En los primeros días, mucho antes que Internet alcance la masividad que hoy tiene, fui descubriendo de a poco el mundo de los chats telefónicos. Por si no recuerdan o conocen el mecanismo, es algo así: llamas a un número, escuchas presentaciones de personas (mujeres en mi caso), presionas 1 para enviar un mensaje… y te sentas a esperar que algún día… alguna conteste. La suerte fue diversa. A veces respondían, la mayoría no. Y una de las que respondió fue Marcela.
Ella, casada como yo, había ingresado al chat por aburrimiento. Un poco menor en edad que yo y más alta, con algunos pocos kilos de más según decía y una voz muy sensual, nos fuimos contando nuestras cosas y de a poco nos conocimos.
Los contactos se hicieron más frecuentes y las ganas de conocernos fueron en aumento. Así… comenzamos a planear el encuentro que, luego de dos intentos que tuvimos que cancelar, le ponía más adrenalina a la conversación.
El tercer intento seria en su oficina ubicada exactamente en el otro extremo de donde yo me encontraba. Es decir, partía de un suburbio en la zona este de la ciudad, la atravesaría y finalmente, algunos kilómetros después llegaría a su oficina en la zona oeste. Era complicado, bastante tiempo de viaje en hora pico y además, ella no disponía de otros momentos.
¿Justificaba esa voz tal recorrido? ¿La cita a ciegas lo valdría? Dude mucho pero acepte…
Salí un rato antes del trabajo alegando un trámite, cargue la dirección en el GPS y allá fui. Efectivamente, era complicado llegar, el transito indicaba cada vez más tiempo de recorrido y me quitaba tiempo para estar con ella. Pero un imprevisto golpe de suerte despejo la maraña de autos y pude tomar un poco más de velocidad. Estuve a punto de desistir pero… seguí adelante.
Todo esto parece un poco extraño en tiempos de Whatsapp, una selfie hubiera disipado dudas y la decisión hubiera sido más fácil. Pero recuerden que los celulares y las App no existieron siempre. Así era en los viejos tiempos… los mayores me entenderán…
Casi a horario llegue a su oficina, estacione frente a su puerta y toque el timbre. Era una bonita oficina: un ventanal dejaba ver la recepción que tenía un par de sillones para hacer más amena la espera y un divisorio separaba la recepción de la oficina en sí. Ese lugar era muy clásico: muebles con biblioratos, un escritorio y tres sillas, dos de un lado y una del otro. El detalle es que se podía ver muy bien la recepción y la puerta de ingreso de blindex pero desde afuera no se distinguía el interior.
Uds. tal vez se pregunten porque describo tan bien el lugar y no a la dama. Pues bien era una mujer en sus 40 largos, efectivamente un poco más alta que yo y tenía un muy bonito cuerpo donde destacaban y mucho sus tetas. Una dama que sin ser súper sexy tenía sus encantos bien puestos.
Me recibió con un beso, cerro con llave (ya no esperaba a nadie más y "terminaba" el día conmigo) y pasamos a la oficina. Me pregunto si quería tomar algo y fue a la cocina (minúscula, sin lugar para dos personas) por unas gaseosas. Mientras la charla iba por las presentaciones me acerque a ella hasta, sin dejar de hablar, apoyar mi pecho en su espalda. Obviamente ella no se opuso y las gaseosas tuvieron que esperar un momento.
Los botones de su camisa cedieron a mis manos y sus pechos salieron a la luz. Hermosos, con enormes aureolas y pezones que comenzaban a tomar rigidez. Bese su cuello mientras jugaba con sus pezones, ella no paraba de gemir. Ambos estábamos entregados al otro. El siguiente paso no se hizo esperar y como pudimos hicimos caer la ropa de la cintura para abajo, abrí las piernas y empecé a penetrarla. Estaba por demás húmeda y la calentura le pedía más y más… La pequeña cocina no daba para tanto sexo pero ayudo para que pueda apoyarme en la pared y seguir haciendo mía esa hermosa concha. Ella desnuda debajo de la cintura y con la camisa abierta para que las tetas sean libres para bambolearse… El primero no se hizo esperar y acabe con fuerza en ella… ahí me di cuenta que ni tiempo para un preservativo. Un error de mi parte.
Ella gritaba y gemía, se movía en todas direcciones encontrando placer en todas… sentí sus líquidos caer por nuestras piernas… nos tomamos un breve descanso para besarnos.
Fue en ese momento que sentimos algunos ruidos en la entrada, como si alguien golpeara la puerta pero no le dimos mayor importancia. Ella no esperaba a nadie.
Sin embargo, volvieron a golpear y se asomó para pronunciar la frase que más motorizo a la literatura, a la comedia y al drama: Mi marido!!!
Así es. El tipo, que según ella nunca iba a la oficina, no tuvo mejor ocurrencia que visitarla no sé por qué asunto. Y tenía que ser en ese momento. Evalué rápidamente la situación y el diagnostico era solo uno: Jaque mate… estaba perdido. No había más salidas que esa puerta y podríamos decir que estaba acorralado.
Un error salvo la situación: no habíamos apagado las luces. De haber sido así ¿qué hacen estos dos a oscuras? Me imaginaba con un balazo en el pecho jajá. Y como desde afuera no se veía muy bien hacia adentro… lo siguiente pasó muy rápido.
Ella grito "un momento, ya voy" mientras se acomodaba la ropa. Yo salí de la cocina con los pantalones a medio poner para sentarme en una de las sillas del escritorio, acomodarme los pantalones y hacer un par de "planos" (ella se dedicaba a las remodelaciones de viviendas) con algunos números simulando un presupuesto. Se sentó frente a mí simulando una conversación con un cliente. Cuando los dos juzgamos que estábamos en condiciones pre sexo, ella se fue a abrirla puerta. Aunque yo no escuche la conversación, entiendo que le dijo que estaba con un cliente, que ya terminaba en minutos y que la espere en la recepción. Volvió hacia mí y esperamos unos minutos hablando de "negocios". El tipo hojeaba una revista y yo respiraba profundo para aparentar la mejor normalidad.
Redactar este momento llevo muchísimo más tiempo que lo que realmente transcurrió. Pero muchísimo menos de lo que me pareció. Ahí me di cuenta que Einstein tenia razón: el tiempo es relativo y corre a distintas velocidades.
Todavía me quedaba salir. Parecía como que el marido no se había percatado de la situación, o al menos no los demostraba. Nos levantamos, hablamos de un nuevo encuentro "comercial" para fijar el cronograma de obra y nos dirigimos a la puerta. Ella me presento al sr. de los cuernos, a quien salude con un apretón de manos. La puerta estaba ahí nomas, yo me quería ir y el tipo me daba charla. Finalmente abrí la puerta y salí. Casi casi casi a salvo. Encendí el auto y arranque, me temblaban las manos y no podía parar de reírme tal es así que tuve que detenerme a un par de cuadras, estacionar y relajarme un poco para iniciar el viaje de regreso a casa.
De ella no supe más nada. Volvimos a hablar por teléfono y me confirmo que estaba todo bien, que no había tenido problemas pero que no quería volver a pasar por esa situación… y no la vi más.
El susto que me di fue tan grande que me prometí no volver a intentar nada con mujeres con compromisos… hasta la próxima vez. Me gustaría saber si alguno de Uds. estuvo en una situación similar…