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Esclavo de ti mismo (C. 5): Kaligari segunda fase: La pelea
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Samuel Huest manejó el Audi negro a través del viejo puente del lago. Tomó la bifurcación que Alfonso le indicó, junto al bosque Celefais. A Samuel todo aquello le resultaba bastante extraño. Alfonso no había comentado durante las semanas previas nada acerca de cambiar la sede de la empresa y después de todo el trabajo publicitario hecho con Marcus, una decisión así le parecía aún más fuera de lugar.

Además, aquella ubicación tan alejada probablemente sería poco atractiva para los clientes. No obstante, Alfonso fue muy exhaustivo en explicar que se trataba de una mansión con amplios terrenos, perfectos para practicar tiro, artes marciales, e inclusive contaba con una piscina y gimnasio con los aparatos más modernos.

Sam negó con la cabeza. Alfonso era el jefe y pese a ser amigos, sabía que únicamente debía limitarse a aconsejarlo. Pero no podía evitar el instinto de que algo no marchaba bien. Recordó la extraña llamada de esa misma mañana. A Sam le pareció detectar un cierto tono de euforia, junto con una voz algo cascada y ofuscada.

Alfonso comentó que el portón de la entrada estaría abierto. Sam Debía conducir a través de los terrenos, estacionarse atrás de su camioneta y llamar a la puerta de la casona.

Al toparse con la finca al fondo del camino, Sam se sorprendió. Aquello se asemejaba más a una fortaleza, que a una mansión. Volvió a negar con la cabeza, pero su instinto lo alertaba acerca de algún peligro. El Audi cruzó el portón metálico abierto de par en par y observó preocupado como este se cerraba detrás del auto. Aquella sensación de estar a punto de caer en una trampa, se intensificó, no obstante, trató de tranquilizarse. Pensó por un momento en llamar nuevamente a Alfonso, pero decidió que sólo eran ideas absurdas.

Sam quitó las llaves del auto y cerró con un portazo. Se encaminó hacia la casona y quedó desconcertado por el lujo de aquella residencia. Contempló por unos segundos la puerta de roble decorada con un escudo de armas y un intenso color rojo, con la sensación de estar por entrar en la boca del lobo.

Nuevamente suprimió aquel sentimiento, llamó al timbre y de inmediato alguien atendió la puerta.

– ¿Marcus? ¿Qué haces aquí?

Inquirió Sam sorprendido.

-Buenos días Sam, Alfonso me invitó. Me comentó que quiere comprar esta propiedad y mudar aquí la empresa. Por lo que desea que yo la vea junto con ustedes, para ajustar la campaña publicitaria.

Respondió Marcus con una franca sonrisa.

-Entiendo. ¿Y dónde está Alfonso?

Cuestionó Sam con cierta perspicacia.

-Adentro, te espera en el salón. Ven, vamos, que ya está algo impaciente.

Contestó Marcus.

A Sam le pareció detectar algo de sorna en su voz, mas lo dejó pasar. Entró detrás de Marcus y cerró la puerta a sus espaldas. Por un momento fijó la vista en la increíble colección de cuadros que adornaban el vestíbulo.

-¿Te gustan?

Preguntó Marcus.

-Sí, siempre me ha gustado el arte y esta es una colección exquisita. Lo que me parece un poco extraño, es que esta casona se asemeja más a una residencia que a una locación de oficinas para rentar. ¿Sabes quién es el dueño de este lugar?

Inquirió Sam.

-Sí, el dueño soy yo. Me alegra que te guste la colección. Después de todo a partir de ahora vas a pasar mucho tiempo en esta casona- Dijo Marcus con malicia. -De hecho, no volverás a salir de mi mansión, al menos que yo lo desee.

-¿Qué dices?

Cuestionó Sam, al tiempo que se puso en alerta total.

-¡Velación! ¡Ahora mi predilecto ataca!

Antes que Sam pudiera reaccionar, Alfonso se precipitó desde una puerta en uno de los extremos del recibidor. Se tiró sobre el ojiazul y de una patada arrojó lejos la pistola que Sam llevaba en el cinturón.

Sam se desconcertó al percatarse que Alfonso tenía sus ojos completamente rojos, una expresión fiera, los músculos increíblemente rígidos y no llevaba camisa. -¡Alfonso soy yo, Sam!, ¡Reacciona! ¿qué diablos te sucede?

No obstante, el castaño no prestó la más mínima atención a la voz de su amigo y por el contrario redobló su ataque. Ejecutó una patada hacia las espinillas de Sam, con el objeto de desestabilizarlo. El ojiazul trastabilló por el dolor, pero consiguió lanzar un fuerte golpe hacia la mandíbula del castaño, golpe que debió haberle noqueado, pero Alfonso ni siquiera se inmutó.

El castaño levantó la rodilla izquierda, inclinó su cuerpo un poco hacia atrás e hizo contacto con el pie, en un esfuerzo por golpear el abdomen de Sam. Mas el ojiazul se defendió, llevó a cabo un giro con la cadera e interceptó la patada del castaño en el aire con la pierna derecha.

Alfonso recuperó piso y lanzó una serie de golpes y patadas contra Sam, quien sólo se limitó a bloquear y esquivar lo mejor que pudo. Sam era más alto, no obstante Alfonso poseía mayor fuerza, destreza y agilidad.

Sam efectuó una barrida con la intensión de derribar a Alfonso, mas el castaño alzó rápidamente su pierna izquierda y perpetró una patada giratoria que arrojó a Sam hacia atrás. Sam rodó por el suelo y quiso incorporarse, mas el pie de Alfonso fue más rápido y le presionó de manera violenta el cuello. A pesar de ello, Sam reunió todas sus fuerzas y aún con la falta de aire, consiguió propinar un rodillazo al castaño, que cayó encima de él.

Sam rodó y ambos comenzaron a forcejear a través del suelo. Alfonso tiraba furiosos golpes y Sam se limitó a bloquearlo con los brazos, pues seguía sin entender la razón del ataque.

-¿QUÉ DIABLOS TE PASA? ¡CÁLMATE ALFONSO! ¿QUÉ TIENES? ¡REACCIONA, SOY YO SAM!

Gritó el ojiazul desesperado.

-¡YA ES SUFICIENTE MI ESCLAVO, NOQUÉALO AHORA!

Escuchó Sam la voz de Marcus desde el otro lado del vestíbulo.

Aquella orden consiguió el efecto esperado. Sam al escuchar a Marcus se quedó sorprendido y no pudo evitar voltear a verlo, momento que Alfonso aprovechó para cumplir el deseo de su Amo.

Lo último que Sam pudo distinguir, fue el puño de Alfonso que se aproximaba velozmente hacia su rostro, antes de precipitarse en la oscuridad.

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