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Tiempo de lectura: 3 minutos

Regresaba solo a Mendoza después de estar unos días en Buenos Aires, había viajado acompañando a mis tíos y debía volverme por cuestiones de trabajo, cuando el colectivo se detiene en una terminal para que nos dieran la cena en el restarurant que estaba allí.  Bajé y fui al baño, allí me cruce con un chico muy atractivo que también venía en el mismo grupo pero yo no había visto. En el restarurant me senté solo y estaba viendo que podía comer cuando observo que estaba parado frente a mí el mismo chico del baño y me dice: Veo que también viajas solo, podemos compartir la mesa porque no me gusta comer solo. Claro, le dije, me pasa lo mismo.

Tuvimos una charla muy amable y variada durante la cena, me costaba quitarle mirada y recorrerlo todo porque se trata de un hombre muy lindo de cara y podía adivinar que también de cuerpo, alto y delgado, cuyo jean marcaba muy bien unas piernas fuertes y un culo paradito. Cuando subimos al colectivo, seguíamos charlando animadamente y observamos que no estaba cubierto del todo, por lo que dijimos que no habría problema en sentarnos juntos, ya que los dos ocupábamos asientos sin un acompañante al lado.

Nos sentamos en el mío que estaba al fondo, era el penúltimo y en los de atrás no viajaba nadie. Compartimos también la dificultad para dormir en el viaje, continuamos nuestra charla en voz baja. Todos los pasajeros habían apagado sus luces y parecía que dormían. Nos había dado algo de frío por el aire acondicionado, le propuse taparnos un poco con una manta que tenía en el compartimento de arriba, la saque y le dije que estaríamos más cómodos si bajábamos el apoyabrazos que estaba en el medio. Eso hicimos, nos tapamos hasta el pecho y nuestros cuerpos comenzaron a estar en contacto. Se rozaban nuestras piernas y nuestros brazos, noté que él no los retiraba ante el roce por el contrario los mantenía en el lugar o se movía suavemente provocando o intensificando el contacto. Eso y la cercanía de nuestros rostros tratando de escucharnos al hablar en voz baja, comenzó a excitarme. Podía sentir su mirada en la oscuridad.

Era tan dulce al hablar y parecía que compartíamos el mismo sentido del humor irónico porque lo que teníamos que contener nuestras risas y eso hacía más agradable aún su compañía. En un momento, tratando de acomodar la manta, nuestras manos se tocaron y él tomó mi mano acariciándola. Sentí escalofríos pero me decidí a avanzar. Sin decir nada al respecto, comenzamos a intercambiar caricias por debajo de la manta. Nos estábamos manoseando el bulto mutuamente y podíamos sentir la dureza de nuestras pijas, cuando intentó bajar el cierre de mi pantalón, yo lo ayudé y después el hizo lo mismo con el suyo.

Sacamos nuestras garchas y comenzamos a pajearnos, él a mi y yo a él. Acercó su cara y nos besamos en la oscuridad. Sentí que había conocido alguien muy especial y era así. Se animó a más e inclinándose comenzó a chuparme la pija. Lo hizo por un buen rato hasta que creí que iba a estallar y lo detuve. Hice lo mismo y me comí su riquísimo miembro, confirme con mis labios lo que había sentido con mis manos. Una hermosa, dura, cabezona y curvada chota digna de acompañar ese cuerpo. Me la metí toda hasta que mis labios acariciaron sus huevos y su vello púbico rodeaba mi cara. Sentí que me tocaba indicando que me retirara porque estaba cerca de acabar. Nuevamente nos besamos, mientras seguíamos pajeandonos por debajo de la manta.

Estaba comiendo apasionadamente su boca, cuando sentí el latido de su pija y la humedad de su leche en mi mano. Seguí besándolo y pajeandolo suavemente con mi mano mojada con su leche hasta sacar la última gota (después me dijo que esa sensación lo había gustado mucho). Tomó mi mano y comenzó a chupar mis dedos, tomándose su propia leche. Me calentó tanto que me hizo acabar.

Estábamos complicados, nos habíamos ensuciado algo de la ropa. Busqué pañuelos descartables y nos limpiamos como pudimos. El resto de la noche permanecimos tocándonos y besándonos suavemente. Me apena que el viaje se terminara pronto pero me quedaban esperanzas de verlo porque me contó que vivía en San Luis por trabajo pero que era de Mendoza por lo que descubrí que estábamos más cerca de lo que pensaba. Así sucedió, volvimos a vernos y eso se los cuento en otro relato porque es muy especial.

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