Me describo brevemente, mido 1,85, moreno, de pelo corto, delgado, pero fibrado y me gusta hacer deporte todo lo que mis ocupaciones me permiten. Voy al gimnasio un mínimo de un par de veces a la semana y ocasionalmente hago piscina y salgo a correr.
Vivo en Venezuela, en una pequeña comunidad de vecinos donde la mayoría nos conocemos. Tenemos una piscina comunitaria, que es donde más vida social hacemos y durante los meses de verano me gusta aprovechar ese pequeño lujo y bajo a bañarme a menudo. Tengo que decir que, desde que llevo viviendo aquí, más de una vecina ha llamado mi atención. Por aquí han pasado mujeres muy atractivas, de todas las edades, algunas de las cuales ya se han mudado y otras siguen viviendo en la comunidad. Con varias de ellas he fantaseado en infinidad de ocasiones.
A continuación, voy a relatar una experiencia real que tuvo lugar a comienzos del verano de 2019 con mi vecina Alicia. Entonces, ella tenía 46 años. Se divorció hace bastante tiempo y tiene un hijo. Siempre me ha llamado la atención: delgadita cuando era más joven y, con el paso de los años, ha adquirido unas curvas de infarto. Se conserva muy bien. Medirá aproximadamente 1,65, pelo castaño, media melena, aunque suele llevar coleta, bastante resultona de cara a mi parecer, muy femenina, viste a la moda. Físicamente destacaría de ella su pecho, no excesivamente grande, pero muy bien puesto; sus piernas, que son largas, potentes, pero bien torneadas; su piel blanca y tersa, que durante la estación estival adquiere un moreno muy bonito; su vientre delgado y su culo, un gran culo, en el que siempre he pensado que se podría torear. Un cuerpo hecho para el pecado que cualquier hombre desearía.
Al parecer, desde hace algunos años tiene un novio, llamado Marcos pero, por cuestiones que desconozco, no conviven juntos. Lo sé porque en alguna vez ha venido a la piscina. Él es un tipo de trato agradable, más o menos de su misma edad, moreno y musculado. Recuerdo que una vez, durante un día muy caluroso, estando yo presente, se bañaron los dos en la piscina y pude admirar con envidia la forma que tenía de tocarla, abrazarla, besarla y amasar su cuerpo en el agua, lo que hizo que se me pusieran los dientes largos ante tan tórrido y sensual baño y pensara que, ojalá fuese yo quien estuviese en su lugar, aunque fuese sólo por una vez. Supongo que después de salir del agua ambos se pegarían su merecido festín en casa, ya que el hijo de ella se había ido de vacaciones con unos amigos.
De siempre he tenido una buena relación con ella; no tanto mi familia, pero supongo que son las típicas fricciones que a veces ocurren entre vecinos, pues luego todo vuelve a su cauce.
El caso es que, como iba diciendo, un sábado de abril del año pasado decidí que sería buena ocasión para aprovechar la mañana y dar una vuelta con la bici. Mi plan era salir temprano para evitar el calor de las horas centrales del día, estar 2 o tres horas pedaleando y volver a casa a la hora de la comida para, antes de comer, darme un relajante baño en la piscina.
Serían casi las diez y media cuando bajé al trastero por la bicicleta y el casco. Yo iba vestido para la ocasión, con maillot y culotte, gafas de sol y mi bidón con agua congelada para que me durara fría toda la mañana. Los trasteros en mi comunidad están en una zona más o menos apartada del paso, en una especie de entreplanta, donde la temperatura ambiente es fresca y constante todo el año. Para acceder a ellos, hay que abrir dos puertas.
Una vez entré al vestíbulo de los trasteros, veo que la luz estaba encendida, por lo que supuse que habría algún vecino organizando su trastero. Me dirigí hacia el mío y a la derecha pude verla a ella, que entraba y salía constantemente del pequeño habitáculo, pues estaba guardando ropa de y sacando la de verano, mientras la apilaba en cajas de cartón en el pasillo.
Alicia: "Hola, ¿qué tal?"
Yo: "Pues aquí, voy a aprovechar para salir a dar una vuelta con la bici y así continúo con la operación bikini", dije en tono jocoso.
Alicia: "¡Pero qué dices, si estás genial! Se nota que estás cuadrado".
A esa observación supongo que ayudó bastante mi ceñida indumentaria, que me hacían marcar piernas, torso y brazos.
Yo: "Bueno, no te creas, que me cuesta trabajo mantenerme en forma".
Alicia: "Ya veo".
Yo: "A ti en cambio, parece que te basta y te sobra con tu genética".
No soy de lanzar piropos y menos en frío, pero como había empezado ella, me resultó más fácil ser natural. No lo hice con ganas de provocarla, simplemente dejé que mi espontaneidad hablara por mí.
Alicia sonrío ligeramente avergonzada. Seguro que no se esperaba que me atreviera a corresponder el piropo. Vestía una camiseta de tirantes blanca, un short beige y unas chanclas. Iba ligeramente despeinada y sin maquillar, pero igualmente me pareció que estaba guapa.
Antes de que continuara el silencio le pregunté:
Yo: "¿Qué estás haciendo?"
Alicia: "Estoy haciendo limpieza en el trastero, que hacía tiempo que no me ponía. Como ves, tengo que tirar muchas cosas. Si no te importa, antes de que te vayas, ¿podrías ayudarme a coger una caja, que está muy alta y no llego?
Fui hacia su trastero. Estaba todo lleno de cosas y apenas se podía entrar. Como pude, pasé delante de ella y, desde fuera, me señaló la caja que debía bajar. Me puse de puntillas, pero no alcanzaba. Le pregunté si tenía alguna escalera o algo a donde subirme, pero me contestó que no.
Yo: "se me ocurre una idea para bajar la caja. Si quieres puedo sujetarte mientras la coges".
Alicia me miró extrañada, pero la verdad es que no había muchas más opciones.
Alicia: "hombre, la verdad es que estás fuerte y creo que puedes de sobra conmigo, pero a ver si en un mal gesto te vas a hacer daño".
Yo: "como quieras, pero no veo otra opción".
En ese momento, ella accedió como pudo al trastero. En el pequeño espacio en el que estábamos, de apenas 3 metros cuadrados, apenas podíamos maniobrar y estábamos muy cerca, a lo que le dije:
Yo: "venga, me voy a poner justo debajo, para que llegues mejor".
Alicia: "¿cómo me vas a coger?".
Yo: "pues con que te coja con los brazos por las piernas y te alce un poco creo que será suficiente".
Alicia: "vale".
Se acercó a mí y la noté nerviosa. Estando tan pegados, evitaba cruzar su mirada con la mía. Me agaché un poco para cogerla y:
Yo: "Auuupa".
La levanté sin apenas esfuerzo. Al principio, parecía que se podía desequilibrar, pero rápidamente ella se agarró a un mueble y, con las manos, se fue dirigiendo hacia la caja que quería sacar. Mientras tanto, yo me giré, para acompañar sus movimientos. Como la caja pesaba un poco, tardó unos segundos en agarrarla. Segundos que yo disfruté manoseando aquellos muslos apretando mis manos contra ellos, con la excusa de agarrarla para que no se cayera.
Yo: "¿lo tienes ya?".
Alicia: "Sí, ya lo tengo, me ha costado porque pesa un poco. Ten cuidado no se te vaya a caer encima".
Con cuidado la bajé y, una vez apoyó los pies en el suelo, decidió apoyar la caja en el suelo, cansada por el esfuerzo físico realizado. Se agachó y la colocó entre nuestros pies. Al levantarse, pudo observar la erección que me había provocado. Una erección de caballo, como casi nunca había tenido y que, debido al culotte, se me marcaba todavía más.
Ella no sabía a dónde mirar ni qué decir, sólo acertó a exclamar:
Alicia: "Diiiooosss"!
Yo: "¿Qué?"
Alicia: "Cómo que qué, no te hagas el tonto".
Ahí fui yo el que no supo qué decir por un instante.
Alicia: "tengo novio eh".
Yo: "¿y qué?", le contesté en tono desafiante. "No me digas que no te gusta lo que ves".
Alicia: "no tiene nada qué ver que me guste, pero…".
Enseguida noté como su respiración y la mía empezaron a acelerarse.
Yo: "Pero qué… no estamos haciendo nada malo, además aquí nadie se iba a enterar".
Ahí noté que empezaba a envalentonarme, que tomaba la iniciativa y el control de la situación, por lo que decidí rodearla con mis brazos y atraerla hacia mí, para que notara el contacto de mi miembro entre sus piernas.
Alicia: "¿Qué haces? ¡Estás loco!".
Yo: "¡Sí!", dije mientras la agarraba con mis dos manos del culo y la apretaba aún más contra mí.
En ese momento, ella inclinó la cabeza ligeramente hacia atrás y abrió los ojos sobrecogida. Esa era la señal que me indicaba que se iba a dejar llevar y que iba a poder poseerla a mi antojo.
Del mentón, la acerqué a mí y empecé a saborear sus labios. No quería que fuese algo rápido, quería recrearme en cada detalle de su anatomía y disfrutar el momento al máximo, nunca se sabe cuando la vida te va a obsequiar con algo así.
Ella correspondía y nuestras lenguas empezaron a bailar sensuales, como si de un tango se tratara.
Viendo que ya tenía a mi presa donde quería, solté una mano de su culo y, como pude, cerré la puerta del trastero para estar más 'cómodos' y para evitar que algún vecino indiscreto nos sorprendiera en plena faena. La luz del mismo era una triste bombilla y apenas iluminaba la estancia con tanto trasto que había, pero era suficiente para deleitar mi vista con su cuerpo.
Con la puerta cerrada, la agarré de las piernas y ella las entrelazó alrededor de mi cintura. Empecé a deslizar mis labios por su cuello y lamerla todo cuanto pude. Así estuvimos un par de minutos.
Después, la giré y la puse frente a la puerta. Ella estiró sus brazos hacia arriba, tocando con la punta de los dedos casi el marco. Mientras seguía besándola, desabroché su short. Alicia se quitó con facilidad la camiseta de tirantes. Para mi sorpresa, llevaba un bañador blanco que nunca antes le había visto lucir en la piscina. La parte de abajo era un bikini tanguero que hacía todavía más apetecible e irresistible su culo.
Yo: "¿Y este bikini?".
Alicia: "Es nuevo. Pero no lo bajo a la piscina porque me da vergüenza usar el tanga delante de los vecinos. Lo tenía reservado para la playa".
Yo: "Pues lo vas a estrenar hoy a lo grande conmigo".
Le di un sonoro azote en cada nalga y volví a ponerla frente a la puerta. Ella soltó dos pequeños gritos que ahogué enseguida tapándole la boca con mi mano derecha. Nos miramos y sonreímos en un gesto de complicidad. Me arrodillé y, mientras bajaba mis manos acariciando por sus costillas, cintura y cadera, empecé a lamer sus nalgas. Poco a poco, iba apartando la tela del tanga e iba introduciendo mi lengua. Se volvía loca. Saboreé tanto cada nalga que había formado una fina película de saliva entorno a su culo, como si fueran unas braguitas a medida.
Antes de que cayera el tanga al suelo, volví a subir para quitarle el top. Ante mi se alzaron dos tetas preciosas y empecé a devorárselas. Me metí sus pezones en la boca, y los masajeaba con mis labios y mi lengua. Pero el hambre que tenía de comerme aquél cuerpo, que se había ido acumulando durante años, me hizo querer más. Mucho más. Sus pechos tenían el tamaño perfecto para abarcarlos casi enteros con mi boca. Primero uno y luego otro.
En ese momento, ella quiso corresponderme y quiso agarrarme la verga, pero no se lo permití todavía.
Yo: "todavía no, guapa. Ya tendrás tiempo. Ahora eres mía. Vas a disfrutar y cuando yo te diga podrás llevártela a la boca".
Ella no dijo nada y se dejó hacer. Yo sabía que si dejaba que me la chupara en ese momento me correría enseguida.
En ese momento aproveché para, por un rato, dejar sus tetas y bajar besando su vientre, recreándome en su ombligo. Mientras lo hacía, le quité el tanga. Con el en sus tobillos, bajé y puse mi cara en su monte de venus, sabedor del manjar que me iba a comer. Tenía algo de bello en su sexo, algo que me encantaba, pues era como lo había imaginado. En ese momento, mientras empezaba a comerle el coño, con su espalda apoyada en la puerta, alcé su pierna derecha por encima de mi y apoyó su muslo sobre mi hombro izquierdo. Repetí la operación con su pierna izquierda. Así, estaba totalmente sentada sobre mi mientras me deleitaba pasándole la lengua por los labios mayores, menores y el clítoris, con el que jugaba con mi dedo. Alternativamente, metía otro dedo por su coño. Se volvía loca entre jadeos y gemidos que cada vez eran más evidentes por lo sonoro de los mismos.
Alicia: "Sigue, no pares, me encanta…".
Yo: "Ahora viene lo mejor, prepárate".
En ese momento, con un dedo en su clítoris, metí la lengua en su coño todo lo que pude y empecé a dar vueltas y giro con ella dentro.
Alicia: "Aaahhh, sigueee por favor".
Yo: "quiero que te corras en mi boca", dije mientras miraba su reacción y pude comprobar que asentía sin decir nada más, concentrándose en disfrutar de aquello.
Chupé con frenesí aquella maravilla. En apenas un par de minutos se estaba corriendo en mi cara. Tenía todo el coño empapado y yo aprovechaba para beberme cada gota de aquél néctar de dioses.
Alicia: "me voy, qué gusto, siii". Tuvo una corrida impresionante que hizo su cuerpo convulsionar. "Quiero chupártela, por favor", añadió.
Yo: "Todavía no. Ahora voy a cogerte como te mereces".
Alicia: "sí, cógeme".
Me quité el maillot como pude, los tirantes del culotte y me dolía de lo empinada que la tenía. Por suerte mi miembro estaba bien lubricado.
Cuando vio mi mástil, me susurró al oído:
Alicia: "Menudo tamaño gastas, despacio por favor".
Yo hice oídos sordos y se la metí de un plumazo y hasta el fondo.
Alicia: "¡aaahhh cabrón! Te dije que despacio".
Sé que en realidad lo había disfrutado tanto como yo, pues nuestros fluidos permitían que mi pene se deslizara como una máquina bien engrasada en el interior de su vagina.
Había llegado mi momento, el que había estado esperando durante mucho tiempo. La agarré bien fuerte del culo y empecé a embestirla contra la puerta como si no hubiera un mañana. Los golpes sobre aquel pedazo de madera eran tremendos, parecía que en cualquier momento la íbamos a tirar abajo. Ella simplemente cruzó sus piernas alrededor de mi cadera y con sus brazos hizo lo propio con mi cuello, dedicándose a besarme intermitentemente entre gemidos y alaridos de placer. Alicia se había vuelto a correr un par de veces más.
Así estuvimos durante casi diez minutos más. Cuando no pude más (no sé cómo aguanté tanto), empapados en sudor, me corrí y la llené con mi semen. La carga fue abundante. Mantuve mi pene por un par de minutos dentro de su cavidad mientras descansábamos abrazados y ya de pie junto a aquella maltrecha puerta.
Alicia: "¡te corriste dentro cabrón!".
Yo: "sí, ¡qué pasa! ¿Te gusta mi leche caliente dentro de ti?".
Alicia: "Sí, me ha encantado. Nunca me habían cogido así".
Yo: "Ya lo sé. Se notaba que te hacía falta una verga como la mía".
Alicia: "No creas que no voy servida con la de Marcos, pero la tuya… uff que vergota cariño".
Yo: "A mí me tienes mucho más a mano, vecina". Le dije mientras sacaba la verga de su coño, mientras mis fluidos iban saliendo de ella, empapando su pierna y formando un pequeño charco sobre el suelo. A continuación, puse su mano sobre mi pene y empezó a masturbármelo con suavidad y, rápidamente, volvió a levantarse con brío.
Alicia: "wao, otra vez estás empalmado".
Yo: "Sí, es que te tenía muchas ganas".
Alicia: "¿En serio? Nunca me lo había imaginado"
Yo: "Sí, siempre has sido mi musa".
Alicia: "¿A que ahora sí me vas a dejar chupártela?"
Yo: "Exacto preciosa, bájate. Quiero que te la tragues toda".
En ese momento empezó una felación de ensueño. Con mi verga totalmente erecta en su boca me relajé de pie en la posición donde antes se encontraba ella, con la espalda pegada a la puerta. Bajé la vista y vi como aquella mujer me la comía sin cesar. Como podía, me deleitaba tocándole una teta, apretando un poco sus pezones, que los tenía tiesos. También, asomaba mi mirada al precipicio del contorno que formaba su culo en pompa. Con ese escenario, no tardaría mucho más en volverme a correr.
Yo: "me corro Alicia".
En ese momento se la sacó de la boca, se levantó y mientras me seguía masturbando, nos fundimos en un intenso beso. Me corrí al compás del experto movimiento de su mano, que lo frotaba contra su pubis. Una auténtica delicia.
Desnudos, pisando aquél frío suelo de gres, entre bromas y caricias mutuas, nos quedamos de pie jugando, metiéndonos mano y besándonos por un rato. Estaba totalmente agotado. Esa hembra merecía que me exprimiera al máximo penetrándola. Yo en ese momento no sabía muy bien qué decir, solo disfrutaba el momento y esperaba que ella tomara la iniciativa.
Alicia: "bueno, ¿qué? ¿Tú no te ibas a montar en bici".
Yo: "sí, pero que sepas que esto no acaba aquí, que habrá más".
Alicia: "bueno, ya veremos".
Yo: "Habrá más y mejor y me suplicarás para que te lo dé, zorrita. Tu cuerpo ahora me pertenece y voy a darte más placer".
Alicia: "qué creído te lo tienes ahora, con lo tímido que parecías".
Nos vestimos y nos despedimos. Salí con cuidado de allí para que nadie nos viera, cogí mi bici y salí de los trasteros. Me temblaban las piernas, pero había hecho un sueño realidad. Ella se quedó allí ordenando las cajas.
Cuando volví del paseo, guardé la bici en el trastero. Subí a casa y me puse el bañador. Cuando bajé a la piscina, allí estaba ella tomando el sol junto al agua. Cerca había otro matrimonio. Disimulando, pasé a su lado y, con voz calmada pero para que me escucharan los otros vecinos, le dije:
Yo: "¿Has trabajado mucho en el trastero?"
Alicia: "pues la verdad que no mucho".
Yo: "no me extraña".
Alicia se mordió el labio en aquél momento, pensando para adentro que estaba donde yo quería. Creo que el comentario pasó desapercibido para nuestros vecinos, pero aquello no evitó que ella se sonrojara, pensando si habían podido la novedosa complicidad existente entre nosotros.
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