Marcus despertó entre los musculosos brazos de su esclavo. Sintió la respiración gruesa y profunda de Alfonso sobre su rostro. Abrió los ojos y contempló aquella cara, totalmente ausente, con la misma expresión de horas atrás.
El Amo se removió en la cama y se dirigió a su esclavo. -Caligari. Es hora de levantarnos esclavo. Hoy hay mucho que hacer. ¡Levántate!
Alfonso despegó su cuerpo, se enderezó de la cama despacio y se puso de pie. Marcus observó interesado como todos sus movimientos eran autómatas, aunque precisos, mucho más que con el narcótico de la noche anterior. Su esclavo se quedó allí, de pie, con los brazos firmes a sus costados, la cabeza caída hacia atrás y los ojos cerrados.
Marcus se sentó en la cama y se ubicó delante de él. Tocó nuevamente el miembro del sonámbulo y este tuvo una erección inmediata.
-Bésame. – Ordenó en tono apenas audible.
Alfonso se inclinó y le propinó un delicioso beso igual a los de la noche anterior. Marcus permaneció así unos instantes e indicó. -Abre los ojos. –
Alfonso obedeció y Marcus pudo ver que sus iris estaban teñidos de rojo. Comprobó con ello que continuaba dormido. Marcus se puso de pie, besó el cuello del sonámbulo y dijo sugerente.
-Sabes, desde que te vi, supe que serías mi esclavo predilecto. ¿Eso te excita verdad?-
-Ssi, mi Amo, me excita ser tu esclavo predilecto…-
Respondió el sonámbulo con devoción.
-Bien, llegó la hora de continuar con la cacería. Hoy es domingo, por lo que tu manada de depredadores no te buscará hasta mañana. Así que tengo tiempo para reprogramarte y preparar la trampa para la segunda presa. Mas primero lo primero, debemos ducharnos. A partir de hoy esclavo, tu primera tarea por la mañana será el bañarme con tus propias manos y bañarte conmigo. ¿Entiendes?-
Indicó Marcus gustoso.
-Ssi, mi Amo. Mi primera tarea cada mañana será bañarte con mis propias manos y bañarme contigo. Ssi, haré lo que digas.
Contestó solícito con aquella voz sonámbula, que a Marcus le resultaba tan sensual.
Marcus le observó encendido. Por un segundo pensó en celebrar otra sesión desenfrenada de sexo con su esclavo, pero ejerció autocontrol. Sabía que era más importante reprogramarlo en su recientemente adquirida condición.
El proceso de reprogramación era vital. la caja Caligari atrapaba a la persona en sus sueños, la sumergía en un estado de profundo sopor o “Trance de éxtasis sonámbulo” como a él le gustaba llamarlo. No obstante, tal como Marcus pudo comprobar la noche anterior, el Kaligari eliminaba también todo pensamiento y respuesta autónoma.
Por lo que a partir de ahora Alfonso era un esclavo sonámbulo. Tenía la mente en blanco, imbuida en una espiral infinita de placer, que se repetía una y otra vez en sus sueños. Mas en términos prácticos Alfonso se encontraba profundamente dormido, por lo que actuaba exclusivamente bajo sus órdenes y no haría nada mediante libre criterio.
Así que antes de pasar a la segunda fase del Kaligari, tenía que reprogramar su subconsciente. Debía incrementar el placer, llenar sus sueños de nuevas imágenes, nuevos deseos, nuevas sensaciones que reemplazaran su antigua vida, su vieja personalidad, su aburrida heterosexualidad. Marcus debía reforzar el anhelo de sonambulismo y esclavitud implantado en su subconsciente, al igual que el deseo de jamás despertar, de permanecer en aquel estado eterno de complacencia, donde todo era solamente felicidad. “Porque todos son más felices cuando dejan de pensar”.
Marcus sabía que, si se equivocaba en la reprogramación, cuando condujera a Alfonso hacia la segunda fase del Kaligari, podría comenzar a luchar, a tratar de despertar. Era poco probable, pero la naturaleza heterosexual de su esclavo, era lo suficientemente fuerte para buscar liberarse del control.
En la segunda fase del Kaligari, el esclavo sonámbulo recuperaba una noción distante de las cosas, aunque no su voluntad. La presteza y nula resistencia al sexo de la noche anterior, descartaban cualquier futura rebelión, pero Marcus no quería correr ningún riesgo. Su esclavo resultaba esencial para completar la cacería y doblegar a aquel grupo de depredadores, del cual hasta la noche pasada Alfonso había sido el líder. Sin ese esquicito sonámbulo, Marcus no conseguiría cazar a sus siguientes presas. Sí, Debía activar la segunda fase del Kaligari en él.
Volvió a mirar el rostro ausente de Alfonso y a mordisquear su cuello. En verdad experimentaba un fetiche con el cuello de aquel hombre.
-Cruza la alcoba. Abre la puerta del baño que está al otro lado, entra y cierra detrás de ti. Al fondo se encuentra el jacuzzi. La llave de la derecha es el agua caliente, gírala y prepara el baño con agua medianamente caliente. En el armario junto al lavabo, en la repisa de arriba encontrarás tres frascos. Los circulares son jabón y sales aromáticas, destápalos y viértelos en el agua. Métete al jacuzzi y espérame. Iré en cinco minutos. ¿Entendiste?-
-Sssi, mi Amo. Prepararé tu baño con agua caliente, jabón y sales. Entraré al agua y te esperaré… Ssi, haré todo lo que digas…-
Marcus observó complacido el acatamiento preciso de sus órdenes. En cuanto Alfonso desapareció tras la puerta, se colocó una bata y aprovechó para ir por el móvil de su presa.
Al recorrer cada pieza se topó gozoso con las ropas tiradas de su esclavo, aunque no hizo ningún intento por recogerlas. Más tarde el propio Alfonso se encargaría de hacerlo. Lo único que recuperó fue el saco. Sabía gracias a la vigilancia puesta desde hace meses en él, acerca de sus principales hábitos. Rebuscó en los bolsillos y encontró las llaves de la camioneta. No le interesó en lo más mínimo llevar las prendas del sonámbulo a la alcoba, ya habría tiempo para ello.
Extrajo el móvil de la maleta y mientras regresaba a la alcoba, revisó los mensajes. Notó que un miembro de la manada le había escrito. Abrió el mensaje y se sintió cautivado con la foto del perfil del contacto. Un hombre alto, al menos de uno noventa. Mucho más fornido que Alfonso, de cabellera risada y oscura, piel blanca y unos preciosos ojos azules. Se excitó al ver su firme mentón, su barba con dos o tres días de crecimiento, pero sobre todo por aquella expresión varonil, típica de un macho alfa.
Marcus conocía a aquel hombre. Samuel Huest. El jefe de seguridad y segundo al mando en la empresa de Alfonso. O como a Marcus le gustaba denominarlo, “el depredador número 2”.
Marcus se excitó al pensar que, en cuanto triunfara en la siguiente etapa de la cacería, Sam, se uniría a su líder como parte del harem. Se imaginó a aquel alfa sometido a su poder, inflamado por el deseo, convertido en un esclavo sexual.
Con Alfonso había sido fácil. Hace un par de meses lo conoció durante un evento en el que ambos trabajaron y quedó prendado por su masculinidad. Estuvo aún más sorprendido cuando se enteró que dirigía una empresa de seguridad privada y fue entonces que le concibió como un desafío a una cacería máxima, quizás una de las más difíciles que persiguiera durante los últimos años.
Marcus cazaba a hombres heterosexuales. Doblegaba sus voluntades, destruía su moralidad y borraba su personalidad. Después les conducía a disfrutar el placer homosexual, al convertirlos en sus esclavos, Para ello había desarrollado una serie de poderosos insumos, los cuales hasta el momento le habían brindado grandes recompensas.
Pero nunca había cazado a una manada, a una manada de cazadores, de depredadores.
Marcus consiguió acercarse a su actual esclavo, a través de una de sus anteriores presas, un hombre del mundo de la farándula. Logró que su presa los presentara formalmente durante una cena de beneficencia y convenció a Alfonso de que su empresa requería una campaña masiva de márquetin para mejorar sus ventas.
El rubro de la seguridad era altamente competitivo y Marcus logró inducir en la mente de Alfonso, que las ganancias y contrataciones se incrementarían notablemente si la empresa modificaba su campaña publicitaria. Su personal estaba indiscutiblemente calificado, contaba con los más recientes adelantos tecnológicos y los más bajos índices de siniestros. Sin embargo, el número de contrataciones era sumamente deficiente.
Marcus fue contratado como consultor externo para relanzar la imagen corporativa y crear una campaña fresca de márquetin que se adecuara a lo que Alfonso quería. Colaboró durante varias semanas con su actual esclavo y tomó nota de sus conductas, hábitos, gustos. Y sin que el depredador se diera cuenta, comenzó a cazarlo.
Marcus era un cúmulo de talentos. Intervino sus comunicaciones, la seguridad de la empresa y del lujoso edificio de apartamentos donde habitaba. Revisó su historia, sus cuentas bancarias y el líder depredador nunca se percató.
Marcus se sintió un poco decepcionado, pero supuso que, si no lo había descubierto, era porque él era un depredador mayor.
La pasada noche entregó la nueva campaña a Alfonso y su presa quedó encantada. Lo invitó a celebrar con una cena y Marcus supo que era el momento de hacer caer al depredador.
Llegó primero al restaurante y desplegó uno de sus poderosos insumos sobre el jefe de meseros. Le ordenó mezclar una potente droga de su propia fabricación en la copa de su presa y durante la velada mantenerla llena constantemente.
Alfonso llegó solo justo como Marcus esperaba. Cenaron, se divirtieron y Marcus hizo su mejor papel de compañero de negocios y amigo, tanto que su presa no sospechó nada. Sin que Alfonso lo advirtiera, bebió y bebió más de la cuenta y cuando la velada terminó, los efectos del alcohol, pero sobre todo de la droga comenzaron a hacerse visibles.
Marcus sugirió a su presa llevarla a casa, a lo que Alfonso no opuso resistencia y pidió disculpas por aquella embarazosa situación. Marcus bromeó e insinuó que ya era hora de conocerse mejor.
Marcus condujo la camioneta de Alfonso y tal como lo había planeado, durante el trayecto la droga hizo mayores estragos en su lucidez. En cuanto notó que el narcótico eliminaba las resistencias de su presa, le giró algunas instrucciones. Le ordenó esa noche dormir desnudo y sin cubrirse con nada. Para que el cometido se lograra, Alfonso no debía transpirar. Después le indicó que su móvil sonaría a las 2.00 AM y debía contestarlo. Pero era vital que no despertara, debía permanecer dormido. Pasará lo que pasará no debía despertar y enseguida que lo dejará, tenía que desnudarse, acostarse y caer en aquel profundo sueño. El móvil debía responderlo con premura, mas cuando escuchara la voz al otro lado de la línea debía dormir a un más profundo y seguir las instrucciones que iba a darle.
Alfonso asintió a cada indicación, cada vez más perdido en los efectos del narcótico. Marcus lo dejó en la puerta de su apartamento y regresó por su auto para preparar la parte final de la trampa. Todo resultó conforme a lo planeado, el depredador líder había caído.
Ahora Alfonso era un esclavo del Kaligari y le aguardaba sonámbulo en el jacuzzi, completamente subyugado. El depredador mayor había cazado al menor. El líder de la manada se encontraba bajo su poder y era sólo cosa de tiempo para que el resto de los depredadores fueran cazados.
Aquellos fueron sus últimos pensamientos, antes de abrir la puerta del baño y observar con gran deseo a su esclavo dentro del agua caliente, desnudo, con sus ojos cerrados, su tersa piel húmeda, listo para servir, listo para obedecer.