La ciudad es hermosa en primavera y esa semana de octubre en particular aún más. Es como que se llena de mujeres hermosas, o por su físico o por lo bien que se arreglan. Es alegría para los ojos mirar a las muchachas y las que ya no tanto que van de un lado a otro derrochando femineidad… y así volvieron a mi memoria los días con Grace.
La conocí caminando no muy lejos de mi casa (yo casado, hijo pequeño) cuando salía de una reunión con un potencial cliente. El resultado había sido muy positivo y estaba muy contento por las perspectivas de trabajo para los próximos meses. Ella iba unos metros frente a mí, recién salida de su trabajo. Admiré su hermoso cuerpo, me acerqué y le pregunté una tontería (como llevaba anteojos negros, le pregunte si sus ojos eran tan lindos como el resto de su anatomía). Se sonrió. Caminamos tres cuadras e intercambiamos teléfonos. La llamé al día siguiente y no la encontré. Eso fue todo por unos diez días.
Al tiempo recibo un llamado de un número desconocido y, aunque me parecía familiar, no podía ubicar quien podría ser. Llamo de nuevo, pero era tan mala la señal que no pudimos hablar. Dios bendiga al inventor del Caller Id porque pude recuperar el número, me metí en un locutorio y llamé. Al oírla, supe quién era inmediatamente. Hablamos un rato y quedamos en vernos en su casa al día siguiente porque ella no tenía problemas de horario por la tarde (separada, su hija estaba con el padre ese día).
Quedamos cerca de las 17 aunque trataría de llegar más temprano. Ya tenía otro compromiso impostergable -asuntos de trabajo- a las 19. Calculé las distancias y el tiempo que me llevarían los viajes: había que atravesar el centro dos veces. No me quedaba mucho tiempo, solo podía quedarme hasta las 18.30. Arreglé salir antes de mi trabajo y hacia las 16 salí para su casa.
Llegué, nos saludamos afectuosamente y me preguntó si quería tomar algo para amenizar la charla. Estaba hermosa de entrecasa, por dentro me mataba la calentura, pero preferí consolidar la situación que tener un polvo de 10 minutos y volar. Tal vez… no le gustaría. Opté por "hacer el novio”… un poco.
La cosa venía muy bien, ella era muy amable, simpática. Nos contamos nuestras vidas. Hablamos de los hijos y fue al dormitorio a buscar una foto de su hija. Yo la seguí mientras seguía la charla, pero la habitación cortó nuestros últimos vestigios de cordura, liberándonos. Ella dio el primer paso… y yo el segundo. Nos besamos muy apasionadamente y caímos sobre la cama, cada vez con menos ropa. Sus labios, su manera de besar era única. Ella está dispuesta a todo, yo también pero… tenía que irme.
Como pude… la convencí y le prometí que al día siguiente pasaríamos la tarde juntos (a esa altura ya le había dicho que era casado, dudó un poco, pero no demasiado…).
Al día siguiente inventé un turno con el médico en el trabajo y mi jefe, gran tipo, me liberó a la tarde. Así que a las 14 ya estaba tocando el portero eléctrico. Subí y me abrió la puerta de su departamento para recibir una sorpresa maravillosa.
El lugar estaba muy a media luz, Grace vestida solo con un camisón corto muy transparente me recibió con un beso increíble (me recordó una historia que ya les conté…) y, tomándome de la mano, me llevó por un reguero de velas y pétalos hasta el dormitorio. Nos desvestimos muy despacio sin dejar de mirarnos a los ojos y con cada prenda que caía se volvía cada vez más hermosa. Morocha, cuatro años menor que yo, 165 delgada con buenas tetas y mejor cadera. Insinuó que hacia bastante que no tenía sexo, pero esa tarde los dos volveríamos al ruedo con la mejor experiencia de nuestras vidas.
Desnudos, comenzamos con sexo oral. Le encantaba la pija, la chupaba como una experta y se movía como la mejor escort. Libre de prejuicios, no tuvo problemas con la cola y si bien costo un poquito, entró todo a la perfección. Ardiente, su vagina era perfecta. Tal vez Uds., queridos lectores, piensen que exagero, pero les puedo asegurar que sentir esos labios atrapando el pene fue una experiencia fuera de este mundo. Estaba mojadísima facilitando todos los movimientos y así llegamos a nuestro primer orgasmo juntos. Charlamos unos minutos, pero enseguida estábamos de nuevo en tema. Nos encantaba coger y cada polvo era mucho mejor que el anterior.
Sentado en la cama, con la espalda apoyada en el respaldo de la cama, ella se acercó a mi gateando felina. Tomó mi pene con su mano y volvió a chuparlo hasta que tomó otra vez rigidez. Así se sentó sobre él, y apoyó sus tetas sobre mi pecho mientras nos besábamos sin pausa. Y fue así… casi sin movernos, apenas perceptibles la flexión de su cadera, estuvimos un muy largo rato. Hasta que volvimos a acabar. Maravillosa tarde.
Así fue nuestra relación por unas tres semanas: cada dos o tres días o bien hotel cerca de mi trabajo o en su casa a la tarde. Ya sobre fin de año, mi esposa quiso ir a Córdoba a visitar a sus padres unas semanas. "Lamentablemente" me tuve que quedar en Buenos Aires por razones de trabajo aunque le prometí que estaría por ahí en 15 días. Imaginaran ustedes, mis lectores, que ocurrió en esos días.
Apenas podía, estaba con Grace, hacia presencia por mi casa hacia la noche (siempre hay un portero capaz de llevar y traer chismes y delatar a cualquier) para, otra vez, salir de nuevo. Los fines de semana lo pasaba con ella desde el viernes a la tarde hasta la noche del domingo. Lo hicimos en cada habitación de su casa: en la cocina mientras se enfriaba el delivery de comida, en la ventana abierta para alegría de los vecinos, por supuesto la bañadera, en el suelo, en cada rincón del dormitorio…
Nunca fui un santo, y mujeres no faltaron… pero jamás me sentí tan bien con una mujer como con ella. De a poco el sexo se mezcló con el amor, sentimiento que Grace me confesó que era recíproco. Ella también se sentía cada vez más a gusto conmigo. Nos gustaba estar juntos, necesitábamos cada vez más tiempo juntos.
Llevaba 4 meses con ella y me di cuenta que ya estaba enamorado… de su forma de hacer el amor y de ella. Y no hay nada peor que una buena mujer que sepa coger para un tipo casado. No sabía que hacer… algunos días pensaba en separarme, otras en dejar a Grace… En ese dilema seguí un par de meses más y finalmente después de un fin de semana juntos con cogidas monumentales… le dije adiós y no volví a verla.
Siempre me pregunto ¿habré hecho lo correcto? En vista de cómo fue mi vida los años siguientes, tal vez fue una decisión equivocada, pero faltó saber cómo sería la convivencia diaria con mi "nueva mujer". Imposible saberlo. Uds. ¿qué opinan?