Este relato me lo mando una seguidora, espero les guste.
Este relato sucedió cuando yo cumplí 20 años.
Mi nombre es Renata, soy una chica “petite”. Mido 1,60 tengo el cabello negro completamente liso y a pesar de que no suelo hacer mucho ejercicio, me agrada decir que soy flaquita y tengo lo mío. Por si te interesa, mis pechos no son tan grandes, soy copa B casi C y mi trasero está bien formadito gracias a las horas en bicicleta que hago para la escuela.
Te describiré a mi novio de ese entonces, Mario. Tenía 23 cuando este relato sucedió. 1,74, ojos y cabello café, una espalda increíble y musculosa ya que iba dos veces a natación, una sonrisa increíble y una risa bastante juguetona.
Él fue mi primera vez (igual y un día les cuento ese relato ya que fue muy especial para mí) y desde que lo hicimos habíamos intentado hacer varias cosas con respecto a nuestra vida sexual.
Y una de las mejores fue este relato que te voy a contar.
Ese día acabamos de tener sexo en su casa. Ayudaba mucho a nuestra relación que él ya viviera solo y pudiera ir a visitarlo cada que me ponía caliente. Mario siempre me esperaba en su casa cuando yo quería y nos desfogábamos sin que nadie nos interrumpiera. Mario tenía un roomie, claro, pero él casi siempre estaba fuera por su trabajo de sobrecargo, así que sólo había un par de veces que estaba en la casa y cuando lo estaba se encerraba en su cuarto y nos dejaba disfrutar de ambos.
Pues ahí estábamos, acostados en la cama, ambos con una taza de café que Mario había preparado. Estaba un poco cubierta con las sábanas y dejaba afuera uno de mis pechos y mi pierna izquierda para que Mario pudiera acariciarme a su antojo, por su parte él estaba sentado con un calzoncillo ajustado mientras hablábamos.
—¿Sabes algo amor? —me dijo—. Estuve hablando con una amiga tuya, Brenda.
Volteé a verlo con enorme curiosidad.
—¿Sí? —le pregunté alzando una ceja.
—Bueno, no sé si ella te lo dijo, pero quiere que tú y yo vayamos con ella y su novio a pasarla en una casa en la playa dentro de unos días.
—Ah, sí. Brenda me había dicho, pero no te quería decir por si sentías que era incómodo, Brenda es mi amiga y pues honestamente no conozco mucho a su novio, entonces probablemente ella y yo estaríamos hablando y hablando y no sé si a ti te agradaría convivir con alguien a quien no conoces.
—¿Estás bromeando? Me gusta hacer nuevos amigos y además cómo puedo no querer ir a la playa.
—¿Estás seguro? —le pregunté mientras su mano recorría mi pierna con delicadeza.
—Claro, además, te verás súper sexy con un bikini.
Le sonreí y me lance para poder besarlo.
Por el momento no te voy a incomodar con todos los sucesos que pasaron para poder armar el viaje. Planear una salida entre amigos es complicado, dinero, hospedaje esas cosas, pero si te voy a contar una pequeña platica que tuvimos Brenda y yo entre esos días de planificación. Te voy a describir un poco a Brenda, no podría describirla como mi mejor amiga, pero sí una amiga cercana. Ella tiene otro tipo de belleza, casi siempre se la pasa haciendo ejercicio, tiene el pelo largo y café claro, sus pechos, uff si tan solo pudieras verlos, son más grandes que los míos y bastante redonditos, casi como unos buenos melones, no lo digo yo porque soy su amiga, si no que con tener ojos basta para saberlo. En un par de ocasiones me ha llevado al gimnasio donde entrena y ahí he visto porque varios hombres la voltean a ver. Su novio, Héctor, es bastante suertudo de tenerla, él es su fotógrafo personal, seguramente has visto sus fotos en Instagram sin darte cuenta, sale mucho por ahí. Héctor es un poco más flaco que Mario, pero tenía una sonrisa que lo hacían bastante atractivo Cabello negro y corto, y aunque sus brazos no estuvieran marcados, no se veían nada mal con la ropa que ponía.
En fin, ambas parejas estábamos hablando acerca de nuestro y sobre todo en cuanto necesitábamos para poder celebrar con alcohol, porque obviamente iba a ser una escapada con alcohol (y algo de marihuana) junto con lo que nos íbamos a llevar para hacer nuestra experiencia más placentera, cuando los dos muchachos decidieron ir a la cocina para ir por unas cuantas cervezas. En ese momento, Brenda me hizo una pregunta que me tomó bastante por sorpresa.
—Reni, ¿qué piensas del intercambio de parejas?
Mire a mi amiga completamente sorprendida.
—¿Qué?
—Quería decírtelo antes del viaje y todo —continuó tomándome del brazo—. Tengo que decir que desde hace un rato he visto a tu novio y la verdad no está nada mal, si sabes a lo que me refiero —dijo guiñándome el ojo—. Sé que quizá sea una propuesta un poco rara, pero te quería decir que me gustaría follarme a tu hombre y creo que lo más equitativo es que follaras con el mío mientras yo lo hago con el tuyo.
Abrí la boca por la impresión. ¿Quién se creía al decirme eso? ¿Qué iba a aceptar así como así? ¿Entregarle a mi novio?
—Y antes de que me digas algo, ya vi como miras a Héctor y sé que no te es nada indiferente.
Cerré la boca.
Ella tenía razón. En una ocasión me pidió que la acompañara a una sesión que ella iba a hacer con su novio. Siendo completamente honesta, la manera en como se expresaba y la forma en como hacía cualquier tema fuera interesante fue lo que me atrajo de Héctor, sé que suena un poco cliché, pero era la verdad…y desde luego también era bastante parecido.
—¿Entonces estás sugiriendo que intercambiemos a los novios durante el viaje? —le pregunté con una ceja alzada.
—¿Por qué no? —me dijo ella con una sonrisa—. Él y yo habíamos barajado la posibilidad. La verdad le da curiosidad y preferiría que fueras tú, al resto no les tengo tanta confianza.
Me rasqué la barbilla con total incredulidad y las dudas me asaltaron la cabeza. Pensé que esas situaciones no se daban más que en el porno o en las novelas eróticas. No sabía que tan buena idea era. Miré a mi novio que estaba en la cocina, intentando entablar amistad con Héctor. Imagine a Brenda con Mario, la visión me causó un poco de celos, pero al mismo tiempo imaginé a Héctor acercarse a mí, besarme, tomarme entre sus brazos. Sentí un ligero cosquilleo al imaginarme cómo se sentiría estar con otro hombre que no fuera mi novio, me gustó un poco, lo suficiente para decirle a Brenda.
—Déjame pensarlo.
Ella sonrió, me aseguró que era decisión mía completamente y que respetaba lo que eligiera. Los muchachos regresaron y continuamos planificando un buen rato. Durante el resto del día volteaba a ver a Héctor y me pregunté si era buena idea.
Y entre más lo pensaba, más quería hacerlo.
El día finalmente llegó y los cuatro nos fuimos en autobús para llegar. La casa tenía un jardín bastante grande, era bastante bonita y acogedora.
Dejamos que los muchachos hicieran el trabajo pesado, ya sabes, encargarse del equipaje y acomodar las cosas en el refrigerador.
Mientras ellos lo hacían, lleve a Brenda a una habitación aparte para hablar.
—Oye, Brenda, lo estuve pensando, y la verdad si me da curiosidad ver lo que pasa —le dije un poco nerviosa.
Ella se río ante mi respuesta y me tomó de las manos.
—Amiga, no te preocupes, vas a ver que la vas a pasar increíble. Ya lo he discutido antes con Héctor y él ha querido hacerlo, pero me gustaría sorprenderlo y que no se lo espere. ¿Qué dices?
Sonreí y asentí. Aún estaba muy nerviosa ante la situación. Mario en una ocasión que estaba borracho me comentó que tenía la fantasía de hacer un trío, suponía que esto podría ser parecido.
Ideamos un plan para poder hacer que ambos chicos se relajaran lo suficiente y se sintieran cómodos con los que estaba a punto de suceder.
A eso de las 3 de la tarde pensamos ir a pasear a la playa, así que decidimos preparar todo. Aquí era el inicio de nuestro plan.
—Mario —le dije desde el cuarto de Brenda y mío—. ¿Puedes ayudarme con mi maleta? Creo que se atoró.
Mi novio apareció en el cuarto en unos cuantos minutos, él ya estaba en bañador y verlo así, sin camisa y con su pecho que tanto me encantaba expuesto, me hizo sentirme un poco más ansiosa por lo que iba a pasar.
—A ver —dijo Mario yendo a la maleta.
Mire a Brenda quien me sonrió. Habíamos puesto un poco de papel entre el cierre de la maleta para atorarla. Mi novio intentó abrirla con todas sus fuerzas y en un par de minutos lo logró.
—Rayos —actué molesta—. Creo que no debí meter mis Kleenex en la maleta.
—Deberías tener más cuidado, amor —me dijo Mario.
—Lo sé, soy una tonta —tomé mi bikini negro de la maleta y le di un beso a Mario—. Gracias por ayudarme, voy a cambiarme. Ya vuelvo, amor.
Luego miré a Brenda y salí de la habitación, dejándolos solos.
Me cambie de una forma rápida y sobre todo nerviosa. Me centré en mi cuerpo, mis pechos medianos se alzaban con la ayuda del bikini y eso me gustaba mucho. Me gustaba mucho como se veía mi piel blanca en contraste con el negro, sobre todo este bikini me gustaba porque había follado con Mario usándolo, tan sólo me había visto y me atacó como una fiera hambrienta, eso me hacía pensar que me veía sexy en él.
Para ese momento ya debería estar pasando. Me coloque una playera holgada para tapar todo mi bikini y me recogí el cabello en una cola de caballo. Esperé un momento y luego salí.
Con el mayor sigilo posible me dirigí al cuarto y asomé la cabeza. Brenda estaba contra la pared, siendo besada por Mario. No sabía lo que ella le había dicho, pero Mario devoraba los labios de mi amiga con deseo y pasión. Él comenzó a atacar su cuello y comenzaba a tocar sus piernas y su cuerpo. Brenda abrió los ojos y me sonrió, luego levantó un pulgar y continuó besando a mi novio.
Una parte de mi se sentía celosa por la escena, pero al verlo así, ver la espalda de mi novio y ver su cuerpo moverse con el de Brenda hizo que comenzara a sentir un hormigueo en la entrepierna, extrañamente me estaba gustando verlo disfrutar.
Seguí de largo por el pasillo a la sala, donde Héctor estaba sentado en el sillón usando una camisa de playa abierta, revelando su pecho desnudo. Llevaba unas bermudas algo holgadas revelando unas piernas de corredor. La verdad se veía bastante guapo. Estaba mirando su teléfono, completamente distraído.
—¿Listos para irnos? —preguntó con una sonrisa. Si supiera lo que le esperaba hubiera sonreído más.
No le contesté, deje que mi cuerpo actuara.
Tomé su celular y lo lance a un lado del sillón, coloqué mis piernas a ambos lados de las suyas y me senté encima de él, dejando que mi pelvis se pusiera sobre su entrepierna. Sin darle tiempo, lo besé. Tenía un sabor delicioso, sus labios eran suaves y tenían un sabor algo dulce. Él se quedó ahí, necesito un momento para entender lo que estaba pasando, luego tomó mis caderas y me devolvió el beso con más pasión.
Comenzaba a sentir como el ambiente se calentaba, sus manos se movían por mi cuerpo, haciendo que la parte inferior del bikini comenzara a mojarse ligeramente, podía sentir su erección crecer debajo del bañador y eso me excito más.
Su mano jugó con unos de mis pechos y eso hizo que un ligero gemido saliera de mi garganta. Comenzaba a gustarme lo que estaba haciendo.
—Vamos, Mario, ya quiero ir a la playa —oí a Brenda en el pasillo.
Esa era la señal.
Me lance a un lado de Héctor tomando una pose como si siempre hubiera estado sentada ahí, él se quedó completamente confundido. Brenda y Mario llegaron, ella con su bikini rosa y él con el cabello algo revuelto y con cara de confusión.
—Vamos, Reni
—Claro
Me levanté del sillón y tomé la mano que me ofrecía y nos dirigimos a la puerta con nuestros novios siguiéndonos, sus rostros reflejaban la confusión que sentían, pero aun así sonreían, intentando disimular un poco.
Ya en la playa continuamos con nuestro siguiente paso. Necesitábamos calentarlos aún más para que estuvieran a nuestra merced. Me sentía un poco mal por manipularlos así, pero una parte de mi lo estaba disfrutando demasiado, me ponía tan caliente y eso que apenas y me había tocado.
Y la diversión apenas estaba comenzando.
Cuando encontramos nuestro lugar para poner las cosas, tuve una idea. Le pregunté a Brenda si podía ayudarme a quitarme la playera porque mi cabello se había enredado un poco. Se colocó detrás de mí y me la fue quitando poco a poco para no jalarme el pelo, casi como si me estuviera desnudando. Esto, desde luego, hizo que ambos chicos no nos quitaran la vista de encima. Me gustaba que Mario me viera con esos ojos de lujuria, pero al ver la misma expresión en Héctor se sintió diferente y muy parecido al mismo tiempo.
Durante nuestro tiempo en la playa no pasó mucho, Brenda y yo nos metimos al mar y de vez en cuando nos lanzamos agua. En una ocasión, Brenda salió con la parte inferior del bikini completamente pegada a su trasero y eso no pasó desapercibido por los muchachos.
A la hora de la comida fue donde volvimos a jugar con ellos.
Fuimos a un restaurante de comida típica, de esos que te cuentan alguno de tus amigos que tienes que visitar cuando vas a cierto lugar. Cuando el mesero nos llevó a nuestra mesa, Brenda le indicó que quería una que estuviera algo apartada, cerca de la esquina. Nos sentamos las chicas de un lado y los chicos del otro lado. La mesa tenía un mantel blanco, lo cual nos venía en perlas para lo que queríamos hacer.
—¿Te molesta si cambiamos de lugar? —le pregunté a Brenda tal como lo habíamos planeado—. Me da un poco de frío de este lado.
—Claro —dijo ella con una sonrisa cómplice.
De esta manera yo quedé frente a Héctor y ella frente a Mario.
La mayor parte de la comida pasó como si nada. Hablamos nos reímos y tomamos unos cuantos caballos de tequila para infundirme un poco de valor.
Ya entrados en tono, Brenda golpeó ligeramente mi pierna para llamar mi atención. Ella sonrió y mire como se quitaba el zapato por debajo de la mesa y estiraba la pierna. La mire, un momento y luego mire a Mario.
Mi novio saltó ligeramente, completamente sorprendido, miró a su entrepierna y luego a Brenda.
Ella continuaba comiendo como si nada y yo me hice como la que no veía. Mario tosió ligeramente, se acomodó en la silla y continuó con lo suyo.
Yo por otra parte mire a mi alrededor, la adrenalina subió en mi cuerpo mientras también me quitaba mi zapato. Si nos descubrían haríamos un enorme escándalo, pero agradecía que había un enorme mantel para tapar la travesura que estábamos haciendo.
Con trabajo estire la pierna y toque la pierna de Héctor, por un momento él me miró y yo sólo le guiñe el ojo. Miró a mi novio a su lado y quiso beber agua, fue ese momento en el que apreté mi pie en su entrepierna.
La reacción fue la que esperaba, el agua salió de su boca de la sorpresa y los demás nos reímos.
—¿Amor, estás bien? —preguntó Brenda con cara de inocente.
—Sí, sí —dijo usando una servilleta para limpiarse—. Sólo que se me fue el agua por otro lado.
—Ten más cuidado entonces.
—S-sí —dijo él mirándome.
Yo por otra parte le sonreí y continué acariciando su entrepierna, podía sentir su erección aumentar. Brenda hacía lo mismo con mi novio, ahora podía ver la cara de satisfacción de Mario mientras Brenda acariciaba su verga por debajo de la mesa.
Continuamos comiendo, Mario soltaba ligeros gemidos de placer, pero era bastante listo y los soltaba después de dar un bocado a la comida para luego decir.
—Esto está demasiado rico —comentaba en su intento de disimular.
—Sí, la verdad es que sí —le respondía Héctor casi con la misma expresión que él.
Brenda y yo no dijimos nada, ambas estábamos demasiado concentradas en lo que hacíamos como para hacerlo.
Cuando nos trajeron el postre, Héctor se acomodó más en la silla y pude sentir su mano tocar mi pie, lo levantó ligeramente y un segundo después podía sentir su falo caliente en la punta de mis dedos.
Sentí como mi excitación aumentaba y podía sentir como se humedecía mi bikini. Seguía mirando a todos lados para ver si alguien espiaba lo que estábamos haciendo, pero nadie nos podía atención, eso hizo que me calentara más. Saqué mi otro pie del zapato y utilice ambos pies para apretar el miembro de Héctor, él se tuvo que cubrir la boca para evitar un gemido.
Volteé a ver a Mario, quien se había metido un enorme pedazo de flan en la boca y su expresión mostraba gozo.
—Dios, que rico.
Estaba completamente segura que no lo decía por el flan.
Miré a Brenda y ella me sonrió. Podía ver como sus pezones se marcaban sobre su camisa y yo podía sentir lo sensibles que estaban los míos. Ante mi sorpresa, Brenda, con descaro, se desabotono su short para meterse una mano y comenzó a masturbarse ligeramente. Me tape la boca sin poder el descaro de esta mujer y mire a nuestro alrededor. La situación me estaba prendiendo como nunca, sentir el falo tan duro de Héctor entre mis pies hacía que quisiera meterme debajo de la mesa y comérmelo. Por un momento, una pareja posó su mirada en nuestra mesa y me di cuenta de que habían notado lo que había estado haciendo Brenda.
—Necesito ir al baño —dije soltando el miembro de Héctor y levantándome.
—Te acompaño —dijo Brenda.
Ambas nos fuimos al tocador. Sin dudarlo me eché agua en el lavabo. Había otro par de chicas con nosotros, esperamos hasta que se fueran antes de hablar.
—Los tenemos donde los queremos —me dijo Brenda con una sonrisa.
—Dios, eso estuvo, guau —dijo echándome aire con la mano para bajar el calor que sentía. Me recogí el pelo y sentí como mi piel estaba sudando ligeramente, producto del enorme incendio que había en mi interior—. Creo que los que estaban en la mesa de al lado te estaban viendo.
—¡Lo sé! —Dijo ella como si nada mientras se tocaba ligeramente el pecho—. Eso me prendió más.
—¿De qué crees que estén hablando Héctor y Mario?
—No lo sé, pero de seguro están más que sorprendidos. ¡Mírate! Tú estás algo roja.
Seguía tratando de echarme aire, sentía el corazón latir rápidamente en mi pecho.
—Creo que yo también me calenté demasiado.
—Puedo verlo —me dijo Brenda acercándose y tocando uno de mis pezones alzados.
Baje la mirada mientras ella los tocaba y los apretaba un poco, levanté la mirada para ver su rostro estar muy cerca del mío. Sus labios se acercaron a mí y comenzó a besarme, lo cual me sorprendió un poco, pero el alcohol y el deseo me desinhibían y le devolví el beso no sin antes morder su labio inferior. Muchas veces le había visto ponerse labiales y quería saber qué se sentiría besar esos labios.
Sus labios eran suaves al igual que su tacto, me empujó contra el lavabo y recorrió mis caderas con deseo, pude sentir como se detenía en mi bikini y como recorría la tela hacia un lado. Sentí sus dedos en mi coño, resbalaban tan fácil entre mis piernas antes de que supiera lo que estaba pasando, una sensación de placer recorrió mi cuerpo. Un ligero gemido salió de mi garganta que ella acalló con otro beso.
No sabía que estaba pasando, pero sólo me dejaba ser, llevada por las caricias de Brenda. Hubiéramos seguido, pero oímos la puerta del baño abrirse y Brenda se separó de mí rápidamente.
Volví a echarme agua para bajar el fuego dentro de mí y ambas salimos. No dijimos nada. Tan sólo una mirada cómplice.
Aún teníamos un plan que llevar a cabo.
Regresamos a la casa con la idea de bañarnos y prepararnos para la noche, queríamos ir a un antro a bailar y continuar con nuestro plan. Sin embargo, en cuanto entramos, Brenda me tomó del brazo y me llevó a la cocina.
—Reni, la verdad ya no puedo más, no quiero esperar hasta la noche.
—¿Pero qué hay de nuestro plan? —Pregunté aún caliente por lo que acababa de pasar en el restaurante—. Necesitamos excitarlos más para que no nos digan que no.
—Tengo la solución para eso —dijo ella y se quitó el sostén para mostrar sus pechos completamente desnudos. Luego me lanzó una mirada, luego se acercó a mí y me volvió a besar como en el baño mientras me quitaba la playera. Brenda se separó un momento para poder mirar mi cuerpo por completo, se mordió el labio y llevó su mano a mi espalda. Pude sentir como desnudaba el bikini y sentí como caía al suelo, yo no podía despegar la mirada de los ojos de Brenda que me miraban con deseo.
—¿Chicos? ¿Pueden venir por favor? —dijo Brenda.
Tanto Héctor como Mario llegaron, riéndose entre ellos seguramente por un chiste que se contaron y en cuanto entraron a la cocina ambos se quedaron parados completamente sorprendidos.
—¿Qué? —dijo Héctor.
—¿Qué sucede? —preguntó Mario.
Podía ver el bulto en su short crecer ante la visión de nuestros pechos. Definitivamente no esperaban esto.
—Vamos, no se hagan los inocentes —dijo Brenda y se acercó a Mario de forma lenta y sensual—. Cómo si no supieran lo que ha estado pasando.
—No sé a que… —comenzó a decir Mario, pero Brenda no lo dejó terminar. Lo tomó de la mano y lo jaló directo hacia el refrigerador.
—Amor, ¿qué? —me preguntó Mario, pero Brenda lo silenció con un beso y comenzó a levantar su playera.
Héctor se colocó a mi lado, yo hice como si no lo notara y me recargue sobre la mesa que estaba en medio de la cocina para que pudiera ver mi trasero. Lo miré mientras posaba su mirada en mí y eso me hizo sentir deseada.
Brenda terminó de quitarle la playera de mi novio y luego comenzó a arrodillarse para poder quitarle el pantaloncillo. El miembro de Mario salió de su encierro, podía ver que no estaba completamente erecto, pero eso no detuvo a Brenda.
—Creo que me quedé con un poco de hambre después del restaurante —dijo mientras comenzaba a lamer su verga desde la base a la punta.
Un gemido salió de mi novio y me miró aun preguntándose si debía seguir. No le contesté ni le dije nada, tan sólo me volteé y besé a Héctor. Él respondió a mis besos y llevó sus manos a mi trasero para poder apretarlo.
Me sentía tan fogosa y deseosa, las manos de Héctor me tocaban con firmeza y sentí como bikini volvía a mojarse producto de mi excitación. Metí mi mano dentro del pantalón de Héctor y agarré su miembro duro y comencé a masturbarlo. Sus gemidos no tardaron. Su boca se alejó de la mía y comenzó a atacar mis pechos con lamidas y besos. Cada que su lengua tocaba mi pezón un ligero gemido salía desde el fondo de mi ser.
Podía escuchar a mis espaldas como Brenda comenzaba a comerse la verga de Mario. Ahora los gemidos de mi novio se alcanzaban a escuchar fuertes y claros. Intenté voltear, pero Héctor me levantó del suelo y me colocó encima de la mesa. Me dio un par de besos más antes de bajar hacia mi mojado coñito, jaló uno de los cordones de bikini para desamarrarlo y dejó que la gravedad hiciera lo suyo antes de comenzar a comerme los bajos.
En cuanto su lengua recorrió mi clítoris, una fuerte ola de placer me recorrió el cuerpo. Me mordí el labio mientras agarraba el pelo de mi caníbal mientras continuaba succionando mis labios y mi clítoris.
Mire atrás para ver cómo Mario tomaba a Brenda por el cabello mientras hacía movimientos con su cadera para hacer que su verga entrara en la boca de mi amiga.
—¿Te gusta, amor? —le pregunté mientras me mordía el labio, mirarlo así mientras me hacían un oral hacía que me prendiera demasiado.
—Me encanta, me encanta como me la come Brenda —me dijo sin despegar la mirada de ella.
—Qué bueno —le contesté— Porque a mi también me gusta como me está comiendo el coño Héctor.
En ese momento, mi amante sin aviso o preámbulo comenzó a meterme dos dedos. No sabía quienes eran los culpables, pero lanzaba olas de placer a mi cuerpo. Los gemidos llegaban a mi garganta y no evitaba que salieran. Me estaba dando tanto placer que no quería reprimirme.
Volteé a ver que hacían Mario y Brenda. Ella se había levantado y Mario prácticamente le bajó el bikini de un tirón, le dio la vuelta y la lanzó contra la mesa donde estaba yo. Ella se río mientras abría sus piernas para él. Mario se acercó por detrás, le dio un par de nalgadas y ella gritó con cada una. Brenda acercó mi cabeza a ella y nos volvimos a besar, completamente fogosas por la situación y por lo que nos estaban haciendo.
Héctor se detuvo y lo miré mientras se quitaba la playera y el pantaloncillo. Su verga estaba completamente erecta. Antes de que hiciera algo, me baje de la mesa y me arrodille para poder comérmela. Quería agradecerle por hacerme aquel oral.
Mientras le hacía la mamada, podía escuchar como Brenda comenzaba a gritar, desde donde estaba no podía ver que pasaba, pero podía imaginar que Mario le estaba comiendo el coño o follando. Yo sólo podía mirar a los ojos de Héctor y su cara de satisfacción mientras me metía y sacaba su miembro de la boca. Escupí un par de veces en el tronco de su miembro para hacer que resbalara mejor y continúe mamándosela. Podía sentir como mi saliva caía sobre mis pechos y eso me invitaba a hacerlo más rápido.
Héctor gemía de placer, tomó mi cabello y me ayudo a hacerlo más rápido y al ritmo que él quería.
—Así, Renata, me encanta —me decía.
Los gritos de Brenda aumentaron, ahora podía oír cómo la pelvis de Mario chocaba contra el trasero de mi amiga. Quería ser follada por Héctor, quería sentir la verga que tenía en la boca dentro de mí.
Héctor pareció notarlo, pues se retiró, tomó una silla que estaba cerca de él y se sentó en ella con la verga apuntando arriba.
Yo me limpie la saliva de la boca, me quite el bikini y me coloque en posición. Dándole la espalda, tomé su verga y apunte directo a mi coñito que lo esperaba completamente con ansias. Mario estaba acostado sobre la mesa, con Brenda encima de él, moviendo las caderas y lanzando gemidos de placer. Con esta imagen, dejé que la verga de Héctor se abriera paso por mi dilatado coñito. A cada centímetro sentía una ola de placer, acompañada con la visión de mi novio follando con mi amiga hizo que la sensación se acrecentara. Sentía que la verga de Héctor llegaba un poco más profundo que la de mi novio, lo cual me agradó y en cuanto llegó al fondo comencé a cabalgar a mi amante con deseo y satisfacción.
—Así, Mario, no pares —decía Brenda mientras él apretaba su trasero y le daba un par de nalgadas.
—Que rico te mueves —le respondió él sin apartar la mirada de los pechos de mi amiga mientras rebotaban frente a él
Yo los miraba mientras me apretaba los pechos y sentía como el miembro me causaba olas de placer.
—Así, apriétalos —le decía a Héctor—. Follame duro.
Él tan sólo gemía mientras subía y bajaba sobre su miembro.
Brenda se detuvo un momento, soltó un enorme grito y su cuerpo se retorció por el orgasmo. Continué cabalgando a Héctor mientras mi amiga besaba a mi novio. Luego ella se bajó de la mesa y Mario se acercó a mí.
—Ven acá amor —me dijo tomándome del brazo y alejándome de Héctor. Comenzó a besar y apretar mis pechos como si estuviera hambriento.
—Vaya, nunca te había visto tan excitado —le dije mientras continuaba mordiendo mis pezones, su mano llegó a mi entrada y comenzó a estimularla.
Héctor se levantó de la silla para que Brenda se pusiera en ella, la abrió de piernas y la penetró de la misma forma que lo había hecho conmigo.
Regresé la mirada a mi novio y fui directamente a su pene para poder chuparlo. Sabía a Brenda y el sabor me gustó. Comí como una golosa, sintiendo la verga entrar y salir de mi boca mientras me masturbaba. Apretaba los labios cada que me la sacaba y Mario se agitaba ligeramente por el placer que eso le provocaba.
Oía a Brenda volver a gritar, seguramente Héctor le estaba dando muy duro, los cuatro estábamos más que excitados y parecía que ninguno quería parar.
Mario me tomó por la cintura y me alzó, utilizando sus brazos como soporte, apuntó su glande a mi coño y lo introdujo lentamente. Mi cuevita aceptó gustosa su falo y volvió a mojarse para él. Colgando en sus brazos, Mario me hizo subir y bajar sobre aquel tótem de placer. Animada por los gritos de Brenda, también comencé a gritar de placer. Hundía las uñas en la espalda de nadador de Mario mientras me la metía y lanzaba olas de placer a todo mi cuerpo.
Mi novio dejó que mi cuerpo bajara un poco, apenas me agarré de su cuello y comenzó a penetrarme con un ritmo acelerado.
—Sí, sí, fóllame —le decía mientras aprovechaba la posición para ver como su verga se perdía en mi interior.
Mi orgasmo llegó de improviso. No sabía si había sido la situación en general o la posición, pero sentía como mi vagina se contraía con el miembro de Mario todavía dentro de mí. Mario me bajó mientras sentía como mi coñito comenzaba a chorrear, manchando el piso.
—¿Aún no te corres amor? —oí que preguntaba Brenda.
—No —dijo Héctor con la respiración acelerada—. ¿Puedo follarme a Renata de nuevo?
—Claro, amor —le dijo dándole un beso—. Follatela todo lo que quieras.
Él sonrió y me ayudó a levantarme mientras Brenda regresaba con Mario.
Con una sonrisa deje que Héctor me lanzara contra la mesa. Desde esa posición pude ver como Mario tomaba a Brenda y la ponía contra el refrigerador en una posición muy parecida a la que me encontraba. Mi novio tomó la pierna de mi amiga y la alzó mientras volvía a introducir su miembro lentamente.
Ahora Héctor no fue sutil, me penetró rápido y con una fuerte embestida. Sentí como su verga llegaba al fondo de mí. Apreté los pechos contra la mesa y dejé que él llevara el ritmo.
Miraba a Héctor y luego miraba a Mario mientras continuaba castigando a Brenda. Me agarra del fondo de la mesa, sintiendo las embestidas de Héctor y disfrutando el placer que le daba a mi coñito.
—Te haré mía —dijo Héctor de repente. Me agarró con sus dos manos por la cintura y me penetró lo más duro y profundo. Llegue a un estado donde no podía controlar nada, lo único que podía hacer era aferrarme a la mesa y gemir, acompañado de gritos de placer. Quise parar pero él me tomó de los brazos y me jaló ligeramente para hacer arquear la espalda. Un segundo orgasmo llegó y sentí como mi coño se contraía alrededor de su miembro. Sentí como me daba un par de nalgadas, prolongando el orgasmo. Sentí que duró lo que parecieron minutos. Mientras la sensación remitía me apreté los pezones para disfrutar de cada exquisito segundo.
Me abrazó apretando mis pechos y continuó bombeando su herramienta dentro de mí. Continuo dándome un par de nalgadas en mi ya sensible trasero, y eso mandaba olas de placer a mi cuerpo
—¡Me corro! —gritó Mario.
—Dámelo, papi, dámelo todo —dijo Brenda separándose de él y arrodillándose.
Vi a Mario correrse sobre el rostro de mi amiga. Su corrida cayó sobre parte de su cabello, pero a ella no pareció importarle, pues continuaba con la boca abierta y sacando la lengua para recibir la mayor cantidad posible. Jamás había visto a Mario correrse tanto como aquella vez.
En vez de sentir celos o asco, me puso más a tono.
Empuje a Héctor hacia atrás y comencé a moverme por mi cuenta.
—¡Ah! Así —me dijo mientras movía mi cadera mientras metía y sacaba su miembro dentro de mí.
Héctor tomó mi cabello con una mano y se dejó hacer mientras yo me daba placer con su falo.
Brenda me miraba del otro lado de la mesa, quitándose los restos de la corrida de Mario y llevándolos a la boca. Ante su mirada, comencé a moverme más rápido, sintiendo como mi coño chorreaba.
—¡Ah! Me corro.
—¡Afuera! Hazlo afuera —le grité entre gemidos de placer.
Sentí el vacío de que ya no estuviera dentro, me incline de nuevo en la mesa y luego sentí como su corrida caliente y espesa llegó hasta casi la mitad de mi espalda, luego sentí otro chorro en mi trasero y un tercero cerca de mi coñito.
Me quede inclinada un momento, comencé a castigarme el coño con mis dedos para arrancarme un tercer orgasmo, había estado tan cerca que no quería quedarme con las ganas. Mi cuerpo se retorció mientras Brenda me ayudaba y me apresaba contra la mesa para hacer la sensación más intensa
Brenda sonrió, caminó hacia su novio y le dio una pequeña chupada a su miembro, seguramente para saborear su corrida y la mía.
Pasamos varios minutos en silencio. Luego pareció como si todo volviera a la normalidad. Los cuatro nos miramos y nos reímos.
—¿Entonces? —Preguntó Brenda—. ¿Vamos al antro?
Había anochecido sin darnos cuenta, habíamos regresado cerca del ocaso, pero perdimos el paso del tiempo.
Ninguno estaba en condiciones de salir de fiesta, estábamos algo cansados por lo que habíamos hecho. Así que decidimos posponerlo para mañana y nos fuimos a dormir.
En la mañana, desperté algo temprano, no llevaba sostén y traía solo un par de bragas. Fui a la cocina a servirme algo de café y ahí estaba Héctor solo con un bóxer y sirviéndose una taza.
—Hola —salude.
—Hola —dijo él como si nada.
Me sirvió una taza de café y ambos nos quedamos viendo sin decir nada, tan sólo sonriendo.
—Ayer estuvo… —dijo él
—Sí —lo interrumpí con una sonrisa—. Bastante bien, ¿no lo crees?
Él asintió y miró mis tetas desnudas.
Mientras sorbía mi café, podía ver como su paquete volvía a crecer a través del calzoncillo. Unos minutos después estaba apresada contra el refrigerador, Héctor chupaba mis pechos y yo jalaba su miembro erecto para luego ambos subirnos a la mesa y volver a follar como la noche anterior.
Podía escuchar los gritos de Brenda desde la habitación, seguramente buscando una segunda ronda con Mario.
Y básicamente así fue nuestro viaje. En ocasiones lo hicimos entre los cuatro y en ocasiones nos íbamos con la pareja ajena.
En una ocasión algo sucedió entre Brenda y yo, pero eso será para otra ocasión.
Espero que lo hayas disfrutado porque puedo asegurarte que yo sí me la pase muy bien
Besitos.