Los deseos de tener sexo nuevamente crecían con cada encuentro en su oficina, a la vista de todos, con cada sonrisa con la que me recibe, con cada chat caliente… las charlas por internet se incrementaron tanto en horario de trabajo como en las noches desde su casa, mientras su mujer duerme o ve televisión. Por Skype nos pajeábamos o le brindaba mi show de striptease que lo calentaba más si lo veía a escondidas mientras ella andaba cerca.
Todos los días me recordaba nuestro encuentro y expresaba sus deseos de tenerme otra vez. Avanzamos en contarnos sobre nuestros gustos, me confirmó que estaba contento de haber respondido a su impulso porque le había gustado estar con un hombre por primera vez, que disfrutó mucho como le hice sexo oral o lo excitante del riesgo que corrimos ese día… y también que le interesaría ir por más, algo que despertó todos mis deseos.
Así fue como en esos días de trámites en que lo veía en la oficina, volvimos en dos oportunidades al baño del tercer piso para empleados: la primera vez teníamos poco tiempo y había mucha gente circulando por ahí, además me pareció que estaba al palo desde que nos vimos (había notado su bulto indisimulable en el pantalón del traje de tela liviana) y no aguantaba mucho más. Le pegue una tremenda mamada de pija hasta que, con varios y fuertes chorros, dejó su leche en mi cara. Justo esos días estaba con una barbita incipiente que retuvo esas gotas de placer hasta verme en el espejo del baño. Esa visión provocó mi orgasmo mientras él me tomaba desde atrás, acariciándome desde las piernas hasta el pecho. Indudablemente tantas noches de provocación y cybersex habían hecho que llegáramos en llamas a ese momento.
En la segunda (o tercera según cómo se vea desde nuestra primera vez en aquel lugar secreto) nos besamos y acariciamos, después de arrancarnos la camisa y desprendernos mutuamente los pantalones. Jugo un rato con sus dedos en mi orto, mientras me besaba con pasión, después se apoyó sobre la mesada de los lavatorios, yo me agache y comencé a lamer sus piernas desde abajo, seguí besando y mordisqueando sus muslos, pase mi lengua por su entrepierna y finalmente me dedique a su riquísima poronga. Volvió a culearme. Fue sabroso como antes, coge fuerte, con mucha calentura. En un momento, me tenía en el aire porque estaba totalmente ensartado en su pija y me agarraba por detrás con sus manos fuertes, levantándome por mis muslos, yo apoyaba mis manos sobre la mochila del inodoro o la pared y mis pies pisaban el piso solo con la punta de los dedos, pero la fuerza que hacía era tal que me levantaba. Me hizo gozar como un perro. Acabamos al mismo tiempo, estuve al palo en todo momento y el me pajeó durante un rato, mientras bombeaba en mi culo.
Finalmente, volvió a sorprenderme. Una noche, me contó que su mujer se iba a ver a sus padres a Córdoba por unos días y que estaría solo, por lo que me invitó a pasar por su laburo a la hora de salida para que nos fuéramos a su casa. Así sucedió. Llegamos con una calentura que no dábamos más de solo imaginar que podíamos estar solos y con tiempo, aunque confieso que me excitaba el morbo de coger en la misma cama en la que coge a su mujer. A la vez, me ponía nervioso la situación porque pudiera complicarlo de alguna manera.
A pesar de lo que ya habíamos vivido, comenzamos tímidamente, creo que se le cruzarían muchos pensamientos por la cabeza como a mí. Nos deshicimos en besos y caricias en un sillón, tomamos algo y nos fuimos a la cama ya completamente en bolas. Le pregunté si se animaba a otra posición aprovechando la comodidad de la cama y me acomodé para explicarle como cogerme de espaldas, lo cerque con mis piernas sobre su cintura y después con las piernas al hombro. Su pija entró completamente haciéndome gritar de placer: – ¡Así mi papi, culeame, coge a tu pendejo!!!
Jadeaba y susurraba: – ¡Qué guacho, qué cabrón, estás riquísimo!! ¡Cómo me calentás! Se alejaba un poco y se quedaba mirando cómo me culeaba, mirando su pija entrar y salir de mi orto. Pasaba sus manos a lo largo de su pija y mi raya. Lo veía gozar y sentía satisfacción por lograrlo. Sacaba la pija casi por completo y volvía a mandármela a fondo. Después de darme su leche, nos quedamos abrazados y charlando, por ratos casi dormidos.
Cuando habíamos comenzado a franelear y nuevamente estábamos con una erección, le pregunté si se animaba a que lo penetrara o que lo puerteara aunque sea, hasta donde quisiera llegar. Quedamos en que lo intentaría y que me iba a decir cuando frenar, le dije que si no estaba listo para eso estaba todo bien. Ya me había contado que estaba entre sus fantasías y eso me habilitó a preguntar.
Lo dejé acostado sobre su espalda y levanté su cuerpo desde la cintura con una almohada. Me acosté con mi cabeza entre sus piernas y las levanté para dejar a mi disposición su culo. Jugué suavemente con mis dedos y mi boca en su lindo ojete, lo succioné, lo rodeaba con mi lengua y luego se la metía, lubricando toda la zona con mi saliva. Le gustaba y estaba bien excitado, bastante dilatado para ser la primera vez y por lo nervioso que lo notaba.
Me arrodille frente a él, lo tomé de la cintura y levante sus piernas: – ¡Así, despacito papi! ¡Sentíme! ¡Gózalo!
Me puse un forro y apoyé mi garcha en su orto. Suspiró. Acaricié su pecho, Me incline y lo besé. Volví a empujar y mi glande comenzó a entrar en su divino agujero. Fui despacio, lentamente hasta que estaba totalmente adentro, siempre preguntándole si estaba bien. Él asentía con su cabeza y una caricia en mis manos. Me estiré para alcanzar su boca y comérsela, permitiéndome sentirlo con todo el cuerpo y moverme un poquito más fuerte. Los dos totalmente excitados ante tal experiencia. Lo sentía gemir y me enloquecía, la imagen de mi verga entrando por primera vez en su cuerpo virgen de machos me encendía y me enfocaba en lograr su gozo como mi mayor placer.
Seguí cogiéndolo lentamente, siempre en la misma posición y acariciando su pija. Cuando sentí como le latía y que estaba por explotar (lo que me decía también su cara, su respiración y sus exclamaciones: – ¡Ay, ay bebé, como me coges!! ¡Me gusta!! ¡Ay, no me aguanto!!), su dura y hermosa verga derramó la leche sobre su vientre. Al instante saqué la mía de su orto porque sentía como se cerraba y me la apretaba después de que acabó. Lo abrasé y lo besé para decirle que estaba todo bien y que lo había disfrutado mucho. Como yo no había eyaculado, me dijo que quería pajearme, quería acariciar la pija que lo había desvirgado. Me arrodille sobre su pecho, masturbó y chupó mi pija mientras nos mirábamos a los ojos. Mi leche se desparramó sobre su cuerpo y se juntó con la suya. Lo acaricié, mojando mi mano con el elixir de los dos.
Nuestros cuerpos húmedos se unieron en otro abrazo. Nos acostamos uno al lado del otro y permanecimos en silencio un buen rato, regularizando de a poquito nuestra respiración. Lo miré a los ojos, sonreí, pasé un dedo por sus labios carnosos, entrecerró sus ojos y nos besamos apasionadamente como una señal de que todo estaba bien. Así lo sentimos los dos, según nos confiamos cuando ya estaba llevándome a mi casa.
Mientras estábamos todavía desnudos en aquella cama de su matrimonio, no tardaron en salir de mi boca las palabras que guardaba con temor: – “Te quiero” – y que afortunadamente fueron replicadas en la suya. Me sentí tremendamente feliz, aquella noche estuve flotando en mi habitación, a sabiendas de haber hecho mío a ese macho que tanto me gustaba. No podía dejar de soñar con seguir juntos, con ser su amante. Eso pasó y se los contaré en otro capítulo.