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Sexo entre mellizos
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"Todo queda entre mellizos", esa frase la repite una y otra vez mi hermano, mi mellizo, tan es así que llegó a ser nuestro lema durante muchos años, nuestra relación como la de todos los hermanos sufría de altibajos, pero en general y aunque aparecieran diferencias entre nosotros éramos realmente inseparables.

Una de esas diferencias era el tiempo, el tiempo que es inexorable y nos hacemos mayores, cumplimos años y empieza a haber pequeños secretos entre nosotros, pequeñas diferencias, era de cajón el hombre y yo mujer, empezamos a distanciarnos y más en la universidad donde buscábamos vivencias diferentes y aunque nos unían muchas cosas otras nos separaban, yo buscaba el amor en un hombre y él en una mujer y a pesar de todo ello él, era realmente mi confidente y yo la suya.

El tiempo también quiso que nos volviéramos a unir, llámale casualidad, destino, pero aquel segundo años en la facultad cuando contábamos con 20 años, conocimos a otra pareja también de mellizos María y Miguel, en mi clase María con la que enseguida congenié convirtiéndose en una de mis mejores amigas, muy parecida a mí en casi todos los aspectos, en gustos e incluso en lo físico, le gustaba la lectura, el cine, la buena música, la danza, la pintura.

María era alta, cuerpo reloj de arena bien definida en sus curvas, cara aniñada con pequitas en la nariz, labios carnosos, ojos color avellana, el pelo un poco más largo que el mío de color rubio oscuro, yo en aquella época lo tenía por encima de los hombros y me dio por teñírmelo de rubio claro, pero por lo demás la verdad que podríamos haber pasado por hermanas.

Mi hermano conoció a su mellizo jugando al baloncesto y también muy parecido a él, le gustaba el deporte, la música, la lectura, eran dos chicos muy guapos, pelo corto y ojos de color también avellanados, cuerpos bien formados y sin un ápice de grasa, buenos pectorales y unos abdominales que parecían tabletas de chocolate, labios carnosos y un culito de esos que te giras para mirar.

Mi hermano solo conocía a Miguel y yo a María, el día que nos conocimos todos, fue cuando ellos organizaron una cita para ir a cenar y luego al cine, ninguno de los cuatro sabía nada de los parentescos, tanto María como yo solo sabíamos que era como una cita a ciegas en la que ellos nos había embaucado a las dos y tan siquiera sabíamos que nos íbamos a ver.

Al principio pensamos que era una broma preparada por ellos, pero cuando vimos sus caras de sorpresa, también pasamos de la sorpresa a la extrañeza y de la extrañeza a las risas en un momento los cuatro, ese día el cine tuvo que esperar, ya que nos pasamos toda la cena hablando de nosotros sin que nos diéramos cuenta de que el tiempo corría, estábamos tan sorprendidos de que incluso casi tuviéramos vidas paralelas, misma edad, casi mismo mes y otras similitudes.

Empezamos a salir con más asiduidad los cuatro juntos y empezaron las miradas de complicidad entre nosotros, entre mi hermano y María, entre Miguel y yo, los primeros juegos y los primeros cortejos, empezaron los días que simplemente nos apetecía estar solos, salir a cenar, hacernos arrumacos y besarnos en la oscuridad del cine.

Aprovechando que un fin de semana los padres de María y Miguel estaban de viaje planeamos quedamos en su casa con la idea de dormir yo Miguel y María con mi hermano y para calentar la noche nuestros hermanos se preocuparon de ponernos unas películas digamos que subida de tono, más bien porno,

A mitad de la película Miguel me abrazaba y sus manos acariciaban mis pechos mientras nos besábamos y mi hermano hacía lo propio con María, Miguel se levantó extendiéndome la mano para que le acompañara y me llevo a su habitación, yo miraba a María con complicidad riéndome nerviosamente y esta me sonreía a la vez que me decía adiós pásalo bien y tirándome un beso.

Miguel, ya en su habitación me empezó a desnudar con suavidad sustituyendo la ropa que me iba quitando por los besos que me iba dando sobre mi piel desnuda, tumbada en la cama lo último que me separaba de él eran mis bragas que al final cayeron al suelo también, empezó a recorrer mi vulva con su lengua, separando mis labios vaginales con sus dedos y llegando hasta mi vagina y los primeros gemidos empezaron aparecer.

Sus dedos no paraban de acariciar mi clítoris y su lengua de un lado a otro metida en mi vagina, saboreando el dulce néctar que la empapaba, era la primera vez que lo iba a hacer con él y estaba realmente excitada, tan alterada y caliente que tenía todas mis terminaciones nerviosas en modo placer, cada caricia, cada beso era un gemido.

Quería que lo dejara, quería sentir su pene dentro de mí, soñaba con ese momento en que su pene penetraba mi vagina, rozando las paredes de mi interior una y otra vez, en esos momentos que no te importa nada, solo sentirle dentro, solo sentir su retirada y nuevamente su avance cada vez más dentro, cada vez más rápido y que su pene entre tan suave que navegue por mis fluidos, hasta que me haga gritar y temblar, hasta volverme loca.

Me levanté y empecé a lamer su pene a la vez que le ponía un preservativo, estábamos los dos tan excitados, tan nerviosos que solo queríamos terminar con los juegos y follar, me tumbe abriendo mis piernas, invitándole a que entrara y me follara, la sensación de placer fue tremenda cuando la sentí dentro, con la habitación cerrada, en silencio y con una luz tenue empezamos amarnos, empezaron los primeros empujones, las primeras penetraciones y empezamos a oír golpes y gemidos que rivalizaban con los nuestros, eran los de María y mi hermano que al igual que nosotros, sucumbieron al juego del amor y empezaron a follar.

Terminamos las dos gritando una en cada habitación, nuestros respectivos hermanos nos habían hecho corrernos, no fueron ni mucho menos los últimos gritos que se oyeron aquella noche, aquello parecía una competición entre María y yo, tú gritas yo más, ahora tú, ahora me toca a mí.

Al día siguiente los cuchicheos entre ambas eran continuos, ellos también hablaban de nosotras, mirándonos y riéndose mientras se tocaban la entrepierna, algo estaban planeando y no sabíamos muy bien que era, pero de seguro que nosotras estábamos en el ajo.

Esa tarde mientras jugábamos al parchís, las risas, los besos eran continuos y las caricias iban en aumento, mi hermano empezó a meter su mano por debajo de las bragas de María y aunque ella le apartaba ya no podía más, la excitación iba en aumento, se mordía el labio y me miraba, empezaba a besarle y a dejarse llevar.

Observaba como mi hermano movía sus dedos por debajo de sus bragas, podía sentir como metía sus dedos en la vagina de María, como recorría sus labios y Miguel empezó hacer conmigo lo mismo y yo accedí al momento, estaba tan caliente que le dejé hacer, me sentó encima de él y me empezó a desnudar allí.

María se quiso levantar e irse a la habitación, pero mi hermano la cogió y la sentó encima de él como Miguel conmigo, los dos tenían un plan, otra cosa en mente, algo que habían planeado durante toda la mañana y que ahora empezaban a realizar quitándonos a la vez las camisetas y el sujetador a ambas mientras nos besaban los pechos, parecía como si estuviéramos frente a un espejo, iban los dos sincronizados.

María me miraba nerviosa y yo a ella, nos sentíamos incomodas, pero a la vez no queríamos parar, estábamos los cuatro allí en el salón, nosotras sentadas sobre ellos y ellos desnudándonos poco a poco mientras nos besábamos.

Mi hermano sacó un pañuelo negro que tenía escondido y se lo puso a María en los ojos, acto seguido Miguel hizo lo mismo conmigo, la oscuridad nos envolvió, yo sentía sus manos acariciarme, sus besos recorrer mi cuerpo, me levanto y me quito mi tanga con cuidado, estaba tan nerviosa y tan alterada, tan excitada que me dejaba hacer a pesar de saber que mi hermano estaba allí presente, viéndome desnuda, viéndome dispuesta a follar delante de él con Miguel, nerviosa si, pero también aquello estaba disparando mi temperatura y sentía mi vagina hervir.

Miguel me tumbo boca arriba en el suelo, pensé que María y mi hermano estarían en el sofá hasta que note como ponían a María por encima de mí, sentía su sexo cerca de mi boca y su aliento en mi sexo, María empezó a lamer mi vulva, a succionar mi clítoris con su boca y yo tras dudar tan solo un momento empecé a besarla y a lamerla también, esto era de lo que se reían y habían planeado, excitarnos tanto que no pusiéramos remilgos, nosotras como dos tontas habíamos caído en sus planes perversos, aunque en esos momentos ya no nos importara a ninguna de las dos.

Con los ojos vendados, dándonos placer, las dos lamiendo nuestro sexo esperábamos la próxima acción de nuestros hermanos, empecé a oír los gemidos de María y como sentía pequeños empujones como su cadera empezaba a moverse de atrás hacia delante y a poco de esto, unas manos muy suaves me levantaban un poco la pelvis y un pene enorme empezaba a meterse dentro de mi vagina.

Una y otra vez sentía a Miguel dentro de mí, María seguía lamiéndome el clítoris y eso me estaba volviéndome loca, las dos empezamos a gritar como dos histéricas, sentía los empujones de mi hermano sobre María, mientras que Miguel me la metía, los dos pararon de golpe y con suavidad nos levantaron del suelo, nos sentaron en el sofá una a cada lado, Miguel me abrió de piernas tantos que tocaba las de María también abiertas, se pusieron entre ellas y empezaron nuevamente a follarnos, encontré en la oscuridad la mano de María y nos la cogimos con fuerza, mis pechos iban de un lado a otro bailando en cada penetración.

La sentía más grande y más gorda que la noche anterior, cuando paraba notaba sus palpitaciones, la notaba diferente, me llenaba más, profundizaba más, la sensación de placer era mayor, quería que me besara, pero no lo conseguía, esta vez Miguel solo metía y sacaba su pene de mi vagina y hasta eso era diferente, María gritaba cada vez más alto, me apretaba fuerte la mano, estaba como yo a escasos momentos de un orgasmo y cuando mis piernas empezaron a temblar, mi vagina se inundó saliendo a chorros y me quitaron de repente la venda.

Cuando abrí los ojos vi que era mi hermano el que me follaba, cada vez con más fuerza, nos mirábamos a los ojos mientras gemíamos y gritábamos, quería parar, pero quería seguir, quería matarle, pero quería que me siguiera follando, le llamaba cabrón y le gritaba que me dejara de follar y a renglón seguido le decía que no parara, que la siguiera metiendo, me estaba proporcionando aquel orgasmo tan delicioso, miré a María que al igual que a mí su hermano se la estaba follando y la había quitado también la venda.

Tenía la misma expresión que yo en la cara, de placer infinito, de extrañeza y enfado, pero al igual que yo quería más, quería que nuestros hermanos no pararan de follarnos, mi hermano me cogió de las caderas y me tumbo en el sofá, echándose encima de mí, movimientos, empujones y penetraciones cada vez más rápidos, ahora quería meterme también su lengua, le miraba fijamente gimiendo una y otra vez, le agarre de la cabeza y lo atraje hacia mí besándole con pasión.

Él no paraba de penetrarme una y otra vez cuando un segundo orgasmos volvía a estremecer mi cuerpo a la vez que sentía como mi hermano empezaba a correrse, nos seguimos besando hasta que todo hubo terminado, mi hermano saco su pene envuelto en todos nuestros fluidos y de mi vagina empezó a salir su semen.

María y Miguel habían terminado también, Miguel también se había corrido dentro de su hermana, las dos nos mirábamos mientras que metíamos un dedo en nuestras vaginas cogiendo un poco de semen, yo mire a mi hermano parecía que me lo fuera a comer de la rabia que sentía dentro, me lleve el dedo a la boca y lo chupe.

Estaban todos como esperando mi reacción, yo me levante cogía mi hermano de la mano le llame cabrón y le volví a besar en los labios a meter mi lengua dentro de su boca, besándole a la vez que le llamaba cabrón.

Mire a María y a Miguel y pidiéndoles permiso me lo lleve a una habitación para que me pudiera follar nuevamente, esa noche fue inolvidable, gritos y gemidos como la noche anterior, pero esta vez los míos ganaban a los de María que también follaba con su hermano.

No sé dónde nos llevará esto, tenemos ya 23 años y mi hermano y yo no paramos de follar a la vez que compartimos sexo con María y Miguel, que siguen follando igual que nosotros, pero además mi hermano con María yo con Miguel y todos revueltos, no sé dónde nos llevara todo esto, es un camino peligroso, pero de momento nos gusta el peligro, nos gusta follar juntos, me gusta sentir a mi mellizo muy dentro de mí.

Me gusta la polla de mi mellizo, me gusta follar con él.

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