Mi suegra se quedó en el salón de belleza, eran aproximadamente las dos de la tarde, yo seguí a casa con mi esposa y su hermana, mi cuñada. Cuando llegamos a casa, mi esposa dice que tiene mucho sueño y pues yo me quedé en la sala echando cuento con su hermana, mientras se pintaba las uñas conversábamos de distintas cosas.
Recuerdo que ese día ella llevaba puesto un vestido azul que llegaba a la mitad de sus muslos, que piernas que se gastaba, hermosas, fuertes, de piel blanca, definidas, y culminaba con un trasero precioso, muy muy grande, paradito sexy, tanto mi esposa como mi otra cuñada y hasta mi suegra siempre comentaban que ella tenía un trasero enorme.
Lógicamente de vez en cuando se me escapaban unas miradas y también me daban ganas de agarrar esas nalgas.
Ese día me preguntó que ejercicios debería hacer para ponerse en forma, le expliqué algunos y me dijo que si podía hacerlos para que yo le dijera si estaban bien, me ponía nervioso el hecho de que el vestido en ocasiones se le subía un poco y casi se veían sus nalgas.
Hicimos algunos ejemplos de ejercicios y luego volvimos a sentarnos, le dije sin titubear, “vamos al cuarto, te haré un masaje que sirve para la piel y para la celulitis”, lancé eso así sin chistar, y esperaba que ella me dijera que no.
La tomé de la mano y la llevé al cuarto, la acosté boca abajo y comencé a masajear sus piernas, desde sus tobillos hasta la parte alta de sus muslos cercano a su trasero. Elevé su vestido, ella no decía nada y le pregunté si podía masajear sus nalgas y ella me dijo que sí, pero que cargaba hilo, yo le dije que así era mejor, estaba con el corazón que se me salía.
Me coloqué crema en las manos y empecé a masajear ese hermoso trasero, lo apretaba, lo masajeaba una y otra vez, me quedé pegado allí, se acabó la crema y me eche más, y en eso sonó el teléfono de mi esposa, y se escuchó su voz hablando con su mamá que ya estaba lista para que la fuéramos a buscar.
Me levanté, fui al cuarto a hablar con ella para que siguiera durmiendo que yo iría a buscar a la suegra. Volví a donde estaba mi cuñada y pensé que se habría bajado el vestido, pero aún estaba con el vestido en la cintura y le dije que tenía que irme, yo mismo se lo bajé.
Arrrsssss… que rica estaba mi cuñada. Lástima que se fue del país.