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En la farmacia de mi casa trabaja una chica de pelo castaño, que debe tener 35 años y que solo llama la atención por lo redicha y maruja que es.  Tiene dos buenos pechazos que se le adivinan tras la bata blanca.

Un día entré a jugar un poco con sus modales de vieja prematura y tradicional. Estaba sola y me sonrió al entrar.

-Buenas tardes caballero. ¿En qué puedo ayudarle?

-Hola, quería una caja de preservativos. Pero hace poco que lo dejé con mi pareja y no estoy muy actualizado.

-Vaya tonta su ex. Dejar escapar un hombretón como usted.

– En eso tienes razón. Y eso que me has visto vestido…

– Uyyy qué cosas tiene, respondió roja como un tomate.

-Pues a eso me refería. A lo que tengo, la dije riendo y agarrándome mis partes sin dejar de mirarla a los ojos. Tengo entendido que hay tallas de condones, pero yo no me la he medido nunca. ¿Cuánto es la XXL?

Puuues, no no no le le sé decir, tartamudeo.

¿Lo miramos en la caja? A ver… A partir de 22 cm. Pues yo creo que van a ser estos, lo único la anchura que lo rompa antes de colocarlo entero.

-Ella estaba superada, pero con un brillo de excitación en los ojos que decidí aprovechar.

Hagamos una cosa. Me pruebo uno a ver. Lo pago, eso sí, no te preocupes.

Vale, pongo el letrero de cerrado por si acaso y pase usted dentro, contestó azorada y seguramente mojada.

Bien, pero ven conmigo a ayudarme, la dije llevándola de la mano.

– Siéntate.

Me puse delante y empecé a desnudarme. Ella no sabía cómo ponerse y desviaba a la mirada.

Me bajé el bóxer y cayó todo el rabo semierecto delante de su cara.

-¿Qué tal? Se le había abierto la boca y no articulaba palabra. La quité la bata y sobé sus tetazas por encima del jersey de abuela.

-Hay que ponerla dura para probar el preservativos. Acto seguido se la metí en la boca y ella comenzó a mamar aunque de manera torpe. La controlé el ritmo con mis manos en su cabeza y cuando aceleré la provoqué una fuerte arcada.

¿Ya casi está no? La obligué a agarrarla con las dos manos y me pajeó con fuerza.

-Mmm así, muy bien. Pruébalo ahora.

El condón se rompió al abrirlo para abarcar el glande.

-Bueno, no importa. Te follo a pelo y me corro fuera en esas tetazas que tienes.

– Enséñamelas

-Uff, vaya pezones. Parece galletas, exclamé antes de morderlos.

La subí la falda y me puse detrás. Tenía el culo muy blanco e hirsuto. La penetré de un golpe y profirió un grito por el que pagaría un dineral Joseba, el de Carglass.

¡Shhh que te van a oír! Córrete pero para dentro.

¿Te gusta, no? Asentía como podía, entre sacudidas que la perforaban su chocho desentrenado.

Tuvo al menos dos orgasmos, que ahogó mordiéndose el brazo para no armar un escándalo.

Antes de eyacular la saqué y me pajeé encima de los dos tremendos melones caídos hacia los lados, dejándolos blancos, como cubiertos por una capa de nieve caliente.

Pues si que me has ayudado al final linda. Ha sido un placer conocerte tan a fondo.

Dejé un billete de veinte euros en el mostrador.

-Por los condones y quédate la vuelta por atenderme tan bien.

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