que nos comiéramos a besos.

No tardó mi pene en reaccionar a esos besos apasionados, esos besos que Jacqueline me daba tiernamente al cuello y a mis pectorales. Sus pechos los miraba más voluminosos y me dediqué a mamarlos y seguían conservando buena estructura a sus 26 años. Ella me tomaba de las nalgas y yo al igual me apoderé de las suyas. Me besaba y me masajeaba mi ojete y yo hice lo mismo. Cerró los grifos y Jacqueline se agachó y después de besarme por todas partes el abdomen e incluso me rodeó para besar mis nalgas, se dedicó a darme un rico sexo oral breve. Recuerdo que me la pajeaba con esa loción de cuerpo y yo quise corresponder, pero ella me dijo: Vayamos a la cama.

Solo llegamos y la sometí a un sexo oral tan intenso donde comencé a comerle el ojete mientras Jacqueline posaba sobre su estómago en la cama. Me gustaba verla así acostada, pues se le miraban esas majestuosas nalgas bien paradas, esa curva sensual que realmente me atrae de las mujeres y especialmente con el suculento trasero de esta preciosa mujer. Para llegar a su conchita tuve que levantar sus nalgas y Jacqueline es un espectáculo verla en esa posición con sus dos tremendos pechos reposando en la cama y sus nalgas elevadas. Eso de chuparle el ojete la tenía tan excitada, que antes a comenzar a chuparle la conchita, su vagina se deshacía en un manantial de jugos que denotaban ese olor y sabor de una conchita joven y fresca. Lamia su clítoris y sobaba su ojete con mis dedos… Jacqueline en relación con su cuerpo, es de las conchitas más pequeñas que he visto. No lo soportaría más y me pidió que la penetrara: Antonio… fóllame por favor; dame esa hermosa verga. – No lo soportaría mucho más y me fui por sobre ella y comencé a insertarle cada centímetro de mi verga. Jacqueline la apretaba con su vagina, Jacqueline es de las chicas de vagina reducida, que al principio siempre se quejaba del dolor por la invasión, pero luego dicha invasión se convertía en un enorme placer. Gemía escandalosamente cuando se corría y sus jadeos me llevaron a no resistir más y me corrí en su conchita con una espectacular eyaculación, que tan pronto le saqué mi verga de su rico agujero, mi esperma cayó por encima del cubrecama de color vino.

Ella tenía de esas toallas húmedas y aromáticas para limpiarse y mientras me limpiaba me imaginé follándome ese culo y, a mis 38 años, que creo estaba en la edad perfecta de la sexualidad, mi verga tomó volumen y se lo insinué a Jacqueline. Brevemente mi glande lo había perforado cinco años atrás, y creo que Jacqueline no quería apagar mis deseos en este sorpresivo encuentro y solo me dio esa mirada coqueta y con una sonrisa picaresca me daba la advertencia: Házmelo con cuidado, ve despacio que lo tuyo sí que me da miedo.

La puse en cuatro en el centro de la cama, pero esta vez Jacqueline quedaba viendo el espejo de su tocador y ella pudo ver cómo me puse de cuclillas y lamí de nuevo su ojete… era una delicia ver los gestos y expresiones de Jacqueline al sentir ella ese recorrido e invasión de mi lengua en sus nalgas. Me paré sobre la cama, medio me agaché como para hacer flexiones y me apoderé de las nalgas de la preciosa Jacqueline. Con mi mano dirigí mi falo al ojete de Jacqueline, empujé mi glande y sentí cuando Jacqueline me lo apretó y ella dijo:

-No te muevas mucho cariño que me duele mucho y siento que me lastimas.

-¿Quieres que te la saque?

-¡No! Déjala allí, que, sí me duele, pero también me encanta. ¿La tienes toda adentro?

-No… solo la punta.

-Se siente inmensa… quiero sentirla toda. Quiero que me hagas tuya como tu quieras…

Podía ver su rostro angelical diciendo y pidiéndome ser sodomizada. Con su mano descubría que le faltaban algunos centímetros para tenerla toda adentro y me tomaba de los testículos para masajearlos. Poco a poco se la hundí toda, y poco a poco comencé a pompear su rico culo. Le daba unas embestidas que Jacqueline parecía gemía de dolor, pero ella me lo aclaraba que era de placer y me pedía que no parara: ¡Dios mío dame más… no pares! – A través del espejo descubrí que Jacqueline se masturbaba, pues en esa posición no era cómodo masturbarla yo a la vez. Sentí ese temblor de sus piernas cuando me anunciaba que se corría de nuevo y me gritaba: ¡No pares cariño… dame más! – No paré hasta verla que se fue de bruces y parecía que lloraba del placer y yo le disparé mi segunda corrida. Vi como mi esperma blanco apareció por ese ojete rojizo de Jacqueline y también descubrí que tenía un sangrado. No le dije nada de la sangre y nos fuimos a bañar.

En el baño lo volvimos a hacer, pues después de una buena mamada que me dio esta linda chica, mi verga estaba dispuesta a otra cogida más. Esta vez así parados le taladraba su coñito y quizá pasé unos veinte minutos a diferentes velocidades y tomándola de las tetas para escuchar y sentir como su vagina vibraba y se escurría del placer. Como dije, Jacqueline es muy cerrada y de vagina reducida que es obvio cuando ella vive un orgasmo. De nuevo gimió como loca, tenía la seguridad que los vecinos se daban cuenta de aquella follada. Yo se lo hice saber, pero me contestó diciendo: -No me importan los vecinos, pero me puse a pensar en la sirvienta, y quizá estará conmocionada. – Y se reía.

Pasé cogiendo con Jacqueline aquellos cuatro días, nunca recordamos aquella noche de hotel frustrada pues creo que Jacqueline imaginaba que tenía que ver con los sentimientos hacia mi esposa. Regresé días después a mis vacaciones y continuamos follando con esa sensación de la reconciliación. No usábamos protección y un día me dijo que estaba embarazada y realmente me sentí feliz que mi único hijo tendría un hermano, pero tuvo un aborto espontaneo atravesando el primer trimestre y pasó por unos días con cierta depresión. Le fue muy bien en el negocio de bienes raíces junto a mi hermana y a los 32 años se casó y desde entonces dejamos de comunicarnos.

Nunca me mencionó su boda, pero mi hermana había sido invitada y con ella me envió un mensaje verbal: Dígale a su hermano que lo extrañaré mucho, que siempre lo tendré en el corazón y será hasta mi muerte ese bonito recuerdo… dígale que Jacqueline, esa caprichosa e infantil Jacqueline de los veinte años, siempre estuvo enamorada de él. -Y se dirigió a mi hermana: -No sé si usted lo supo, pero yo llevé la sangre de su familia en mi vientre… lástima que lo perdí. Quizá mi hijo hubiese sido tan guapo como el papá, o si hubiese sido una hembrita, sería tan hermosa como sus tías. -Mi hermana después de la boda nunca la volvió a ver y solo la encontré por los medios sociales, pero nunca me he atrevido a llamarle o hacer contacto, no sé cómo vaya a reaccionar y por el momento su fiesta y la mía, ha estado en paz.

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