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¡Qué rica culeada a la chica de ayer!
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Conocí a Marta Lucía desde la edad de los quince años. Ambos tenemos la misma edad, aunque ella cumple años unos cuatro meses antes que yo. No íbamos a la misma escuela, a ella la conocimos por medio de su hermana mayor, quien era compañera de escuela de mi hermana. Luego coincidimos en los veranos en la escuela de tenis y ambos nos vimos crecer a través de los años. Ya a sus 18, era una chica muy hermosa, había desarrollado unos senos bastante llamativos y un trasero descomunal que te obligaba a apreciarlo en momentos de algún descuido, pues verdaderamente esta chica a esta edad atraía las miradas.

Según mi recuerdo, Marta Lucía era un tanto tímida y algo apartada. Conmigo era de pocas palabras, aunque mi hermana y su hermana siempre me decían que yo le gustaba. Había algo en esta chica que incluso mi madre en ciertas ocasiones me la insinuó. Es que tenía esa carita tímida y angelical, con una sonrisa melosa y perlada que le daba ese adjetivo de sensual. Tenía su cabello oscuro y ondulado a media espalda, de tez clara y unos labios gruesos que se le miraban apetecibles de besar. Usaba poco maquillaje y aunque era recatada en su vestimenta, era obvio el par de melones que tenía ya a esa edad y ese monumental trasero que era obligatorio apreciar. Yo la vi en esos años de la escuela preparatoria vistiendo trajes de baño de dos piezas y creo que su cuerpo era la envidia de muchas de las chicas de su alrededor. Y si nunca me atreví en buscar algo con ella, era porque íbamos a escuelas diferentes, no había esta comunicación que ahora tenemos, y quizá lo más lógico… era que tenía cantidad de chicas que conquistar en mi territorio, y eso me mantenía muy ocupado.

El día que volvimos a coincidir de nuevo fue para las vacaciones de primavera en nuestro primer año de universidad. Varios excompañeros habíamos planeado pasar esa semana en las playas de Ensenada México. Nos reunimos en cierto lugar y hacer esa travesía hacia el sur todos juntos y fue que me sorprendí volverme a encontrar con la hermosa Marta Lucía. Pensé que era la novia de alguno de mis excompañeros, pero ella había sido invitada por una de mis excompañeras en un grupo de seis agradables chicas, pero por supuesto, el monumento de Marta Lucía era la que más destacaba. En total eran cuatro coches y dieciocho muchachos gozando de la libertad que esa edad te brinda. Yo llevaba el coche que mi madre me obsequió para ese tiempo, un Mustang del año 1965, el cual hasta el momento conservo como un grato recuerdo.

Por estar en Ensenada, logramos conseguir tres habitaciones de hotel, pues esta temporada es considerada “pico”, pues muchos negocios esperan esta semana, pues los estudiantes de las universidades se van para Tijuana, donde las bebidas alcohólicas son accesibles a los 18 años y no a los 21 como la mayoría de los estados de la Unión Americana. Aquí en estas ciudades fronterizas se llenan de los muchos jóvenes que nos atravesábamos la frontera y vivir esa experiencia. Los primeros dos días algunas mujeres usaron una de las habitaciones para dormir y las otras dos había chicas y chicos, pues eran parejas de novios, pero para el tercer día ya no había esas limitaciones, todos nos habíamos esparcido y con mas confianza ya no importaba en cualquiera de las habitaciones que durmieras. Lo único que se respetaba, era que las mujeres ocuparan las camas sí así lo querían. Obviamente los que eran pareja nos enviaban insinuaciones para que les permitiéramos tener intimidad, pero hubo esas noches donde se oían lo gemidos cuando ya calientes les importaba poco follar estando todos en la misma habitación. Se envolvían en una cobija y cubierta en ella allí pasaba lo que quisieran que pasara. A mi se me insinuaron un par de chicas de las que no tenían pareja, pero en ese momento creo que ellas intuyeron que me atraía Marta Lucía y se fueron alejando. Pero también, estaba este chico que mostraba un interés obvio y no se le desprendía a Marta Lucía por un instante, que hasta llegué a pensar que ellos eran pareja. Yo había llegado sin pareja, pues ya había tenido esta experiencia un año antes y sabía que era la oportunidad de tener una buena experiencia con una chica nueva. Lo sorprendente en esta ocasión, era que aquí me volvía a encontrar con esta chica que siempre me había gustado.

Mi oportunidad llegó para el cuarto día, pues creo que Marta Lucía buscaba lo mismo. Creo que de darle la negativa a este chico de nombre Charles, este entendió que no iba lograr nada y comenzó a cortejar a las chicas que se me habían insinuado. Ese día desayunamos juntos, nos fuimos a caminar por la ciudad y nos integramos al grupo hasta en la noche, pues regularmente íbamos al bar del hotel, donde tomábamos y bailábamos hasta horas de la madrugada. Pero ya para este día a pesar de nuestra juventud, ese maratón de desvelos hacía mella en nosotros y ese días regresamos cansados y nos pusimos a ver televisión en el hotel. Hasta entonces supe que Marta Lucia era portuguesa y no hispana, pues puse la televisión en español y me dijo que entendía parte, pero no todo. Recuerdo que nos quedamos acostados en la alfombra de la habitación y ella solamente se cubría con una toalla playera pues la verdad, inclusive con el aire acondicionado, se sentía algo de calor. Ella solo vestía un pantalón corto de color blanco y una blusa celeste donde se podían apreciar esos dos preciosos y monumentales melones. Al otro lado de mi llegó a acostarse Angie y ella debería estar tan cansada que a los minutos hacía un leve sonido de ronquido.

Pensé que Marta Lucía se iba a alejar de mí, pero se mantuvo cerca y vi cómo se desabrochó el sostén para sentirse más cómoda. Yo no la quería incomodar y me estaba levantando cuando ella me preguntó hacia donde iba y le contesté que me iría a dormir con el resto de los muchachos. Me pidió que me quedara, que se sentía más segura que por lo menos estuviera un hombre en la habitación. Ese día estaba rodeado de seis mujeres. Dejamos la televisión encendida y caímos rendidos al sueño y me quede durmiendo entre Angie y Marta Lucía.

Me desperté a eso de las cuatro de la madrugada, pues sentí una mano tocándome el falo por sobre mi pantalón corto y me costó descubrir la sorpresa que era la mano de Marta Lucía masajeando mi verga que ya estaba erecta. Me hice de un lado como queriendo despertar y le puse mi mano por sobre su trasero y ella en una posición un poco incómoda me siguió tocando la verga. Su rostro me quedaba cerca de mi hombro y ella se acercó un poco más a mí. Supe que sabía que ya no dormía y se lo hice saber cuándo le metí mi mano por debajo de pantalón corto y le tomaba sus nalgas firmes metiendo mi mano entre sus bragas y se las comencé a masajear. Creo que eso la excitó y encontró el valor para hacer lo mismo. Ahora Marta Lucía buscaba invadir mis calzoncillos y apoderarse de mi verga erecta.

Con los minutos, en esa posición de lado, le indico que se acueste sobre su espalda y me cubro con su toalla playera y comienzo a subir su blusa y para mi sorpresa Marta Lucía ya no tiene su sostén. Le di un beso en sus labios carnosos y me dirigí a mamarle sus suculentos pechos. Realmente era una delicia mamar esos pechos solidos de esta linda chica y aunque no podía mirar sus expresiones faciales por la oscuridad, sabía que lo disfrutaba por algunos leves gemidos que se le escapaban. En eso de cambiar de pezón a pezón comencé a buscar su conchita. La había masajeado sobre sus pantalones cortos y donde descubrí que los tenía desabrochados y con el cierre abajo. Metí mi mano entre sus bragas y comencé a sentir su humedad caliente, las cuales tenían ya empapadas sus bragas de sus jugos vaginales. Se comió un suspiro cuando uno de mis dedos invadió su vagina y no la dedee como yo quería, pues hacía un ruido que haría obvio lo que estábamos haciendo y no queríamos despertar a Angie que dormía al otro lado de mí. Mamándole sus tetas y mordiscando sus pezones y con un leve masaje a su clítoris Marta Lucía tocaba el cielo y me abrazó y me dio un beso para de alguna manera mitigar sus gemidos: Se estaba corriendo.

Su respiración se volvió profusa y le tomó algunos minutos recobrar la normalidad de su compresión pulmonar. Obviamente sentía el olor a su sexo, pues mi mano estaba llena de sus jugos vaginales, me levanté procurando no hacer ruido y me fui a lavar al baño. Me vi al espejo y supe que no estaba soñando, le había sacado un orgasmo a la bella Marta Lucía. Ella llegó a los minutos y se quedó aseando su conchita, pues asumo que se sentía incómoda con esa humedad entre sus piernas. Cuando regresó, se volvió a acostar a la par mía e intentó volver a pajearme la verga a como lo había estado haciendo. Con los minutos, le quise bajar su pantalón corto y ella intentó impedírmelo y me dijo al oído:

– Tony, no podemos… no quiero salir embarazada.

– ¡No te preocupes! No pienso hacer nada que te ponga a riesgo. Solo quiero ver y sentir bien tu conchita.

– Nos pueden descubrir… mejor otro día.

– Con cuidado y nadie se dará cuenta… todos están dormidos.

Le bajé su pantalón corto al nivel de sus rodillas y descubrí que ya no llevaba sus pantis. Tenía la panochita donde se podía sentir los canutos de los vellos que le venían creciendo en los últimos cuatro días y comencé a besarla alrededor del monte venus. No me lo quería permitir, pero insistí y creo que para evitar hacer ruido ella cedió. En esa posición le quité en su totalidad su pantalón corto y tomé posición abriéndole las piernas y creo que para esta instancia era más fácil continuar y evitar hacer más ruido y comencé a invadir su rica conchita de labios superiores gruesos con todo lo que daba mi lengua. Solo gimió levemente y se mantuvo recibiendo placer oral por unos cuantos minutos. Le chupé el clítoris a placer, le hundía mi lengua en esa rajadura que no dejaba de emanar esos jugos salados que hacen loco y adicto a cualquier hombre y con los minutos Marta Lucia comenzó a hacer cierta presión con un vaivén también leve para chocar su rica conchita contra mi boca. Creo que se mordía los dedos cuando se fue por segunda vez, pues su orgasmo tuvo que haber sido tan fuerte que vi a través de la oscuridad como los muslos de su entrepierna le temblaban sin control y su conchita comenzó a emanar más jugos de una manera tan abundante. Se podía escuchar ese ruido de chasquido cuando le chupaba la panocha, pero creo que para este punto ya no importaba si alguien nos escuchaba pues estábamos muy prendidos.

Nuevamente me levanté a limpiarme y Marta Lucía hizo lo mismo. Estando en el baño le echamos llave y ella literalmente me dijo si me podía besar la verga. Sentada sobre el inodoro, después de habernos aseado, ella me comenzó a dar un oral que se podía apreciar que estaba con una amateur pues de vez en cuando me hacía daño con sus dientes bien afilados. Aun así, pues con la calentura acumulada de haberla oído correrse dos veces, en unos cuantos minutos le dejé ir una descomunal corrida que rebalsó su pequeña boca y le salpiqué su lindo rostro. Se limpiaba rápidamente y solo me dijo: ¡Tiene un sabor dulzón!

Nos fuimos a acostar de nuevo intentando no despertar a nadie, lo que eventualmente descubrí fue imposible, pero según nosotros todos dormían. Ella se puso de espaldas dándome esas suculentas nalgas y volví a bajarle sus pantalones cortos al nivel de su rodilla, pues sabía no vestía pantis. Le puse mi verga bien erecta entre sus nalgas que se sentían frías al principio, pero poco a poco se fueron calentando y mi verga se deslizaba causándome un rico placer pues mi liquido pre seminal le habían lubricado todo ese canal. Tengo la seguridad que Marta Lucia también lo disfrutaba, pues correspondía a ese vaivén semi lento que hacíamos para evitar hacer mucho ruido. Creo que comenzó a sentir mucho más placer pues además de esa invasión de mi verga entre sus nalgas, comencé a besarle el cuello y le metía la punta de mi lengua en su oído, mordiéndole de vez en cuando su lóbulo. Sentí y no sé si me equivocaba, pues Marta Lucía me daba la sensación de que quería ser penetrada analmente, pues pasé unos veinte minutos masajeando con mi verga su apretado ojete. Intentaba empujar y ella correspondía y buscaba una mejor posición. Llegó al punto que ella me tomaba la verga y se ponía mi glande a la entrada de ese ojete. De tanto intentarlo a los minutos sentí como me lo atrapó y dio un gemido. Me dijo en voz baja: Tony… no te muevas mucho que me duele.

Mantuve mi verga sin movimiento solo apretada por su ojete y con los segundos y minutos le fui hundiendo los 22 centímetros de mi verga hasta que sentí que mis testículos chocaron con sus ricas nalgas. No me movía mucho y solo de vez en cuando le hacía ese vaivén para que sintiera mi invasión y hacerle saber que su culo me pertenecía en ese instante y comencé a masturbarle su clítoris con mis dedos. No pasó mucho tiempo para alcanzar un tercer orgasmo y yo estaba tan excitado cogiéndome ese majestuoso culo que me corrí segundos después. Sé que lo quiso gritar y solo se contuvo diciéndome algo callada, pero excitada: ¡Dios mío… me estás haciendo acabar otra vez!

Hubo una respiración profusa y que nos tomó unos minutos para recuperar la normalidad. De nuevo, volvimos al baño y Marta Lucía se preocupó cuando vio sangre mezclada con mi esperma y se quejaba que le ardía el ano. Lo divisé ante la luz y le dije que se calmara, que no había hemorragia. Es espectacular ver el culo de esta chica que de solo verlo desnudo y abrírselo para hacer aquella inspección, a pesar de haber acabado minutos antes, mi verga se había puesto erecta de nuevo. Regresamos de nuevo a acostarnos y ya eran las siete de la mañana y de repente escuchamos la voz de Angie: ¿Van a seguir cogiendo?

Creo que Marta Lucía se incomodó y quizá sintió pena que su amiga nos haya escuchado y quizá visto. Esa misma tarde, cuando todos habían salido y vieron que Marta Lucía y yo nos quedábamos, eso era un indicativo que queríamos coger y que nadie llegara a la habitación hasta para la reunión de la cena. Fui a la farmacia por unos condones y esa tarde le abrí esa conchita y mis 22 centímetros invadieron ese rico manjar. No lo hicimos ya analmente, pues Marta Lucía me dijo que había quedado adolorida y se sentía incómoda, pero sí me permitió a que le comiera y que le hundiera mi lengua en su ojete. Ella me hizo lo mismo y esa tarde le saqué por lo menos otros seis orgasmos. Eran esos días de la juventud, donde le dejaba ir de 8 a 10 polvos a cualquier chica. Todos mis amigos pensaron que me quedaría con la bella Marta Lucía, y aunque a mí también me gustaba mucho, el destino tenía otros planes para cada uno. Después de aquellos días de vacaciones de primavera, solo volvimos a coger para finales de ese mismo año y por un tiempo le perdí la pista hasta que me encontré con su hermana. Me contó que se había ido a vivir con su padre a Portugal y que de alguna manera yo había influido en esa decisión, pues según su hermana quien dijo saber lo que había pasado entre su hermana y yo; le había dolido mucho que yo no la haya intentado buscar después de lo que habíamos vivido.

Un día recibí una llamada inesperada de ella y reconocí su voz cuando me preguntó: ¿Te recuerdas de mí? – decía la voz… y yo le contesté con mucha seguridad. – Eres esa chica bella y hermosa quien me dio ese hermoso trasero para que se lo follara en un hotel de Ensenada. -le contesté. Ella solo me respondió: – ¡Qué rica culeada me diste! – Y comenzamos a recordar y a vivir esos excitantes momentos. Termino diciéndome lo que creo que ella siempre quiso que yo supiera: -Tony, quiero que sepas que a nadie me he entregado a como lo hice contigo… Nunca nadie me ha hecho lo que tú me hiciste disfrutar ese día de vacaciones. Quiero que sepas que es lo más rico que he sentido en mi vida. ¡Te recordaré siempre… que verga más rica tienes!

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