Mar llegaba andando a su casa. Eran casi las 8 de la mañana del domingo y a su mente venían flashes de la noche. Había quedado con Julia para salir de copas. Nada más llegar a la discoteca, y con un par de copas en el cuerpo vio, al tipo.
Avisó a su amiga y le dijo que ese era para ella. Julia no pudo sino alabar el gusto de su amiga. Enrico, como después supo que se llamaba, era un italiano apuesto, alto, fuerte. Afincado en la ciudad donde tenía una empresa y con una labia acojonante. Sus ojos verdes terminaban de redondear lo que sin duda era un gran partido.
Durante varias horas bailaron al ritmo que marcaba Dua Lipa. Entre bailes y copas cayó algún pico. Hasta que a cierta hora la situación fue inevitable. Salieron de la discoteca cogidos de la mano en dirección a un parking. No movieron ni el coche. Decidieron aplacar el calentón allí mismo. En los asientos traseros del Q7 de Enrico, camuflados por las lunas tintadas, comenzaron a besare de manera apasionada mientras se deshacían de la ropa.
El escultural cuerpo de él hizo a Mar albergar unas expectativas que se derrumbaron cuando liberó su pene. La tenía pequeña. No era un micropene, pero sus dimensiones eran por debajo de lo estándar lo que provocó en ella un sentimiento de decepción. Esto no hubiese sido más problemático si al menos hubiese sido bueno, pero… Se mostró egoísta, mirando exclusivamente por su placer, y un poco brusco en las caricias para acabar demasiado rápido.
Al final, la chica optó por fingir un exagerado orgasmo para quitárselo de encima. El tipo, arrogante, pensó que había cumplido como un semental, ella le contestó dándole un número de teléfono falso. Confiaba en no volver a cruzárselo.
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Pese a ser domingo, Ángel estaba asomado a la ventana de su dormitorio desde bien temprano. Había estado toda la noche enganchado al ordenador. Primero con una interminable partida de FORNITE, luego lo cambió por vídeos porno. Y ahora se asomaba a la ventana para divisar su objetivo.
A sus 20 años era un auténtico friki. No tenía amigos más allá de internet. El sexo opuesto era un misterio de no ser por las páginas porno que solía visitar. Ni siquiera había ido de putas.
Ahora, como cada domingo, esperaba la llegada a casa de su vecina. Una chica varios años mayor que él de la que estaba enamorado en secreto. Había perdido la cuenta de las pajas que se había hecho pensando en ella. Sabía que salía los sábados por la noche. La suponía ligando y follando. Nunca los traía a su casa. Siempre aparecía al amanecer. Cuando calculaba que entraba en el portal, él salía de casa con el único propósito de cruzarse con ella y saludarla. Ella lo hacía cansada pero siempre con una sonrisa y a Ángel, eso, le valía.
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Cansada, Mar llegó al portal del bloque donde vivía. La decepción sexual la había dejado con unas ganas terribles de echar un polvo. No veía la hora de llegar a casa, agarrar el succionador de clítoris, conectarse a la página de relatos eróticos y aliviarse mientras leía un buen anal.
Nada más colocar el pie en el primer escalón de la escalera oyó como se cerraba la puerta de una casa. Lo hacía con mucho cuidado. Como para no despertar a los habitantes de ella. Mar sonrió. Como cada domingo, su vecino, el friki, bajaba la escalera para cruzarse con ella.
Vestido con un pantalón de chándal de algodón gris y una camiseta de Star Treck (con sudadera cuando bajaban las temperaturas), se cruzaría con ella en el primer descansillo. La saludaría con la cabeza gacha, casi sin mirarla. Ella, cansada, le devolvería el saludo con su bonita sonrisa. Pensaba que eso le haría feliz y le serviría para hacerse una buena paja.
A fin de cuentas, ¿qué edad tendría? ¿18? ¿20 años como mucho? Además, aún vivía con sus padres. Era el típico friki pajillero.
Llegados al descansillo, Ángel saludó con apenas un susurro y miró a Mar de reojo. Ella le devolvió el saludo y le sonrió. El joven siguió su camino hacia la calle. La chica se paró a observarlo. Era delgado, muy blanco de piel (apenas le daba el sol). Ni guapo ni feo. Mar lo detuvo:
-Perdona.
Ángel se detuvo en seco. Era la primera vez que iba a cruzar más de una palabra con su vecina.
-¿Te puedo hacer una pregunta?
El chico hizo un movimiento de asentimiento con la cabeza.
-¿Dónde vas cada domingo tan temprano a la calle?
A esa hora, poco antes de las 8 de la mañana, los negocios permanecían cerrados y su indumentaria no era la adecuada para salir a correr. Ángel comenzó a ruborizarse mientras su mente buscaba una coartada convincente. Cada segundo que pasaba balbuceando su cara se enrojecía aún más. El remate llegó cuando Mar estalló en una carcajada:
-Entonces, lo haces por cruzarte conmigo, jajaja
El chico la miraba avergonzado al ser descubierto y se giró para seguir bajando:
-Disculpa -llamó su atención Mar. -Perdona si te he molestado. No era mi intención. Me resulta halagador que esa sea la razón.
Ángel se detuvo definitivamente. Miraba hacia ella y se disponía a volver a su casa derrotado.
-¿Me aceptarías un café? -Mar estaba ofreciéndole una sincera disculpa. Ángel, aún abrumado por la situación y sin creerse que pudiera acompañar a su vecina (y amor platónico) a desayunar, volvió a asentir con la cabeza.
Sentado en un sofá de cuero blanco a juego con el resto del mobiliario, Ángel observaba aquella casa tan diferente a la suya pese a compartir edificio y planta. No sabría identificar todas las modificaciones pero no se parecía en nada.
Estaba claro que el recibidor había desaparecido para darle más amplitud al salón que lucía más luminoso que el suyo. No sabía dónde, pero en su piso había un dormitorio más que en este no lograba localizar. La decoración era minimalista y elegante, todo en tonos blancos y negros.
Oía a Mar abrir y cerrar muebles en la cocina, cuya puerta era visible desde el sofá en el que se encontraba, mientras preparaba los cafés. La dueña de la casa apareció portando una pequeña bandeja que soportaba lo necesario para el desayuno. Ángel la vio acercarse y la observó detenidamente. Con el vestido negro con el que había salido la noche anterior que le marcaba una perfecta y sexy figura.
Mar se sentó junto a su joven vecino sabiendo lo que provocaba en él. El hombre intentó separarse antes de incorporarse para coger su taza en la mesita auxiliar que estaba frente a ellos:
-¿Tú no sales? -Rompió el hielo Mar.
-Bueno… eh… poco, la verdad…
Ángel contestaba con frases entrecortadas en un estado de nerviosismo que Mar notó. La mujer tomó las riendas:
-Pues yo salgo mucho. A veces más de lo que debería. Y no te creas que siempre me lo paso bien. Hoy, por ejemplo, la noche no ha salido como me esperaba. -La mujer dio un sorbo a su café y se disponía a calentar a su vecino.
-Mi amiga Julia y yo salimos a una discoteca y allí conocí a un tío que estaba buenísimo. Guapo, fuerte, con buena conversación… Al final decidimos irnos los dos.
Ángel oía la historia con interés mientras en su mente la imagen de aquella vecina quitándose el vestido frente al tío le nublaba la visión. Su entrepierna comenzó a despertar y aquel pantalón de chándal no conseguía disimularlo. Mar se dio cuenta y comenzó a dar detalles.
-Nos metimos en su Q7 y no llegamos ni a salir del parking. Con el calentón ya sabes… nos pasamos al asiento trasero y nos enrollamos. Bueno ya sabes como can estas cosas… Algún polvo habrás echado en los asientos traseros de un coche.
Mar presionaba a Ángel poniéndolo en evidencia sabiendo que posiblemente nunca hubiese vivido esa situación:
-Cuando empezamos a hacerlo resultó que el tío no daba la talla, ya me entiendes. -La vecina decía esto mirando a Ángel, mordiéndose el labio inferior y levantando la ceja izquierda.
Daba una imagen de falsa inocencia irresistible. Mar se dio cuenta que Ángel estaba totalmente empalmado.
-Oye, ¿qué te pasa en el pantalón?
La cara roja de Ángel lo delató. Y Mar pasó al ataque:
-¿Nunca te has comido un coño jugoso? ¿Nunca has separado los labios de un coño caliente y has metido la lengua saboreando los flujos?
¿Nunca has metido la polla en una boca hasta la campanilla?
A cada pregunta de ella, el chico reaccionaba con más rubor. Se removía nervioso en aquel sofá. Mar se colocó delante de él y de manera sensual comenzó a bajar su vestido. Aún le duraba el calentón y el gatillazo del tal Enrico no había hecho sino aumentarlo:
Ángel no daba crédito a lo que veía. Su vecina, de estaba desnudando delante de él. Había dejado caer su vestido ajustado y ahora, le mostraba su espectacular culo solo cubierto por un tanga que se perdía entre sus maravillosos glúteos. Al chico le sudaban las manos de estado nerviosos. Sentía como su polla latía ardiente dentro de aquel pantalón de chándal. No llevaba ropa interior. Instintivamente metió su mano izquierda dentro del pantalón y acarició su miembro.
Mar se giró de cara a su vecino. Le mostró sus preciosas tetas, de aureola grande, de color marrón claro, con un pezón puntiagudo que ella agarraba:
-Bueno, ¿no me vas a enseñar que guardas ahí dentro?, venga sácate la polla.
La chica se moría el labio inferior expectante. Estaba a punto de desvirgar a su vecino tímido, más joven que ella. Su excitación aumentaba por momentos. Ángel no lo dudó ay tiró de su chándal hacia abajo. Su polla saltó ante la mirada atenta de Mar que no pudo evitar una exclamación de asombro:
-JODER, MACHO. –De inmediato sintió como su coño se inundaba con sus flujos. Los pezones se le endurecieron y un súbito calor le subió desde su vientre hasta su cara.
Y es que la polla de Ángel era descomunal. De una abundante mata de vello púbico emergía un tronco de grosor impresionante acabado en un glande sobredimensionado de color violáceo. A lo largo la polla se le marcaban unas venas de colora azul oscuro. El chico se la agarró con la mano izquierda y aún sobraba para tamaño para colocar otra. Mar, curiosa, no pudo dejar de preguntarle por sus medidas. El chico, orgulloso, le contestó que calzaba 24 centímetros. Realmente, salvo en películas, Mar no había visto nada igual. Si se había comido pollas grandes pero nunca algo semejante a esa anaconda que tenía delante:
-¿Puedo? –Mar, realmente impresionada, se arrodilló entre las piernas de Ángel.
Le era casi inabarcable por su delicada mano. Tiró hacia abajo y colocó su otra mano encima y comenzó un leve movimiento basculante:
-Es la primera vez que hago una paja a dos manos.
Ángel suspiraba sin dejar de ver como las pequeñas manos de piel suave de Mar le acariciaban el rabo. Para él, también era la primera vez que alguien le hacía una paja.
La vecina le miró a los ojos, caliente, cachonda, viciosa. Dirigió, sin dejar de mirarle, su lengua al capullo de Ángel y lamió el líquido preseminal que brotaba de su glande. Hizo círculos con la lengua alrededor del orificio de salida y extendió el aquel líquido por todo el capullo. Después, bajó hasta que los rizos negros de Ángel le hicieron cosquilla en su nariz y comenzó a subir la lengua desde la base de la polla hasta arriba. Le seguía pareciendo desproporcionada. A la altura del frenillo tiró de la piel hacia abajo y masajeó aquel punto.
Ángel, que nunca había estado con ninguna mujer, temió no aguantar mucho más cuando Mar, después de escupir en la cabeza de su polla se la metió en la boca. A penas le cabía, Su mandíbula hacía un sobreesfuerzo por darle cabida a aquel trozo de carne. Como pudo logró incrustarse hasta la mitad y comenzar un movimiento de arriba abajo. Su vecino respiraba entrecortado, y sus piernas se tensaban, cuando la avisó que se corría.
A la mujer no le había dado tiempo a sacársela de la boca cuando el primer chorro de semen impactó en su paladar. Continuó con una paja mientras el enorme capullo de Ángel escupía largos chorros de lefa que Mar dirigía a su cara y sus tetas. La leche caliente sobre su cuerpo hacía que su rajita se inundase de flujos y su excitación aumentase más. Pero aquello no podía acabar allí. Ella quería follarse aquella polla de proporciones exagerada:
-Ahora vuelo. Ni se te ocurra largarte. –Dijo Mar mientras se levantaba con los restos de la corrida sobre sus tetas y su preciosa cara.
Ángel, en un estado de relajación desconocido, había tenido el mejor orgasmo de su puta vida. No tenía que ver con aquellas pajas ante la pantalla de su ordenador en las que visionaba vídeos porno o incluso esa otra que se hizo con la fotografía de su vecina en la pantalla. Aquella corrida memorable que tras impactar en el cristal del monitor manchó casi todo el teclado.
Ahora, tumbado en el sofá de cuero blanco de su vecina, se había desnudado y esperaba impaciente que ella volviese del baño. Oía el agua de la ducha y estuvo tentado a entrar allí y follársela contra la pared. Su mente volaba con todas las fantasías que había tenido con ella pero esto lo estaba superando con creces. En la vida habría podido imaginar que Mar, su vecina, su amor platónico, le hubiese invitado a desayunar en su piso y acabase chupándole la polla. Volvía a estar empalmado y sus 24 centímetros lucían en todo su esplendor cuando Mar salió del baño, totalmente desnuda. El cuerpo de aquella diosa era mucho mejor de lo que había imaginado. Sus tetas de un tamaño medio pedían a gritos un mordisco en cada pezón. Su vientre plano necesitaba un par de palmetazos que le marcase enrojecido. Su rajita, solamente con un pequeño triángulo de vello púbico, ansiaba tragarse una buena polla como la suya.
Mar se tumbó junto a él y le besó. Le agarró la polla y se deleitó con aquel miembro de actor porno que tenía tan cerca de su casa y que no pensaba desperdiciar:
-Es realmente impresionante. –Alababa la mujer mientras la acariciaba.
Ángel sonreía, sin saber muy bien que decir:
-Las he visto grandes, las he visto gordas… pero como esta no he visto ninguna.
Mar volvió a besar a Ángel y le dio instrucciones para que se colocase. Ella quedó tumbada sobre uno de los brazos del sofá con las piernas bien abiertas. Colocó una sobre el respaldo y otra en el suelo. Ante Ángel se abría un coño de verdad por primera vez en sus 20 años de vida. Él se colocó de rodillas en el suelo y su cuerpo inclinado sobre la mujer:
-Vas a probar un coño por primera vez. Disfrútalo y hazme disfrutar.
El vecino friki acercó su lengua al sexo de su amor platónico y lamió. Ella suspiró. Volvió a hacerlo antes de lanzarse como un perro sobre cubo de agua. Trataba de abarcar con su boca el coño de la mujer para luego meter la lengua entre los labios y recoger todo el flujo vaginal. No lo hacía nada bien. La mujer se desesperaba porque no atinaba con su clítoris. Así que le mandó parar y de manera académica él explicó cómo, dónde y con qué fuerza hacer. Separó sus labios vaginales con los dedos de una mano, con los de la otra mostró su henchido clítoris delimitándolo con los dedos índice y corazón. Ahora sí. El hombre trilló aquel micro pene femenino y comenzó a darle placer a Mar que se retorcía en el sofá. Se mordía el labio inferior mientras con sus manos se agarraba, por encima de su cabeza, al brazo del asiento:
-Sí, joder, sí.
El orgasmo no se hizo esperar y con un grito se desvaneció. Ángel levantó su cabeza con el mentón mojado con los flujos de Mar.
Después de descansar un minuto, la mujer ordenó al hombre que se sentara en el sofá. Ángel lo hizo sin rechistar. Apenas hablaba impresionado por lo que estaba viviendo. Mar se colocó a horcajadas sobre él, colocando una rodilla a cada lado de sus piernas. Miró hacia abajo y, ayudándose de su mano derecha, agarró la polla de Ángel para dirigirla a la entrada de su coño. Antes se pasó la mano por sus labios vaginales tratando de extender el flujo y lubricarlo. Luego hizo lo mismo con el glande y comenzó a descender.
Mar notó como el enorme capullo de su vecino comenzaba a abrirse paso entre sus labios y como su rajita se abría. Tomó aire de manera exagerada con cada centímetro de polla que se introducía en su vagina. Resopló, cerró los ojos, se mordió los labios y volvió a boquear cuando aquel monstruo de un cuarto de metro topó con lo más hondo de su vagina. La sensación era indescriptible. Se sentía totalmente ocupada. Su rajita totalmente tensada intentando abarcar el grosor de aquel miembro. Y comenzó a sentir lugares inexplorados por nadie en el fondo de sus entrañas.
Comenzó a botar sobre la polla de Ángel, primero despacio, sintiendo como entraba y salía cada vez que ella bajaba y subía por aquella barra de acero ardiente. Hizo un movimiento de bajada más fuerte para sentir un puntazo y dio un grito de dolor. SE la había clavado en el útero casi:
-Cómeme las tetas, cabrón.
Ángel comenzó babear las tetas de Mar, se las mamaba como un niño más que comérselas como un hombre. Ella, sin dejar de botar y con la mirada entrecerrada, le corrigió. Se las agarró y se las ofreció:
-Muérdeme los pezones. –Le dijo mientras se los pellizcaba ante él.
Ahora, agarrada a la nuca de Ángel sintió como éste trillaba con los dientes los pezones haciéndole daño mientras su polla seguía horadando lo más profundo de su coño. Pero después de unos minutos la mujer necesitaba más, así que le obligó a girar sin salir de dentro.
Mar descansaba sobre el asiento. Ángel estaba sobre ella, abrazo por las piernas de la mujer que le impedían salir de dentro de ella. Ella le exigió que le diera fuerte y él no se lo pensó. Con un movimiento de cadera frenético comenzó a penetrar más profundamente aún el coño de su vecina:
-Dios, joder. Me vas a partir el coño.
Mar se agarraba a la espalda de Ángel hasta clavar sus uñas en los flancos de él. El hombre sudaba sobre ella mientras percutía hasta empotrarla contra el sofá. La vecina le alentaba a darle más fuerte antes de morder el hombro de su ejecutor en pleno éxtasis. El hombre se esforzó en su último aliento y anunció que se corría.
-Mi coño, mi coño, me lo partes cabrón.
Con el último golpe de riñón le dejó la polla clavada en lo más profundo de su ser. Ella le miraba con ojos de asombro y con la respiración entrecortada. Después de esto tendría que follárselo todos los días o comprarse un consolador XXL. Su coño seguro habría dado de sí y ahora no le valdría cualquier polla.
Los últimos movimientos provocaban un sonido acuoso y como si fuera una bomba de achique cada vez que la polla entraba en el coño se salía buena parte de la gran corrida que Ángel había echado allí dentro. El líquido se salía corriendo por los glúteos de Mar hasta manchar el asiento del sofá. Otra buena parte fue a parar a su ano. Por supuesto, y pese a ser una práctica habitual en ella, deshecho por completo la posibilidad de que el diera por culo. Con ese rabo la rompería en dos.
Durante los siguientes minutos todo fue relajación. Ángel había dejado de percutir y su polla latía dentro de la vagina de Mar. En un acto de timidez había metido su cara en el espacio entre el hombro y la cabeza de ella.
Mar, había dejado de abrazar con sus piernas el cuerpo de su amante. Yacía abierta de piernas con él entre ellas y acariciaba su espalda donde antes había clavada sus uñas extasiadas por la tremenda follada.
Más de hora y media después de la invitación al café, Ángel se vestía para volver a su casa, de la que había salido con sus padres durmiendo y, que ahora, habrían despertado. Mar continuaba tumbada en el asiento del sofá viendo cómo se vestía su amante. Se palpaba la rajita del coño, dolorida y satisfecha. Se introducía dos dedos para medir el calibre que le había quedado:
-Vaya destrozo que me has hecho guapo. –La mujer sonreía a Ángel que la miraba con media sonrisa.
Totalmente desnuda le despidió en la puerta dándole un beso al tiempo que otro vecino llegaba al descansillo y les daba los buenos días. Ángel se ruborizó. Mar le sonrió antes de guiñarle un ojo y cerrar la puerta.